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España, que había sufrido una calamitosa guerra haciendo honor á su firma estampada en el Pacto de familia, tuvo el gran sentimiento de ver cómo Francia hacía traición á la suya. ¡En un régimen personal es difícil que puedan seguirse los dictados del honor si quien gobierna es una descocada cortesana que á cambio de su influencia ha enajenado el pudor y la dignidad!

6. Vista la defección de Francia, el Gobierno español hizo la declaración solemne ante el de Londres de que desaprobaba la conducta de Buccarelli, y Puerto Egmont fué restituído á la Gran Bretaña. Tal fué el término de la célebre cuestión de las islas Falkland.

IV

El reinado de Carlos III, de bienhechoras diafanidades en la politica interior, ofreció sombras tristes en la exterior. En cambio Jorge III continuó felizmente la política de engrandecimiento comercial y poderío maritimo iniciada por Isabel I y proseguida con infatigable actividad y gran acierto por los sucesores de dicha Reina. En tanto que España derrochó energias innúmeras en empresas que ningún bien la reputaron más que el de complacer á los Monarcas y Ministros franceses, Inglaterra persiguió continuamente su objeto y á él tendió sus miras.

El Pacto de familia ha sido uno de los más fatales engendros de la politica internacional española; no es suficiente el amor de familia, no bastan los lazos de la sangre para comprometer en aventuras guerreras á un pueblo. El Conde de Aranda, que tan principal papel jugó en este reinado, tenia demasiada fogosidad para dirigir los negocios internacionales; sus aficiones eran esencialmente francófilas y no perdonaba ocasión de manifestarlas clara y terminantemente. Así como la prudencia de Fernando VI habia desaparecido del trono español, así también en los Consejos se notaba la ausencia de aquel dominio que sobre sí mismo y sobre sus propias tendencias y convicciones había ejercido el gran Carvajal.

La conducta de Choiseul haciendo proposiciones de paz en las cuales se incluían bases que beneficiaban exclusivamente á España, con intento de dar viabilidad al Pacto de familia antes de lo que deseara Carlos III, merece reproches y censuras. La guerra es la última ratio que encomienda á la fuerza la realización de un derecho hollado ó desconocido, y siendo esto, claro es que las cláusulas para acabarla sólo pueden referirse á las naciones beligerantes, que son las que tienen desavenencias entre sí; pero á una nación que no ha mostrado discrepancia alguna no se la puede envolver en las negociaciones, aparte de que no existe mandatario sin previos poderes que confieran el mandato.

El tratado de París, que terminó la primera guerra suscitada como consecuencia del Pacto de familia, no satisfizo á los ingleses. Goldsmith concreta de este modo la opinión merecida por él á la Gran Bretaña: «Una prematura aquiescencia puede ser perjudicial á la causa de la humanidad, porque se expone á que la paz sea menos duradera, dando al enemigo más medios de violar las convenciones ajustadas. En el caso actual no había motivo para creer que los españoles y franceses prolongarían la guerra, aun cuando la corte británica hubiera sido menos liberal en sus restituciones y se hallara menos dispuesta á abandonar los frutos de la actividad permanente y del valor patriótico (1).»

Nosotros, lejos de participar de dicha opinión, creemos que Inglaterra no hizo sino seguir, una vez más, fiel á los preceptos de su política; la obtención que tuvo de la corta de palo de campeche en Honduras y el abandono por parte de España del derecho de pesca en Terranova fueron importantísimas concesiones comerciales que la nación inglesa, aspirante entonces á la hegemonía mercantil, apreció en todo su inmenso valor.

Se ha censurado mucho el principio y término de la cuestión de las islas Falkland; ei principio, por haber ejercitado España la fuerza, y el final, por lo incoloro del tratado. No participamos de este severo juicio. Respecto á la iniciación

(1) Ob. y edic. cit., tomo III, pág. 15.

de la cuestión, creemos, con un tratadista contemporáneo, que <las discordias entre los Estados nacen de igual modo que entre los individuos, pero con la notable diferencia de que mientras éstos están sometidos à una autoridad que imponiendo sus fallos protege al débil y enfrena las demasías del fuerte, aquéllos no reconocen superior, y cuando no están animados de un mismo espíritu de concordia tienen que acudir á las armas para resolver en campos de batalla, merced al triunfo de la fuerza bruta, lo que debiera decidirse en virtud de una sentencia imparcial inspirada en principios de justicia» (1). Y en cuanto al final, creemos con Goldsmith que «el emprender una guerra por tales motivos hubiera sido contrario á las leyes de la prudencia y humanidad» (2).

(1) Joaquín Fernández Prida en su Historia de los conflictos internacionales del siglo XIX.-Barcelona, 1901.

(2) Ob. y edic. cit., tomo III, pág. 45.

CAPITULO II

LA GUERRA DE SECESIÓN DE NORTEAMÉRICA
Y LA NEUTRALIDAD ARMADA

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I. Independencia de los Estados Unidos. 1. Causas de la rebelión. 2. Opinión inglesa. 3. Actitud de Francia. - 4. Conducta de España. 5. Declaración de la guerra anglo-hispana. 6. Operaciones militares. 7. Negociaciones para la paz.

II. Neutralidad armada. - 1. Sus causas.

- 2. Iniciativas de Rusia y

adhesiones á ella. 3. Situación de Inglaterra.

III. Continuación de la guerra anglo-hispana. - 1. Conquista de Menorca. 2. Sitio de Gibraltar. maica.

- 3. Proyecto de expedición á la Ja

IV. La paz. —1. Preliminares: su frustración.-2. Firma del tratado. V. Juicio crítico de los anteriores hechos.

I

1. Las persecuciones religiosas habían llevado & Norte América á una gran población inglesa, ávida de un ambiente de tolerancia, lo cual era causa de que dicho país estuviera habitado por un pueblo de espíritu libre é independiente, con fuertes convicciones democráticas y republicanas, y claro es que pueblo de tal índole no podía permanecer sometido á otro, pues las válvulas de la independencia resultan necesarias para toda colonia culta y expansiva. La imposición de tributos para subvenir á las necesidades de la guerra fué la chispa que prendió la rebelión.

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