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gurar la tranquilidad de los neutrales, á generalizar la práctica del arbitraje que ha evitado ya algunos conflictos..... Pero nótese bien, porque en esto no suelen pararse los espíritus ligeros y superficiales, en cuanto á la unificación, perfección y codificación del Derecho internacional privado, es decir, de las reglas destinadas á poner término á los conflictos de los ciudadanos, lejos de haber pugna de intereses entre las diversas nacionalidades que pueblan el mundo, hay un sólo interés, una unánime aspiración: evitar al regnicola que emigra y al extranjero que acude á suelo extraño cuantos obstáculos puedan embarazar su acción y paralizar el desenvolvimiento de las fuerzas productoras.»

EPÍLOGO

La Historia es una resurrección.
MICHELET.

Hemos llegado al término del trabajo procurando ser fieles al plan que para su desenvolvimiento nos habíamos trazado.

Para nosotros resulta como consecuencia clara, compulsando datos, examinando épocas, registrando hechos y apuntando sus causas, que no hay gérmenes de odio entre los dos países cuyas relaciones hemos historiado. Era lógico y natural, por tanto, que al visitar nuestro Monarca la capital inglesa y al unirse con una Princesa británica en indisoluble lazo, España y la Gran Bretaña unificaran sus entusiasmos en un apretado abrazo de alianza y amistad.

Las ventajas logradas son claras. Antes de que tales sucesos ocurrieran, un hombre de buena voluntad, un entusiasta patriota, el Sr. Isern, decía en su libro La defensa nacional: «Despiertas están á la vista de todos las codicias de los colosos de la fuerza, y en poder de España islas preciadas y no menos apetecidas, cuya posesión sería convenientísimo para aquéllos. A los ingleses convendría acrecentar á placer el campo de Gibraltar, anexionar Galicia á Portugal, para así ensanchar las fronteras de aquel feudo, quedándose de paso con algo entre las uñas, posesionarse de las islas Canarias y quizás de Mahón y ocupar á Melilla ó á Ceuta mientras llega el momento de poner el pie en Tánger.»

Hoy, existente entre ambos países una cordialísima y sin

cera inteligencia, no hay que pensar en tan negros fantasmas. Canarias, Baleares, Melilla y Ceuta seguirán ondeando la enseña española, no por la propia fortaleza hispana, no por el venerado recuerdo que de la humanidad merece la nación que al progreso legara un nuevo mundo, sino por el respeto que inspira su amiga y aliada.

La seguridad que se tiene en la posesión del propio territorio y el campo libre para en unión de Francia realizar una penetración pacifica y civilizadora en el Imperio jeriffiano, he ahí las dos grandes ventajas logradas.

¿Cómo aprovecharlas? Reconstituyéndonos de los desastres pasados, engrandeciéndonos y elevándonos á la altura que por posición geográfica, energías latentes y destino histórico nos corresponde, y no dejando que ya que hemos logrado un alto puesto en la política marroquí se malogren por desidia las ventajas conseguidas por los señores Duque de Almodóvar y Pérez Caballero, nuestros dignos y hábiles representantes en la Conferencia de Algeciras.

Es preciso para ello procurar el progreso de nuestra riqueza agrícola con hábiles métodos de cultivo, selección de especies, obras de saneamientos de terrenos, plantación de árboles, canalización de ríos, construcción de pantanos, etc.; el de nuestra industria con primas justamente otorgadas y envios de obreros al extranjero, y el de nuestro comercio con una confección hábil de aranceles. Pero no sólo basta con estimular la riqueza interna, sino que hay que atender muy principal y especialmente á dotar á España de los dos elementos que exteriorizando el poder son los que sirven para determinar la posición exterior de las naciones, es decir, el ejército y la marina.

Es una vergüenza que en un país bañado por el mar en una inmensa parte de sus limites, con dos provincias insulares y grandes intereses ultramarinos, carezca de buques de guerra, y que al cabo de los ocho años de la liquidación del desastre sigamos sin un plan naval adoptado con fijeza, independientemente de cuestiones sectarias, de banderias politicas. Para España la posesión de marina de guerra es cuestión primaria, esencialisima, de vida ó muerte, pues sólo dedicándonos con

constancia á su formación lograremos aprovechar el puesto que tenemos en estos momentos entre las naciones de primer orden.

¿Lo aprovecharemos?..... Preferimos dejar así la interrogación para que una nube de pesimismo no empañe la última página de nuestro trabajo.

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