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recto fin porque se egecutan? Nadie pues esto hace el hombre que juzga desaciertos las obras de la Providencia de Dios porque le parecen inoportunas al bien del universo. No queramos pues nosotros juzgar antes de tiempo, dice el Apostol, hasta que venga el Señor; él aclarará nuestras tinieblas en que ahora se oculta. Pero sucede al contrario, y no se oyen mas que quejas contra la bondad.de Dios, porque nos parecen contrarias á nuestro bien. La misma triaca convertimos en veneno: forcejamos contra el aguijon que nos hiere; arrojamos saetas de impaciencia contra el cielo, sin atender á su Providencia; y aun decimos con aquellos impíos de la Escritura. Tenemos un Dios muerto, un Dios de palo, ó un Dios que elevado á las alturas del cielo las nubes le sirven de pantalla, y asi no puede ver nuestros trabajos para remediarlos. Especifiquemos esto un poco.

¿Por qué dicen unos, por qué? ¿qué causa ha tenido Dios, qué bienes se me pueden seguir de haberse muerto el hijo que mas queria? ¿Un niño inocente en quien la naturaleza reunió todos sus primores? ¿Un niño que era el consuelo de toda mi familia, y el objeto de las caricias Ꭹ de las esperanzas de todos? ¿Esto es justa Providencia de Dios dejar cubierta de luto, y dolor toda una casa? ¿Esta queja dan por boca de S. Basilio: Cur unus parbulus ante atatis perfectionem hinc aufertur? Efecto es este de la sabia Providencia del Señor, responde el mis

mo santo. Muère un niño ó por los pecados de sus mismos padres, como sucedió al hijo de David nacido de un adulterio. Muere en castigo de los mismos padres, porque por demasiado amor á él le roban á Dios el que le deben. Por eso dice S. Ambrosio (1) permitió el Señor se consumase el sacrificio de Jepte, porque su padre la amaba con exceso, y quiso que no muriese Isaac, porque Abraham amaba mas á Dios, que á su hijo. Muere un niño, porque quizá siendo grande sería el dogal para sus padres, dándoles mil disgustos por el desarreglo de su vida. A esto atribuye S. Juan Crisóstomo

la muerte de los niños inocentes de Belen, de los que muchos si hubieran vivido, hubieran contribuido á la crucifixîon, y muerte del Salvador de la vida. Estas obras pues que nos conturban, efectos son de la misericordia del Señor, aunque ocultos á nuestro conocimiento.

Otros, ó heridos de algun insecto venenoso, ó mordidos de una bestia fiera, ó dañados con algun alimento nocivo, llenos de furor esclaman: ¿para qué habrá criado Dios plantas, ó animales que son tan dañosos para los hombres? ¿ Nó puso todas las cosas á su disposicion para que á todas las señorease? ¿ Pues cómo hay cuadrúpedos que nos asesten, serpientes que nos hieran, yervas llenas de veneno? ¿Qué proૐ videncia es esta? ¿Hay Dios para eso? Seria interminable si hubiera de hacer patente las mur(1) Lib. 3. de virg. (2) Hom. 6. in suar. G

TOM. I.

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muraciones que se levantan contra la divina hondad, pronunciadas por unos hombres ignorantes de los designios benéficos del Señor. La multitud de plantas es prodigiosa, mas no todas fueron criadas para el uso del hombre. Unas se destinan para alimento de las bestias, de las que unas nos proporcionan vestidos, otras alimento, y muchas nos sirven de medicina en nuestros achaques, y aun de los mismos brutos que nos sirven. Lo mismo puede decirse de un gran número de criaturas animadas, que aunque peligrosas para nosotros, sino andamos con la debida precaucion, son útiles á otros animales, que contribuyen al orden del universo, y las necesitamos para nuestro uso. La mayor parte de las aves se sustentan de insectos que de ordinario se miran como nocivos. Las aves domésticas tragan con ansia las arañas que pudieran dañarnos: las cigüeñas hallan su sustento delicioso en cierta especie de serpientes. Si á esto añadimos la excelencia de los medicamentos compuestos de simples venenosos, y de los animales mas perjudiciales, la sabiduría, bondad, y providencia de Dios quedarán igualmente justificadas.

Otros no pueden mirar exâltado en un empleo, ó destino á su émulo á quien juzgan indigno de él, sin que abran sus bocas maldiciendo su suerte, y capitulando á Dios, que por acomodar á aquel nos quita á nosotros el ascenso que merecemos. Fuerte cosa es, se di

ee, que un perverso Aman haya de subir á la privanza del Monarca, y el justo Mardoqueo haya de vivir en la humillacion, y en la pobreza. No puede Dios ordenar este trastorno de cosas. ¡ Ha! como ignora el que asi habla, que en el mismo despojo de un destino suele estar cifrada la dicha, y salud de quien no lo ha conseguido. Mira, le dijo á S. Bernardo un discípulo suyo ya difunto: no me hicieron obis po, esta fué mi dicha, si hubiera sido del nú. mero de los obispos, hubiera sido del número de los condenados. Tambien eleva el Señor á un hombre indigno para castigarle sus culpas con una caida vergonzosa que le succede á su elevacion. Yo vi, decía David, un implo elevado sobre los cedros del Libano; volví á pa sar por aquel sitio, y ya ni le ví á él, ni el lugar donde estaba colocado.

Asi se forman las injustas quejas de la providencia de Dios en todos los acontecimientos que tienen un exterior aspecto de funestos, y desabridos. Y á vista de esto, que debo yo hacer en este dia, sino exhortaros con las veras de mi corazon con aquellas palabras del Sabio: Sentid de Dios en bondad. No capituleis de cruel al que es la misma verdad, bondad, dulzura, y misericordia. Si se acaban nuestras casas, si enferman nuestros cuerpos, si nos persiguen nuestros adversarios, si la muerte arrebata á nuestros deudos, si se vé prosperado el malo, si los elementos destruyen nuestros cam

pos, en fin, si vemos males en el mundo discurrid cristianamente sobre la conducta del Señor que en los mismos sucesos que nos mortifican, saca inumerables bienes para nuestro provecho, si nosotros nos sometemos con gusto á sus decretos. No porque nos juzguemos justos, y poco acreedores de castigo, pensemos que Dios no nos ha de afligir con tribulaciones, pues estas las dirige á veces, no por nuestros pecados, sino para nuestra utilidad, como diré otro dia, y para conservar el orden dispuesto por su providencia siempre amabilísima, y benéfica. Y sino decidme: Job, este hombre del que el mismo Dios habia dicho que no tenia igual en la virtud, ¿ merecia que le castigase? No por cierૐ to; con todo en un mismo dia experimenta la pérdida de su hacienda, de su ganado, de todos sus hijos, de su salud, y se vé mofado de su esposa y atormentado por sus amigos. Y por qué? La providencia de Dios lo dispuso para que con su resignacion volviera á ser el hombre mas feliz del Oriente, y el egemplar de paciencia en todo el mundo. ¿ Maria santísima, que ni aun contrajo la mácula del pecado original, cuanto menos de las culpas personales, merecia castigo ni abandono del Señor? De ningun modo; con todo vedla en el calvario hecha un mar de dolores y de angustias, segun pronosticó Jeremías; pero lo ordenaba asi la divina Providencia para hacerla Coo-Redentora nuestra, y Reyna soberana de los márti

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