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breza las mas heróicas virtudes; pero tambien sé que muchos han elegido el pordiosar por no trabajar, y comer á costa agena; que si se les niega una limosna se arrebatan en cólera, con blasfemias, juramentos, y maldiciones, contra quien no los ha socorrido; en fin, se ven muchos en quienes es mas la pobreza del alma que no la del cuerpo. Ved cuantos habrá escogidos para el cielo.

Asi pudiera ir relacionando por todas clases y estados. En todos vemos, que la mayor parte se compone de malos cristianos. Si miramos á los labradores, veremos los mas entregados á la embriaguez, y á las palabras obscenas; si á las artes, los vendedores perjudicando á los compradores con el despacho de sus manufacturas; si á los jóvenes de ambos sexos entregados á la ociosidad, á la desenvoltura, y á la impureza; si á los ancianos, los vemos que cuanto mas se acercan al sepulcro, mas apartados viven de Dios y su servicio. En fin, apenas hay quien ponga los medios necesarios para conseguir su dicha.

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Dios mio! Padre amabilísimo! con cuánta razon decís en vuestro Evangelio, que aunque son muchos los llamados son pocos los escogidos. A todos nos habeis llamado al tiempo de nuestra creacion, para que os gozásemos eternamente en las delicias de la gloria; pero no seremos escogidos para ella sin la condicion indispensable, de serviros, y amaros en la

vida. Llamados fuimos á la viña para conseguir el estipendio; pero no fuimos escogidos para recibirlo por no haber trabajado en ella en el destino que nos habeis dado. Con todo, oigo ahora una voz que me llama, y me dice: hasta ahora has estado ocioso la mayor parte de la vida, y la has pasado sin servir, ni amar á Dios; pero oigo esta voz, y aunque tarde, procuraré recompensar el tiempo perdido obrando con fervor la salud de mi alma, cierto, que me dareis, si lo hago, el jornal santo de la gloria. Amen.

PLATICA DECIMATERCIA.

DOMINGO DE SEXAGESIMA.

Sobre la palabra de Dios, y especialmente porque no fructifica en muchos.

Et 1 Evangelio de este dia es del cap. 8. de S. Lucas, que dice asi: Como hubiese concurrido un crecido número de pueblo, y viniese solícito de las ciudades á oir á Jesus, el Señor les dijo en parábola. Salió el sembrador á sembrar su grano, y cuando sembraba, una parte del grano cayó junto al camino, y fué hollado, y las aves del cielo lo comieron: otra parte cayó sobre piedras, y luego que nació se secó, porque. no tenia humedad: otra parte cayó entre espinas, y creciendo las espinas con el grano lo so

focaron y otra cayó en buena tierra, y habiendo nacido dió fruto, y rindió ciento por uno. Hace despues Jesucristo la explicacion de este simil diciendo: ved aqui lo que significa esta parábola. La simiente es la palabra de Dios: aquellos que son significados por el que cae cerca del camino son los que la oyen; pero viene despues el diablo, y arranca de su corazon la divina palabra para que no crean ni se salven. Aquellos que son figurados por el grano que cae sobre piedras son los que oyendo la divina palabra la reciben con gozo; mas como estos no tienen el corazon abrasado por la caridad, en que aquella pueda hechar profundas raices, creen hasta cierto tiempo, y viniendo la tentacion se apartaron luego. El grano que cae entre las espinas denota aquellos que oyeron la palabra de Dios; pero despues la dejan sofocar por los cuidados, riquezas, y placeres de la vida; y asi no dejan fruto, que llegue á perfecta madurez. En fin, el grano que cae en buena tierra significa los que oyendo la palabra divina con un corazon bueno, y sincero, la conservan con cuidado, y dan fruto por la paciencia. Este es el Evangelio.

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El Salvador del mundo, y Maestro de las gentes siempre usaba de parábolas en la predicacion de su Evangelio, y sin ellas no les hablaba, dice el mismo. Lo hacía asi para que por medio de unos similes, que estaban al alcance, aun de las gentes mas sencillas, pudieran comprender mejor las verdades eternas que

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les anunciaba. Tal fué la parábola del sembrador que hoy nos propone por S. Lucas. El mismo Señor la explica. La simiente, dice, es la palabra de Dios. Esta palabra son las pláticas, los sermones en que los párrocos y demas predicadores nos explican las palabras que Dios mismo nos ha dicho en su Escritura, en lo que los sacerdotes no son mas que unos conductos por donde el mismo Dios nos habla para nuestra salud espiritual. Estos sermones ó bien explican los dogmas que hemos de creer, oracio nes con que debemos orar, mandamientos que debemos obrar, y sacramentos que hemos de recibir, que es cuanto contienen las cuatro partes de la doctrina cristiana: ó bien nos enseñan la moral que debemos practicar en el egercicio de las virtudes, y detestacion de los vicios. Asi nos lo enseña la fé, nos lo dice la Escritura, y santos Padres, y lo confirma el egemplo de los santos. No hay bien que no consiga nuestra alma si se oye como debe esta divina palabra, y si se ve el mundo lleno de escándalos, y prevaricaciones es, ó porque no se oyen los sermones, ó no se oyen como se debe para que den fruto en nosotros. Jesucristo pone hoy varias causas de esto; pero la principal es, que el demonio, envidioso de nuestra dicha, no omite medio alguno, que pueda contribuir á quitar esta divina palabra de nuestros corazones, bien cerciorado de la utilidad que de ellos puede conseguir nuestra alma. Asi

lo dice el mismo Evangelio. Por tanto, y conociendo como un deber indispensable de todo cristiano el aprender á serlo, y saber cuanto debe practicar para ser discípulo de Jesucristo, que esto es ser cristiano, dice el catecismo: voy á manifestaros: la necesidad y utilidad de oir la divina palabra, primera parte: medios de que el demonio se sirve para que sea en nosotros infructuosa, segunda parte.

PRIMERA PARTE.

Necesidad y utilidad de la divina palabra: ved aqui donde se funda la estrechísima obligacion de oirla, entenderla y practicarla. La necesidad de oir los sermones y pláticas, que nos anuncian las palabras que antiguamente nos habló el Señor por medio de sus profetas, y que últimamente nos habló por medio de su unigénito Hijo, como dice S. Pablo, la inspira la naturaleza misma en cierto modo, porque si hemos sido criados para conocer á Dios, servirle y amarle en esta vida, á fin de merecer gozarle en la otra, esta obligacion naturalmente nos debe inclinar á saber cómo debemos conocer á Dios, con qué acciones debemos servirle, y en qué se funda el amor, que hemos de manifestarle practicando la virtud, y detestando el vicio. Si á Dios debe ordenarse todo el hombre, indispensablemente debe saber la ciencia que le enseñe como debe ordenar á

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