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Hubiera sido la tal fotografía un trazo vivo de lo que cambian los tiempos; pues en ella aparecerían los que fueron Cadetes. barbilindos y aun guapos, con poblados mostachos, canas venerables y aún calvas, no por prematuras menos reverendas..... La salida del primer Cuerpo de Ejército para los puertos del Mediodía, impidió la realización del pensamiento.

A falta de esa estampa por todos apetecida, allá van estos renglones, y, para su remate, la descripción somerísima de una cena improvisada en el comedor ya citado. de los catalanes.

Por el número de los que á ella concurrieron, y el plus que á los postres se agregó, puede calificarse de magna, con la circunstancia de que nadie se dió cita previa; pues, por el contrario, cuantos allí acudimos, lo hicimos impulsados por exigencias del pícaro estómago, árbitro soberano, inapelable, improrrogable é inolvidable.

El compañerismo tiene la virtualidad de unir, de formar haz y piña entre todos los elementos. ¡Qué hermoso sentimiento! ¡Cuánta falta hace su desarrollo para gloria y garantía de todos! He aquí la razón pri

mera de que esboce en este librillo aquella fiesta íntima y cariñosa. ¡Quién sabe si á su conjuro podrá cada cual repetir, fomentar, ensalzar sin descanso, reuniones de tanto gusto como provecho!

Ello fué, que dos por acá, uno del otro lado, cuatro de tal mesa, tres de la de enfrente, nos vimos en el comedor un buen golpe de «colas» salidos del Imperial Alcázar.

Capapé, que tiene arranques de soldado. generoso, y que es un catalán práctico y resuelto, concibió la idea de reunir mesas y de hacer banquete frugal, pero memorable, entre todos. Y..... dicho y hecho. Habló con sus paisanos los Vidal (ahora recuerdo el nombre de los propietarios del comedor), y en unos minutos, quedó dispuesta la blanca mesa, y en su derredor, colocados los comensales siguientes, salvo involuntario olvido.

Ignacio Ruiz del Arco, andaluz de hidalgo abolengo; Fernando del Pino, sargento mío en la casa; Enrique Lience, cuyo conocimiento hecho en Melilla, cada día me satisface más; Manolo Galán y Angel Puga, gaditano ó poco menos uno, franco ga

llego el otro; Eduardo Ronderos, en clase de aposentador, y Capapé, en clase de organizador, con su Capitán D. José Lapuente, modesto cuanto simpático y agradable soldado.

El grave y delicioso Alfonso Encina Verea, junto al veterano Cristóbal Abella; Juan García Trejo, frente á Aquilino Puga; y en revoltillo agradable, José Dalmau Piñol, Angel Carbonell Aubán, Valero Todo Diego, Joaquín Pérez Cabrero, el Sr. Severiano Martínez Anido, Manuel de Cobián, Fernando de la Torre, Federico Esparza, Federico Martínez de Villa.....

A los postres acudieron sinnúmero de camaradas, entre los cuales quiero recordar á Mariano Bretón y al veteranillo Enrique Vargas; á Vaxeras, Manolo Sánchez, el gran Wesolouski, el orondo Andrade, guía y consuelo de muchos, en las estrecheces de Melilla; Hidalgo Santos, los Meana, los Fresneda, Gómez de Avellaneda, el transformado Gabarrón, Romera, Peñuelas, Hariza, Reguera, Alés, Rasilla, Dasbores, Peinado, Gamo, Mínguez, Martí, Torralba, Serena.

Algo animados por el calor del ambiente.

y del estómago, hubo la natural espansión. Quién recordaba los tiempos en que ibamos de «novatos» á San Servando á hacer la instrucción y foguearnos entre los tomillos de aquellas mesetas fe

races. El otro sacaba á plaza el garbo del Maragato, cuando, gentilísimos con el Remington sobre el hombro, desfilábamos satisfechos y lucidos por el hermoso puente de Alcántara.

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Traía otro el recuerdo de aquella «ropa vieja» inmortal, adobada por el pinche Manuel, y de aquel «doble principio y doble. postre» que, con el plausible motivo de vestir de gala, se nos servía.

Dedicamos todos un recuerdo cariñoso á cuantos Profesores hubo y hay en Toledo, cuna de la Infantería.

Menudearon las frases de afecto para el pobre Mora Anglada, herido, ¡desventurado! por un soldado español, cuando en su espíritu valeroso existía el ansia de derramar

su sangre entre los riscos rif

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feños. Húbolas también para su primo Mora Mur, enferme

ro incansable y solícito que, en trance tan amargo, consolaba al simpático compañero, que felizmente, según noticias recientes, ha mejorado como no se esperaba.....

Y sin brindis, sin discursos, sin fórmulas

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