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Fernando partió de San Lorenzo con estraordinaria velocidad, llevando consigo y en su mismo coche al ministro Calomarde: la cándida Amalia en su despedida (*) dijo á su augusto esposo:

Calma de los partidos el furor:

y agrada tambien en los labios de una reina abso-
luta hablando de los españoles:

De su sangre una gota es mas preciosa
Que cuanto llanto pueda yo verter.

Parte el rey á Cataluña.

(* Ap. lib. 13. núm. 4.)

En tres dias recorrió el príncipe el largo camino que media de San Lorenzo á la deliciosa huerta de Valencia, y en Ginet recibió á las autoridades de aquella ciudad y á su arzobispo y cabildo eclesiástico, que le presentaron el regalo de cuatrocientas onzas de oro para sus urgencias. Al rayar el dia 26 atravesó rápidamente Valencia, donde de antemano se habia prohibido con pena de la vida gritar viva el rey absoluto, porque habia sospechas de que los realistas exaltados proyectaban cortar los tirantes á los caballos y apoderarse del rey para inclinarlo de grado ó fuerza á la reaccion de los agraviados. El príncipe se negó primero á pasar por la ciudad, y solo accedió á la demanda de las autoridades cuando estas se constituyeron garantes de la pública tranquilidad. Al atravesar el Ebro en Amposta ambas riberas se veían coronadas de gente que saludó con entusiasmo al que venia á pacificar el Principado el 28 entró Fernando en Tarragona como en triunfo, y se alojó en el palacio del arzobispo (*). El mismo dia espidió la proclama siguiente: EL REY. "Catalanes. Ya estoy entre vosotros segun os lo ofrecí por mi decreto de 18 de este mes; catalanes. pero sabed que como padre voy á hablar por última vez á los sediciosos el lenguaje de la clemencia, dispuesto todavía á escuchar las reclamaciones que

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Llega á Tarragona. Ap: lib. 13. núm. 5.)

El rey á los

me dirijan desde sus hogares, si obedecen á mi voz, y que como rey vengo á restablecer el orden, á tranquilizar la provincia, á proteger las personas y las propiedades de mis vasallos pacíficos que han sido atrozmente maltratados, y á castigar con toda la severidad de la ley á los que sigan turbando la tranquilidad pública. Cerrad los oidos á las pérfidas insinuaciones de los que asalariados por los enemigos de vuestra prosperidad, y aparentando celo por la religion que profanan, y por el trono á quien insultan, solo se proponen arruinar esta industriosa provincia. Ya veis desmentidos con mi venida los vanos y absurdos pretestos con que hasta ahora han procurado cohonestar su rebelion. Ni yo estoy oprimido, ni las personas que merecen mi confianza conspiran contra nuestra santa religion, ni la patria peligra, ni el honor de mi corona se halla comprometido, ni mi soberana autoridad es coartada por nadie. ¿A qué pues toman las armas los que se llaman á sí mismos vasallos fieles, realistas puros y católicos celosos? ¿Contra quién se proponen emplearlas? Contra su rey y señor. Sí, catalanes, armarse con tales pretestos, hostilizar mis tropas y atropellar los magistrados es rebelarse abiertamente contra mi persona, desconocer mi autoridad y burlarse de la religion, que manda obedecer á las potestades legítimas; es imitar la conducta y hasta el lenguaje de los revolucionarios de 1820; es, en fin, destruir hasta los fundamentos las instituciones monárquicas, porque si pudiesen admitirse los absurdos principios que proclaman los sublevados, no habria ningun trono estable en el universo. Yo no puedo creer que mi real presencia deje de disipar todas las preocupaciones y recelos, ni quiero dejar de lisonjearme de que las maquinaciones de los seductores y conspiradores quedarán desconcertadas al oir mi acen

to. Pero si contra mis esperanzas no son escuchados estos últimos avisos; si las bandas de sublevados no rinden y entregan las armas á la autoridad militar mas inmediata, á las veinte y cuatro horas de intimarles mi soberana voluntad, quedando los caudillos de todas clases á disposicion mia para recibir el destino que tuviese á bien darles, y regresando los demas á sus respectivos hogares, con la obligacion de presentarse á las justicias á fin de que sean nuevamente empadronados; y por último, si las novedades hechas en la administracion y gobierno de los pueblos no quedan sin efecto con igual prontitud, se cumplirán inmediatamente las disposiciones de mi real decreto de 10 del corriente, y la memoria del castigo ejemplar que espera á los obstinados durará por mucho tiempo. Dado en el palacio arzobispal de Tarragona á 28 de Setiembre de 1827.-Yo el rey."

Acógese Rafi
Vidal al in-

dulto.

Como á la proclama de Fernando habia precedido la orden de las sociedades secretas y de los atizadores de palacio, apenas vió aquella la luz pública acogiéronse al llamamiento don Juan Rafi y Vidal y su segundo, que mandaban la insurreccion en el campo de Tarragona, seguidos de mas de trescientos facciosos, que entregaron sus armas. Presentáronse igualmente al conde de España los individuos de la junta de Manresa, escepto Caragol, que se fugó despues de haber verifica- junta de Mando al frente de los agraviados un movimiento sobre Barcelona para ocultar su designio.

En Cervera el gefe de los sediciosos circuló la proclama real apenas llegó á sus manos, y la division que militaba á sus órdenes depuso sus espadas en presencia del general don Juan Antonio Monet. Disolviéronse del mismo modo los facciosos de Villafranca de Panadés, acogiéndose en Tarragona á la clemencia del príncipe su gefe don

:

resa.

Tambien la

resistencia los

Pedro Morató. Las mismas huellas siguieron los de Vilabella, mandados por el sargento retirado don Agustin Salval, y los de Mombrió del Campo, á cuya cabeza estaba don Eduardo Albajar. Paries rindió el acero con seiscientos infantes y cincuenta caballos; y el cabecilla Jacinto Castañ, que mandaba los facciosos en Olot, doblóse al imperio de las circunstancias, y despues de rendido hostilizó á los suyos. En Tarragona presentáronse don Gerónimo Jordane Belbey, nombrado por la junta sediciosa gobernador de Cervera, don Cristóbal Vila, comandante de una banda, y don Juan Figueras, cabeza de otra.

El ejército, á cuya frente marchaban el conRindense sin de de España, Monet, el Baron de Meer, Manso agraviados. y otros gefes, no encontró resistencia en punto alguno, y sus maniobras se concretaron á una especie de paseo militar. Dividido en columnas recorrió el pais en todas direcciones y recogió los fusiles de los agraviados, que se apresuraban á entregarlos á las justicias de los pueblos. Habia sumo interes en apoderarse de la persona y papeles de Jep dels Estanys, porque como motor principal de la máquina poseía los secretos resortes que la habian puesto en movimiento y conservaba en su poder las llamadas instrucciones reservadas. Habia establecido su cuartel general en Berga, pero al aproximarse las tropas del rey sacó de la plaza, con rumbo á la montaña, su secretaría y diez y ocho cargas de dinero; y aunque alcanzado al dia siguiente púsose en precipitada fuga. Perseguido hasta la falda de los Perineos logró penetrar en Francia, donde el gobierno le dió pasaporte para Italia; pero eludió su marcha con varios pretestos, como veremos mas adelante.

Guarnecidas por los soldados de Fernando las plazas de Gerona, Cardona y Hostalrich, encami

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náronse al Ampurdam en seguimiento de los fugitivos. Hecho prisionero el cabecilla don Francisco Taulet inurió arcabuceado: Luis Oriol fué batido у le salvó la ligereza de su caballo: el famoso Abres, apodado Pijola, cayó herido y trasladáronle al hospital de Olot. Al regresar los vencidos á sus hogares insultábanlos sus compatriotas, enfurecidos con los escesos que habian cometido, y en 5 de Octubre espidió el príncipe un decreto mandando castigar á los insultadores, pues todos debian olvidar sus resentimientos y ofensas á imitacion del monarca.

1827.

Cuando éste en el pasado Setiembre se puso en camino para Cataluña, la reina Amalia, que en su despedida habia manifestado su dolor, se quedó en el Sitio de San Lorenzo. Su esposo decretó el 12 de Octubre que estando inuy adelantada la pacificacion del Principado partiese la reina á Valencia, desde donde la acompañaria Fernando y recorrerian juntos una parte del reino, reanimando el espíritu público. Amalia salió de San Lorenzo el 23 de Octubre, y el 28 el rey dejó á Tarrago¬ na, llegando á Valencia el 30 á medio dia: el 31 se adelantó á Silla á encontrar á la virtuosa Valencia. princesa, y entraron juntos en Valencia en una hermosa carretela. El general Longa habíales preparado á espensas suyas, y con lujo asiático, un beIlísimo aunque reducido alojamiento, donde briIlaban el buen gusto y la riqueza.

Fernando en su proclama de 28 de Setiembre habia anunciado á los sediciosos que hablaba por última vez el lenguaje de la clemencia, y que si á las veinte y cuatro horas de recibida la alocu− cion real no deponian las armas quedaria memoria del castigo ejemplar que les esperaba: palabras que proinetian el perdon á los que se sometiesen. La rapidez con que se habian deshecho las

Fernando en

Reúnesc á la reina Amalia.

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