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plata, alfombras y tapices variados con que los moros cubrian el pavimento y las paredes de sus estrados, divanes y almohadones, velos y cortinas de muselina delicada, y en fin muchos y muy diversos géneros para el consumo de la gente ordinaria y para el or-. nato de las mezquitas y los palacios y jardines de los califas y personas nobles y acaudaladas (1).

En la sola ciudad de Almería (la Barcelona de aquellos tiempos) se contaban cerca de 6.000 telares de brocados, escarlatas, georgianas, damascos y otros tejidos de algodon, lana y seda.

En Málaga habia fábricas de loza y cristales, en Baeza de tapetes, en Játiva de papel á imitacion de Samarcanda, y en otras partes de Andalucía de azulejos para el ornato de las casas. En Córdoba se adobaban las pieles que de su nombre se llamaron cordobanes (2).

Las sedas de España competian con las mejoras de la Siria, y el temple de los yelmos, corazas, escudos, espadas y alfanges y toda suerte de cuchillería no era menos fino, que el de las famosas armas de Damasco y de la India (3).

En Granada estaban los menestrales distribuidos por clases ó gremios, no para coartar la libertad de la industria, sino como

(4) Al-makkarí, book I, chap. VII, y Conde, part. II, cap. LXXVIII, `` LXXXIV, XCIII y XCVIII. «Pannos de seda con oro et mui nobles,» llama los de Almería el moro Rásis; y en otra parte dice: «Las gentes de Zaragoza son mui sotiles en sus obras, et maiormente en telas de pannos de seda, et de estrumentos, et en facer espadas, et facen y pannos mui preciados en bondat que todo el mundo los precia entre otros mejores?» Crón. cit. (2) Durante las guerras civiles que sucedieron á la muerte de Almanzor tomaron las armas en Córdoba 7.000 menestrales. Dozy, Hist. des musulmans d'Espagne, tom. III, pag. 283. De Baeza cuenta Rásis que « fazen y mui buenas telas de pannos de seda mui nombrados que son llamados tapetes.»> Crón.

(3) Al-makkarí, book I, chap. IV, VII.

T. 1.

regla de órden y policía: curiosa novedad que corresponde al reinado de Mohammed IV y al principio del siglo XIV (1).

Aunque en todo caso conviene vivir alerta y precaverse contra la propension natural de los cronistas árabes á ensalzar las grandezas de su imperio, no sería cordura negar los hechos, por mas que la prudencia aconseje moderar el juicio de aquella prosperidad positiva. Los escritores contemporáneos apreciaban el estado de la industria por comparacion con la de otras partes del mundo, y nosotros no hariamos justicia á los moros, si la cotejáramos con lo presente.

Los moros cultivaban con afan los estudios de la naturaleza, segun resulta de los muchos libros de astronomía, física, agricultura y medicina que escribieron y legaron á la posteridad, y no menos les cautivaba la ciencia del gobierno, como se demuestra en sus obras de filosofía, geografia, política é historia que asímismo han llegado hasta nosotros.

El estudio de la naturaleza los ilustró en punto á las propiedades de las infinitas cosas que pueblan el universo, les enseñó los medios de combinarlas y modificarlas, y en fin les reveló el secreto de dominar la materia y aplicarla á los diferentes usos de la vida. De esta manera pudieron descubrir minas, acendrar los metales, formar aleaciones para obtener el laton y el azófar, dar el temple conveniente al acero y perfeccionar una multitud de artes y oficios. Así tambien lograron mejorar los tintes antiguos é inventar otros nuevos, aumentando los productos ó reformando los procedimientos de la industria.

El estudio de la sociedad les mostraba los frutos de la riqueza y abundancia de bienes, la prosperidad del Oriente, la grandeza de los Califas, el contento de los pueblos y el triunfo de su ley á beneficio de providencias acertadas que asentasen en Córdoba el trono de la civilizacion del mundo.

(4) Conde, part. IV, cap. XIX.

Las costumbres de los moros favorecian los adelantamientos de 195 la industria, porque eran ostentosos en el vestir y gustaban de los colores vivos y alegres, como el rojo ó verde, dando á los judíos el amarillo. Eran galantes y corteses con las damas, cuyo trato lisongeaba la vanidad de ambos sexos y acrecentaba la pasion del lujo. Eran muy dados á los ejercicios de la caballería, y en las justas y torneos no solamente hacian alarde de gentileza, valor y destreza en el manejo de las armas, pero tambien reputaban caso de honra deslumbrar con la variedad de sus galas y preseas. Eran espléndidos y magníficos en sus fiestas y regocijos, en sus convites y bodas (1).

Los monumentos de aquella edad que todavía se conservan en Córdoba y Sevilla y sobre todo en Granada, acreditan sus progresos en las nobles artes, resaltando las labores mas prolijas y graciosas, las proporciones mas elegantes y la variedad, viveza y juego de los colores. Verdad es que la ley mahometana les prohibe representar las figuras de hombres y animales; pero esta misma traba ponia á prueba su ingenio, y les daba ocasion de mostrarlo en las maravillosas combinaciones del dibujo y en la delicada ejecucion de sutiles pormenores.

Un pueblo sensible á los encantos de lo bello debe prosperar en las artes y oficios, porque el pensamiento se traslada á la realidad por medio de la obra de mano, y el trabajo se perfecciona movido por un superior impulso. La Alhambra no es tan solo el suntuoso alcázar de los reyes moros de Granada; es además el emblema de toda la civilizacion de los árabes andaluces, y el símbolo de su genio, su poder y su riqueza.

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CAPITULO XXIV.

Del comercio de los moros.

No habrian los moros aventajado á todas las naciones contemporáneas en la agricultura y la industria, si el comercio y la navegacion no proporcionasen fácil y pronta salida á los géneros y frutos de sus dominios. Cuando la produccion se halla limitada por el consumo interior, necesariamente es lánguida y perezosa; mas si aciertan los productores á verter en los mercados extranjeros las riquezas que rebosan en sus campos y en sus fábricas, entonces se aviva el trabajo con el estímulo de la ganancia, el horizonte se dilata con el cambio y el ingenio se aguza con el deseo de llevarse la palma en la honrosa lid de la competencia.

Debiéramos poner en duda la prosperidad agrícola y fabril de los moros en el caso de callar la historia donde estaban sus naves y sus puertos, qué regiones frecuentaban, qué mercaderías exportaban ó importaban, y en fin qué parte tenian en el tráfico del mundo. Por fortuna las crónicas árabes suministran un caudal de noticias curiosas é importantes acerca del comercio de los moros que confirman el adelantamiento de aquella sociedad en todos los ramos de la riqueza pública.

Entre los diversos frutos de la tierra que solian exportar los árabes andaluces, se cuentan como principales las almendras y los higos de Málaga muy estimados en todas partes por su dulzura

y fragancia y conocidos hasta en la India y en la China: el aceite de Sevilla cuyo mejor mercado era la ciudad de Alejandría: el azafran de Toledo y de Baeza que los moros conducian en caravanas á los puertos para despacharlo en sus naves á lo lejos: la genciana de Almería, grata por la suavidad del aroma y renglon de grande consumo á pesar de su elevado precio; y entre las producciones minerales las marquesitas de Ubeda muy apetecidas y buscadas como objeto de lujo.

De los artefactos exportaban los tejidos labrados con oro y plata, los costosos tapices y los azulejos de alegres y variados colores. para el Oriente, distribuyéndose los de menos valor y riqueza entre el Oriente y el Occidente sin distincion de moros y cristianos. La loza y el cristal seguian el mismo camino. Las armas de Murcia tenian una franca salida en Africa y otras regiones mas distantes de España, y del papel de Játiva se consumia cada año cantidad considerable en Marruecos (1).

No podemos ser tan puntuales en cuanto á los artículos de importacion; pero fácilmente se adivina que supuesta la pasion de los moros por los aromas y perfumes, las piedras raras y exquisitas, los frutos delicados y en fin por todas las delicias y regalos de la vida, debian introducir en cambio de sus mercaderías las producciones indígenas del Asia y del Africa necesarias á su consumo, y como pueblo industrial procurarian abastecerse de primeras materias exóticas, por ejemplo, drogas, marfil, pieles finas y otras cosas semejantes, y suplir por medio del comercio la escasez de España en algodon, lana ó seda. Por lo menos consta que el áloes y el alcanfor venian en abundancia del Oriente (2).

En suma, la España árabe mantenia relaciones mercantiles directas y muy frecuentes con Italia, Marruecos, Berbería, Egipto, Grecia y Siria, é indirectas con otros pueblos del Africa central y

(4) Al-makkari, book I, chap. II, VII. (2) Ibid. chap. VII.

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