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1820 Noviembre.

nistros. La ejecucion de las leyes dictadas para las re-
formas confirmó tales temores, y el pueblo de Méjico que
era en lo general muy adicto á los jesuitas, vió con dolor
y asombro que se les expulsó de las casas y colegios que
se habian vuelto á poner bajo su direccion. La ley de
su extincion, aunque
decretada por las cortes el 17 de
Agosto de 1820, no se publicó en Méjico hasta el 23
de Enero de 1821, y para darle cumplimiento, se pre-
sentó en seguida el intendente D. Ramon Gutierrez del
Mazo á aposesionarse del colegio de S. Ildefonso, están-
dose celebrando la funcion de este santo, cuyo dia era; del
de S. Pedro y S. Pablo, y de los bienes y papeles de su
pertenencia. Aunque no hubiese que temer resistencia
alguna de parte de los jesuitas, el intendente, para evitar
cualquier movimiento popular, se hizo acompañar por dos
compañías del regimiento de Ordenes militares, y este apa-
rato de fuerza hizo todavía mas escandaloso el suceso. En
Puebla fué menester hacer que los jesuitas saliesen ocul-
tos, estando el pueblo dispuesto á impedirlo. El gobierno
nombró eclesiásticos seculares para rectores de los cole-
gios que los jesuitas habian tenido á su cuidado. Salieron
tambien de sus conventos los religiosos Belemitas que te-
nian á su cargo varias escuelas de primeras letras y el hos-
pital de convalecientes; los Hipólitos que cuidaban de los
dementes, y los Juaninos que socorrian á los necesitados
en sus hospitales. Todos estos establecimientos queda-
ron al cuidado del ayuntamiento, y los bienes destinados
á su dotacion y á la manutencion de los religiosos, fueron
ocupados por la hacienda pública y han sido despues di-
lapidados de la manera mas escandalosa. En cuanto á

los demas artículos de la ley de reforma de regulares, solo tuvo cumplimiento el relativo á la prohibicion de admitir novicios y dar profesiones, no habiéndose innovado nada en cuanto á número y reunion de conventos, ni aun procedídose á la supresion de los hospitalarios fuera de la capital, porque el virey, poco inclinado por otra parte á la ejecucion de tales disposiciones, visto el disgusto que habian causado en Méjico, no quiso aventurarse á ponerlas en práctica en otras ciudades, temeroso de excitar con ellas fuertes inquietudes, y esta es la causa por la que quedaron en las provincias los hospitalarios sin superiores de quienes depender, y se han ido extinguiendo á medida que han muerto los religiosos que en ellas habia, los que no han sido reemplazados.

Contribuian mucho á aumentar esta agitacion de los espíritus, los folletos que cada dia se publicaban en uso de la libertad de imprenta, con los títulos mas extraños 45 y en los cuales, en el estilo mas propio para hacer impresion en el pueblo, se le excitaba á la revolucion, se declamaba contra la conquista y los horrores de ella, se suponia que todos los productos del reino, que apénas bastaban para cubrir sus gastos, se exportaban para enriquecer á España dejando exhausto el pais, todo con el objeto de hacer odiosa la metrópoli y prevenir la opinion contra el gobierno. Reimprimíanse ademas y eran leidos con empeño todos los papeles que se publicaban en el mismo

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Tales como "La Chanfaina se quita; Las Zorras de Sanson; Al que le venga el saco que se lo ponga &c.;" todas estas producciones eran tales, que hoy no se pueden leer sin avergonzarse: al

gunas sin embargo como "La Chanfaina
se quita," escrita por el Lic. Azcárate,
eran de personas capaces de escribir mu-
cho mejor.

1820. Noviembr

1820

Noviembre.

que

escribia el perua

sentido en España, en especial los
no D. Manuel Vidaurre, que gozaban de la mayor acepta-
cion. El gobierno no podia conseguir que se castigase
á los autores de estos papeles sediciosos, porque la junta
de censura, compuesta de individuos nombrados por las
cortes y que profesaban las mismas opiniones que los es-
critores, los declaraba absueltos, y si alguna vez los con-
denaba en la primera calificacion, en la segunda los ab-
solvia completamente.

Toda esta acumulacion de causas, habia producido un cambio completo en el estado en que el pais se hallaba pocos meses antes. El fiscal de la audiencia de Méjico D. José Hipólito Odoardo, hombre de mucha instruccion y que aunque tenia poco tiempo de residir en el pais, se habia impuesto profundamente de su situacion, en el excelente informe que dirigió al ministro de Gracia y Justicia en 24 de Octubre de 1820, despues de exponer con mucha exactitud cuál era el antiguo sistema de gobierno segun el código de Indias y los buenos resultados que habia producido, 46 pasa á presentar el estado del pais tal como era á principios del año, despues de terminada la insurreccion por el indulto á que se habian acogido los últimos jefes que en ella quedaban: "Siguiendo el virey, dice, ese sistema, ha conseguido, no obstante la invasion de Mina en el año de 1817 y sus triunfos sobre algunos

46 Cuando se publicó el tomo 1 de esta obra, no tenia yo conocimiento del informe del Sr. Odoardo, quien se sirvió mandármelo despues, y ví con satisfaccion que nuestras ideas estaban de tal manera conformes, que parecia habernos copiado el uno al otro. El Sr.

Odoardo, de quien tendré mucha ocasion de hablar en este tomo, es natural de Puerto Príncipe en la isla de Cuba, en donde su padre fué oidor y de allí pasó á ser regente de Guadalajara. D. José Hipólito tiene actualmente el empleo de director del montepio en la Habana.

cuerpos veteranos, que desde principios del año pasado, todos los habitantes viviesen tranquilos en el reino y sin zozobras, porque disipadas desde entónces las reliquias de su primera revolucion, se habian restablecido casi á su antiguo estado, el comercio, la agricultura y minería: las gentes, olvidadas de la guerra civil, se habian entregado á sus primeras ocupaciones: los empleados, los eclesiásticos y propietarios vivian seguros con sus rentas, bajo la proteccion del gobierno que habia restablecido su marcha regular: las comunicaciones se habian franqueado para dentro y fuera del reino sin embarazos: las rentas de la corona se iban aproximando á sus antiguos productos, y los pueblos continuaban aliviándose de la carga de varios arbitrios municipales que se habian creado para mantener numerosas partidas de tropas urbanas, destinadas á limpiar el territorio de bandidos: finalmente, en toda la vasta extension del reino, no quedaban ni quedan en el dia mas insurgentes, que los refugiados en el partido de Chilapa y otros inmediatos á la costa del Sur, los cuales deben su existencia no tanto á su fuerza, que es bien pequeña, cuanto al clima mortífero y tierras montuosas en que se abrigan, y de esas guaridas se esperaba que saldrian, para gozar de los bienes de la sociedad, como lo han hecho los demas de su clase."

"Pero es preciso confesar que estas esperanzas son vanas é ilusorias en el dia. No es la Nueva España lo que era en Enero ó Febrero de este año. El espíritu público ha cambiado enteramente: las cabezas ántes pacíficas se han volcanizado, y si se echa la vista sobre todas las clases del vecindario, no se advierten mas que temores

1820 Noviembre.

1820 Noviembre.

en unos, recelos en otros y esperanzas en los mas, de un cambio que consideran favorable y cuya naturaleza no se atreven á indicar. Así lo hemos palpado desde que se comenzaron á recibir en Marzo las primeras noticias del ejército de la isla de Leon."

El fiscal, que antes habia manifestado que la revolucion anterior se contuvo y reprimió, no por las providencias dictadas por las cortes, ni por las concesiones hechas en favor de los americanos, cuyas medidas no hubieran evitado la pérdida del reino, "sino por haberse unido cordialmente al gobierno las tropas veteranas y milicias, los eclesiásticos, los empleados, los propietarios y demas clases influentes, todas las cuales trabajaron con igual zelo y constancia en conservar estos dominios y perseguir á unos hombres que no tenian organizacion alguna política ni militar, y eran mas bien unos bandidos, enemigos de toda sociedad:" despues de presentar el efecto que con el restablecimiento de la constitucion habian producido el desórden en las elecciones, el abuso de la libertad de imprenta y el establecimiento de los ayuntamientos constitucionales, continúa diciendo: "Con presencia de estos ejemplos y de la tendencia á un trastorno general, son los sentimientos que se notan en muchas clases de la sociedad, y los temores que otras tienen de un próximo incendio, mas funesto que el que acabamos de pasar. Los indultados, diseminados en todas las provincias, han tomado un aire arrogante, y bajo el nuevo nombre de capitulados, han empezado á suspirar por los grados militares que tenian en sus campos y barrancas, y por su vida libre y vagabunda. Muchos de ellos han quedado sin

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