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¡NO VOTARAN!

(25 de Octubre.)

La ciudadana Guillermina Rojas espera un Dios visible y palpa ble, un Dios que la diga: aquí estoy, aunque no sea precisamente tan de bulto como dice hoy, con cierto gracejo cruel, nuestro colega El Puente de Alcolea, aludiendo, sin duda, á ciertas derivaciones del acebuche que algunos maridos usan para avivar la fé ó despertar la obediencia de sus cónyuges. Y hasta que ese Dios llegue y se exhiba, la oradora internacionalista no se hará á sí misma, ni nos hará el favor de profesar y practicar alguna religion positiva, salvo la de su conciencia, cuyos dogmas no conoce aun la Europa culta.

Esta suspension de juicio sobre ciertas cuestiones fundamentales, esta deliberada indecision en lo que toca á la Divinidad, podrá herirnos en lo más vivo á nosotros los católicos sistemáticos y oscurantistas; pero, filosóficamente considerada, es hasta cierto punto inesplicable, porque puede ser dictada por una escesiva prudencia, por el escesivo deseo que un espíritu sin creencias tenga de no equivocarse. Todo el mundo sabe aquello del musulman que, auxiliado in articulo mortis por un sacerdote cristiano, é invitado á confesar que Mahoma fué un falso profeta, contestó sóbria y melancólicamente: «Padre, no es ésta ocasion para indisponerse con nadie.» Y además, en nuestra misma comunion suele correr muy válido el ver y creer de Santo Tomás. Conque, no se diga.

Pero de todos modos, si la de Rojas no tiene por el momento un triste Dios á qué atenerse, y se resigna á vivir á solas con su humanitarismo y sus deseos de que los que hacen los palacios los habiten, y de que los tejedores del terciopelo vistan de diario esta tela, lo cierto y lo fijo es que, al ménos, Guillermina (no nos atrevemos á ponerle ek

doña para no herir su democrática susceptibilidad) tiene un Dios en ciernes, un Dios por venir, que puede venir mañana. ¡Quién sabe si mañana mismo, á cualquier hora, cuando la de Rojas esté leyendo la afirmacion del Sr. Castelar, ya por ella expuesta en el teatro Rossini con anticipacion, sobre que no existe poder humano, social ni individual que contenga ciertas ideas, quién sabe, decimos, si cuando la oradora se deleite en verse copiada y repetida por el ilustre Emilio, se abrirá su puerta y entrará su Dios á decirla: ¡aqui me tienes!

Seamos justos; quien espera tener una cosa, y lo confiesa, es por➡ que en el fondo no le pésará tenerla; y quien desea tener, tiene bastante andado para conseguirlo, sobre todo en materias de creencias. El peor ateismo es indudablemente el que no quiere dejar de serlo. El Dios futuro, anunciado, esperado de Guillermina, podrá no ser del gusto de los que tenemos otro; podrá revestir formas de una teogonía de tres al cuarto, podrá carecer de todas las condiciones de la estética moral; mas al fin y al cabo será un Dios para uso particular. Pero, ¿quieren Vds. decirnos cuál es el Dios de los radicales?

Ninguno. Doloroso es decirlo, triste es pensarlo, tratándose de un partido que promete vivir siempre ó por ahora dentro de la legalidad revolucionaria; pero si para creer en Dios, para llegar á tener una fé profunda y verdadera, lo primero que se necesita es tener una conciencia, un fuero interno que nos dirija, que nos ilumine, que trace invariable derrotero á nuestras acciones, que nos depare principios, sentimientos, reglas de conducta tan fijas, invariables, superiores y anteriores á todas las miserias y pequeñeces de la vida, como es sabido que lo son los derechos individuales; si todo eso se necesita para creer, los radicales ¡ay! no creerán nunca. ¿Dónde están los principios fijos de los radicales? En parte ninguna; y la cuestion que hoy se ventila en el Congreso lo prueba hasta la saciedad.

Cualquiera que llegue á ser la fórmula en que, por decirlo así, se condensen los debates sobre la Internacional, que, entre paréntesis, va siendo ya hora de que terminen; ya se acaben y formulen con la pendiente proposicion de la mayoría que declara su adhesion á las afirmaciones del ministro Sr. Candau; ya produzcan y determinen otra declaracion del poder legislativo, más concreta, práctica y fecunda en efectos gubernativos y salvadores (lo que nosotros no veriamos con disgusto); cualquiera, repetimos, que sean los términos del acuerdo defi

nitivo de la Cámara popular respecto á la célebre asociacion de traba→ jadores, es indudable que esa votacion debe marcar y señalar franca y lógicamente los dos grandes campos de los partidos extremos y de los partidos medios en que hoy se divide nuestra arena política.

Votarán en pró de la Internacional los republicanos de todos los matices, unos pretestando que lo hacen solo en aras del principio de asociacion, otros no ocultando que los vapores del petróleo, que todavía flotan en la atmósfera europea, les embriagan hasta el entusiasmo, y todos obedeciendo á la recóndita exigencia de las masas que los ven, de la popularidad que los juzga. Al fin y al cabo, el partido republicano necesita vitalmente de ese elemento hoy por hoy. Mañana, si ese mañana llega, será ocasion de defender la propiedad individual á cañonazos.

Se abstendrán probablemente de votar los carlistas, los absolutistas, no sin gran pena, puesto que se trata de una cuestion en que pɔdrian allegar algun combustible á la hoguera de las patrias discordias, sino porque en último resultado los internacionalistas no han tenido, ni tienen, ni tendrán la menor conexion con D. Cárlos VII y su Iglesia.

Votarán contra la Internacional los progresistas del gobierno, porque hasta ahora no han tenido noticia de que ni Argüelles, ni Calatrava, ni Mendizábal, fuesen enemigos del principio de herencia; · y votarán contra la Internacional los conservadores liberales de la Cámara de todos los grupos, ni más ni ménos que porque tienen una repugnancia teórica é in veterada hácia todo lo que se engalana con los colores de la demagogia. Pero ¿y los radicales? ¿qué van á hacer, qué se dice que van á hacer los radicales?

Pues los radicales, segun se viene diciendo hace dias, segun se decia ayer mismo, NO VOTARÁN; la habilidad de sus directores ha decidido que no voten por el siguiente raciocinio. Si votasen en pro de la Internacional, ¿qué seria de su carácter de partido monárquico, del poquísimo prestigio que les queda en las clases conservadoras, qué diria de ellos el país que paga y comprende, ese país con el cual tienen que contar desde el momento en que por acaso venga otro ministeriosecuestro? Y si votasen en contra de la Internacional, ¿qué diria de ellos la muchedumbre, que, á juzgar por cierto, viaje del Sr. Ruiz Zorrilla, no debe serles muy afecta, ni con qué derecho impetrarian mañana de nuevo la benevolencia de los republicanos, esa benevolencia

que durante dos meses les ha mantenido el órden público? Decididamente los radicales NO VOTArán.

Ahora bien; la opinion pública, viendo á esos monárquicos y constitucionales apelar á la huida en un trance, en una cuestion de tal gravedad, no podrá ménos de dar la razon á nuestras humildes afirmaciones: ¿qué conciencia, qué principios fijos, qué monarquismo, qué fé, qué garantías para el sentimiento nacional son las de un partido que obra así, que escarnece así hasta el maquiavelismo de las luchas políticas? ¿Qué espera, qué siente esa agrupacion de monárquicos nuevos, de demócratas vergonzantes, de anti-propietarios doctrinales, de liberales porque sí? ¿No es este el más repugnante de los ateismos políticos? Y desde este punto de vista, ¿no tiene Guillermina Rojas una inmensa superioridad moral sobre el Sr. Ruiz Zorrilla, considerado como símbolo?...

EMBRIOGÉNIA.

(27 de Octubre.)

«Verde era pompa de un vallete, oculto cuando frondoso alcázar, no de aquella que sin corona vuela y sin espada, susurrante amazona, Dido alada, de ejército más casto, de más bella república ceñida, en vez de muros, de cortezas; en esta pues Cartago reina la abeja, oro brillando vago, ó el jugo beba de los aires puros, ó el sudor de los cielos cuando liba de las mudas estrellas la saliva. >> (GÓNGORA.-Soledad Segunda.)

Todo el mundo conviene en que hay familias desgraciadas; convengamos de hoy más en que hay asociaciones dichosas. La Internacional española tenia sus poetas bucólico en Castelar y sus rapsodas, sus musas en las Guillerminas de todos los países, sus detractorespanegiristas en Nocedal y Rodriguez, su apóstol en Garrido. ¿Qué faltaba á la Internacional? Un filósofo, nada más que un filósofo, un espíritu concentrado al vapor de la abstracción, que se encargase de la parte exegética de sus principios por todo lo alto, y que dejase al mundo con la boca abierta en presencia de una metafísica petrolista de primer órden. Pues bien: ayer apareció ese filósofo. El Sr. Salmeron es un hecho parlamentario. Ecce homo; la pléyade directora del cuarto estado se completa; el porvenir tiembla, y la clase media debe liar el petate.

Convengamos tambien en que hay apellidos fatalmente destinados á ilustrarse, pegados á la celebridad como la ostra á la concha. La España de los Salmerones, la España radical, debe así reconocerlo. La Tertulia, el periodismo espontáneo y el duque de la Victoria tienen un

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