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para el conocimiento de los hombres y de prodigiosa memoria para retener los nombres y no olvidar los hechos, incansable en el trabajo y expedito para el despacho de los negocios, tan atento á los asuntos de grave interés como cuidadoso de los más menudos accidentes, firme en sus convicciones, perseverante en sus propósitos y no escrupuloso en los medios de ejecucion, indiferente á los placeres que disipan la atencion y libre de las pasiones que distraen el ánimo, frio á la compasion, desdeñoso á la lisonja é inaccesible à la sorpresa, dueño siempre y señor de sí mismo para poder dominar á los demás, cauteloso como un jesuita, reservado como un confesor y taciturno como un cartujo, este hombre no podia ser dominado por nadie y tenia que dominar á todos; tenia que ser un rey absoluto.

ό

El hombre por cuyas manos pasaban todos los negocios de Estado en una época en que sus relaciones se estendian por las regiones de ambos mundos; que lo leia todo y lo decretaba todo por su mano, ó lo anotaba y corregia de su puño; el que sabia las intrigas y manejos de las córtes estrangeras antes que le informaran de ellas sus embajadores acreditados;

el

que cuando un embajador le designaba las influencias de un gabinete y el lado flaco de cada príncipe, recibia al propio tiempo informaciones confidenciales de la conducta y de las relaciones y tratos de este mismo embajador; el que sabia las circunstancias y

los medios de cada uno de los gefes de la insurreccion de Flandes, las propiedades de cada aspirante á la corona de Francia, la índole de cada pretendiente á la mano de la reina de Inglaterra, el carácter de cada cardenal y las opiniones de los que influian con el papa ó habian de asistir al concilio; el que conocia de antemano el mérito y conducta de cada uno de los que se presentaban á pedir un empleo; el que sin asistir á los consejos sabia cuanto en ellos pasaba, y no asistia con el fin de que su presencia no impidiera á cada cual manifestar libremente sus pasiones; el que sabia dividir para reinar y fomentar los partidos para neutralizar mejor las influencias; este hombre no hubiera podido reinar sin gobernar solo, porque se sentia con genio, con propension y con capacidad para ello.

Así las córtes que el padre habia reducido á simple formula las redujo el hijo á peor condicion que la nulidad, y las libertades que Cárlos extinguió en Villalar con Padilla acabó de ahogarlas Felipe en Aragon con Lanuza.

Uniendo al ardor del religioso la frialdad del calculista, cuidando de no separar nunca el mejor servicio de Dios del mayor engrandecimiento de sus reinos, y de que el fanatismo no obstára al acrecimiento ó conservacion del poder, quiso extinguir la heregía que agitaba la Europa ayudando á los católicos. contra los reformados y hereges, pero esperando ven

cer con los unos para reinar sobre todos; imponerles primero la creencia religiosa para someterlos despues á la autoridad política. Hizose el defensor nato de la Iglesia romana y empezó ganándose al papa con blandura; pero si el papa se oponia á sus planes políticos tratábale con dureza y se gozaba de los atrevimientos que con el gefe de la Iglesia se tomaban sus embajadores. Perseguia á los enemigos de la plenitud de la potestad pontificia, pero no le asustaban las excomuniones. Vencraba á los frailes y se rodeaba de ellos, У pero si atentaban á su poder los mandaba ahorcar.

Si no hubiera hallado la Inquisicion, la hubiera inventado él: pero se le habia anticipado en más de medio siglo. La halló establecida y la hizo su brazo derecho, mas nunca consintió en que se erigiesc en cabeza. Gustábale servirse de los inquisidores, pero dominándolos.

No reparaba en reducir á prision al mismo que habia sido el más activo instrumento de su tiranía en Flandes, como tampoco dificultaba en sacarle de! calabozo cuando le convenia para hacer la conquista de Portugal: entonces volvia á confiar el mando del ejército al duque de Alba. Llevaba à un hombre inteligente y laborioso á los altos puestos de presidente del Consejo de Castilla y de Italia, de inquisidor mayor y cardenal, pero en el apogeo del favor le intimaba la caida de su gracia, aunque el pesar le acabára la vida. Así murió Espinosa. Y don Juan de Austria, el

bijo ilegítimo de Cárlos y el heredero legítimo de su grandeza y de sus glorias, la más noble, la más bella

y

la más elevada figura de su tiempo, el vencedor de los inoriscos en las Alpujarras y de los turcos en Lepanto, gana victorias y paises para su hermano, pero no puede ganar para sí un quilate de cariño en su corazon. Felipe II. no consentia verse eclipsado por nadie, ni en poder, ni en gloria, ni en laboriosidad siquiera.

No era impasible, pero lo parecia en las ocasiones en que es más difícil reprimir los sentimientos y las afecciones humanas. Cuando el de Alba le participó la ejecucion de los ilustres condes de Horn y de Egmont, contestóle diciendo: «Puesto que ha sido indispensable el castigo, no hay sino encomendarlos, á Dios. Y como implorase su piedad hacia la virtuosa viuda de Egmont y sus once hijos, que quedaban en la más espantosa miseria y desamparo, Sobre esto, le dijo, ya proveeré y os avisaré de ello. No le corria prisa hacer el bien que le pedia con urgencia el hombre que pasaba por el más duro de su tiempo, y el de Alba debió conocer que habia otro en cuyo cotejo podia pasar por blando de corazon. La noticia del desastre de la Invencible armada no le demudó el rostro, y se limitó á decir que habia enviado la escuadra á luchar con los hombres y no con los elementos. Y la del glorioso triunfo de Lepanto no hizo asomar á los reales lábios una ligera sonrisa. La

recibió rezando, calló y continuó su oracion. Hasta que esta fué acabada no mandó entonar el Te-Deum: nadie sabia por qué.

Todos sus actes llevaban el sello del misterio y de la tenebrosidad. Montigny, el príncipe de Orange, Escobedo, Antonio Perez y el príncipe Carlos, son arcanos que se traslucen hoy, pero que no se revelan. ¿Serán perpétuamente enigmas algunos de ellos? ¿Lo cerá la prision misteriosa del príncipe, objeto de tantas curiosas investigaciones inclusas las nuestras? Poscemos la copia de un codicilo en que mandó fuesen quemados sin ser leidos los papeles tocantes á negocios terminados, y especialmente de difuntos. ¿Será improbable que se halláran entre ellos los que han buscado con tanto afan biógrafos, críticos é his toriadores? Sea lo que quiera, creemos que hubiera podido ser Felipe el mejor inquisidor y el mejor jesuita, como el más diestro enbajador y el más astuto ministro. Era rey, y lo reunia todo.

Mas donde ha quedado perpétuamente esculpido su génio es en esa colosal maravilla que se levanta magestuosa y severa al pié de una cadena de cenicientas montañas que parece hundirse como los despojos de un mundo calcinado. Todo en el Escorial respira grandeza, y todo en él inspira austeridad y devocion. Diríase que era la fortaleza en que habia querido encastillarse una edad para pasar el invierno de las revoluciones que el viento norte presagiaba. «¿Cómo habia de

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