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ahora como en el primer sitio, aniquilándose, por la obstinación de un General tan terco como escaso de luces.

5. Á todo esto el Almirante inglés Hostier (Hossier escribe Lafuente) había sido enviado á la América meridional, según ya hemos dicho, para apoderarse de los galeones españoles conductores de riquezas; pero éstos, noticiosos de tal intento, supieron frustrarle, arribando á Cádiz con una riqueza que ascendía á cerca de veinte millones. La escuadra inglesa lo pasó muy desdichadamente en esta expedición; la mayoría de los marinos sucumbieron por lo largo y penoso del viaje y la malignidad del clima, en tanto que los barcos, atacados por una especie de carcoma, quedaron casi destruídos; el Almirante mismo pereció, suponiendo los historiadores de su país que fué de la pena causada por lo desgraciado de la expedición.

La guerra, cruel azote siempre, distribuía esta vez por igual la sombra de su luctuoso manto, y mientras que en el mar alcanzaba á los ingleses en Gibraltar cobijaba á los españoles.

IV

1. La teoría del equilibrio europeo, suprema norma que regulaba la política internacional en la época que reseñamos, y las alianzas de Viena y Hannover eran una amenaza constante de la propagación de la lucha anglo-hispana, y como los fines perseguidos eran casi de interés privado, la ambición maternal de Isabel de Farnesio, decidiéronse los países neutros (con lo que hoy se llama neutralidad armada) á interponer su mediación.

Francia fué la primera en la iniciativa, y Fleury, su primer Ministro, dió instrucciones à Richelieu, Embajador en Viena, para proponer unos preliminares de paz; cedió Carlos VI y adhiriose Holanda; Inglaterra, en la que ejercía gran influjo la teoria del equilibrio, merced á su incansable sostenedor Horacio Walpole (llamado el Doctor Equilibrio), adhirióse también, y sólo Felipe V fué el que se mostró algo rehacio, pero por fin también prestó su conformidad.

En tales preliminares se comprometian sus potencias signatarias á que en el término de cuatro meses se reuniera un Congreso para la firma de un tratado de paz definitivo, señalando como punto de reunión para tal Consejo la ciudad de Soissons.

2. Un acontecimiento inesperado tuvo lugar el 22 de Junio de 1727, y fué la muerte de Jorge I. Fué muy sentida su muerte, y como había tenido una parte muy activa en las negociaciones para la paz, pudo albergarse la creencia de que su muerte imprimiria algún otro giro á la politica internacional; pero pronto pudo verse lo infundado de tal sospecha, pues Jorge II conservó á los Ministros de su padre y siguió la orientación por éste marcada.

3. Los preliminares para la paz habían sido aceptados por España, pero no ratificados. Para lograr tal ratificación vinieron á Madrid los Embajadores de Francia, Holanda y Keene de Inglaterra, pero pronto el Embajador francés empezó á dar largas á las negociaciones, y como España no quería acceder á la restitución de las presas hechas, iba dilatándose la negociación. Además de esas circunstancias, explica el retraso sufrido la enfermedad, cada vez más profunda, de Felipe V, con lo cual era su esposa la que intervenía en el arreglo. Sólo nuevos é importantes armamentos navales realizados por Inglaterra fueron los que impulsaron á Isabel á deponer su actitud, y por fin, el 6 de Marzo de 1728, los Ministros de Inglaterra, Holanda, Francia, Austria y España suscribieron en el Pardo un acta de ratificación definitiva de los preliminares.

Determinaban los artículos de dicha acta:

a) El levantamiento del sitio de Gibraltar, con la demolición de todas las obras realizadas para el mismo;

b) El disfrute, por parte de los ingleses, del libre comercio en las Indias Occidentales y devolución de un navío apresado por los españoles;

c) La sumisión, tanto de Inglaterra como de España, á lo que se determinase en el Congreso de la paz que se había acordado celebrar en Soissons.

4. El Congreso de Soissons, que había de resultar tan inútil

como la inmensa mayoría de ellos, constituyóse por los Representantes de España, Inglaterra, Francia, Austria, Holanda, Suecia, Dinamarca, Rusia, Polonia, Lorena y el Palatinado.

Completamente infructuosa fué esta Asamblea, siendo Austria y España las inmediatas causantes de su fracaso. Austria, porque, á pesar de las negociaciones que Riperdá siguiera, oponía incesantes obstáculos al reinado del hijo de Isabel de Farnesio sobre Parma, Toscana y Florencia; España por la terquedad ambiciosa de su Reina y por pretender la devolulución de los galeones apresados y la restitución de Gibraltar. Si nuestros diplomáticos no hubiesen tenido pretensiones cerradas sobre este último punto, á estas horas flamearía en dicha plaza la bandera española; pero las pretensiones eran tantas después de una campaña tan poco fructifera, que no podían prosperar. Así se dió el espectáculo de una tan completa dispersión de Representantes, que siendo Soissons el punto de celebración del Congreso, al mismo tiempo seguíanse negociaciones en París, Compiegne y Madrid.

5. Hallándose los Reyes españoles en Sevilla aprovechó la ocasión Jorge II de Inglaterra para tratar directamente con ellos y envió, al efecto, á Stanhope, tan conocido en España por el mucho tiempo en que, con un gran tacto, había desempeñado el cargo de Embajador. Con tanto interés trabajó Stanhope, que quince días bastaron para que el 9 de Noviembre de 1729 quedase firmado un tratado de paz, unión, amistad y defensa mutua entre las coronas de la Gran Bretaña, Francia y España, cuyas principales cláusulas eran: la anulación de las concesiones hechas al Imperio en el tratado de Viena, el nombramiento de Delegados españoles é ingleses para el arreglo de todo lo relativo á la restitución de presas y el que 6.000 hombres pasarían á ocupar inmediatamente los ducados de Plasencia, Parma y Toscana en garantía de la directa é inmediata sucesión del Infante D. Carlos. Este tratado fué suscrito también por Holanda.

6. En Inglaterra fué sumamente impopular este tratado. En cuanto al Imperio, redobló su tenacidad para no consentir el advenimiento del Infante D. Carlos, logrando ganar tiempo para ir haciendo preparativos bélicos, y al efecto colmaba el

Emperador de distinciones y agasajos al Rey de Inglaterra y de elogios al Cardenal Fleury, primer Ministro francés.

Siempre se tuvo á Fleury como obstáculo principal para la inteligencia de las cortes madrileña y vienesa, y en su virtud convinose, con gran contento de la de Farnesio, el que fuera el Monarca inglés el mediador entre ambas, sin conocimiento del Cardenal francés. Esta mediación alcanzó un éxito lisonjero, pues en 16 de Marzo de 1731 firmóse en Viena un tratado entre Inglaterra y Austria conviniéndose en la ocupación, por 6.000 españoles, de los ducados de Parma y Toscana.

7. Grande fué el contento de España y su Reina por el anterior convenio; España, porque veia el inmediato logro de la empresa en que había comprometido sus energías enteras. El 6 de Junio de 1730 firmóse la Declaración de Sevilla entre S. M. Católica y S. M. Británica, comprensiva de igual cláusula que el tratado convenido entre Jorge II y el Emperador, quedando así terminada la cuestión de los ducados de Parma, Toscana y Florencia, continuo germen de discordia y amenaza constante para la paz. Á Jorge II cúpole por entero la gloria de tan diplomática gestión y el evitar un nuevo derramamiento de sangre, totalmente inútil para la causa del progreso.

V

Siete años abarcan los hechos registrados en el presente capítulo, y en él hemos visto constantemente amenazada la existencia de la paz, cuando no rota por completo. La dolencia hipocondríaca de Felipe V hízole descansar en su esposa, y para fatalidad de España olvidóse aquélla de que era Reina, ý en vez de concentrar su afecto en el pueblo que la tenía sentada en su trono, ocupóse tan sólo de hacer Rey al hijo que no era fácil lo fuera en España. Encontró Isabel un hombre tan maquiavélico como ella en el Barón de Riperdá, y es tablecieron una inteligencia tan armónica que, desprestigiado dicho diplomático en todo el mundo, sostúvose aún por el influjo ejercido sobre Isabel, influjo tan enorme que tuvieron

que desposeerle de todos sus cargos sin que la viese, pues de una entrevista hubiera surgido la reconciliación.

Secuela de tales propósitos fueron los insensatos proyectos sobre Gibraltar, que unidos à la desconsideración grande de que el Embajador inglés fué objeto cuando la caída de Riperdá, provocaron la lucha con Inglaterra. Concíbese que un interés patriótico exagerado, aun cuando las exageradas patrioterías nunca nos han traído beneficio, impulsara los regios ánimos al sitio de Gibraltar; pero lo que no encuentra justificación ni disculpa á los ojos del derecho es la infracción de las reglas diplomáticas, es la violación del derecho internacional, perpetrada al arrancar á Riperdá de la Embajada inglesa, cuando de un modo tan noble, franco y caballeroso había procedido el Embajador.

La conducta de Stanhope es un bello galardón que Inglaterra tendrá siempre derecho á ostentar, engarzado luego con la altísima misión humanitaria cumplida por Jorge II al terminar pacíficamente la enojosa cuestión de los ducados italianos.

En estas contiendas es de justicia reconocer que Inglaterra brilló á una gran altura, pero sea permitido á los españoles decir en su descargo que el pueblo para nada intervino en los odios precursores á toda lucha, que el mismo sitio de Gibraltar no despertó ningún entusiasmo, y que sólo las intrigas de Riperdȧ primero y la ambición de Isabel de Farnesio después fueron las causas originarias de la guerra.

¡En aquellos tiempos dos perniciosas voluntades podian pesar más que los deseos de una nación entera!

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