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CAPITULO XIII.

De las costumbres de los visigodos.

La escasez de documentos fidedignos y la sobriedad de los cronistas contemporáneos burlan la curiosidad de nuestros mas diligentes historiadores, cuando se proponen penetrar los secretos de la vida íntima de los visigodos, y así carecemos de las noticias que tanto habrian ilustrado el estado económico de España en aquellos siglos remotos. Dejando para mejor ocasion el exámen de las cosas tocantes al gobierno de un pueblo que trocó esta provincia del Imperio en nacion libre é independiente, procuremos derramar (si es posible) alguna luz sobre sus costumbres, estudiándolas en la persona de los príncipes ó en la modesta condicion de los particulares.

Fué primero tan indómito y rebelde el carácter de los visigodos, que de ningun modo se allanaban á sufrir el yugo de las leyes: obstáculo en que se hubo de estrellar el atrevido pensamiento de Athaulfo que aspiraba á eclipsar la gloria de Augusto, fundando un imperio gótico en lugar del romano (1). Sin embargo,

(4) At ubi multa experientia probavisset, nec gotthos ullo modo parere legibus posse propter effrenatam barbariem, nec reipublicæ interdici leges oportere, sine quibus respublica non est respublica, elegisse se saltem ut gloria sibi de restituendo in integrum, augendoque romano nomine gotthorum viribus quæreret. Paul. Oros. lib. VII.

como la sociedad civil no puede existir un solo instante sin ciertas reglas de órden y disciplina, suplian el vínculo de las leyes escritas antiguos usos y costumbres, la falta de magistrados una gerarquía militar, y la ausencia de todo gobierno concertado el poder discreccional de un rey electivo. De esta manera el vacío de instituciones fijas y permanentes daba lugar á que los príncipes resplandeciesen mas por sus virtudes ó fuesen mas notados por sus vicios, y recogiesen para sí todo el amor ó el odio de los pueblos con grave riesgo de su vida.

Un estado social tan imperfecto engendraba la propiedad insegura, la rapacidad del fisco, la ambicion criminal, la perfidia en los tratados y la venganza en lugar de la justicia. Los reyes de mala condicion juntaban tesoros aumentando los tributos, despojando las iglesias y oprimiendo á los vasallos.

Penetremos un momento en la corte de Teodorico, y sigamos los pasos del príncipe todo un dia. Rodea la silla del rey su guardia personal vestida de pieles. Teodorico dá audiencia, escucha con atencion y responde en pocas palabras. Se levanta y visita el tesoro ó los establos. Si vá á caza, muestra singular habilidad en el manejo del arco. Si hay banquete, hace gala de sencillez y de templanza. El lujo, la pompa y magnificencia de la córte de Tolosa se reservan para las ceremonias públicas. Duerme una ligera siesta, y acabada se dá principio á los juegos de hazar ó destreza. A prima noche el rey trata de negocios, atiende á los ruegos y presta indulgente oido á las importunaciones de sus fieles servidores. Cena, y á esta hora entran en su cámara los bufones, y en el seno de la amistad, se permite algun alegre pasatiempo. Se retira al lecho, y le vela el sueño su guardia contínua, hasta que con el nuevo dia empiezan nuevos cuidados (1).

Pasó el tiempo de la sencillez primitiva, y á la modesta silla de Teodorico sucedió el sólio de Leovigildo, y á los vestidos comunes

(4) Sidon. Apoll. lib. I, epist. II.

la púrpura de los emperadores. Los próceres ó magnates de la monarquía visigoda rodearon su autoridad con todo el aparato de los patricios romanos. El conde Sigismer, en el reinado de Athalarico, aparece montado en un caballo ricamente enjaezado, precedido y seguido de otros resplandecientes con multitud de piedras preciosas, rodeado de gran séquito, ostentando su exquisita ropa de grana y reluciente como el oro. La comitiva lleva vestiduras ajustadas al cuerpo, altas, el brazo casi desnudo, descubierta la pierna hasta la rodilla y el pié calzado con abarca de piel cruda. Son de color verde estas vestiduras con orlas de viva escarlata. Usan lanzas corvas, hachas arrojadizas, espadas rectas, broqueles cortos y van. las gentes del orgulloso conde siempre armadas (1).

Obsérvese, pues, el progreso del pueblo visigodo desde que Athaulfo lo regia con dificultad propter effrenatam barbariem, segun refiere Paulo Orosio, hasta que convertidos á la vida civil, aman la pompa y el fáusto. Aquella rusticidad tan obstinada que repugnaba toda cultura y policía, cedió al ejemplo de la molicie y el regalo de las naciones vencidas y al espectáculo de mas blandas y suaves costumbres.

Hubo entonces leyes excelentes, príncipes con potestad limitada, jueces severos, tasa á los tributos, en fin, autoridad soberana cuyos preceptos eran ejecutados por multitud de ministros. Entonces sosegada la tormenta movida por la conquista, empieza el período de la historia que debe ser objeto de nuestro exámen.

(1) Sidon. Apollin. lib. IV, epist. XX.

CAPITULO XIV.

De la agricultura hispano-goda.

Apenas habian los godos tomado posesion de España, cuando imaginaron gozar el fruto de su conquista. La fertilidad y abundancia de la tierra convidaban á terminar aquí la peregrinacion de los bárbaros, y su grado de civilizacion debia dar preferencia, entre todas las artes de la paz, á la agricultura; y así fué que pronto se hicieron amigos de los españoles ó romanos, y trocando la espada por la esteva, se aplicaron á la labranza (1).

Mas como el principal instrumento de la produccion agrícola es la tierra, en vano los godos habrian deseado hacerse labradores, sino hubiesen tenido campos que cultivar. En esta sazon idearon un repartimiento general de tierras, conciliando los derechos de los antiguos propietarios en cuyo favor abandonaron el tercio, con las necesidades de los nuevos huéspedes que se adjudicaron los dos tercios restantes. Favorecian la distribucion de la riqueza territorial los estragos de la conquista, disminuyendo el número de

(4) Barbari... gladios suos ad aratra conversi sunt. Paul. Oros. lib. VII. Barbari ad aratra conversi Romanorum residuos ceperunt, ut socios amicosque fovere. Paul. Diac. lib. XIII.

labradores romanos, la conveniencia de los sobrevivientes que å este precio adquirian la seguridad de su lote, y sobre todo la dura ley de la guerra, porque la España era de los godos, pues la habian ganado á costa de su sangre, y cada uno pedia con razon el premio de los trabajos pasados, segun la costumbre que tenian de repartirse el botin despues de la victoria.

Al principio los godos y los romanos fueron dos naciones distintas que vivieron en buena vecindad, pero sin mezclarse ni confundirse los vencedores y los vencidos. Prevalecia la legislacion personal y estaban prohibidos los matrimonios mixtos. La separacion de castas hizo necesaria la separacion de las propiedades, de suerte que la tierra del romano no podia pasar al godo, ni la del godo al romano. Aunque esta forma colectiva de vinculacion parece perpétua y rigorosa, no es verosímil que prevaleciese en el último período de la monarquía visigoda, cuando las leyes fueron reales y todo conspiraba á la fusion de las razas y á la constitucion de una verdadera nacionalidad. Y ciertamente, la agricultura debia ganar mucho con la libertad de los contratos, condicion esencial de su prosperidad, en cambio del sistema de trabas odiosas que recuerdan la funesta esclavitud del órden curial (1).

No descuidaron los discretos legisladores del pueblo visigodo la proteccion á la propiedad agrícola para convertir el hecho en derecho y transformar la posesion precaria en perfecto dominio. Así prohiben con graves penas talar las mieses y las viñas, destruir las cercas y setos que defienden las heredades, introducir los ganados en campo ageno con daño de los frutos, cortar los árboles sin permiso de su dueño, ofender los huertos, mudar, arrancar ó quebrantar los hitos y señales de los predios rústicos, y cuando se hiciere, mandan restablecer los términos antiguos. Las cuestiones de propiedad deben resolverse en un juicio solemne y mediante pruebas documentales ó declaraciones de testigos; y por último,

(4) Fuero Juzgo, lib. X, tit. I, ley 8 y 46.

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