Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPITULO XLII.

De la navegacion.

La naturaleza dotó la España con cierta parsimonia de rios navegables, porque aun los mas caudalosos de la Península suelen no prestarse á la navegacien sino á beneficio de muchas y costosas obras de arte. Sin embargo, parece que en el siglo XIII, poco despues de la conquista de Sevilla, los nuevos pobladores empezaron á sacar partido del Guadalquivir; y por lo menos consta, segun una peticion de los barqueros vecinos de dicha ciudad becha al rey D. Pedro en 1360, que tenian por oficio subir hasta Córdoba con sus barcos de carga y bajar con grandes provisiones de trigo. Quejábanse los barqueros de los entorpecimientos que los señores de las azudes y presas de los molinos ponian á la navegacion, y el rey mandó que de allí en adelante no se hiciesen obras que embargasen el libre paso del rio ó aumentasen el peligro de perderse las personas y las haciendas (1).

En la costa del Mediterráneo el Ebro era una artéria muy principal del comercio de Aragon. El consulado de Zaragoza tenia á su cuidado mantener expedita la navegacion reparando los malos pasos y ejecutando las obras convenientes á restablecer el cur

(1) Ayala, Crón. de D. Pedro, año XI, cap. XIII.,

so tranquilo de las aguas cuando el rio mudaba de cáuce; para lo cual cobraba dos sueldos por cahiz de trigo y tres por carga de otras cualesquiera mercaderías que se embarcaban (1).

Pero por mas útil é importante que sea la navegacion interior, no puede considerarse sino como auxiliar de la exterior. El ancho mar es el gran camino del comercio de todas las naciones, y los rios solamente las veredas y encrucijadas que conducen á la plaza y mercado universal de los géneros y frutos del mundo entero.

La marina militar y mercante prosperan juntas, y juntas decaen y se aniquilan. El poderío naval de los pueblos antiguos y modernos siempre vino á confirmar la posesion de los mares adquirida y conservada en virtud de un tráfico extenso y lucrativo. Por otra parte las armadas no tanto son poderosas y temibles en razon del número de las naves, cuanto por la habilidad en la maniobra, el sufrimiento en los trabajos y la buena disciplina de los marineros; dotes que no se alcanzan sino despues de una larga práctica en la navegacion aplicada á la pesca, al cabotage y á los viajes marítimos de mayor arrojo y distancia.

Hemos dicho en otro lugar que en 1227 las naves catalanas frecuentaban ya los puertos de Levante, Egipto y Berbería, y que Jaime I concedió á la ciudad de Barcelona preferencia en los fletes, hasta el punto de prohibir que ninguna nave extranjera pudiese cargar allí mercaderías, mientras hubiese una sola de aqueIla matrícula que se ofreciese á ello; mas para no alejar las naves extranjeras del puerto de Barcelona en perjuicio del comercio de los naturales, bubo de exceptuarse en 1268 el caso de cargarlas los patrones por su cuenta (2). Sin duda este privilegio fué revocado ó suspendido, pues Alonso V lo renovó en la sustancia, probibiendo por el edicto de 1454 á toda embarcacion extranjera tomar carga en los puertos de sus dominios, no sin provocar las re

(4) Asso, Hist. de la econ. polit. de Aragon, cap. IV.
(2) Jovellanos, Consulta sobre el fomento de la marina mercante.

presentaciones de sus vasallos que deploraban la exclusion de los valencianos é ibizeños, y temian que al cabo de poco tiempo fuese la marina mercante muy superior á las necesidades del comercio (1).

Por lo demás, del gran poderío naval de Barcelona dá sobrado testimonio su activa navegacion á las costas de Andalucía, Italia, Francia, Inglaterra, Paises Bajos y Berbería; á las islas de Cerdeña, Sicilia, Malta, Candía, Chipre, Rhodas y otras del Archipiélago, y á los puertos del Egipto, la Siria y la Armenia, compitiendo y rivalizando con pisanos, genoveses y venecianos.

Las guerras marítimas que los catalanes sostuvieron con tanta gloria y fortuna en los siglos XIII, XIV y XV contra enemigos formidables; las muchas y gruesas armadas que aprestaron para ayudar á los reyes de Aragon en las conquistas de Mallorca, Valencia, Nápoles, Córcega y Sicilia; las expediciones navales que emprendieron á la Grecia, Siria y Berbería, y los socorros que dieron en diversas ocasiones á las potencias amigas y aliadas, todo denota el alto punto de grandeza y prosperidad mercantil de Barcelona.

Para mayor demostracion de esta verdad, podemos añadir las ordenanzas hechas por el concejo de los prohombres del puerto y confirmadas por Jaime I en 1258, donde se arregla cuidadosamente la policía náutica y mercantil de los barceloneses; la institucion de los cónsules de comercio en las escalas ultramarinas en 1266 á fin de dispensar la debida proteccion á los navegantes; la creacion del consulado de Valencia por Pedro III en 1283, de Mallorca y Barcelona por Pedro IV en 1343 y 1347 y Perpiñan por Juan I en 1388, y por último, la formacion del famoso Libro del consulado, ó sea el código de las costumbres maritimas recopiladas á mediados del siglo XIII, que llegó á ser el derecho comun de casi todas las naciones mercantes durante mucho tiempo,

(1) Capmany, Mem. hist. t. I, part. II, pag. 234 y tom. II, pag. 279.

y alcanzó tanta autoridad como tuvieron entre los pueblos antiguos las leyes rhódias (1).

No floreció tan temprano la navegacion en los reinos de Castilla, ni lo permitia tampoco su situacion geográfica, á lo menos mientras no se dilatasen y enriqueciesen con algunos puertos que franquearan á sus naturales la entrada del Mediterráneo.

D. Diego Gelmirez, arzobispo de Santiago, envió por el año 1115 mensageros á Génova y Pisa con el encargo de traer á Galicia maestros y oficiales peritos en el arte de la construccion naval, porque los gallegos no eran por entonces ni constructores ni navegantes. Llegaron y pusieron manos á la obra; con lo cual logró el belicoso prelado su deseo de tener dos galeras para dar caza á los piratas que se anidaban en las islas vecinas, y guardar la costa de los desembarcos y correrías de los moros (2). Tal es la in-. fancia de nuestra marina del occidente.

Verdad es que poseían además los castellanos ciertas villas marítimas en la costa de Cantábria; pero á pesar de sus privilegios, aranceles y tratados de comercio en el siglo XIII, no hay memoria fidedigna de que hubiesen jamás emprendido largas navegaciones. Visitaban el litoral de Francia, Inglaterra y los Paises Bajos, sin aventurarse á surcar otros mares remotos, aunque se gobernaron por la brújula mucho antes que otros pueblos (3).

La mediana poblacion y riqueza de Laredo, Castrourdiales, San Sebastian y San Vicente de la Barquera; la falta de consula

(4)

Capmany, Mem. hist. parts. I y II; Código de las costumbres maritimas, tom. I.

(2)

Hist. Compost. lib. I, cap. CIII, lib. II, cap. XXI ẹt LXXV, lib. III, cap. XXVIII.

(3) «Et así bien como los marineros se guian en la noche escura por el »aguja que les es medianera entre la estrella et la piedra, et les muestra »por do vayan tambien en los malos tiempos como en los buenos...>> Ley 28, tit. IX, Part. II. V. Fernandez Navarrete, Disertacion sobre la historia de la náutica, pag. 68.

do, ordenanzas navales y leyes ó costumbres marítimas que tanto importan al comercio, y la corta armada que pudo allegar á duras penas Fernando III para dar cima á una empresa tan árdua como era la reconquista de Sevilla, pues no pasaba de trece naves gruesas y algunas galeras y embarcaciones menores que fué menester fabricar á toda prisa, muestran á las claras cuán lejos estaban las villas marítimas de aquella abundancia de medios y recursos que denotan los rápidos, contínuos y poderosos armamentos de Barcelona.

Y sin embargo, el poder naval de Castilla de allí viene y se deriva. «Consideró el rey (dice Salazar de Mendoza) cuando se >>determinó de hacer la conquista de Sevilla, la necesidad que te>>nia de cercarla por mar y tierra. El y sus antecesores no tuvie>>ron armada, porque las empresas no la hubieron menester, y re>>solviose agora en la tener y ejercitar. Hallábase en Jaen por este >>tiempo que fué el año 1246, y estando allí, dió el cuidado de >>aprestarla y prevenirla en las marinas de Vizcaya y Guipúzcoa, >>á un caballero natural de Burgos... persona mui práctica y ejer»citada en las cosas navales (1);» y sigue el autor diciendo que entonces se creó la dignidad de almirante de Castilla.

No dejaron los sucesores de S. Fernando de imitar el ejemplo de un príncipe tan hábil político y tan animoso guerrero. Alonso XI venció en una batalla naval á los moros y en otra á los portugueses. Su almirante Alonso Jufre Tenorio llegó á gobernar una flota de treinta y tres galeras, cual nunca habia tenido rey alguno de Castilla, y peleó contra doscientas setenta velas del rey de Marruecos con mas arrojo que prudencia, porque fué vencido y muerto, y fueron tomadas, destruidas ó anegadas todas las naves de los cristianos, excepto cinco que lograron ponerse en salvo (2).

(4) Salazar de Mendoza, Dignidades seglares de Castilla y Leon, lib. II, cap. XVI.

(2) Crón. de D. Alonso XI, caps. LXII, CLXXXIV y CCXII.

« AnteriorContinuar »