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CORTES CONSTITUYENTES.

SESION DE AYER.

Extracto libre del discurso del Sr. Castelar.

(25 de Enero.)

Señores diputados: Vosotros, y con vosotros la opinion pública, me estais mimando tanto y tan de continuo, que unas veces me figuro que inspiro á vuestro afecto algo del atractivo del vencedor, y que vais á aumentar el número de mis coronas de laurel con una nueva; y otras veces creo pura y simplementé que, haciéndome justicia, me teneis por un hombre de bien, sincero y patriota, aunque desgraciado. Pues bien; es necesario, absolutamente necesario, necesario absolutamente (perdonadme el abuso de este adverbio absolutista, porque es mi tranquilla) que hoy más que nunca me hagais el favor de tener de mí ese buen concepto, porque las tribunas están llenas, sobre todo la de señoras, y yo estoy en mi elemento, y yo os anuncio con la conciencia en la mano, y antes de amoldar á mi placer la historia, que voy á decir maravillas. (Sensacion.)

Absolutamente, señores diputados, absolutamente os digo que es absolutamente imposible encontrar en la historia una raza absolutamente de reyes más absolutamente abominable que la de los Barbones. Dice La Epoca que yo he fabricado una historia para mi uso particular. Estas son cosas absolutamente del Sr. Escobar. Pero, señores, ¿es ó no cierto, absolutamente cierto, que Enrique IV, el que nació en el castillo de Pau, fué absolutamente el primer Borbon? Pues yo os digo,

aun á riesgo de que no me aplaudais, que de aquel Borbon, que tanto bien hizo á la Francia feudal y destrozada por las guerras civiles, han descendido todos los demás Borbones. (Agua, porteros.)

Y si esto es así, señores diputados; si esto es así, absolutamente así, ¿cómo negar que la revolucion de setiembre adoptó el lema de <«<abajo los Borbones?...» ¡Ah, señores! con la mano puesta absolutamente sobre el corazon os digo que la revolucion de setiembre no se hizo, en rigor, por los partidos liberales de España. ¿Quereis saber quién la hizo, quién absolutamente la hizo? Pues yo os lo diré en un brillante párrafo que traigo preparado al efecto. La revolucion de setiembre la hizo el descubrimiento de América, y si no, preguntádselo á Colon; la hizo el descubrimiento de la imprenta, y si no, que lo diga Guttemberg; la hizo el espíritu de la sociedad moderna, y, como representantes de este espíritu, la hicieron, en una palabra, los Borbones, absolutamente los mismos Borbones. Porque, señores (grande agitacion), los Borbones han sido la familia régia más revolucionaria que yo conozco. Figuraos que ellos secularizaron la Europa. (Exaltándose) ¡Sí, absolutamente sí! Todo despotismo... teocrático envuelve una teocracia, y desde el edicto de Nantes hasta la expulsion de los jesuitas de España, es lo cierto, absolutamente lo cierto, que hay gran trecho. Luis XIV el etiquetero, y Cárlos III el cazador, no me dejarán mentir. Pues bien; ¡héroes y víctimas de Alcolea, vosotros que supis– teis antes de morir que Felipe V fué un mal nieto, y Luis XV de Francia un concupiscente, y Cárlos IV de España un marido como hay muchos, y Fernando VII un chispero, no permitais, absolutamente no permitais que vuelvan al trono español!!!... (Impresion general, la Cám mara está á punto de estallar; silencio profundo, como desde el principio.)

Señores, ¡un francés! ¡un francés! ¿Sabers lo que es un francés? ¿Lo sabeis absolutamente? Pues si no lo sabeis recordad al duque de Montpensier. Yo me he preguntado muchas veces si un hombre que vive en España hace ya un cuarto de siglo, que ha tenido en ella sus hijos, su hogar, su familia, su honrada fortuna, no es tan español como yo. Pero ¡ah, señores! ¿no es el duque de Montpensier un Orleans, y los Orleanes no proceden de los Borbones? ¿Pues cómo negar que Montpensier es Borbon? ¿Cómo negar que la humanidad es consanguínea del desobediente Adan? Además, absolutamente además, el nieto de

Felipe Igualdad tiene algo de fratricida. Yo bien sé que Isabel II se echó ella misma de España, y que aquellos de su familia que se hicie ron solidarios de sus faltas son dignos del parentesco; pero pensad, señores diputados, en la gran violacion del sentido moral que envuelve la conducta del duque de Montpensier para con la ex-reina. Él no permitió que sus hijos viviesen en aquella córte deletérea; él protestó, por cuantos medios pudo, de aquellos errores y de aquellas faltas que condensaron la nube revolucionaria en el horizonte; él se ha limitado á vivir en su retiro, con la honradez y el bien por única norma. Pero, señores, no olvidemos, absolutamente no olvidemos que el duque de Montpensier... y pido á la techumbre de esta Cámara que no se caiga, absolutamente que no se caiga... era... cuñado, es decir, hermano político de Isabel II!... (Sobrecogimiento general.)

Y ¿por qué lo fué, señores, por qué lo fué? ¡Ah! lo fué por efecto de aquellas bodas contra las cuales protestaron Pacheco, Pastor Diaz y Valdegamas, contra las cuales yo tambien, padres de la patria, protesto. Porque yo tambien me digo á las veces; si hubiéramos dado á Isabel un rey consorte en el duque de Montpensier; si España hubiera tenido en él su príncipe Alberto... ¿pero á qué hablar del pasado?... Los gigantes del Renacimiento dieron una nueva forma al arte; yo tambien se la daré á la última parte de mi discurso. Oidla, señores diputados, absolutamente oidla.

Yo, señores, no soy personalmente adversario del duque de Montpensier. Por el contrario; muchos de mis amigos personales, que son unionistas, me han oido declarar cien veces que yo los creia lógicos y justos al presentar al duque de Montpensier como candidato al trono de la revolucion. Yo he dicho aquí, absolutamente aquí, que ese seria el rey de las clases medias, es decir, nuestro rey, es decir, el rey de todas las fuerzas vivas é inteligentes del país, y que el pueblo, el proletariado, como le llama el Sr. Rivero, bien podia darse con un canto en los pechos al ver así constituida la nueva monarquía. Pero, señores, por lo mismo que esto es así, ¡por lo mismo que esa monarquía es la única salida del callejon revolucionario; yo, nada menos que yo, me opongo á ella, porque estoy convencido de que la república no quiere rey, y yo soy republicano, absolutamente republicano!..... (Aplausos en los bancos de la izquierda.)

Votad, pues, aceptad, pues, señores diputados, nuestra proposi

cion. Mayoría monárquica, vota contra la única monarquía hoy lógica en España. Mira que la república se va haciendo cada dia más difícil en este país, donde, segun el general Prim, hay solo una minoría republicana; mira que hay muchos que no creen en la posibilidad de una república que ha de ser principalmente obra de un servidor de ustedes y del Sr. Orense. ¡Españoles! suene la lira de Pindaro y Tirteo; estremézcase el Cabo de Hornos, y fundad, puesto que yo os lo pido, la gran república ibérica! Damas y señoras que me oís, perdonad las muchas faltas de mi oracion. Mis fauces se secan, mi espíritu vacila, el mundo tiembla, la bandera revolucionaria ondea en mis manos; esto es muy grande, esto es una especie de Apocalipsis ¡ah!... He dicho.

LOS HIDALGOS.

(28 de Febrero.)

La expiacion de la formalidad con que apreciábamos en nuestro último número las tendencias y los manejos de la prensa reaccionaria se ha hecho esperar bien poco. Ayer mismo nos vimos ya castigados por ese irreflexivo arranque de nuestra exuberante seriedad. El órgano más fogoso, batallador y genuino de la restauracion borbónica; el periódico inteligente y valeroso que sin andarse con rodeos alfonsistas, ni perder el tiempo en vanas promesas y 'concesiones, pide rotunda y concretamente la vuelta de doña Isabel de Borbon al trono de sus abuelos, ese apreciable diario, que para nosotros tiene, aparte de otros naturales respetos de gremio, el de todas las heroicidades más ó ménos púdicas; ese colega hace y dirige ayer su más duro cargo, su acusacion más original y tremenda á la revolucion y á todos nosotros los míseros liberales que la hicimos y la sostenemos.

Enjuguemos con la pobre cuartilla en que escribimos una lágrima prévia de natural resentimiento, 'porque el cargo es mucho más duro que nuestras entrañas revolucionarias, y pasemos á dar cuenta á nuestros lectores de la naturaleza y forma de esa acusacion inesperada. Figúrense nuestros ya prevenidos abonados que el estimable colega á quien nos referimos empieza por llamar ambiciosos vulgares á todos los revolucionarios del malhadado setiembre, sin duda porque, en efecto, ambicion vulgar fué la que sintió el precipitado vulgo español por deshacerse de aquella su última felicidad monárquica. En seguida la emprende con los partidos coaligados en el movimiento, calificándolos de grupos de pretendientes de destinos, sin duda porque acaso hubiera sido compatible la caida del trono con la continuacion del último personal moderado en los más altos puestos administrativos. Lue

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