Imágenes de páginas
PDF
EPUB

hay progresistas. Esto contradice la afirmacion del Sr. Martos respecto á la extincion consumada de los cimbrios. ¿A quién creer? Lo que sí es seguro, es que al suntuoso gabinete en cuestion no acuden de ordinario más que los verdaderos individualistas, nuevos ó viejos. Entrar allí y no creer en la legalidad de la Internacional, es un anacronismo.

Pues bien; en ese gabinete, nada menos que en ese gabinete, es donde, segun nuestras noticias, se ha constituido, establecido y alojado la comision de jurisconsultos que desde ayer dedica el partido radical á entender y atender las posibles quejas de los electores de la comunion. De esto no se habia visto, pero ya era tiempo de que se viera. La libertad trae costumbres que le son propias, y un partido que se toma la libertad de instituirse en tribunal, está en su derecho, como lo está, por ejemplo, cualquier ciudadano que gusta de hacer el oso. Nunca agradecerá bastante nuestro país oscurantista al cimbrismo la iniciativa de ciertos hábitos sociales y aun morales. Gracias á él, lo que nos hubiera extrañado hace algunos años nos parece hoy sumamente natural. Por nuestra parte, al ménos, declaramos que hoy comprendemos ya muchas cosas que antes nos parecian increibles, hasta lo de que se quiera ir á la república por la monarquía.

Con una puntualidad que haria honor al mismo Luis XIV, que tanto la amaba, es decir, à la prefijada hora de las diez en punto de la mañana, reuniéronse, en efecto, los letrados, cuyo número de nueve es indudablemente mayor que el de las plagas de Egipto y el de los sábios de Grecia, á no mentir la historia. Y la persona veraz á cuya bondad debemos estos detalles, nos asegura que iban todos de frac; pero conste que no lo garantizamos. El frac es una prenda que no todos tienen, por aquello de que no hay proporcion entre su precio y el escaso uso que los filósofos hacen de ella. Sea como quiera, á las diez y minuto y medio de la fria mañana de ayer, ya el gabinete por antonomasia contenia en su recinto, perfumado con espliego, al nuevo tribunal de la libertad encargado de hacer que los radicales de Madrid, y sus naturales aliados los republicanos, voten con la misma impune facilidad de quien se bebe un vaso de agua.

Sentáronse los jurados sin otra novedad que la de crugir aflictivamente el sillon en que lo hizo el Sr. Moncasi. Se echó en silencio una mano de cigarrillos de estancɔ, se habló de la indisputable crudeza del

tiempo, conviniéndose por unanimidad en que esto era consecuencia del invierno, y en que hay inviernos precoces; miráronse á su sabor unos á otros, sin preguntarse su origen, como hacen las gentes que tienen un interés superior al de conocerse, y así, en esta austera reserva, en esta severidad imprescindible, en esta actitud tan propia del alto objeto que los reunia, trascurrió hora y media larga. Visto lo cual se pronunció por algun lábio valeroso la palabra «almuerzo,» y un cuarto de hora despues, dos mozos de un café cercano depositaban sobre el velador sendas bandejas, conteniendo cuanto à tales horas puede pedirse å tales establecimientos, desde la chuleta recien empanada, desde la media tostada de arriba, tinta en pajiza manteca, hasta la exigua copa cristalina del rom que sigue al café.

Negar que la comida es un gran lazo y un gran estímulo social, es negar lo evidente. Desde los héroes de Homero, que nunca hablaban mejor que despues de comerse el clásico cordero asado, hasta los banquetes ingleses, cuyos postres hacen levantar á las damas y son lo que hay que ver, todo asienta la teoría de que no hay reserva para estómagos bien llenos. Y así sucedió á los jurisconsultos del gabinete. Sin faltar á la compostura de su mision y de sus hábitos, las últimas migajas del almuerzo brillaban todavía en sus dientes, y ya, como dicen los republicanos franceses, nuestros vecinos, se habia roto el hielo, la expansion y la cordialidad tendieron sus alas benéficas sobre aquellas radicales frentes, y empezó á hablarse, como sucede entre amigos, de todo lo divino y lo humano.

Dícesenos que el Sr. Escoriaza, con la movilidad iniciadora de su tropical carácter, fué quien habló el primero, confesando que no habia podido dormir la noche anterior, no solo pensando en el grave cometido que le esperaba al dia siguiente, sino recordando lo que el jefe de todos y de todo, el Sr. Ruiz, habia dicho en la última reunion de la Tertulia. Segun S. S., aquello de que si se desprecia á la opinion, si no se les da el poder, los radicales sabrán lo que hacerse, aquel desusado acto de valor en D. Manuel debe significar que no las tiene todas consigo, y que empieza á renegar de su último viaje fuera de España. Por lo demás, el Sr. Escoriaza declaró que miraba tranquilo el porvenir. En último resultado, añadió, y á venir muy mal las cosas, con tal de que haya un barcɔ de la cabida de la Tertulia que nos lleve á mi isla, allí viviremos en santa paz y república, y sin españoles.

El Sr. Moncasi fué sumamente conciso. Limitóse á expresar su de seo de que algun elector viniese á quejarse de que no le dejaban vo-tar, para tomarle en brazos é ir á tirárselo á la cabeza al presidente de la mesa reaccionaria. No así el Sr. Mathet, muy conocido de su fa-milia, que, enterado de la grave cuestion dentifrica entablada últimamente, segun los comunicados de La Correspondencia, entre los señores Triviño y Koth, se permitió discurrir ámpliamente sobre la influencia del caoutchouc en las mandíbulas, declarando que aborrecia todo lo postizo y todo lo extranjero que no tuviese un carácter esencialmente civilizador é internacionalista. En cambio, el Sr. Herrero. (D. Sabino) fué todavía más breve que el Sr. Moncasi. Redújose á verter en silencio algunas lágrimas y á maldecir al Sr. Bassols que ha dispuesto venga á Madrid el regimiento del Príncipe en relevo del. de Cantábria.

[ocr errors]

Despues de algunas frases críticas del Sr. Rios Portilla sobre el subsecretario actual de la presidencia del Consejo, que fueron acogidas con aprobacion marcada, parece que tomó la palabra el respeta– ble Sr. Salmeron, hermano del filósofo del mismo nombre, y que hizo un largo y verdadero discurso, dividido en dos partes. La primera fué dedicada, por el orador insigne, á buscar en la historia alguna situacion, algun hecho, algun grupo semejante á lo que ellos representaban en aquel gabinete, y recordó, con este motivo, el famoso Consejo de los Diez, en Venecia, opinando que así como este habia reunido y representado en el siglo XIV todo el tremendo poder de la aristocrática señora del Adriático, vencedora de Oriente, ellos, el Tribunal de los Nueve, estaban llamados á dar tambien mucho que hablar á las generaciones. Despues dió un viva al Dux, es decir al Sr. Ruiz, y entró en la segunda parte de su oracion, confesando. que no esperaba que elector alguno se presentase á reclamarles nada, porque tenia motivos para presumir que solo sus amigos y los republicanos se presentarian en los colegios.

A todo esto, y sin saber cómo, y sin que, en efecto, viniese ningun elector á decir esta boca es mia, cuando el Sr. Salmeron concluyó de hablar, iba anocheciendo, y el simpático Sr. Rivera, que habia dormidó un rato sin que el Sr. Salmeron lo notase, inspirándose en un gran espíritu práctico propuso que se fueran todos á comer sin perjuicio de volver más tarde. Y así, acto seguido, se verificó. Cuando llegaron á la

puerta, un emisario que venia de todos los distritos les anunció la victoria radical-republicana obtenida sobre los demás partidos que no habian votado, lo cual hizo buena la prediccion del Sr. Salmeron y Alonso, y les estimuló á ir á buscar sus respectivos garbanzos en la excelente disposicion de quien tiene derecho para decir: ahí me las den todas. Y hasta aquí nuestras noticias del primer dia del tribunal; veremos á ver si en el segundo ocurre algo más notable. Todo es posible. Cuando uno considera que el Sr. Ruiz tiene quien le obedezca, siquiera sea con su cuenta y razon, hay que creer hasta en lo absurdo.

LA FISCALADA.

(13 de Diciembre.)

«Hoy se han hecho algunas indicaciones para celebrar una reunion pública uno de estos dias. »

(La Correspondencia de España.)

¿Qué resentimiento tenia Erostrato con el templo clásico que se permitió quemar? Ninguno; está probado que ni siquiera le habian exigido un céntimo de contribucion cuando se construyera. ¿Qué habian hecho al bárbaro Omar los libros de la biblioteca de Alejandría, que se permitió estirpar por el mismo procedimiento? Nada; ni siquiera los habia leido. ¿Qué ha hecho la monarquía á los cimbrios españoles, para que se hayan decidido á servirla de esa manera, que nos hace temblar todas las mañanas á todos los amantes inofensivos del célebre artículo 33?-La verdad es que el sentimiento de la terrestre gloria, de la fama, de la inmortalidad sublunar, es una gran pasion, y que, como todas las grandes pasiones, obra independientemente de toda mezquina razon de ser, de toda pequeñez determinante, y se basta á sí misma para existir y para perpetrar toda suerte de atrocidades.

El Sr. Diez, fiscal que acaba de ser del Tribunal Supremo de Justicia, y que en estos momentos se prepara, como buen demócrata, á reclamar contra el decreto que le ha dejado cesante; al retirarse una de estas pasadas noches de la probable trastienda de botica donde nada tendria de particular que jugase periódicamente al tresillo, ó de la reina de las Tertulias radicales; al entrar en su casa, en su cuarto y en su cama, tantos años há costeados por la nacion; al disponerse á pagar en el sueño ese rutinario tributo de muerte que la existencia avara nos exige de sol á sol, sentiria acaso las nobles ánsias de la inmortalidad por segunda vez en su espíritu. Y decimos por segunda

« AnteriorContinuar »