Imágenes de páginas
PDF
EPUB

do, pero que no dejará tres pesetas á ninguno —dijo no sé quién.

-¡Componer fuelles, hornillas y fogones!!!gritó desde lo hondo otro explorador que caminaba, á no dudarlo, tras los pícaros garbanzos. Y mientras Banda aderezaba sus «chismes»,. Correa tomaba asiento sobre unas peñas y el «fuellero» trepaba por la pendiente, miré de nuevo la «Guía», y..... ¡me quedé como antes!

Sea cierta ó no la indicación de Parro, figurémonos que aquí, sobre ese suelo frontero, mecieron la cuna del que andando los días había de regocijar á las Musas con melodías y versos, realzando al par, con proezas guerreras, la fama de su raza.

Si en ese recinto pardo y recio no estuvo la casa de Garcilaso, mereció tener tan linajudo suelo. Porque allí, á la mano, se abrió la morada del Regidor Padilla; un poco más alto, la casa llamada vulgarmente de Mesa, mansión acaso de Illanes y Toledos un día, la de D. Guiomar de Meneses, noble esposa del Adelantado Tenorio de Silva, y fundaciones ricas, conventos donde aun se admiran los esplendores artísticos de un pasado glorioso.....

a

Un callejón sombrío; muros que la acción del tiempo va derrumbando; piedras veneradas que se esparcen á medida que ruedan de lo alto por el declive de la calle, y sobre el paredón obscuro, una puerta antigua cuyo dintel obstruyen restos de viejas construcciones.

-¿Será, ó no será?-preguntamos

los tres á una. Mas al ver que ni el eco, ni los transeuntes, ni Parro, ni Martín-Gamero, ni...... el fuellero daban respuesta á nuestro deseo, celebramos Consejo de tres, y, ahí está,

[graphic]

en el grabado adjunto, la solución dada al conflicto.

Ved la puerta; á buen seguro que os quedaréis como antes. Y

«aquí comienza su cantar Salicio».

III

POETA Y SOLDADO

No haya miedo: las biografías y críticas encajan en maduros volúmenes, pero no en un pasatiempo literario como el que voy soltando á «trompicones», hurtando tiempo al sosiego y procurando desligarme de la tiranía abrumadora de diversos trabajos diarios que impone la lucha por la existencia.

Pero aunque todo el mundo debe saber quién y como fué Garcilaso de la Vega, allá van unos renglones por si hay todavía gentes que vivan en la ignorancia tocante á tan excelso toledano.

De noble linaje, vió la luz primera por los comienzos del siglo XVI,

[ocr errors][merged small][merged small]

co, arrebatado por el orgullo y el sentimiento de su Patria, donde

Pintado el caudaloso río se vía,
Que, en áspera estrechura reducido,
Un monte casi alrededor ceñía,
Con ímpetu corriendo y con rüido;
Querer cercarle todo parecía

En su volver; mas era afán perdido;
Dejábase correr, en fin, derecho,
Contento de lo mucho que había hecho.

Estaba puesta en la sublime cumbre
Del monte, y desde allí por él sembrada,
Aquella ilustre y clara pesadumbre,
De antiguos edificios adornada.

Fué su padre, Garcilaso, segundón del Conde de Feria, Comendador mayor de León, señor de las villas de Arcos y Batres, de la Orden de Santiago, del Consejo de los Reyes Católicos y Embajador cerca del Papa Alejandro VI. De su madre Doña Sancha de Guzmán heredó los blasones de la vieja cepa de los Toral, más tarde del Ducado de Medina de las Torres.

De niño, aprendió con la gloria de los blasones, la hidalga caballerosidad de sus

mayores; mancebo, deslizó su vida en la rigidez de la señorial morada, iniciándose en los gustos literarios y ocupando su espíritu con el conocimiento de las lenguas latina, griega, toscana y francesa; ya mozo, galanteó en la corte, gozó de los placeres que le ofrecía su alta estirpe y posición, cultivó la poesía, se granjeó voluntades, favor, amigos, privanza, y cuando más era el dulce soñar de su mente y mayores sus regodeos y triunfos, dejó el plectro y requirió la espada, corrió á las filas de la inmortal Infantería, y bajo las vencedoras banderas de Carlos V, peleó en los arenales de las playas prestigiosas de Africa, en los vergeles de Italia y entre las brumas alemanas, hallando al cabo la muerte de los peones valerosos.

Según Tamayo de Vargas, «la trabazón de los miembros igual, el rostro apacible con gravedad, la frente dilatada con majestad, los ojos vivísimos con sosiego y todo el talle tal, que aun los que no le conocían, viéndole, le juzgaran fácilmente por hombre principal y esforzado, porque resultaba de él una hermosura verdaderamente viril: era prudentemente cortés y galán, sin afec

« AnteriorContinuar »