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tructura del edificio, señala como aposento del glorioso manco, el del rincón del piso principal que habitaran los mancebos burgaleses Carriazo y Avendaño, señalado con la indicación oportuna en el plano adjunto.

Acaso el peón de Lepanto fuera testigo, ya que no protagonista, de la brava acometida de la Argüello y la gallega, cuando movidas por sus apetitos, acudieron hechas unas archiduquesas en demanda de calorcillo para remediar el frío que las mataba. ¡ Lindo modo de burlas! El escamado Lope, interpretando los gustos del ingenio que lo engendrara, dejó helarse en los corredores á las veteranas doncellas, porque antes consentiría un asaeteamiento que tomarse á partido con la gentil Maritornes.

Como joya valiosa de nuestra tradición literaria, debería guardarse esa casa del Sevillano. Sin embargo, no ocurre así: la estiman como tal joya, solamente los que carecen de dinero para alquilarla y menos para poseerla.

La acción del tiempo, más humana y agradecida que los hombres, ha salvado milagrosamente la posada de los estragos amontonados por jayanes y trajineros. Y

hoy, gracias al cielo, todavía acuden en romería á la vieja morada de Cervantes multitud de «extranjeros» que, con piadosa admiración, entonan ¡hurras! y exclaman. ¡mon Dieu! allí donde con tanta bizarría y majestad se oyó y escribió el idioma patrio.

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Entre las armas del sangriento Marte Hurté del tiempo aquesta breve suma; Tomando, ahora la espada, ahora la pluma.

Aquel Capitán glorioso, «jamás alabado como se debe, poeta Garcilaso de la Vega», ni siquiera tiene un puesto «honorario» en las filas de la Infantería, Arma

cuya tradición y fama quedaron eternamente abrillantadas por el ingenio de quien fué «príncipe de la lírica, y con dulzura, gravedad y maravillosa pureza de voces, descubrió los sentimientos del alma.....» ¡Qué menos puede hacer el último individuo de la escala en sus grados inferiores, que rendirle un homenaje de veneración, y recordar á sus camaradas que todavía no hay un cuarto de banderas donde se ostente el retrato del que igualó, ya que no excediera con sus églogas á Virgilio, y peleó hasta morir muerte heroica en los Tercios viejos de la Infantería castellana!

Puede olvidarse un abolengo rancio, nacido en las antecámaras palatinas. Mas relegar á término postrero, rayano en la cruel indiferencia, los nombres que realzaron y honraron con sus obras una prosapia sin segundo, es pecado de lesa Patria, imperdonable á todos, y singularmente á los que de la gloria y de la noble ambición han de hacer las estrellas de su vida.

Pero ¿qué debe maravillar esa apatía, si Toledo, la ciudad festoneada por las riberas y frondas donde resonó la divina zampoña, si Toledo, repito, cuna y albergue

de Garcilaso, no ha tenido para su memoria el más insignificante recuerdo?

A no correr el riesgo de que se me tachara de exajerado, diría que ese desmemoriamiento lleva en sí gérmenes de decadencia, ya que no de otros vicios más toscos y comunes.....

¡Oh Dios del cielo, cómo sabes concentrar en pocos, en muy pocos, la luz de tu grandeza! El caletre macizo de los infinitos varones que gobernaron á Toledo, debió enflaquecer en casi todo tiempo, bajo el peso de la medalla, que en aquellos escalones les cuelgan para que

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Uno de los días más calurosos del último mes de Agosto, caminábamos por las callejas de Toledo el ingenioso y eternamente joven..... de espíritu, Ramón R. Correa, el artista-soldado Eduardo Banda y quien escriborrea estas cuartillas.

Habíamos visitado San Pedro Mártir, rico convento cuya portada, sita en un

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