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*citarnos y conmovernos. Nosotros no perderemos el tiempo en averiguar, por ejemplo, qué ventajas esenciales ha sacado el país de cambiar las dominaciones polacas por el actual horizonte político, donde apenas se estingue un punto negro, brota y se estiende otro mucho más oscuro. Nosotros no tenemos absolutamente gana de saber para qué ha ido el Sr. Rivero á Barcelona, acompañado nada menos que del Sr. Moliní. A nosotros nos tiene sin cuidado que el Sr. Sanchez Borguella esté actualmente recorriendo, caballero en su famoso bruto purpúreo, el distrito electoral de un ministro á quien el temerario cimbrio ministerial pretende hacer la guerra. Nosotros no inquiriremos con qué cara podrá dar cuenta á las Córtes el hermoso jefe actual de la Hacienda española de esas operacioncitas de crédito que, al decir de los periódicos, se acaban de hacer al interés modesto de un aproximado 40 por 100. Nosotros no tenemos maldita la curiosidad de saber cuántos brigadieres progresistas, que eran capitanes ó comandantes hace dos años, van á ceñirse la faja antes de ocho dias. Nosotros no gastariamos néciamente nuestro cerebro en profetizar cómo y cuándo se establecerá el jurado, aunque no sea más que para los delitos políticos. En fin, ¿qué más? Nosotros hemos acabado por presenciar impasibles, y por encontrar natural y merecida, la omnímoda influencia que el juvenil espíritu del Sr. Martos ejerce en el seno de sus graves compañeros de ministerio. ¿Qué puede importarnos toda esa série de cosas raras á nosotros, que estamos ya habituados á considerar al bonapartista Sr. Olózaga como nuestro embajador perpétuo en Francia?

¡Ah! el ideal de nuestra curiosidad es otro, muy otro, y vamos á decirlo. Lo que nosotros deseariamos saber, aunque fuera preciso para ello hacer una atrocidad moral ó material, aunque fuera preciso convenir en la posibilidad del órden público con el progresismo, es... ¿Lo diremos? ¿No será en cierto modo una profanacion lo que vamos á intentar, descorriendo hasta cierto punto con nuestra pluma el velo misterioso de lo que hasta ahora es un secreto para todos los liberales y reaccionarios de la Península y de las colonias? Francamente, tenemos el temor de cometer una imprudencia; francamente, aunque el orgullo legítimo de la averiguacion nos compele, hay algo que parece tirarnos del extremo superior de la pluma en este instante, y que parece decirnos: «no escribas,. no consignes en el papel semejante cosa; no traigas la mirada pública á ese impenetrable sagrado, ¡respétalo!...

¡Pero bah! despues de todo, acaso hagamos un verdadero servicio al país con nuestra imprudencia. Digámoslo, pues. Lo que nosotros deseamos, apetecemos, ansiamos saber es... es lo que dice el Sr. de Be ranger, cuando en el Consejo de ministros se trata de alguna alta cuestion de gobierno.

Si hay alguien que pueda perdonar y satisfacer esta curiosidad muestra, la patria regenerada se lo agradecerá con nosotros.

PARTE SEGUNDA

CAMPAÑA

CONSERVADORA-LIBERAL

ARTÍCULOS PUBLICADOS

EN

EL DEBATE

en los años de 1871 v 1872

UN MARTIR.

(4 de Marzo de 1871.)

La ciudad del Turia, la patria próvida de las naranjas, la hermosa Valencia tendrá dentro de poco un nuevo hecho conmovedor que registrar en sus anales. Y en verdad sea dicho, no deja de hacerle falta relativamente; porque aparte el incidente de la victoria del Cid, que la cristianó, y de otras rancias memorias, las crónicas valencianas van teniendo poco que recordar sin rubor filosófico. Díganlo, si no, las hecatombes federales y los frecuentes episodios de su gran estadística criminal, que no hablan, por cierto, muy elocuentemente al espíritu, ni se recomiendan á la retentiva. Pero la Providencia y el gobierno se acaban de convenir para dar término á esa solucion de continuidad de los altos sucesos valencianos. La historia se prepara á abrir sus insaciables fauces en aquella ingrata localidad, y á vengarse de su inanicion, deglutiendo uno de esos acontecimientos que luego depone sobre la reflexion de la posteridad, para enseñarla, segun los filósofos, ó para divertirla, segun el vulgo.

Dentro de poco, en efecto, acaso á la hora misma en que estos desaliñados párrafos se escriben, zarpará del proceloso puerto del Grao un buque del Estado. El pardo penacho de humo de su chimenea semejará una inmensa fantástica mano estendida hacia los que en la fértil orilla le despidan, si los hay; las entreabiertas troneras de sus cañones parecerán entornados ojos; los proyectiles amontonados cabe las cureñas, respetables lágrimas siempre dispuestas á desprenderse. Y es tambien más que probable que del seno de la altiva popa, mecida por la respiracion del mar inquieto, se alce un melancólico dulce sonido, armónicamente brotado de una lira y de una voz humana. Y en este caso, la lira y la voz pertenecerán á un poeta; y este poeta, á

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