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miro, obispo de Iria, haber visto diferentes noches en un bosque no distante de aquella ciudad resplandores estraños y luminarias maravillosas. Acudió en su virtud el piadoso obispo al lugar designado, y haciendo desbrozar el terreno y escabar en él, hallóse una pequeña capilla que contenia un sarcófago de mármol. No se dudó ya que era el sepulcro del santo Apóstol. Puso el prelado el feliz descubrimiento en noticia del rey Alfonso que se hallaba en Oviedo, é inmediatamente el monarca se trasladó al sagrado lugar con los nobles de su palacio, y mandó edificar un templo en el Campo del Apóstol (que desde entonces, acaso de Campus Apostoli, se denominó Compostela), y le asignó para su sostenimiento el territorio de tres millas en circunferencia. Posteriormente le hizo merced de una preciosa cruz de oro, copia, aunque en pequeño, de la de los Angeles de Oviedo, y empleando la buena amistad en que estaba con Cárlo-Magno, le rogó impetrase del papa Leon III. el permiso para trasferir la sede episcopal de Iria á la nueva iglesia de Compostela. Hizolo asi el pontifice, que con este motivo escribió una carta á los españoles. Pronto se difundió por las naciones cristianas la noticia de la invencion del santo sepulcro y de los milagros del Apóstol, y multitud de peregrinos acudian ya á mediados del siglo IX. á visitar el santuario de Compostela (1).

Atento el monarca, no solo á los asuntos de interés religioso, sino tambien á los civiles y políticos de su reino, adicto á las costumbres y gobierno de los godos, que vivian en su memoria, restableció el órden gótico en su palacio, que organizó bajo el pie en que estaba el de Toledo antes de la conquista: promovió el estudio de los libros góticos, restauró y puso en observancia muchas de sus leyes, y llevó á la iglesia su antigua disciplina canónica (2): que fué un gran paso hacia la reorganizacion social del reino y pueblo cristiano.

Ni amenguaron por eso las dotes de guerrero que desde el principio habia desplegado. En las espediciones que Abderrahman II., sucesor de su padre Alhakem en el imperio musulman, hizo por sí ó por sus caudillos á las fronteras de Galicia, encontráronle siempre los infieles apercibido y pronto á rechazarlos con vigor. Hácia los últimos años de su reinado un caudillo árabe, Mohammed ben Abdelgebir, que en Mérida se habia insurreccionado contra

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el gobierno central de Córdoba, acosado por las victoriosas armas del emir, hubo de buscar un asilo en Galicia, que el rey Alfonso le otorgó con generosidad dándole un territorio cerca de Lugo, donde pudiesen vivir él y los suyos sin ser inquietados (833). Correspondió mas adelante el pérfido musulman con negra ingratitud á la generosa hospitalidad que habia debido á Alfonso, y tan desleal al rey cristiano como ántes lo habia sido á su propio emir, alzóse con sus numerosos parciales y apoderóse por sorpresa del castillo de Santa Cristina, dos leguas distante de aquella ciudad (838). Voló el anciano Alfonso con la rapidez de un jóven á castigar á sus ingratos huéspedes, y despues de haber recobrado el castillo que les servia de refugio, los obligó á aceptar una batalla en que pereció el traidor Mohammed con casi todos sus secuaces (1). Alfonso regresó victorioso á Oviedo por última vez.

Este fué el postrer hecho de armas del rey Casto, sin que ocurrieran otros sucesos notables hasta su muerte, acaecida en 842, á los cincuenta y dos años de reinado, y los ochenta y dos de su edad. Sus restos mortales fueron depositados en el panteon de su iglesia de Santa María. Aun se conserva intacto el humilde sepulcro que encierra las cenizas de tan glorioso principe. Los monges de los monasterios de San Vicente y San Pelayo iban diariamente en comunidad á orar sobre los restos del rey Casto, y aun conserva el cabildo catedral la costumbre de consagrarle anualmente un solemne aniversario. Su memoria vive en Asturias como la de uno de los mas celosos restauradores de su nacionalidad.

(4) Id. ibid.-El cronista de Salamanca, subir el de este combate à 50,000. Chron. tan propenso á exagerar el número de ene- n. 22. migos que morian en cada encuentro, hace

CAPITULO IX.

LA ESPAÑA CRISTIANA EN EL FRIMER SIGLO DE LA RECONQUISTA.

Do 718 & 849.

Marcha y desarrollo del reino cristiano de Asturias.-Cómo contribuyó á él cada monarca.-Bases sobre que se organizó el estado.-Tradiciones góticas.-Orden de sucesion al trono. Navarra.—Conducta de los navarros con los musulmanes y con los francos.Dos ejemplos de odio á la dominacion estrangera en Navarra y en Asturias.-Marca Gispana.-Origen y carácter de la organizacion de este estado.

Ha pasado mas de un siglo de lucha entre el pueblo invasor y el pueblo invadido. Reposemos un momento para contemplar cómo vivió en este tiempo cada una de las dos poblaciones.

¿Cuál era la vida social de ese pobre pueblo cristiano, que ó se salvó de la inundacion, ó pugnaba por recobrar su existencia? ¿Cuál era su organizacion, sus leyes, sus instituciones, sus artes, sus ejércitos? Ejércitos, artes, instituciones, leyes, todo habia perecido ahogado por las desbordadas aguas del torrente. Al abrigo de una roca, que era como el Ararat del nuevo diluvio, y entre riscos y breñas moraba un puñado de hombres, pobres náufragos, sin riquezas, sin ciudades, sin gobierno regularizado, que poseían por todo tesoro un corazon ardiente, los símbolos de su fé, y los recuerdos de una sociedad que habia desaparecido. Unidos con el doble lazo de la religion y del infortunio, estrechados con el lenguage elocuente y fraternizador de la fé y de la desgracia, la necesidad los obliga á cobijarse en una cueva. Decretado estaba que de aquella gruta habia de salir un poder que dominára mundos que entonces no se conocian. Tambien el cristianismo nació en una gruta de Belen para desde alli derramarse con el tiempo por toda la tierra, lentamente y á fuerza de siglos y contrariedades como la mo

narqu'a española. Belen y Covadonga..... una gruta para el cristianismo naciente, otra gruta para el cristianismo perseguido; en ambas se ve una misma providencia. Todos los grandes acontecimientos suelen semejarse en la pequeñez de sus principios.

Veíanse precisados á pelear, y aquellos animosos montañeses, teniendo por ciudadela una gruta, rocas por castillos, peñascos por arietes, y troncos de robles por lanzas, vencen, arrollan, aniquilan á los vencedoras de Siria, de Persia, de Egipto, de África y de Guadalete, y empieza á pregonarse por el mundo que el estandarte de Mahoma ha sido por primera vez abatido en un rincon de España. En los tiempos mitológicos se hubiera creido ver realizada la fábula de los Titanes: eran tiempos cristianos, y se llamó milagro la maravilla. El vencedor como caudillo supo ser prudente como rey, y Pelayo se limitó á guardar y conservar su pequeño estado. Ni el rey capitan, ni el pueblo soldado podian hacer otra cosa que cultivar para vivir y organizarse para defenderse. Es la sociedad cristiana que renace como una planta nueva al pie de la añosa encina derribada por el huracan. En la grosera reorganizacion de la nueva sociedad entraban como principal elemento las tradiciones y recuerdos de la sociedad que habia perecido. La razon nos ensoña, aunque la historia no lo diga, cuán imperfecta tenia que ser la forma de su gobierno.

Tampoco la historia nos dice otra cosa de Favila, sucesor de Pelayo, sino que murió en una partida de caza. Una fiera le devoró, como si hubiera querido avisar á sus sucesores que mas que de distraerse en ejercicios de monteria era tiempo ya de emplear el venablo contra los enemigos exteriores.

Hízolo asi Alfonso I., principe cual convenia entonces á los cristianos, guerrero y devoto. Como guerrero, sale á enseñar á los musulmanes que los soldados del cristianismo no tienen solo fé viva en el corazon, sino tambien robustas diestras para manejar la espada: pasea el estandarte de la cruz de uno á otro confin de la Península; destruye, incendia, degüella y cautiva. Como devoto, restablece iglesias, repone obispos, y funda y dota monasterios. Muere, y el pueblo cree oir armonías celestiales sobre su tumba: son los ángeles, dice, que anuncian que las puertas de la gloria se abren para recibir á Alfonso el Católico.

Vése bajo el reinado de Fruela el órden y la marcha progresiva de la poblacion cristiana. Un monge desbroza un terreno cubierto de jarales para construir una ermita. Los ficles de las montañas acuden á vivir alli donde se les ofrece pasto espiritual, y en derredor del pequeño templo edifican viviendas, levantan albergues y roturan terrenos. Al lado de aquella iglesia erige el rey otro santuario mayor, aunque no muy suntuoso. Aquel humilde lugar

cito era Oviedo, que otro rey hará córte y asiento de los monarcas de Asturias, y la ermita del monge se convertirá en basílica episcopal. De aldeas y ermitas hacen los reyes ciudades y catedrales; asi protegen la poblacion y el culto.

La inaccion y la debilidad de los tres personages sucesivos que tuvieron el título de reyes, presentan una laguna lamentable en la historia de las glorías cristianas. Las biografias de Aurelio y de Silo pudieran reducirse á que vivieron y murieron en paz: felicidad ni envidiable ni honrosa en tiempos en que tan necesaria era la accion. A Mauregato solo pudieron darle celebridad dos circunstancias que nadie envidiaria tampoco, la de haber sido hijo natural de un rey y de una esclava, y la fábula del tributo de las cien doncellas. El corto reinado de Bermudo retrata las costumbres del pueblo cristiano de aquel tiempo. Los grandes no reparan en que sea diácono para investirle del poder real, y Bermudo, príncipe ilustrado, tampoco halla reparo en asentarse la corona real sobre la corona de la tonsura: ni el rey escrupuliza en unir en sí mismo el sacramento del matrimonio al del órden, ni el pueblo muestra escandalizarse de ello, á pesar de las leyes godas y de las prohibiciones de Fruela. Por último, el rey diácono y el clérigo padre de familias deja espontáneamente cetro y esposa para volver á la iglesia y al breviario, y coloca en el trono al segundo Alfonso su sobrino, á quien, sin dejar de convenirle el nombre de Casto, hubiéraļe cuadrado mejor el de Contrariado.

Aquel pequeño reino que en el siglo VIII. vimos nacer en el corazon de una roca con Pelayo, desarrollarse bajo el genio emprendedor del primer Alfonso, sostenerse, ya que no crecer, con Fruela, estaciona.se ó amenguar bajo otros cuatro reyes ó débiles ó tímidos, aparece en el siglo IX. vi– goroso y fuerte, con los arranques de un jóven lleno de robustez y de vida, ganoso de conquistas y de glorias. Aquella humilde corte, si titulo de córte podia dársele, que tenia un asiento incierto en Cangas, ó en Pravia, se ha fijado en Oviedo; y Oviedo no es ya una agregacion de modestas viviendas agrupadas en torno á la ermita de un monge; es una ciudad murada, y embellecida con palacios, con acueductos, con baños, con grandiosos templos, con un panteon destinado para sepulcro de los reyes. La ermita del monge se ha trasformado en iglesia catedral, erigida por un rey, consagrada por siete obispos, y regida por un prelado godo. En la cámara santa de este templo se ve una brillante cruz, cubierta con planchas de oro, engastadas en ella multitud de piedras preciosas, con infinitas labores de esmalte y filigrana ejecu→ tadas con delicadeza esquisita. El pueblo la llama la Cruz de los Angeles, porque, mas lleno de fé que conocedor de las artes, no puede creer que tan pre

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