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PROLOGO.

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Hemos llegado con el favor de Dios al esperado puerto, fin Ꭹ termino de nuestra larga navegacion en el proceloso mar de la Historia, fiados, no sé si diga, temerariamente á la pobre navecilla de nuestro debil ingenio. Por lo menos confesaré, que si hubiera considerado con madurez los innumerables escollos y baxios entre quienes habia de transfretar antes de llegar á surgidero, seguramente no hubiera entrado en el Goifo. La condicion del Historiador ha sido siempre la mas infeliz y peligrosa. La Historia no es una Facultad ó Ciencia peculiar á determinada clase de personas sino para todas generalmente. A todos agrada y conviene saber lo sucedido en los tiempos pasados para correccion de los presentes y venideros. La Historia es un teatro que nos representa las acciones de todos los hombres del mundo malas para ser detestadas y aborrecidas: buenas, para ser admiradas é imitadas. Léela el Teologo, el Jurisconsulto, el Medico, el Matemati

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ta, el Mercader, el Artesano. La lee el noble, el ciudadano, el plebeyo, el docto, el semidocto y el ignorante. La Historia , pues, viene á ser un libro comun á todos, cosa que no logra facilmente la mas divertida novela, por la consideracion de que al fin es una fabula. Pues he aquí el escollo en que inevitablemente naufragan los Historiadores. Publicada una Historia, y puesta en manos de todos, ay de su autor! Unos le critican el estilo, si es puro, si es aguado, ó si sabe á Patavinidad, segun notaba Asinio Polion al de Livio; como si no bastase ser Tucidides, y todos hubieran de ser Xenofontes. Otros le tratan de parcial: otros de poco exâcto otros de sobrado breve y conciso; y otros de prolixo y pesado. Este no ha llando un panegirico de cada uno de sus progenitores, acusa al Historiador de desafecto, ó poco noticioso en genealogias aquel se fastidia de leer encomios agenos aun de los héroes mas eminentes, y luego clama: al grano: al grano: á los hechos, á los sucesos, y dexemos las bojarascas para los biografos y genealogistas. A la verdad, no les falta razon: pero no hallarán mucho en

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esta parte que reprehender en mi Compendio. Tal hay que no puede leer sin enfado los deslices de sus ascendientes, y quisiera se omitiesen en todas las Historias, aun quando van conexôs con otros acontecimientos impreteribles. Los aficionados á la navegacion y comercio. quieren que nada se omita de este ramo, que se describan los viages, derro→ teros y descubrimientos de los mas ce lebres marinos; y se desesperan de ver en la Historia guerras y mas guerras, batallas y mas batallas, miles y miles de hombres muertos, y tras de todo paces concluidas, no para ser guardadas sino para ponerse en estado de volver á las armas. En suma, cada lector quisiera una historia que se conformase con sus inclinaciones y genio por estraño que sea, sin atender á que pide imposibles, y que un Historiador que dé gusto a todos, ni aun á la mayor parte de los hombres, todavia ha de venir al mundo, y probablemente se acabará el mundo antes que compa

rezca,

Muchos años hace no oimos otra cosa que repetidas quejas de que no tenemos en España una Historia Civil Politica: una Historia que descubra y

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