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ADMINISTRACION.

DE LA BENEFICENCIA EN GENERAL Y DE LOS MEDIOS DE ASISTIR Y SOCORRER A LAS CLASES

MENESTEROSAS.

OTRAS

TRAS veces eran las cuestiones políticas las que identificándose con los intereses de las varias clases que componen la sociedad, mantenian y animaban la lucha de los partidos: hoy, allí donde la civilizacion moderna está mas adelantada, allí donde primero se inician las reformas propias de su índole y espíritu, cuestiones que nosotros llamaríamos de beneficencia pública, son las que ocupan principalmente la atencion de todos, las que se discuten con mas calor é intereses, y las que encierran quizá el secreto del porvenir. Verdad es que estas cuestiones han adquirido proporciones inmensas desde el momento en que abandonando su antiguo carácter puramente administrativo, se han convertido en cuestiones de organizacion social, y tal vez de vida ó muerte para la actual civilizacion. Otras veces sc hacian revoluciones para conquistar derechos políticos, ahora se hacen ó se preparan á fin de establecer ciertas instituciones de beneficencia y socorro.

Pero si bien se considera, no es de extrañar que estas cuestiones hayan adquirido tan alta importancia desde el momento en que han variado de naturaleza. La caridad y la beneficencia era antes á los ojos del mundo un deber de aquellos que los moralistas llaman imperfectos, porque si bien obligan moralmente á la persona ó corporacion que los tiene, no dan derecho para exigir su cumplimiento á las personas á cuyo favor estan establecidos. Hoy se quiere convertir en deber perfecto la beneficencia y aun la caridad, de modo que produzcan derechos activos á favor de aquellos que las imploren; y así las que antes eran controversias sobre objetos de utilidad pública, sobre lo bueno y lo mejor, hoy son cuestiones de derecho estricto, sobre lo justo y lo injusto.

Las constituciones hechas últimamente consignan el principio que hace obligatoria la beneficencia y hasta le mudan el nombre para

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significar su cambio de naturaleza. Llámase asistencia esta nueva caridad forzosa, así como antes se llamaba beneficencia la caridad ejercida libremente por el Estado ó las corporaciones. La nueva constitucion de Francia ha impuesto al gobierno el deber de socorrer y asistir á las clases menesterosas: era necesario establecer los medios de verificarlo: entre estos medios podian figurar así los mas sociales y cristianos, como los que una vez puestos en práctica, destruirían por su base el edificio social. Nombrose una comision de la cámara que diese su dictámen sobre todas las cuestiones gravísimas que encierra tan delicado asunto, y M. Thiers, presidente y relator de ella, escribió y publicó un informe en que ha expuesto y juzgado con singular claridad y concision todos los sistemas modernos. inventados para aliviar la suerte de las clases necesitadas. Como este documento debe considerarse europeo, así por la generalidad de sus doctrinas, como por la provechosa enseñanza que encierra para todos los pueblos, nos proponemos darlo á conocer á nuestros lectores, seguros de que con él podran formarse idea de las principales cuestiones sociales que se agitan en la actualidad.

M. Thiers empieza estableciendo los principios generales que deben regir en la materia, y la primera cuestion que dilucida es la de determinar la naturaleza y fijar el límite de la beneficencia por el Estado. El principio fundamental de toda sociedad es que cada hombre provea á sus necesidades y á las de su familia con sus propios recursos. Si el hombre pudiese contar para subsistir con otro trabajo que el suyo, todos á su vez confiarían en los demás, ninguno trabajaría y cesaría la actividad humana. Por eso cuando la caridad se ejercita sin prudencia engendra la mendicidad. Pero Dios que ha creado el bien permitiendo sin embargo el mal y mezclando el uno con el otro; Dios que ha dado al hombre facultades físicas y morales propias para dominar la naturaleza, ha colocado los seres débiles al lado de los fuertes, las enfermedades junto á la salud, la infancia antes de la edad viril, la senectud despues; de modo que el hombre tan poderoso por su naturaleza, es á veces el mas flaco de los animales, el mas incapaz de alimentarse, de defenderse y de existir con sus propios recursos. El hombre, sin embargo, no queda desamparado á pesar de tantos males, pues al mismo tiempo ha colocado Dios en su alma para remediarlos la bondad, la caridad, la simpatía, virtudes sublimes que le ponen en accion y le obligan á socorrer á su semejante amenazado de algun mal ó victima de alguna desgracia. Así es que el hombre, desprovisto de fuerzas propias, tiene á su servicio las de los demas, merced á un sentimiento delicado y exquisito que no les permite ser indiferentes al dolor y á los padecimientos agenos, y que les impulsa irresistiblemente á aliviarlos, á menos que la depravacion individual no lo impida. Por eso vemos que al lado de la miseria, condicion inevitable del hombre en el plan general del mundo, se halla la caridad, una de las virtudes mas nobles y meritorias que ha puesto Dios en el corazon humano, virtud con la cual se rescatan las mayores culpas y que ha desarmado muchas veces la cólera divina.

Mas para que la caridad sea una virtud, es menester que sea voluntaria y espontánea, y que el principio de su accion esté en ella misma, esto es, en la satisfaccion que experimentamos cuando socorremos al menesteroso. Para que el ejercicio de la caridad sea meritorio, es indispensable que el desgraciado que la excita y excitándola nos conmueve, no tenga derecho para obligarnos á socorrerle. El pobre es un objeto sagrado, y segun las parábolas ingeniosas del cristianismo, es á veces un angel, se disfraza de mendigo para poner á prueba nuestras virtudes; pero si el mendigo pudiese obligarnos á darle limosna y quisiese sacárnosla forzada, no sería ya un objeto sagrado sino un bandido.

Del carácter propio de la caridad privada deduce Thiers el que corresponde á la beneficencia pública. Si el individuo tiene virtudes, la sociedad debe tambien tenerlas: lo que es propio de cada hombre es comun á toda la sociedad. Las naciones se diferencian entre sí como los individuos, así por sus buenas como por sus malas prendas: la historia dice de unas que fueron ingeniosas é inteligentes, de otras que fueron valientes, crueles y antipáticas, de aquellas en fin que fueron débiles, cobardes y degradadas. Un pueblo puede ejercer mas o menos la virtud de que tratamos, correspondiendo así al carácter mas o menos benéfico y sensible de sus individuos. Y no solamente las naciones poseen esta virtud colectiva, sino que es de gran provecho que la tengan; porque así como para socorrer á los necesitados es precisa la caridad privada, así tambien hace falta la beneficencia pública, y una y otra ejercitadas en alto grado, apenas bastan, no ya para extinguir la miseria, sino para disminuirla. La caridad privada puede aliviar con su accion delicada y espontánea los males privados y accidentales: pero las desgracias públicas que afectan a clases numerosas, requieren la beneficencia colectiva de todos.

De que esta virtud exista y sea necesaria en las naciones, se sigue que ha de existir como tal virtud; esto es, espontánea, voluntaria y libre, porque de otro modo se convertiría en coaccion desastrosa. Si una clase entera de la sociedad pudiese exigir lo que á título de don de caridad puede tomar, pediría como el mendigo que sale á buscar con una escopeta la bolsa del caminante, y se daría lugar á las violencias mas peligrosas. El individuo que da limosna hace bien si da todo lo que puede, y si da mas es un imprudente digno de aprecio. El Estado debe dar tambien todo lo que pueda, pero si diera mas, no sería solo imprudente, como el individuo que hiciera lo mismo, sino culpable, porque el Estado no puede ser imprudente; sería ademas despojador porque no daría como el individuo sus propios bienes, sino los de todos, y como el impuesto lo pagan en su mayor parte los pobres, que son la mayoría de los contribuyentes, el Estado tomaria lo que es de unos pobres para darlo á otros, lo cual sería injusto y absurdo. Por consiguiente, la beneficencia del Estado debe estar templada por la justicia, ó de lo contrario, en lugar de virtud se convierte en vicio é iniquidad. Tales son los limites que señala á la beneficencia pública su propia naturaleza, la

necesidad de conservar la fortuna pública, y la de mantener la obligacion del trabajo precaviendo los vicios de la ociosidad.

En seguida expone y examina el autor los méritos y circunstancias propios de la caridad privada y de la beneficencia pública, para venir á demostrar que ambas son necesarias y se sirven mútuamente de complemento. Pero cada una tiene sus partidarios especiales y sus enemigos que la ensalzan y vituperan á su vez. «El Estado, dicen unos, no debe mezclarse en las obras de caridad, que son los placeres mas puros y delicados del corazon, y si lo hace, si no deja que cada individuo se proporcione esta satisfaccion intima como mejor le parezca, impide y dificulta el ejercicio de la beneficencia, que es una de las cosas que mas requieren la libertad humana. Déjese á la religion mover libremente al corazon humano, y se verá como el fervor de su celo produce mas obras de abnegacion y caridad que las leyes mas sábias y previsoras. La caridad es como aquellas flores y frutos que no llegan á abrir ó madurar cuando se les toca, ó como una fuente cuyo manantial se seca cuando se quiere dirigir el curso de sus aguas. Por el contrario, dicen los defensores de la beneficencia del Estado: el individuo aislado en materia de beneficencia no puede nada ó casi nada, y lo que puede lo hace mal y caprichosamente: hace obras de caridad inoportunas, no las hace cuando son necesarias y en ningun caso hace todo lo que es menester. La religion puede mucho, pero tiene sus exigencias y su fin propios que á vcces difieren de los del Estado, y aun queriendo hacer todo el bien necesario, no tiene medios de realizar su propósito. Solo el Estado puede dispensar á los menesterosos una proteccion eficaz y oportuna."

Entre estas dos doctrinas extremas y exageradas considera Thiers como mas peligrosa la que tiende á la supresion de la caridad privada. El socorro mejor y mas oportuno, dice, es el que hace el individuo inspirado por la religion y por el corazon. Déjese á la miseria interesar por sí misma á aquellos que la contemplan, y atraerse por su propia virtud el alivio que ha menester, procurando á quien se lo da la mas dulce y pura de las satisfacciones. La accion previsora del Estado que lo abraza todo y á veces hace bien en general, dejaría perecer de hambre, de frio ó de enfermedad á muchos individuos á quienes otros socorren al paso, cediendo á un noble instinto de su corazon. Que el cristianismo saque con sus consejos y su enseñanza de la bondad, del amor de Dios y del arrepentimiento de los pecadores, limosnas abundantes con que socorrer la miseria del pobre. El Estado no debe impedir ni dificultar ningun bien que se trate de hacer al menesteroso. Déjese al rico ocioso que busca una noble ocupacion, al cristiano devoto que desea servir á Dios, y al hombre arrepentido que ofrece secretamente á la justicia divina un medio de redimir sus culpas, déjeseles, decimos, abierto el camino de la caridad privada, para que cada uno lo siga á su manera como placer, como consuelo, como redencion, como deber ó como mérito para conseguir la bienaventuranza. El Estado debe dejar obrar los sentimientos de caridad privada, y cuando esta no alcance y

sea insuficiente, es llegado el momento de ofrecer su intervencion y su auxilio. Desgraciadamente, aunque se reunan todos estos elementos, los individuos, la religion y el Estado, no podrá extinguirse la miseria y no se hará poco si se consigue disminuirla. En vano es disputar sobre el mérito de cada beneficencia: la que nace del corazon del hombre es consoladora: la que inspira la religion es eficaz y venerable: la del Estado será inteligente y poderosa: ninguna está demas: todas tienen su objeto y su razon de ser, se ayudan mútuamente, se sirven y se completan.

Opina Thiers que bien examinadas las instituciones de beneficencia que han legado las edades pasadas á la sociedad actual, se conoce que hay muy poco nuevo que hacer aunque sí mucho que perfeccionar. Es posible, dice, organizar mejor y extender mas los medios de beneficencia practicados antiguamente; pero hay muy pocos nuevos que poner por obra porque la mayor parte de los que últimamente se han inventado ó son incompatibles con la propiedad, con la libertad individual ó con la conservacion de la fortuna pública, ó son completamente impracticables.

Esta opinion nos parece engendrada menos por la razon y el buen sentido que por un espíritu de reaccion, muy natural por cierto, contra las utopias modernas. Cierto es que la sociedad antigua inspirada por los sentimientos ardientes de caridad que enseña el cristianismo, proveyó á las necesidades mas urgentes de la humanidad en aquella organizacion social; pero como esta se ha modificado, las necesidades han variado forzosamente tambien, de lo cual se sigue que los medios de satisfacerlas tienen asimismo que modificarse y que hay algo nuevo que hacer aunque no sea ninguno de los remedios empíricos que proponen los reformadores utopistas. Ahora como siempre hay en la sociedad clases é individuos menesterosos, pero como hay causas nuevas que engendran males que antes no se conocian, es preciso acudir para curarlos á remedios no practicados hasta ahora.

Y como para escojer aquellos que pueden curar el mal debe empezarse por desechar los falsos remedios que solo contribuirían á agravarlo, hace bien el autor en proceder al exámen de los que se proponen. Para ello sigue el órden de las edades de la vida, y pues que en todas hay miserias que cambian con ellas, tambien deben variar los medios de aliviarlas. La infancia y la adolescencia tienen las suyas, así como la edad madura y la vejez. Por eso el autor examina las necesidades y dolencias propias de cada una de estas edades, los medios establecidos para remediarlas y las mejoras de que estos son susceptibles. Su trabajo pues, está dividido en tres partes: 1. Instituciones relativas á la infancia y la adolescencia: 2. Las relativas á la edad provecta: Y 3.a las correspondientes á la vejez. Procederemos en este análisis con el mismo órden.

INSTITUCIONES Á FAVOR DE LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA.

¿Cuáles son las necesidades que en esta edad exigen la ayuda de la beneficencia pública ó de la caridad privada? Cuando la

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