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contar con él es un acto de piratería» (1). España, por medio de su Embajador, protestó ante la Corte de Londres diciendo: «Es una codicia detestable proyectar la división de la Monarquía española viviendo su Rey» (2).

Fué la otra miopía el creer que los lazos familiares de los Monarcas francés y español eran suficientes para que el pueblo hispano, con voluntad anulada, sirviera de comparsa á Francia en todas sus ambiciones; pensar tal cosa era ignorar el carácter español, altivo é independiente, de individualismo quizás exagerado, y era no conocer lo poco que influyen los parentescos de los Reyes cuando la voluntad de los pueblos á quienes rigen no se identifica en sentimientos y aspiraciones.

En cuanto á las consecuencias de la paz de Utrecht, puede decirse que estableció el equilibrio europeo y organizó la Europa para todo el siglo XVIII. A partir de ella no hubo una sola potencia preponderante de la que hubiese que temer continuamente funestos sueños de dominación universal, sino que son tres las naciones que se contrapesan en poderio: Francia, Inglaterra y Austria. España hizo el gasto de la guerra, que· dando relegada á potencia de segundo orden y sufriendo amputaciones dolorosísimas en sus expansiones territoriales. Inglaterra, en cambio, fué quien obtuvo mayores ventajas, sobre todo mercantiles; su pujanza, grande con Isabel, consolidase con Guillermo III, y á partir de entonces aumenta hasta hacerla ocupar el preponderante lugar que entre las actuales naciones tiene.

El Tratado de Utrecht fué para nosotros el principio de una cadena de sucesos que nos habían de dejar sin poderío colonial, reduciéndonos al solar de la Península; su término es el Tratado de París de 1898. El descenso de España ha sido un calvario largo y penoso, pero en el fondo necesario, y será de resultados útiles para llegar á nuestra resurrección interna. Por otra parte, es ley de todos los tiempos y países que la máxima plenitud envuelve el germen de su decadencia.

(1) Siglo de Luis XIV, cap. XVII.

(2) Lamberty. Memorias, tomo I, pág. 21.

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Lo único á lamentar para las relaciones anglo-hispanas en el resultado de la guerra de sucesión es la pérdida de Gibraltar, desde entonces poseído por los ingleses. El pabellón británico ondeando en tierra hispana ha sido continua causa de odios, pero justo es consignar que, en vez de proceder de un modo tan inconsciente, debiéramos dirigir ese sentimiento hacia la lamentación por la imprevisión enorme en que entonces incurrimos, evitando sucesivas repeticiones de ella. ¡Desgraciadamente no lo hemos hecho así, y la imprevisión y la rutina siguen siendo nuestras reinas y continúan presidiendo nuestros actos como en los tiempos del sitio de Gibraltar y de los galeones de Vigo!

CAPÍTULO II

I. Preliminares.

LA POLÍTICA DE ALBERONI

1. Situación de España y acontecimientos políticos al concluir la guerra de sucesión.-2. Situación У acontecimientos de Inglaterra.

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- 1. Datos biográficos. 2. Su política.

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III. Guerra anglo-hispana. — 1. Combate de Arraich. - 2. Declaración de la guerra: sus causas.

Alberoni.

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3. Curso de la guerra. - 4. Caída de 5. Congreso de Cambray. - 6. Tratado de paz entre España é Inglaterra. - 7. Intento de alianza y su fracaso. IV. Juicio crítico de los anteriores sucesos.

I

1. Constante sino de nuestra patria ha sido el de no permanecer mucho tiempo en paz, y por esto, cuando no guerras extranjeras, han sido guerras civiles, discordias intestinas las que se han enseñoreado de nuestro país. No hay, por tanto, que extrañar que con la paz de Utrecht no se cerrara nuestra época de lucha; terminamos de combatir con el extranjero y recrudecióse la discordia civil en Cataluña. Peleaban los catalanes por sus fueros, y cuando se combate por lo que constituye la fibra del pueblo, por lo que está incorporado á su substancia, por lo que es tradición constante que de padres á hijos háse transmitido, el combate es duro, y cuando el número vence, el fuego se oculta á los ojos, pero consérvase en los corazones, y el cariño y la consideración, no la humillación

y el odio, son tan sólo capaces de hacer que definitivamente se apague. Felipe triunfó; pero al cabo de dos siglos tócanos cosechar su siembra.

Otro acontecimiento digno de registrarse es la muerte de María Luisa de Saboya, la Saboyana, como familiarmente la llamaban los españoles. No era Felipe V de los que se habitúan á la viudez, y comprendiéndolo asi su consejera la Princesa de los Ursinos, decidióse á darle nueva compañera de trono y tálamo, empresa difícil para ella, pues tenía que procurar que la nueva esposa la permitiese el mismo predominio que la antigua. El abate Alberoni, encargado de negocios del Duque de Parma en Madrid, aconsejóla en favor de Isabel de Farnesio, hija del Duque y heredera de los ducados de Parma, Guastalla y Plasencia. Muy habilidosamente se condujo Alberoni, pues hizo creer á la Princesa que Isabel era una mujer de escasas dotes, con lo cual la de los Ursinos, sin miedo á que acabara su influencia, aconsejó al Rey el matrimonio.

El primer acto que Isabel realizó, antes de ver á su regio esposo, fué el de desterrar á la Princesa. Esta hábil mujer, que supo engañar á Luis XIV, habiale llegado el turno de ser engañada por Alberoni, que encontróse así dueño del campo.

2. El año 1714 fué el de muertes de personas reales y también cúpole alguna parte á Inglaterra, que vió morir á su Reina Ana I el 20 de Julio. Con Ana terminó la familia de los Estuardos, siglo de oro de la civilización inglesa; habia tenido la desgracia de ver fallecer á sus muchos hijos, y á su muerte tuvo que nombrar heredero del trono á Jorge I, hijo del Elector de Hannover, emparentado con los Estuardos por línea femenina. Echóse el nuevo Monarca en brazos del partido whig, en tanto que los torys favorecían las pretensiones del hijo de Jacobo II, lo cual hizo que, según Goldsmith hace observar, ambos partidos, más que por sus denominaciones verdaderas, fueron designados con los nombres de hannoverianos y jacobitas. Fué dirigida la política por el hábil Ministro Walpole, Conde de Oxford, cuya única mancha fué su enorme corrupción, que él justificaba con su frase célebre de que todo hombre tiene su tarifa..

II

1. En el párrafo anterior hemos dejado á Alberoni siendo el amo de España, por ser el íntimo confidente de la nueva Reina Isabel de Farnesio, que con una habilidad grande supo dominar á su esposo, desgraciadamente en sentido menos sano que su antecesora. ¿Quién era Alberoni?

Julio Alberoni vió su primera luz en Fiorenzuela, junto à Plasencia (ducado de Parma); su padre, modesto jardinero, dedicóle en sus primeros años á que le ayudara en el oficio, y así permaneció hasta los doce, en que entró de sacristán. Permaneció analfabeto hasta los catorce años, y su primera educación fué debida á unos religiosos regulares de San Pablo, donde distinguióse mucho por sus aptitudes y talento. Recibió las órdenes sagradas del Obispo de Plasencia, que después le dió una canonjía, y ya empezó á ensanchar el círculo de sus amistades. Alejandro Roncovieri, en unas negociaciones que en nombre del Duque de Parma siguió con el de Vendôme, Generalísimo de los franceses en Italia, llevóle consigo, y habiendo sustituído á Roncovierí se captó las simpatías de Vendôme (1).

Cuando éste vino á España en la guerra de sucesión, trajo consigo á Alberoni, quien entabló amistad con la de los Ursinos, amistad que continuó á pesar de haber fallecido Vendôme, pues fué encargado de negocios del Duque de Parma. Este puesto ocupaba cuando aconsejó el matrimonio de Felipe V con Isabel de Farnesio, y ya hemos visto cuán pronto deshízose de la primera, con lo cual quedó siendo el confidente íntimo de la nueva Reina.

Alberoni, en lo moral, era laborioso hasta el exceso, cul

(1) Suele explicarse la gran protección que el Duque de Vendôme dispensó á Alberoni haciéndola partir del hecho de que en la primera entrevista que tuvieron le recibió el Duque sentado en el vaso de noche (donde acostumbraba á pasar gran parte de la mañana), y Alberoni, en vez de sentirse indignado por tamaña indecencia, le imitó, osadía que cayóle muy en gracia al Duque.

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