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petabilidades, en otras tendencias, en otras entidades, en otras seriedades es donde la situacion debe buscar la representacion legal del país, de cuya sancion, de cuya confirmacion necesita lo más fundamental del nuevo órden de cosas. Quédense, por ejemplo, laş Telinges y Rodriguez enseñando sus grandes cruces á los que fueron sus electores; y si decididamente el gobierno de la monarquía anda en busca de un ideal, que ese ideal tenga al ménos las condiciones de la primera enseñanza. Digo, nos parece.

LOS HABILES.

(28 de Enero.)

Juramos por las barbas del Sr. Montero Telinge que tenemos una gran pena, la pena que engendra el presentimiento de una decepcion amarga, inesperada, humillante. Ya saben nuestros lectores que nosotros pertenecemos á esa especie de unionistas pertinaces, recalcitrantes y crónicos, cuya única singularidad entre los ciudadanos políticos de España consiste en no haber cambiado de partido desde 1854. No teniendo más título notable que nuestra consecuencia, hemos dedicado todos nuestros desvelos á cultivarla, á robustecerla, á convertirla, digámoslo así, en una especie de cordon umbilical que, ligándonos al seno de nuestro partido, nos ha trasmitido la alegría de sus alegrías, el dolor de sus dolores, la vida de su vida. ¡Qué quieren Vds.: cada uno dice misa en su misal; cada uno hace en este mundo lo que puede! Nosotros no hemos tenido siquiera el empeño de ser ministros, y nos hemos contentado con pertenecer en cuerpo y en alma á la union liberal, haciendo de este gran partido sério é inteligente nuestra gran pasion, sin necesidad, ni deseo, ni posibilidad de abandonarlo mientras exista.

Pues bien: para nosotros, los pobres de espíritu de la política; los que profesamos el romanticismo de la constancia; para nosotros, los que no tienen en su comunion otro mérito que el mérito pasivo de la inmovilidad; para nosotros nuestro partido tiene algo del carácter · esencial y de las atracciones sagradas de un padre, de un sér respetado y querido cuyas cualidades se proclaman con fervoroso orgullo, y cuyas faltas y cuyos defectos se lamentan y se sienten como cosa propia. Los insignificantes de la escena pública hacemos así la política: aplicando á ella el corazon. Es una debilidad, es una puerilidad; pero es nuestro único, invariable procedimiento.

Cuando oiamos nosotros á los neo-católicos, á los polacos, á los demagogos y á los progresistas maldecir durante diez años la habilidad de la union liberal, un secreto inocente júbilo nos inundaba el pecho, y una voz interna nos aseguraba que algo habia de bueno, de grande, de útil, de meritorio en esa habilidad constitutiva, sistemática y reconocida de nuestro partido, cuando los enemigos del régimen constitucional, y sus corruptores, y sus escarnecedores la execraban de tal manera. Además, la habilidad es, en toda la vasta escala de la naturaleza, síntoma, trasunto y patente legitima del sér inteligente. Puede haber y hay habilidades buenas y malas; la zorra es astuta, y la abeja y la hormiga lo son tambien; pero en todos los séres á quienes la habilidad separa ostensiblemente de la materia muerta, inerte é impotente, ese destello de la inteligencia, ya lo guie la razon de orígen divino, ya lo dicte el misterio del instinto, es una honrosa razon de sér, es un timbre enaltecedor, es una gran cosa..

Los enemigos de la union liberal le negaban el patriotismo, la altura moral de una gran escuela política, su representacion y sus raices en las clases medias, su liberalismo teórico y práctico, su amor al ejercicio ordenado y al prestigio fecundo de la autoridad; la tildaban ante la crítica y ante el sentimiento público de ser una egoista asociacion corruptora que habia dado al traste con los partidos históricos; pero le concedian, pero le reconocian una dósis maravillosa de habilidad. Y nosotros nos contentábamos, á fuer de unionistas, con esta condicion, y deciamos: siga la union liberal en sus trece, en sus procedimientos habituales, en sus constantes empresas; siga uniendo á los hombres más importantes del bando constitucional, siga consumando la desamortizacion, siga manejando honradamente la Hacienda pública, siga sosteniendo el 3 por 100 á 52, siga ganando batallas en Africa, siga anexionándonos hermosos territorios, siga reconociendo á Italia, siga rebajando el censo electoral, siga con su prensa libre, con sus Parlamentos de cinco años y con su inalterable libertad práctica; y si estas son sus habilidades, ¡benditas sean las habilidades de la union liberal!

La última vez que la union liberal se decidió á ser hábil fué en 1868. Un trono, una dinastía divorciados irremediablemente del espíritu público, necesitaban salir de España; y la union liberal desterrada, perseguida, huérfana ya del gran O'Donnell, se las compuso, sin

embargo, de manera que el viaje se verificó, y fué de lo más incruento, de lo más solemne y hasta cierto punto de lo más magnífico que registran nuestros cronicones.

Pero desde entonces ¡ay! desde entonces, como si aquel hubiera sido el último, inmenso esfuerzɔ de la habilidad unionista, una série de inconcebibles y acrecentadas torpezas están dando al país, y nos están dando á nosotros, cándidos entusiastas de aquella habilidad patriótica, la cruel, la horrible sospecha de su desaparicion, de su extincion, de su aniquilamiento en el seno de nuestro partido. ¡Qué dicen los últimos desastrosos dos años sino que la ardilla está amenaza— da de convertirse en topo, la tejedora araña en ciega oruga, el lebrel de fino olfato en falderillo ruin!...

Pero no volvamos la vista atrás: bien está la interinidad enterrada con todas sus algaradas anárquicas, con todos sus empréstitos, con todas sus malogradas conciliaciones, con todos sus ministros unionistas Hevados y arrebatados al poder, sin que lograsen dejar en él la huella luminosa de la tradicion de su partido. Hoy tambien hay ministros unionistas, ministros que han sido hábiles antes de esta última etapa, ministros aleccionados en aquellas habilidades productoras del bien público; y tampoco hoy, tampoco hoy parece dispuesta á resucitar aquella cualidad distintiva de la historia unionista.

Lo que pasa hoy, por el contrario, lo que el porvenir se resistirá á creer es que esos ministros parecen sujetos, maniatados y presos en las redes de una habilidad inverosímil, de una habilidad que nunca ha existido, de una habilidad de brocha gorda, pero real, positiva, innegable; de la habilidad de los radicales. Esos ministros de la union li– beral se decidieron á volverlo á ser en aras de un fundamental pensamiento habilidoso: era preciso, era conveniente tener de nuevo participacion en el gobierno: la monarquía, la libertad, el órden, los intereses conservadores, el porvenir de la burlada y maltrecha union liberal necesitaban que hombres suyos, que hombres acreditados, que hombres capaces de llevar á la situacion una inspiracion, una seriedad, una sinceridad fecundas, lo intentasen.

El radicalismo se sometió á la exigencia con una generosidad pérfida y burlesca. Dos carteras relativamente insignificantes fueron otorgadas á los que decidieron la votacion del 16 de noviembre. La presidencia del Consejo se adjudicó al duque de la Torre, por la senci–

lla razon de que no habia otra autoridad revolucionaria á quien adjudicarla. Cuatro ó cinco gobernadores unionistas bullen por esas provincias de Dios, sin otra cortapisa que las candidaturas progresistas y cimbrias. Una magistratura creada y organizada por el Sr. Ruiz Zorrilla es reconocida en la Gaceta de hoy, como poder independiente é inmutable, por el ministro unionista de Gracia y Justicia. Un solo subsecretario de esta procedencia sirve en un ministerio de contrapeso á los subsecretarios de Prim, de Montero Rios y de Moret. Las más juveniles, las más inteligentes, las más útiles individualidades del unionismo que fué à Italia yacen en el fondo de la cesantia universal. Y las iniciativas graves, poderosas, inmediatas, que se habian anunciado, y con las cuales el primer ministerio del rey debia echar verdaderamente las bases de la monarquía, no parecen, no se indican siquiera, no se sabe siquiera que se lleven al Consejo. Y á todo este conjunto de habilidades radicalísimas y de mutismo y de inaccion unionistas, se aña-. de y sirve de hipotético coronamiento la temerosa probabilidad de otra mayoría de pura sangre progresista-democrática...

¡Ah! mientras llega otra noche de San José, séanos permitido á los tradicionalistas de la union liberal protestar, á impulsos del instinto de vida que nos queda, de la catástrofe final que nos prepara el radicalismo. Nosotros, y solo nosotros, le hemos enseñado á ser hábil, le hemos metamorfoseado milagrosa, inconcebiblemente. Y la fiera domesticada, aleccionada, ha abierto ya la jaula, y se prepara, parodiando lá antigua sonrisa de nuestra fuerza, á ponernos definitivamente en su lugar. Por algo están O'Donnell en su tumba y Posada Herrera en el retiro de su viudez. Resignémonos. La resignacion puede ser tambien la habilidad de la vergüenza.

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