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ciosa labor haya podido salir de las manos de los hombres, y está persuadido de que los ángeles han side los verdaderos artifices de aquella obra maravillosa (1). En los cuatro brazos de esa cruz se leen otras tantas inscripciones latinas: la de la parte superior nos revela el nombre del ilustre y afortunado príncipe á quien debe engrandecimiento el reino, esplendor la nueva córte, la religion aquel templo y aquella cruz.

Susceptam placide maneat hoc in bonore Dei
Offert Adefonsus humilis servus Christi.

Es Alfonso H., el Casto, el religioso, el guerrero, el victorioso, el que ha consagrado á Dios esa preciosa ofrenda, fabricada de los despojos cogidos en Lisboa á los enemigos de la fé: porque Alfonso ha llevado las armas del cristianismo hasta las playas del Atlántico, y plantado su pendon en los muros de aquella ciudad. Su nombre suena ya con respeto del otro lado de los Pirineos, y el nuevo César de Occidente, el mas poderoso príncipe de su tiempo, Carlo-Magno, que se decora con el título de protector de la iglesia y de gefe de la cristiandad, recibe embajadores del rey de Asturias, que se presentan con ostentacion en Aquisgran y Tolosa de Francia. Los emires le proponen treguas, porque han probado el valor de sus armas en los campos de Lutos, de Lisboa, de Naharon y de Ancéo.

Tiene la fortuna de que se descubra en su tiempo el sepulcro del apóstol Santiago, y desplegando su piedad religiosa en Compostela como en Oviedo, funda en Galicia una basilica cristiana que con el tiempo competirá en fama y grandeza con la mezquita musulmana de Córdoba, y entusiasma de tal modo á clérigos y obispos, que piden acompañarle á las batallas con la cruz del apóstol y el escudo del soldado. Politico y legislador, da un gran paso hacia la restauracion de las leyes visigodas, restableciendo el órden gótico en la iglesia y en el palacio.

Hé aqui la nueva sociedad cristiana reorganizándose sobre la base de las tradiciones góticas. Lo anunciamos ya en otro lugar. «La religion y las leyes (dijimos) fueron las dos herencias que la dominacion goda legó á la posteri

(4) Los que no creen que bajasen los ángeles á fabricar esta cruz, suponen que los dos mancebos ó peregrinos que, segun dijimos en el capitulo anterior, se habian aparecido al rey Alfonso y ofrecidosele á elaborarla, serian artistas árabes de Córdoba, que ya en aquel tiempo tenian fama de excelentes plateros, y se distinguian por el

primor y delicadeza con que trabajaban esta clase de obras. Si asi hubiera sido, no estrañamos que el monarca cuidára de no herir el celo religioso de su pueblo, que á no dudar se hubiera ofendido de que en un objeto que representaba el simbolo de su fé hubicran trabajado manos mahometanas.

dad, y estos dos legados son los que van á sostener los españoles en su regeneracion social. Tan pronto como tengan donde celebrar asambleas religiosas, pedirán que se gobierne su iglesia juxta ghotorum antiqua concilia, y tan luego como recobren un principio de patria, clamarán por regirse secundum legem ghotorum (1).» Si las actas del primer concilio de la restauracion que se cree celebrado en Oviedo bajo Alfonso e Casto no pudiesen acaso acreditarse evidentemente de auténticas (2), nadie por eso niega el espíritu y la tendencia que hácia estas asambleas religiosas ya en aquel tiempo se manifestaba.

Habíase observado ya desde el principio el sistema gótico en órden á las sucesiones al trono. Siguiendo tradicional y como instintivamente el principio electivo en lo personal, pero guardada siempre consideracion á la familia У conservando en ella el principio semi-hereditario, continuaba la intervencion poderosa de los grandes y nobles como en tiempo de los godos. Apenas desde el primer Alfonso dejó alguno de ser proclamado por este sistema mixto. Pero el ejempio mas notable de esta libertad electoral lo fué Alfonso II. Siendo hijo único de Fruela, á la muerte de su padre le postergan los nobles so pretexto de su corta edad, y entregan el cetro en manos de Aurelio su tio. Muerto Aurelio, es desatendido otra vez Alfonso, y elevan á Silo, sin otro titulo que estar casado con Adosinda, hija de Alfonso I. Vaca de nuevo la corona, y antes que colocarla en las sienes del hijo de Fruela, y á pesar de la proclamacion que en su favor logró la reina Adosinda, consienten en colocarla en la cabeza de un bastardo. Y como si aquellos próceres quisiesen hacer gala y ostentacion de su libertad electiva, todavía á la muerte de Mauregato, no hallando vástago de estirpe real en el siglo, van á buscarle á la iglesia, y arrancan á un clérigo de las gradas del altar para hacerle subir las gradas del trono. Asi se pasan cuatro reinados, postergado siempre el hijo único y legitimo de un rey, hasta que los arbitrarios grandes ceden á las nobles instigaciones de otro rey generoso, y le dan al fin el tan escatimado cetro.

Lo mismo que en tiempo de los godos, la pena mayor que á los reyes les ocurria imponer era la excomunion, arrogándose la magestad atribuciones del pontificado: «si alguno de mi propia estirpe y familia, ó de otra estraña, decia Alfonso II. en sus cartas de dotacion, quitare, defraudáre, ó

(4) Discurso preliminar.

(2) Este concilio I. de Oviedo, que se ha lla en la coleccion de Aguirre y en los Apéndices al tomo 37 de la España Sagrada, es tratado de apócrifo por muchos críticos es

pañoles. Sin embargo, el ilustrado P. Risco se esfuerza do nuevo por probar su autenticidad. Puede verse su disertacion en el mencionado tomo desde la pág. 166 á la 494.

con cualquier pretexto enagenar presumiére las cosas que os damos y concedemos, sea privado de la comunion de Cristo, sujeto á perpétuo anatema, y sufra con Datan y Abiron y con Judas traidor las penas eternas."

Al otro extremo del Pirinco, los belicosos vascones pugnaban por rechazar todo yugo estraño y por recobrar y sostener su libertad dentro de sus propias montañas. Animados del mismo espíritu de religion y de independencia que los asturianos, alzábanse contra los musulmanes, pero ofendíales y esquivaban depender de otros hombres, aunque fuesen cristianos y españoles como ellos, mostrando la antigua tendencia al aislamiento y la repugnancia á la unidad heredadas de los pobladores primitivos. Si preferian su independencia turbulenta al gobierno de los reyes de Asturias, ¿cómo habian de sufrir la dominacion de los francos de Aquitania sus vecinos, siendo estrangeros, por mas que fuesen tambien cristianos? Asi es que si la necesidad los forzaba tal cual vez á aceptar la alianza ó á tolerar el dominio de los monarcas francos para libertarse de los sarracenos, ni nunca aquella alianza fué sincera, ni nunca dejaban de romperla tan pronto como podian. En cambio se aliaban otras veces con los árabes para sacudirse de los francos. Y en esta alternada lucha, encajonados entre dos pueblos que aspiraban á dominarlos, no sabemos á cuál mostraban mas antipatia, si al uno por ser mahometano, ó al otro por ser estrangero.

Consignemos bien los dos grandes ejemplos de odio á la dominacion estraña que dieron los españoles casi á un tiempo en dos puntos extremos de la Península, en Navarra y en Asturias. Cuando penetró Cárlo-Magno con sus huestes hasta Pamplona y Zaragoza, por mas que apareciera dirigirse contra los musulmanes como monarca cristiano, hubieron de comprender los vascones que traería miras de dominacion sobre ellos, y mirando solo á lo estrangero, y no atendiendo á lo cristiano, exclamaron: «¿Qué vienen á hacer entre nosotros esos hijos del Norte? ¿No ha puesto Dios entre ellos y nosotros esas montañas para tenernos separados?» Y las cañadas y desfiladeros de Roncesvalles fueron sepulcro de los soldados de Cárlo-Magno; y hubiéranlo sido mas adelante de los de su hijo Luis, á no haber empleado tantas precauciones para atravesar aquel valle de fatídicos recuerdos. Sospecharon los asturianos que las intimidades del segundo Alfonso con Carlo-Magno pudieran degenerar en sumision y dependencia estraña y en menoscabo de su nacionalidad, y tomándolo ó por motivo ó por pretexto hicieron al casto rey perder temporalmente el trono. Justa ó injusta la deposicion, sirvióle de leccion al destronado monarca, despues de recobrado el cetro, para no dar mas celos á su pueblo con una amistad que se hacia aparecer peligrosa, siquie

ra estuviese distante y agena de su intencion. Tales eran los españoles de los primeros tiempos de la reconquista.

Mas afortunados los franco-aquitanios en el Oriente que en el Norte de España, acostumbrados como estaban de antiguos tiempos los españoles de aquella parte á mirar como compatricios, como súbditos de un mismo trono á sus vecinos de la Septimania Gótica, trajéronles mas fácilmente á su alianza, y con su concurso expulsaron de alli á los árabes, y estendieron su dominacion desde los Pirineos hasta el Ebro, aunque sujeta á los vaivenes y oscilaciones de la guerra. Fundan asi la Marca Hispana, la Marca de Gothia, en que entraban la parte española y el Rosellon, el condado de Barcelona, que habia de concentrar en sí los condados subalternos que ya existian, porque cuando Luis el Benigno dejó establecido por primer conde de Barcelona á Bera, éste lo era ya de Manresa y de Ausona. Naturalmente los que con mayores fuerzas y mas poder concurrian á lanzar de aquella parte del suelo español y á libertar sus poblaciones del dominio musulman, habian de imprimir al nuevo estado franco-hispano el sello de sus costumbres, de sus leyes, de su organizacion y de su nomenclatura. Los Preceptos de Carlo-Magno y de Luis el Pío, si bien generosos y protectores de los españoles, comunicaban á aquella Marca ó Estado todo el tinte galo-franco de su origen. De aqui aquella fisonomía particular que habia de seguir distinguiendo á los habitantes de aquella region, denominada despues Cataluña, de la de las otras provincias de España, en carácter, ca inclinaciones, en costumbres, en instituciones, y hasta en dialecto.

¿Pero se conformaban de buen grado los catalanes, sufrian de buena voluntad el gobierno y la superior dominacion de los galo-francos de Aquitania? La historia nos dirá cuán pronto aquellos españoles, celosos de su independencia como todos, aprovecharon la primera ocasion que se les deparó para convertir la Marca Franco-hispana en estado español y en condado independiente, sin dejar por eso de conservar su legislacion originaria,

Asi bajo distintas bases y elementos nacian y se desarrollaban los tres primeros estados cristianos que del primero al segundo siglo de la invasion sarracena se formaron en la península española, con la suficiente independencia y aislamiento entre si, para seguir por largo tiempo viviendo cada cual su vida propia, que es uno de los caractéres que constituyen el fondo y la fisonomia histórica de nuestra nacion.

TOMO II.

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CAPITULO X.

LA ESPAÑA MUSULMANA EN EL PRIMER SIGLO DE SU DOMINACION.

1.-En qué consistia la religion de los musulmanes.-Exámen del CORAN: en lo dogmá tico, en lo político, en lo civil y en lo militar.-Nótanse sus principales preceptos y disposiciones.-Juicio crítico de este libro.-II.-Conducta de los árabes con los cristiano de España.-Situacion en que quedaron los mozárabes.-Comportamiento de los diferentes emires.-Iglesias, obispos y monges en Córdoba.-Cómo se condujeron los con-, quistadores entre sí mismos en sus guerras civiles.-Inextinguibles odios de tribu. crueldades horrorosas: venganzas horribles.-Esplícase el contraste de tan opuesta conducta.-Carácter de los árabes.-III. Gobierno de los árabes en España en este primer periodo.-Administracion de justicia.-Idem económica.-Empleos militares.Sistema de sucesion al trono. IV. Varias costumbres de los árabes.

Conozcamos al pueblo que nos dominó, y con quien se ha emprendido una lucha que durará siglos. ¿Cuál era su religion, cuál su gobierno, cuáles sus costumbres, su conducta, sus relaciones con el pueblo conquistado?

1. ¿Qué religion traian esos hombres que tenian la presuncion de llamarse á sí mismos los creyentes por excelencia, y de dar el nombre de infieles á los que no creian lo que ellos? ¿Qué doctrina es esa que tan rápidamente desde un ignorado rincon del desierto se ha difundido por las inmensas y dilatadas regiones de Asia y África, y aspira á extinguir el cristianismo en Eu ropa, y á prevalecer sola en el mundo?

Todo el dogma, todos los preceptos de la religion mahometana están en cerrados en un libro, que es para los musulmanes el libro de Dios, el libro precioso, que es no solo su Biblia, sino tambien su código civil, politico y militar. Este libro es el Coran, que fué sacado del gran libro de los decretos divinos, y cayó del cielo hoja á hoja. Dios le dictó, dicen ellos, el ángel Ga briel le escribió, Mahoma le recibió y le comunicó á los hombres. El Coraz está dividido en capítulos ó suras, que en todos suman ciento catorce, y to dos, á escepcion del noveno, van encabezados con la fórmula que los mu

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