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del embravecido oleaje que continuamente agita la vida. Fernando VI fué de estos hombres, pero la narración histórica dejaría de ser totalmente verídica si no consignara que la política de neutralidad adoptada en España durante su reinado no fué solamente debida á él, sino que parte muy grande y principalísima cupo á sus Ministros Carvajal y Wall, quedando aún á Fernando el mérito de haberlos elegido. Minado el Rey por enfermedad que al carácter imprime tantas desigualdades, como es la hipocondria, nada de particular hubiese tenido que, aprovechando momentos propicios por exacerbaciones patológicas, sus consejeros hubieran logrado arrastrarle á algunas aventuras bélicas. Tales consejeros supieron, por el contrario, inmolar particulares afectos en aras del interés nacional, y prueba bien clara es que la misma política de neutralidad fué seguida en el año de supervivencia de Fernando VI á su esposa, á pesar de que durante él no intervino el Rey para nada en la dirección de los negocios. He ahí el porqué hemos intitulado los dos capítulos del presente libro política de Carvajal y política de Wall.

Dejando aparte esas consideraciones tócanos hacer resaltar la constante inteligencia, la franca cordialidad y la buena armonía que entre Inglaterra y España existió durante este reinado. Parece mentira que las naciones que habían sostenido pocos años antes la guerra marítima, ya reseñada, fueran amigas tan afectuosas, y al presenciar tal espectáculo, al observar esas corrientes, dejando aparte el amor á sí mismo que siempre manifiéstase, lo mismo en la colectividad que en el individuo, no hay más remedio que confesar que en los corazones de anglos y de hispanos el sentimiento del odio no prendió con intensidad vigorosa, sino, antes al contrario, el afecto fué el existente en ellos, y sólo cuando intereses mezquinos, egoísmos groseros, pasiones de mercantilismo escarbaron fuertemente, aparece en la superficie la levadura que hizo fermentar el odio.

No en balde es Inglaterra la patria de la libertad y no en balde existe en España el pedazo de tierra aragonesa, en que tal libertad fructificó potente. Si la libertad, primordial sentimiento y aspiración unánime de individuos y naciones,

arraigó en ellas con vigor inmenso, justo es que se dé frecuentemente en la Historia el espectáculo de un abrazo de paz y concordia en que una y otra nación se fusionen. Ahora hemos visto uno de ellos; pasadas las aventuras á que nos llevan Carlos III y Carlos IV, veremos repetirse el hecho con el auxilio que nos fué prestado en la guerra de la Independencia.

LIBRO TERCERO

CARLOS III.—JORGE III (1759-1788)

CAPITULO PRIMERO

EL PACTO DE FAMILIA

I. Preliminares.-1. Carácter de Carlos III. - 2. Carácter de Jorge III. II. El Pacto de familia. 1. Política de Carlos III. 2. Origen de El

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Pacto de familia. — 3. Su firma. - 4. Sus cláusulas.

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sostenida como consecuencia del mismo. - 6. Paz de París. III. La cuestión de las islas Falkland. - 1. Su origen. 2. Actitudes bélicas de España é Inglaterra.-3. Negociaciones seguidas.-4. Ruptura de ellas.-5. Defección de Francia.-6. Arreglo de la cues. tión.

IV. Juicio crítico.

I

1. A la muerte de Fernando VI ocupó el trono español su hermano Carlos III, habido por Felipe V con su segunda mujer Isabel de Farnesio. Rey de Parma en 1731 y de Nápoles en 1735 trajo á España la experiencia de veintiocho años de reinado, garantía suficiente de acierto, que aun fué realzado más por la despedida que el pueblo de Nápoles le tributó, en que no se sabe qué predominó más, si la alegría de ver å su Rey encumbrado á un trono más importante ó el sentimiento de que abandonara el suyo.

Era Carlos III de intachable conducta privada, firme en sus decisiones, razonador frío, justo en sus mandatos, afable y cariñoso á la par que enérgico, muy esclavo del cumplimiento de su deber y aun más del de su palabra, abierto á todas las orientaciones progresivas, enemigo de ficciones y gazmoñerías, devoto sin hipocresía, con un talento claro aunque sin solidez y gran amante de la familia.

Tal era el Monarca que durante veintinueve años había de regir á España.

2. Poco después del advenimiento de Carlos III al solio hispano, tenia lugar en Inglaterra la muerte de Jorge II, siendo ocupado el trono por su nieto Jorge III, hijo mayor del Principe de Gales Federico Luis y de la Princesa de Sajonia, que fué recibido con aclamaciones por sus súbditos, desvaneciéndose pronto en medio de los transportes de la alegría universal el pesar producido por la pérdida de Jorge II (1).

Otto von Leixner describe del siguiente modo á Jorge III: «Carácter absolutista en religión y en política y decidido enemigo de las libertades constitucionales del pueblo inglés. Estas circunstancias no se armonizaban en nada con el espiritu de la época en que tan gran desarrollo habían adquirido las ideas democráticas, y mucho menos con la indole y tradiciones del pueblo inglés, tanto de Europa como de las colonias (2). »

Tales eran los Monarcas que habían de regir los tronos de las dos naciones cuyas relaciones estudiamos. Veamos ahora las desarrolladas durante su reinado.

II

1. La política de absoluta neutralidad seguida con tanto rigor por Fernando VI se interrumpió en el reinado de Car

(1) Goldsmith.-Ob. cit., tomo II, páginas 5 y 6.

(2) Nuestro siglo. (Reseña histórica de los más importantes acontecimientos sociales, artísticos, científicos é industriales de nuestra época.) Trad. del alemán revisada y anotada por D. Marcelino Menéndez y Pelayo.

los III por una de franco afecto hacia su familia de Francia. Antiguos resentimientos personales y la influencia del parentesco fueron determinantes de tal cambio. ¡ Lástima inmensa que motivos puramente privados arrastren à un pueblo á aventuras guerreras!

Siendo Rey de Nápoles queria tomar parte en la guerra de sucesión, que era como una lucha de los Borbones contra los Austrias, pero una escuadra inglesa presentóse á notificarle que si en el término de veinticuatro horas no declaraba oficialmente su neutralidad seria bombardeada su capital. Este acto de violencia lo recordó siempre Carlos III, y unido al poderío mercantil de los ingleses, el apoderamiento de terrenos españoles en Honduras y otra infinidad de datos acusadores de la primacía de Inglaterra sobre Francia, Meca de los Borbones, todo ello eran causas que determinaron en Carlos III una animadversión hacia la Gran Bretaña, tan grande como lo era su afecto á Francia (1). Si hubiera sabido desprenderse de sus afecciones de hombre para acordarse de que era Rey, otra hubiese sido la suerte de nuestro país y quizás muy otros los rumbos seguidos por la política internacional de España durante siglo y medio. No lo supo y bien caro nos han costado sus equivocaciones.

2. Francia é Inglaterra sostenían una ardiente campaña en la que la última llevaba la mejor parte consiguiendo victorias en la India y Canadá de las que no era fácil se desquitase Francia dado su triste y apurada situación. Tal ocasión brindóle motivo al Rey español para aproximarse á Francia, y muy grande debió ser su decisión cuando desoyó los consejos de Tannuci, Regente de Nápoles, antiguo amigo suyo y siempre confidente intimo, cuando hizo que Wall, tan pacífico y mesurado, adoptara una actitud de franca agresividad hacia la corte británica y cuando relevó á su Embajador en París, Masones de Lima, sustituyéndole con Grimaldi, sin otro objeto que el de tener en la capital francesa un fiel intérprete de su política.

(1) Laurent. Ob. cit., påg. 300 del tomo XI, y César Cantú, Historia Universal, pág. 128, tomo VI.

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