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estratégica, apoyados por los castillos y defendiendo Bocachica, paso obligado para entrar en el puerto, en cuyas entradas puso dos cadenas para impedir el acceso de los brulotes, los temibles brulotes, á que tan aficionados eran los ingleses.

El primer ataque de Vernon fué rechazado y tuvo que re tirarse á Jamaica. Reforzada su escuadra volvió á Cartagena y sólo la primera línea de defensa, constituída por el paso de Boca-chica y los castillos de la entrada del puerto les costó veintiún días de sitio. Aun quedaba otra línea de defensa (la batería del Manzanillo y el Castillo grande), pero tan grande fué el empuje de los ingleses que hubo que abandonarla y echar á pique dos navíos surtos en el puerto. En el castillo de San Lázaro es donde se estrellaron los esfuerzos de los ingleses, y tan considerable fué el número de muertos y heridos que les produjo el ataque à dicho castillo que siete dias más tarde emprendieron la retirada.

En este memorable sitio, merecedor de páginas y capitulos, Lezo, muerto á consecuencia de las heridas que recibiera, fué el alma de la heroica defensa, y, sin embargo, nadie se acuerda de él. En cambio, historiador tan minucioso como Lafuente cita á Eslava, que no tuvo parte en los preparativos ni llegó á Cartagena hasta el segundo ataque.

IV

Suelen juzgarse frecuentemente los hechos históricos prescindiendo de examinar su realidad objetiva, para mirarlos á través de nuestro propio estado subjetivo, y de aquí originanse graves errores, pues si es de autoridad la persona que hace el juicio, de él lo van tomando historiadores sucesivos y llega á formarse una atmósfera errónea. Esto es lo ocurrido con las presentes guerras; los historiadores ingleses, por el hecho de su nacionalidad, fustigan con improperios á los españoles, y por su parte los españoles no dejan de lanzar acerbisimos juicios sobre los ingleses.

Nosotros, después de una detenida reflexión, no hemos encontrado nada de extraño en la guerra examinada. Creemos que hubo atropellos por parte de los españoles, pero creemos también que ejercieron actos de piratería los ingleses; creemos que los ingleses fueron á la guerra por codicia y espíritu mercantil, pero también creemos que los españoles tenían la misma codicia y espíritu. Y creyéndolo así nada de particular y extraño encontramos en ello. Inglaterra y España aspiraban á realizar un mismo fin histórico, la dominación comercial del mundo, y por tanto sus destinos eran incompatibles; necesariamente había de surgir un choque y surgió. He ahí el porqué del entusiasmo despertado por la declaración de guerra en ambos países; era un duelo entre dos que aspiran á un mismo fin y necesitaban la selección de una lucha para que el más apto, el más capacitado, fuera quien lo realizara.

Inglaterra nos llevaba una ventaja, que si en esta guerra no se hizo efectiva, andando el tiempo llegó á serlo, y era la de que el pueblo inglés concibió como necesario para su existencia el ser dueño del mar, y desde Isabel I hasta hoy, con tenacidad asombrosa, ha encaminado sus esfuerzos á tal fin. España, no; España concibe multitud de fines, ninguno lo subordina á otro, y aspirando á la realización de todos, ella quiere ser dueña de América, sojuzgar infieles, dominar en Italia, vencer en Flandes, y tanto esfuerzo disperso la agota, la consume, imposibilitándola para todo, y ni Marruecos es suyo, ni en Flandes vence, ni conserva Italia, ni llega á contar con un mediano buque.

Claro es que Inglaterra ha seguido siempre una política marítima especial, reclamando de los demás pueblos el cumplimiento de las más favorables reglas del Derecho internacional, en tanto que ella aplica el derecho que concibe y que siempre le es también favorable. Los bloqueos per notificationem, el mare clausum, la desmesurada extensión que pretendió dar al mar territorial, la aplicación del Consulado de Mar en tanto que solicitaba de las demás naciones el cumplimiento del principio de que «el pabellón neutral cubre la mercancía» (free ships, free goods) son reveladores de todo un plan, la supremacia maritima y comercial, aspiración suya

constante y á cuya realización ha llegado de un modo tan cumplido.

Si España, con las energías latentes de su población y riqueza, unido á su magnífica posición geográfica, hubiera hecho lo mismo, tal vez esa hegemonía fuera ibérica. No lo hicimos; pero, ahora, al ver el ejemplo de nuestra amiga de hoy, aliada tal vez mañana, ¿aprenderemos?

LIBRO SEGUNDO

FERNANDO VI. JORGE II (1746-1759)

CAPÍTULO PRIMERO

LA POLÍTICA DE CARVAJAL

I. Preliminares.-1. Cambio de política en España.-2. Fernando V1; su carácter y política.

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1. Primeras negociaciones.-2. Carvajal: datos. Firma de la paz.-4. Tratado especial entre Es5. Tendencias de política exterior que apa

paña é Inglaterra.

recen en España.

III. Política francófila en España. — 1. Ensenada. 2. Duras.

tración de esta política: sus causas.

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IV. Politica anglófila en España.- 1. Keene.-2. Vall.-3. Progresos de

esta política.

V. Política hispanófila de Inglaterra y Francia.-1. Rivalidades francoinglesas. - 2. Política de atracción de Francia: su fracaso.-3. Política igual de Inglaterra: su fracaso. - 4. Muerte de Carvajal.

VI. Juicio crítico.

I

1. Primero la instauración de Felipe V en el trono de España; después las ambiciones de Alberoni, Riperdá é Isabel de Farnesio, y, últimamente, las guerras marítimas anglo-his-panas, son los acontecimientos que han ocupado nuestra atención en el libro anterior, lleno de hostilidades ó de preparati

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