Imágenes de páginas
PDF
EPUB

terruptor, ¿por qué ha dicho Rios Rosas que la libertad no es todo lo que hay que amparar y proteger?...

-Porque Rios Rosas hablaba, claro está, desde su punto de vista. Y, en fin, señores, y con esto pongo término á esta conferencia, que si no estuviera, como estoy, molido, seguiria gustoso. Pueden Vds. volver á sus casas en la seguridad de que ni la falta de rey, ni la ausencia del dinero, ni la abundancia de malhechores, perturbarán por un solo momento la razon serena del gobierno revolucionario. Rey habrá, dinero habrá, seguridad pública habrá á su debido tiempo, cuando sea humanamente posible que los haya; porque lo que es eso de hacer imposibles, ni á este ni á ningun gobierno puede ni debe exigirse. Conque, hasta otro dia.

Y la recepcion termina, y uno á uno, ó por grupos, dejan los visitantes la estancia, y allí acaba verdaderamente el diputado, y empieza verdaderamente el padre de familia de verano; el esposo que, despues de cerrar la puerta cuidadosamente, y exhalando un comprimido sollozo de anhelada franqueza, se precipita en el seno conyugal, exclamando: «<¡qué desgraciado soy!...» Exclamacion cuyo verdadero. sentido no se escapa á la penetracion mujeril: es un abreviado acto de contricion desgarrador y digno de respeto.

A la mañana siguiente comienzan las olvidadas tareas domésticas, en las que nuestro diputado se engolfa durante el estio. De vez en cuando, una importuna carta de Madrid viene á sonar en sus oidos. como la trompeta de Hernani; y así llega el invierno, y con el invierno un momento en que es preciso regresar al palacio de la plaza de Cervantes. Pero esta nueva escena de familia, esta solemne despedida será objeto de nuestra conmemoracion oportunamente.

DOCUMENTO.

(5 de Julio.)

«El dia 1.° de julio se cometieron en Valencia de seis á ocho crímenes, casi todos asesinatos. Las Provincias se lamenta con éste motivo de la inseguridad en que se vive en aquella capital, y relata además otros muchos cometidos en la provincia.

(Correspondencia de ayer.)

Por el correo interior hemos recibido, con la sola firma de «un suscritor,» el documento que á continuacion insertamos. La negra, patriótica tristeza que en él se respira, y los indicios que creemos tener para atribuir su orígen á uno de nuestros más constantes y respetables abonados, nos mueven á publicarlo. Sin embargo, rogamos á su autor no abuse en lo sucesivo de nuestro buen deseo, por mil y una razones que no se ocultarán á su penetracion. El documento dice así:

«A S. M. quien sea.

>>Señor: Los españoles ignoramos todavía el nombre de V. M. futura, y muchos creen que lo hemos de ignorar siempre para los efectos de la pronunciacion, si V. M. tiene uno de esos apellidos del fin del mundo que así pasan por garganta española como un erizo. V. M. venidera existe todavía legalmente en lo increado; España, como Judá, no tiene todavía respecto á V. M. otro indicio que la palabra de sus profetas políticos; y todavía hay quien cree entre nosotros que, como vulgarmente decimos para decir que una cosa es grilla, V. M. y la cara de Dios están en Jaen. Todo esto, no obstante, yo me dirijo respetuosamente á V. M.; y donde quiera que se halle, ya sea bajo los bordados faldones de un diplomático capaz de darle cinco y raya á Tayllerand y

á Mazarino, ya sea en el bolsillo de alguno de los árbitros de España, ya sea en el fondo del tranquilo hogar doméstico de donde han de sacarle en breve las proposiciones tentadoras de la anarquía española, yo ruego á V. M. que me escuche, es decir, que me lea.

>>Yo soy, señor, un liberal español convicto, confeso, contumaz é impenitente; el siglo XIX es casi mi hermano de nacimiento; estuve escondido, hace más de sesenta años, dos dias y dos noches, bajo un colchon de mi casa, porque mi madre me decia que la libertad patria así lo exigia, en razon á estar ocupado el suelo español por reaccionarios estranjeros; y, sin embargo, salí liberal de aquella asfixia. A mi señor padre lo desterró luego por doceañista el rey nuestro señor, y cuando volvimos el año 20 del ostracismo, sin zapatos y sin blanca, éramos, sin embargo, muy liberales aún. En 1823 me hicieron un grave rasguño en Andalucía, batiéndome contra los amigos reaccionarios de Fernando el Deseado, y volví al destierro más liberal que 'nunca. En 1834 no maté frailes, pero me quedé ronco de gritar contra el absolutismo. En 1841, cuando Olózaga era todavía conservador, yo seguia tan liberal como Riego. De 1854 á 1856 seguí siendo liberal, á pesar de todo; y, por último, en 1868 no se han exhibido canas más inocentemente liberales que las mias.

>>Así estábamos, señor, la libertad y yo, ella empeñada en probarme, con la historia y los hechos, que nunca se ha hallado á gusto en España, que nuestro génio árabe, nuestra petrificada ignorancia, nuestra despoblacion, nuestra falta de riqueza y de industria le son antipáticos, y yo, decidido á no escucharla, á no hacerla caso y á seguir amándola como á las niñas de mis ojos. Así estábamos, cuando hace pocos, poquísimos dias, la libertad, revistiendo las formas de unos apaleadores de oficio, ha ejercido un verdadero terror en la capital de la culta España. Yo hubiera hecho, señor, la vista gorda una vez más; pero mi mujer y mis hijas (tengo tres y casaderas), que no han podido ir á paseo en cuarenta y ocho horas, me han puesto la cabeza como olla de grillos, y me han asegurado que si sigo siendo como hasta aquí, liberal porque sí, liberal á prueba de gobiernos ineptos, no tendré pizca de vergüenza ni de patriotismo.

»¿Qué hacer, señor? Yo bien quisiera, para que en casa hubiese paz, romper de una vez mis relaciones con esa libertad que tantos disgustos me cuesta. Pero, no puedo; tengo el corazon acostumbrado á

adorarla, y mi conciencia me dice que la libertad no es mala en el fondo, que lo que necesita para ser fecunda y benéfica en España es pura y simplemente un buen gobierno, un gobierno fuerte que la ampare, la imponga, la dirija y salve al mismo tiempo. Y en esta conviccion, y en esta esperanza, y de acuerdo con la mayor parte de mis amigos, que creen y sienten lo que yo:

>>A V. M. reverentemente acudo para decirle dos cosas: la primera, que venga pronto, que venga cuanto antes; la segunda, cuál ha de ser el programa que V. M. debe dirigir á sus futuros súbditos para tener la seguridad de ser bien recibido. Sobre la primera, ¿qué podré añadir que V. M., sin más calidad que la de habitante europeo, no conozca á esta fecha? Veinte meses hace que nos estamos moliendo á insurrecciones y á discursos y á diatribas periodísticas para determinar cuál sea el rey que debe venir; pero ya, Dios sea loado, convenimos todos los monárquicos en que ese rey puede ser «cualquiera, » con tal que lo sea. La cuestion es ya, señor, de vida ó muerte, porque es una cuestion de higiene general; la cuestion está reducida á poder ó no salir de casa; á poder procurar la circulacion de la sangre y una buena digestion de lo poco que se come, con el ejercicio en las horas naturales, ó á tener que morirse de inercia haciendo, escopeta en mano, centinela tras de la parapetada puerta del hogar. Venga, pues, V. M., venga la monarquía que nos garantice el sol y el viento en calles y caminos libres de bandidos de todo género. Es cuanto pedimos y lo más urgente que necesitamos.

>>Respecto á programa régio, yo que V. M. haria uno bien lacónico y sencillo. Yo diria en él solamente:-¡Españoles! Puesto que decididamente me quereis, allá voy; pero os advierto que, á pesar de ser liberal, tengo muy malas pulgas, me creo muy hombre y llevo el principal propósito de triplicar la Guardia civil con objeto de que pueda haber un destacamento de ella en cada esquina.—No diga ni ofrezca V. M. otra cosa, y tenga la seguridad de que será llamado, aclamado y aceptado como el verdadero regenerador de España. Lo único que necesita V. M. es hacerlo pronto, porque si lo demora algunos meses, aunque sean pocos, ya es posible que no encuentre país para el esperimento. Entretanto, queda rogando á Dios por la vida y la venida de V. M., su atribulado súbdito en principio: X.»

MELANCOLIA.

(6 de Julio.)

El esposo de nuestra última, memorable soberana, el ilustrado don Francisco de Asís, ha dirigido á La Epoca la carta que en nuestro nú– mero de ayer verian nuestros lectores. Quisiéramos ocultar, por modestia liberal, el primer movimiento de satisfaccion democrática que ese documento nos ha inspirado; pero, no podemos: toda la filosofía del espíritu moderno, tirando de la punta de nuestra pluma, nos lo impide. ¡Es tan ejemplar y tan conmovedor ver á manos régias utilizar, como la gran masa vulgar de los racionales, el procedimiento de Guttemberg! Decididamente, el chirrido de la primera tosca prensa inventada por el gran propagandista del pensamiento anunció un auxiliar y un consuelo á todas las notabilidades de la especie humana, inclusos los últimos Borbones de España.

Pero una vez pagado este espontáneo tributo de entusiasmo á nues— tras amadas letras de molde, séanos permitido colocarnos en el punto de vista de la reflexiva tristeza en que imparcialmente nos pone el comunicado del ex-rey consorte: que no es posible, con ese documento ante los ojos, y considerándolo desapasionadamente, dejar de sentir el contagio del respetable sufrimiento privado que sus renglones exhalan.

¿Qué es, en efecto, esa carta? Prescindamos de su forma, de su estructura literaria dentro del sencillo género del epistolario más ó ménos solemne. Ni en el desbordamiento actual de las imaginaciones, causa forzosa y esencial de la decadencia escrita á que asistimos, puede estrañarnos que D. Francisco de Asís, hijo al fin de su siglo, no se cuide, al escribir, del régimen de algunos verbos, ni hemos de ser hoy exigentes é injustos hasta el estremo de exigir á los miembros de la dinas

« AnteriorContinuar »