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isla de Leon, Barcelona, San Sebastian, Pamplona, Jaca, la Seo de Urgél y Figueras: por una adicion al tratado recibieron todavía mayor aumento. El nuevo monarca de Francia, Carlos X, abrió por vez primera las Cámaras, ofreciendo solemnemente el cumplimiento de los deberes que le imponia el código de las leyes políticas cuya observancia habia jurado: sin duda presentía desde entonces su corazon que al quebrantarlas se despeñaria del alto asiento que ocupaba. En Nápoles descendió al sepulcro en 4 de Enero Fernando I, que en los pasados disturbios habia sembrado el terror y las proscripciones por todo el reino; no apareció su hijo mas humano en su advenimiento al trono.

Las comisiones militares, imitando á los tribunales de salud pública de la sangrienta revolucion de Francia, no dejaban enfriar el suelo de los calabozos, pues aun conservaba el calor del desgraciado que salia para los presidios africanos ó para el suplicio, cuando nuevos presos ocupaban el lugar del condenado. Despues de muchos meses de carcel, y cediendo las mas veces al esplendor del oro, solian declarar la inocencia de los presos, que brillaba tan pura, que ni una leve mancha encontraban para empañarla; y al observar el inmenso nú mero de los que en las sentencias dadas á luz en los papeles públicos son pregonados inocentes, gime el corazon compadecido de sus no merecidos martirios. Para muestra de lo puro que debian considerar aquellos verdugos la conciencia del acusado para proclainarle libre de la delacion citaremos á Manuel Escalera, sargento indefinido, á quien la Sentencias de comision ejecutiva de Murcia sentenció á dos años de presidio por espresiones ambiguas, dice la Gaceta. El jóven José Rodriguez, que frisaba en los 19 años, granadero del regimiento de Borbon, por haber elogiado simplemente el código de 1812,

las comisiones militares.

arrastró diez años las cadenas en el presidio de
Céuta; y á Andrés Negrete, acusado vagamente de
desafecto al rey, sin espresar los hechos ó palabras
en que se fundaba la calificacion, le impuso el cas-
tigo de dos años de trabajos públicos la comision de
Cádiz. Por haber cantado Felipe Calderon unos ver-
sos en que hablaba con impiedad de Jesucristo, del
Sumo Pontífice y del rey,
le condenó la comision
ejecutiva de Madrid, cual si fuese tribunal del san-
to oficio, á la horca, donde espiró el 25 de Enero;
el mismo consejo mandó arcabucear en 12 de Fe-
brero á Vicente Oroz, á quien imputaban haber
gritado mueran los reyes y viva Riego, presen-
ciando su muerte Saturnino Espinosa, destinado
ademas á diez años de presidio, por acompañar al
reo en el acto del delito, no obstante que guardó
silencio. Tregua á tanta sangre: fatiga y angustia
su penosa narracion, y fuérzanos el dolor á sus-
penderla, aunque no debamos tardar en anudarla
otra vez para oprobio de los tiranos.

El general de los Mercedarios, fray Gabriel Miró, cubrióse de grande de España de primera clase en presencia de SS. MM. en 25 de Enero para ensalzar en su persona el humilde sayal; y al paso que se violentaba al sabio y virtuoso don Antonio Posada á renunciar la mitra de Cartagena por su amor á los fueros patrios, el ministro Calomarde presentaba el obispado de Málaga al demagogo fray Manuel Martinez, en premio de las inmundas doctrinas que habia vertido en el Restaurador, desdorando la religion cristiana, manantial de la libertad de Europa y cimiento de la union de los hombres. Los halagos de Fernando á los voluntarios de Madrid rayaban ya en viles adulaciones: si el ministro de la Guerra les pasaba revista, honrábalos con su presencia, recorria las filas y mandábalos desfilar por delante de su coche: si 32

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convidados por sus compañeros de Fuencarral, iban al pueblo de este nombre á comer los ranchos, corria á su encuentro, y buscaba la popularidad entre aquellas heces del fanatismo y de la ignorancia.

Mas el incienso del monarca y sus obsequios no contentaban los deseos de los proletarios, que deseaban una revolucion para enriquecerse, y que pretendian encender las hogueras de la inquisicion para repartirse el oro y los bienes de los reos. Sus ojos se fijazan en don Carlos, entregado enteramente á los Jesuitas y á los gefes de la junta apostólica. En el cuarto del infante, taller de las conspiraciones, crecia de momento en momento la osadía: habíase urdido una nueva trama, en la que se hallaba empeñado el clero, y que con el auxilio de los conventos corria y se dilataba por toda la monarquía. Queríase á toda costa el reinado del terror y la resurreccion del santo oficio, separando de palacio á las personas que tratasen de dar oidos á los consejos de Francia, ó que no pensasen que los partidos se acababan con el dogal y las llamas. El ministro Zea, que anteveía el triunfo de los terroristas, en cuyo descuello iba envuelta la ruina de la patria, trabajó con todas sus fuerzas para oponerse al torrente, y logró que el favorito del rey en aquella época, que inclinaba su ánimo á las ideas del bando iracundo, saliese del reino. Era éste don Antonio Ugarte, que como desempeñaba los destinos de secretario del Consejo de ministros y del Consejo de Estado, y andaba iniciado en todos los secretos del gobierno, participaba á la infanta doña Francisca, y á los conciliábulos apostólicos, cuanto interesaba al buen éxito de los fraguados planes, al mismo tiempo que si algun varon prudente hablaba de moderacion, desviaba al monarca de sus consejos ó se los pintaba como sospechosos. Consintió Fernando el 17 de Marzo en enviarle de mi

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nistro plenipotenciario á Cerdeña, confiando el desempeño de ambas secretarías á don Antonio Fernandez de Urrutia. Mas la enfermedad habia toinado tanto incremento, que no bastaban débiles remedios: requeríase una curacion radical que estirpase su germen para que no brotase otra vez y gangrenase el cuerpo de la república. Negóse Fernando á las medidas fuertes sin salir nunca del sistema de lenidad con los exaltados realistas: la caida de Ugarte no produjo en política cambio alguno, porque heredó su privanza el ministro Calomarde, que mas astuto y mas flexible á las insinuaciones elevadas, sostuvo el dominio de la violencia invocando el nombre de la justicia. Quiso manifestar que la desaparicion de una persona en nada alteraba la marcha de los negocios; y en 19 de Abril vió la luz pública un decreto, en el que aseguraba el rey que no daria oidos á las reformas en ningun sentido, y que queria conservar el despotismo puro, ni mas ni menos. "Declaro que estoy resuelto á conservar intactos y en toda su plenitud los legítimos derechos de mi soberanía, sin ceder ahora ni en tiempo alguno la mas pequeña parte de ellos, ni permitir que se establezcan Cámaras ni otras instituciones, cualquiera que sea su denominacion, que prohiben nuestras leyes, y se oponen á nuestras costumbres: declaro tambien mi firme é invariable resolucion de hacer guardar y respetar las leyes, sin consentir que con pretesto ó apariencia de adhesion á mi real persona ó autoridad, intenten sustraerse al inerecido castigo los que por estos medios quieren encubrir la desobediencia y la insubordinacion." Preludio era este de las tempestades que se formaban en la atmósfera de las sociedades secretas, y cuyo estallido no tardaremos á oir á pesar del conjuro de las promesas y amenazas del trono. Los realistas celebraron con

Salida de Ugarte.

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Declaracion del rey á favor del despotismo puro.

banquetes y fiestas cívicas el decreto anterior en toda la Península, y las autoridades y cuerpos del Estado llovieron felicitaciones sobre el solio para mas asemejarse á los anarquistas de los tres años. Yacía el ex-ministro Cruz en el calabozo donde le habian sumido la intriga y la calumnia; y el embajador francés practicó activas diligencias para acelerar el curso de la causa y sacarle del encierro á la libertad. Doblóse el ánimo real á las poderosas razones del representante de las Tullerías, y viendo clara la malicia de los enemigos del ex-ministro y patente su inocencia, abrióle las puertas de la carcel con una real orden en que Libertad se decia, “ se decia, "que cuanto mas se buscaba el crimen porque habia sido procesado Cruz, tanto menos se encontraba, y tanto mas resaltaban la calumnia é injusticia de sus perseguidores." Mandábanse agregar los últimos informes al proceso seguido á don Joaquin Capapé; y condecorado tras esto con el grado de teniente general don José de la Cruz, salió desterrado de España, no obstante su inocencia pública y solemnemente confesada, permaneciendo privado de la dulce patria hasta la muerte de Fernando.

de Cruz.

Siguió los trámites de costumbre el proceso formado contra la conspiracion de Zaragoza, á cuya cabeza habia aparecido don Joaquin Capapé; y contentándose los jueces con fulminar los rayos de la justicia contra los arbustos humildes, condenaron á presidio á varios voluntarios realistas, y á un castillo al sargento mayor de la plaza por conspirar, decia la sentencia, bajo el pretesto de defender los derechos del rey. Faltaba pronunciar el juicio contra el gefe principal de la trama; y reunido el Consejo de Guerra, compuesto de diez y siete individuos, tres votos le sentenciaron á inuerte, seis á encierro perpetuo, y ocho le ab

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