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panas, componer altares, y lo demas respectivo á este punto. Por eso decía Jesucristo por S. Mateo los sacerdotes sin delito alguno violan esto de trabajar el dia de fiesta en el santuario. Puede trabajarse para disponer lo necesario del alimento; no quiere la Iglesia madre, llena de piedad, se abstengan tanto del trabajo sus hijos, como Dios antiguamente mandó á los judios, quienes el Viernes recogian el maná para el Sádo, y en aquel disponian tambien para el dia festivo la comida. Asi que increpaban los Fariseos á los Apóstoles que cogieron unas espigas de trigo para comerlas en dia de fiesta, los escusó Jesucristo alegándoles el egemplo de David. Tambien se puede trabajar para disponer las medicinas á los pobrecitos enfermos. El mismo Salvador lo egecutó con el ciego, y con la muger encorbada. Igualmente se puede trabajar. si la necesidad del prógimo lo exige.

Jesucristo lo da á entender cuando dijo: ¿Quién de vosotros si ve que el asno de su prógimo cae en el lodazar no lo sacará en dia de fiesta? Se puede trabajar, si de otro modo el hombre no puede sustentarse. No se ha hecho el hombre, decía el Salvador, para el dia de fiesta, sino éste para provecho del hombre. Se puede trabajar, con la licencia debida, recoger los. frutos, ó hacer alguna otra hacienda, que de no egecutarlo en aquel dia se ha de originar algun perjuicio. Asi los Macabeos pelearon en dia de fiesta por no poder escusarlo. Es opi

nion de algunos autores que el pecar en dia de fiesta es obra servil; pues el que peca es siervo del pecado, y entre estos hay quien dice que es circunstancia que debe decirse en la confesion.

Desembarazados los fieles del trabajo de manos, y obras serviles que se prohiben en los Domingos y fiestas, queda su corazon expedito para dedicarlo á Dios todo entero, que es el fin de la santificacion de estos dias. En todo tiempo y lugar debemos adorar y bendecir á Dios, y tributarle las debidas gracias por los beneficios que nos dispensa. Todos los dias son dias del Señor, dice el profeta; con todo siempre se ha reservado el Señor un determinado tiempo para su culto. Ignoramos cual fuese el de los verdaderos fieles en la ley natural, en la escrita, como hemos dicho, fué el Sábado, á quien llama la Escritura santo y descanso del Señor, y en la ley de gracia es el Domingo, y los dias prescritos por nuestros prelados eclesiásticos. En estos dias, para que sean santificados de un modo capaz de cumplir este precepto, deben todos los fieles dedicarse solo á las virtudes. La Iglesia señala ya el oir en ellos Misa entera, y ademas de esto, segun la doctrina de muchos Padres, y Doctores recopilados todos en el catecismo romano, dehen emplearse en la asistencia á los divinos oficios, oir la divina palabra, en la explicacion del catecismo á su familia, y en otras obras de piedad de religion,

y de misericordia. Los primitivos cristianos se juntaban el Domingo en la Iglesia á la leccion, sermon, sacrificio, comunion, y demas oficios eclesiásticos. Afirma S. Justino, que hacían en aquel dia la recoleccion de las limosnas para subvenir á la pobreza de los indigentes hermanos. S. Pablo en su carta á Corinto dice: en aquel dia oraban con mas fervor. á Dios, y lo egecutaban, no arrodillados sino en pie, en memoria de la resurreccion de Jesucristo efectuada en este dia. Asi decía Tertuliano: esto debemos egecutar nosotros. No puedo menos de decir, que absteniéndose del trabajo corporal, y oyendo Misa con espíritu de devocion, contemplando en ella los sagrados misterios de la vida, pasion y muerte de nuestro adorable Redentor, que en este sacrificio se representa, si nada mas hace el cristiano, no me atreveré á decir que peca mortalmente. Pero ¡ah hermanos mios! que aunque sea esta mi opinion, no faltan gravísimos Doctores que juzgan por pecado mortal el no emplear los dias festivos en su mayor parte en obras de virtud y de piedad. Lo cierto es, que si Maria y José, perdido Jesus, aunque sin culpa de ellos, no lo encontraron en el bullicio de la gente, ni en las casas particulares, ni en plazas ni en calles, lo hallaron en el templo casa principal donde tiene la habitacion el mismo Dios, y en donde recibe el homenage y cultos que todos debemos tributarle, con especialidad el dia festivo. Yo di

TOM. I.

ré que fuera del templo y cuanto dice relacion al servicio del Señor es profanar las fiestas, es un crimen contrario á la santificacion que está mandada. Voy á hacerlo ver en la

SEGUNDA PARTE.

Todos los dias segun su naturaleza son iguales; pero no segun su condicion. Hay dias que se pueden llamar plebeyos, ordenados para servir, y ocuparlos en las labores de manos, y otros nobles y festivos, á los que toda obra servil debe rendirse, y emplearlos en acciones espirituales. El Eclesiástico hace esta distincion en el cap. 33. oid sus palabras: Hay dia, dice, que es superior á otro dia: la ciencia de Dios los separó, y de ellos á unos exâltó y llenó de bendiciones, y se aplicó á sí mismo, y á otros dejó en el número inferior de los demás dias. Esto quiso el Señor se observase asi en la antigua, como en la nueva ley. Los Hebreos celebraban estos dias exâltados por Dios santificándolos con un espíritu verdaderamente religioso. Lo mismo se hacía en los primeros siglos de la Iglesia, cuando los tiranos con las mas terribles persecuciones intentaron apartar á los fieles de las observancias cristianas; y sin embargo jamas pudieron extinguir la devocion que tienen los fieles á los dias festivos. Asi un historiador de la antiguedad (1) dice: que en tiempo del im(1) Nicef. lib. 7. cap. 6.

pío Diocleciano en sola la ciudad de Nicome dia se juntaron mas de veinte mil cristianos á celebrar debidamente el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué mucho! En aquellos tiempos el dia de fiesta era dia de Dios. Dios se buscaba y se hallaba donde debia buscarse; se hallaba en la Iglesia en la recepcion de los sacramentos, en la confesion de las culpas, en la predicacion de la divina palabra, y en el estudio de la doctrina cristiana. ¡ Ojala se imitáran estos egemplos! No hubiera llorado tanto S. Bernardo recordando aquel fervor á vista de la prófanacion con que se tratan las fiestas en estos tiempos miserables.

No se llaman santos estos dias por otra causa, que porque deben mirarse santamente, porque solo deben emplearse en santas obras, dejando todo cuanto puede en ellos impedir el culto de Dios y su servicio. ¿Pero qué sucede? Miremos con imparcialidad en estos dias festivos las casas, las plazas, los paseos, las oficinas, los talleres: ¿qué digo? el templo mismo de Dios, y apenas hallaremos al Señor en ellos; pues no puede hallarse donde se comete el crimen de violarse sus fiestas. No puede haber participacion entre la luz y las tinieblas, dice S. Pablo. Entremos los Domingos y dias festivos en las oficinas y talleres de los artesanos, ¡y qué vemos! el uno cose, el otro prepara el telar para el dia siguiente, el otro afila los instrumentos de su oficio, la otra remienda, y ca

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