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--¡Rodríguez!-gritaba asombrado y medrosico Esquivel;-por Nuestra Señora del Carmen, déjame en paz, no me pierdas, no me arruines.....

Y el buen Chato perdonaba la prueba nigromántica, á cambio de hacer posada en la oficina de Maese, y de tomar, mediante los cuartos correspondientes, cualquier refrigerio en unión y amistad de sus alfeñicados y baldíos cofrades.

Pero, de tal modo influían los pícaros sobre el confitero, que al momento, Don Magnifico ablandaba el rigor de Maese, corría el Baroncito por la vihuela, y el Chato sacaba tonos, ora regocijados, ora dulces y sonoros, cantando canciones alborozadas que jaleaban Caralata y los otros, ó entonando cualquier villancico de Pascua que Esquivel oía con asombro y regocijo.....

—Ahora-solía decir Rodríguez-toma un duro, Paco, y déjame que cante la tonadilla de Gedeón y de su novia D.a Dolores; éstos bailarán el jaleo á lo divino, mientras D. Magnífico blande el acero y lo esgrime contra los enemigos de nuestro Dios y de nuestra raza.............

-¡Cuidado con las diabluras, mira que

te temo!-- exclamaba Esquivel sin salir de su asombro.

Las seguidillas se cantaban, se bailaban los bailes místicos, se blandían las espadas, se promovía la zambra infernal. Pero........... todo acababa por lo común en ocho días de arresto para cada uno, en el pago de cristales, balanzas y vidriado rotos en la tienda, y en el enojo del débil Esquivel, que á la vuelta de algunos días, daba albergue nuevamente á la revuelta reunión, facilitando con ello escenario á la picardía de tan juguetones y bulliciosos muchachos.

Ya tenía sobrado ingenio el Chato para atraerse una y cien veces al confitero; y cuando lo hallaba esquivo y malhumorado solía cantorrearle, á guisa de saludo:

Riñen dos amantes,

hácese la paz,

si el enojo es mucho,

el contento es más..

le daba un abrazo bien enclavijado, y..... ¡pelillos á la mar!

Esquivel, gran jugador de lotería, llevaba siempre un décimo que él llamaba «del Sagrario», virgen á la que profesaba pro

funda y singular devoción. La bola de su número, empujada por el azar ó por milagro patente, salió un día de la esferilla..... Esquivel fué rico, dejó el establecimiento y marchó al solar de su amada Rioja, donde tenía algún pariente.

Ignoro si aún vive el bendito industrial, porque lo que arriba refiero, ocurría por

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los años de 80 al 83, y entonces, ya tenía Esquivel de 57 á 64 años.

Vivo ó muerto, á su nombre van ligados. gratos y alborozados recuerdos de una juventud brillante, que hoy es gala y esperanza de la madre Infantería. Por eso le he consagrado este capítulo, como prueba del plácido y noble afecto que le profesaba,

cariño que creo tener la seguridad sentían también por él, todos los compañeros que vivieron en el hermoso Alcázar de Carlos V, y aun los que desfilaron por la Imperial Ciudad como formando parte de los contingentes que acudían á la extinguida Escuela de Tiro.

Hay en todos estos detalles de la vida escolar un encanto y una expresión que regodean el espíritu y lo confortan al través de los años y de las vicisitudes.

Porque al conjuro de las manifestaciones que surgen y brotan en las corrientes de la vida del compañerismo y de la confraternidad de Arma, se orean y refrescan en la memoria aquellas migas del pinche Manuel, con su cortejo de puras remembranzas, más risueñas y sabrosas á medida que se marcha por el camino áspero de las contrariedades; de aquellas migas que evocan los sueños no realizados, las cuitas inocentes, los primeros brotes de la pasión amorosa, la amistad santa del camarada, el aprendizaje de máximas severas y honradas y de principios científicos y militares: conjunto maravilloso de sentimientos, ideas, aspiraciones, travesuras y codicias, que ni el

tiempo ni las visicitudes son bastantes á borrar; pues, por el contrario, debo repetirlo, parece que se abrillantan y poetizan al compás que se asciende por la pendiente de la carrera, con sus desengaños, durezas y sacrificios.

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