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Es costumbre llevar al Cónclave tres vestidos pontificales, acomodados á las estaturas alta, mediana y baja, para poder así vestir con uno de ellos al nuevo Papa en el momento de la elección. El encargado de estos vestidos, que era un subalterno del Cónclave, no creyendo que la elección tuviese lugar tan pronto, se descuidó en llevar el vestido de talla más baja, y al caer de la tarde, sabiendo que era inminente la elección, se apresuró á pedir por uno de los tornos el vestido que le faltaba. El criado á quien se le mandó traer dedujo que había sido elegido el Cardenal Gizzi, cuya estatura era de las más medianas, y así lo dijo, circulando rápidamente la noticia, á la que dieron crédito hasta los mismos diplomáticos. Sólo á la mañana siguiente se supo la verdad, produciendo general regocijo el triunfo del Cardenal Mastai, que tomó el nombre de Pío IX,

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CAPÍTULO X

Esperanzas que infundió la elección de Pio IX.-Nombramiento de Monseñor Brunelli como Delegado apostólico en Madrid. La revolución italiana; sucesos de Roma; huida del Papa á Gaeta.-Actitud de Francia y de España; propone ésta la reunión de una Conferencia.-Expedición francesa. Envio de una división naval española.-Reclama el Papa la intervención.-Expedición española. -Negociaciones para el Concordato; el Concordato de 1851.

Cuando fué elegido Papa Pío IX-escribe Cantú,se creyó descubrir en este nuevo Jefe de la Iglesia la piedad de Pío IV, la firmeza de Sixto V y el gran voto de Julio II, que quería el restablecimiento de una verdadera nacionalidad italiana (1); y aunque el nuevo Pontífice repitió en su Enciclica los lamentos de sus predecesores, la amnistía que concedió, las reformas que llevó á cabo y las medidas políticas que puso en práctica llamaron la atención del mundo entero, que contempló la marcha emprendida por la Santa Sede con sorpresa primero y con admiración más tarde. Católicos, protestantes y racionalistas prodigaron sus elogios á Pio IX, y en ese coro de alabanzas y de vítores no podía faltar, y no faltó, el concurso de España, cuyo Gobierno esperó confiado en un próximo resta

(1) CÉSAR CANTŮ, Historia de cien años (1750-1850).

blecimiento de relaciones con Roma, no sólo por la significación liberal del nuevo Papa, sino por creer que en el ánimo de éste no podían pesar los resentimientos que sujetaban á su antecesor.

No fué pequeña su equivocación, porque si bien Castillo avisó el 18 de Enero de 1847, como un triunfo, el nombramiento de Nuncio hecho á favor de Monseñor Brunelli, Arzobispo de Tesalónica, éste, que llegó á Madrid el 30 de Mayo, no trajo más que el carácter de Delegado apostólico, y no presentó por entonces sus credenciales.

El reconocimiento oficial de Doña Isabel II por la Corte romana sufrió un nuevo aplazamiento, con lo cual, la política del Gabinete Narváez experimentó una grave contrariedad; pero al fin el 17 de Julio de 1848, esto es, á los pocos días de haber efectuado Austria el reconocimiento de Doña Isabel II y cuando era ya evidente el fracaso de la política liberal del Pontífice, presentó sus credenciales Monseñor Brunelli.

Mientras que así se iba restableciendo la antigua armonía entre la Corte de Madrid y la Santa Sede, gravísimos sucesos se desarrollaban en Italia.

Al tenerse noticia de la insurrección que había estallado en Viena (13 de Marzo de 1848), toda la península itálica se puso en conmoción. El reino LombardoVeneto fué el primero en lanzar el grito de independencia, y á su ejemplo todos los Gobiernos de Italia, con más o menos sinceridad, secundaron el movimiento. El rey del Piamonte, Carlos Alberto, se puso al frente del ejército para defender la libertad italiana, y Pío IX invocó para tan noble empresa las bendiciones del cielo. La campaña comenzó alcanzando grandes ventajas los soldados piamonteses; pero, reforzado Radetzky, pudo tomar la ofensiva y recobrar

el terreno perdido. El fracaso irritó de tal modo á los italianos, que el partido radical logró sobreponerse en muchas partes, provocando en otros elementos la reacción que era natural esperar como único fruto de las exageraciones y de las utopías.

Las consecuencias de estos sucesos se tocaron también en Roma.

Pío IX, que en manera alguna quiso favorecer á un Príncipe italiano en perjuicio de los demás, y que por esto se hallaba en desacuerdo con Carlos Alberto, había perdido gran parte de su popularidad. Bajo la presión de los acontecimientos, se vió obligado á cambiar tres veces de Ministerio en el espacio de cinco meses (1). Primero tuvo que prescindir del Conde Mamiani, cuya política era en el fondo opuesta á la autoridad temporal del Papado; luego, tras el desgraciado ensayo del Conde Fabri, llamó á Rossi, antiguo Embajador francés, cuya energía para reprimir los movimientos revolucionarios hizo que fuese asesinado al presentarse á las Cámaras que él había convocado (15 de Noviembre de 1848); y, por último, entre las violencias de los radicales, tuvo que aceptar de nuevo á Mamiani. La Cámara se declaró constituyente; el Quirinal fué atacado por las turbas, y el Pontífice, no juzgándose seguro, aceptó la protección del Embajador de España, Martínez de la Rosa, y disfrazado salió de su palacio, abandonó á Roma, y en una silla de posta, acompañado por el Secretario de nuestra Embajada, D. Vicente González Arnao, se dirigió á Gaeta (24 de Noviembre), «no haciéndolo desde esta plaza y puerto

(1) El Papa había otorgado una Constitución, el 14 de Marzo de 1848, organizado un Consejo de Estado laico, formado un Ministerio y creado dos Cámaras, una de cien diputados, elegidos por los censatarios, y otra de pares, nombrados por el Pontifice.

á alguna ciudad de España, de lo que mostró deseos por no haber buque alguno español de guerra donde verificar el pasaje> (1).

El Gobierno español, que ya había previsto la posibilidad de que llegase este caso, luego que tuvo noticia de la fuga del Papa y de que el General Cavaignac (2) disponía el envío de una expedición á Roma para defender la persona de Su Santidad, previno al Embajador de S. M. en París que, acercándose al Gobierno de la República (3), le hiciese saber la satisfacción con que la Reina había sabido sus intenciones, que estaban de acuerdo con sus propios sentimientos, y que procurase persuadir al Gabinete francés de la conveniencia de que España y Francia obrasen de concierto en cuanto pudiese contribuir á asegurar la libertad del Jefe de la Iglesia y el respeto debido á su sagrada persona (4).

La expedición francesa dispuesta por el General Cavaignac en los últimos momentos de su administración no llegó á tener efecto; y habiendo sido elevado á la Presidencia de la República Luis Napoleón (10 de Diciembre), su Gobierno, viendo que la persona del

(1) La revolución de Roma y la expedición española á Italia en 1849, por el Teniente General D. Fernando Fernández de Córdova, Marqués de Mendigorria.-Madrid, 1882.

(2) La Asamblea Nacional de Paris, después de las horribles escenas del 22 al 26 de Junio, había dado al General Cavaignac poderes dictatoriales.

(3) Fué tal el sigilo con que se preparó y llevó a cabo la fuga del Papa, que el Gabinete de París no supo nada hasta que se lo participaron, casi simultáneamente, el Embajador de España, Duque de Sotomayor, y el Ministro francés acreditado cerca del Rey de Nápoles. Esto produjo no poca contrariedad al Gobierno de la República.

(4) Despacho del Ministro de Estado, Marqués de Pidal, al Duque de Sotomayor; fecha, Madrid, 5 de Diciembre de 1848.

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