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Despues de la batalla de Tamaron, conociendo Fernando lo que le importaba la actividad para consumar su obra, prosiguió con su ejército victorioso hasta los muros de Leon. Cerráronle los leoneses las puertas; pero reflexionando luego sobre la dificultad de resistir al castellano, considerando por otra parte que no habia mas heredero del trono de Leon que doña Sancha su muger, y que no les convenia atraerse la enemistad del que un dia ú otro habia de ser su soberano, acordaron abrirle las puertas, entró don Fernando en Leon con banderas desplegadas y entre las aclamaciones de su ejército y alguna parte, aunque pequeña, del pueblo. Hizose, pues, ungir y coronar rey de Leon en la iglesia catedral de Santa Maria por su obispo Servando á 22 de junio de 1037.

De este modo vinieron á reunirse las coronas de Castilla y de Leon, que ambas habian recaido en hembras, la primera en doña Mayor, hija del conde de Castilla y muger de don Sancho de Navarra, y la segunda en doña Sancha, hermana del rey de Leon don Bermudo III. y muger de don Fernando: «accidente y cosa (dice el padre Mariana hablando de haber recaido «las dos coronas en hembras), que todos suelen aborrecer asaz, pero diverusas veces antes de este tiempo vista y usada en el reino de Leon: si dañosa, asi saludable, no es de este lugar disputallo ni determinallo. A la verdad muchas naciones del mundo fuera de España nunca la recibieron ni aproba❤ eron de todo punto.»

De esta manera se extinguió la línea masculina de aquella ilustre estirpe de reyes de Asturias y Leon que se remontaba hasta Pelayo y se enlazaba con las dinastías de los antiguos monarcas godos. La reunion de las dos coronas de Leon y de Castilla, si bien costó sangre muy preciosa, encerraba en gérmen la futura unidad de las monarquías cristianas de España. Por desgracia csta obra de la perseverancia española tardará todavía en llevarse á feliz término: sufrirá todavía interrupciones sensibles y contrariedades penosas; pero los cimientos de tan apetecida union quedaron echados.

CAPITULO XXI.

FRACCIONAMIENTO DEL CALIFATO.

GUERRA ENTRE LOS MUSULMANES.

De 1031 á 1080

Causas de la disolucion del imperio ommiada.-Reinos independientes que se formaron— Córdoba, Toledo, Badajoz, Zaragoza, Almería, Valencia, Malaga, Granada, Sevilla, etc. -Familias y dinastias.-Alameries, Tadjibitas, Beni-Al Afthas, Edrisitas, Zeiritas, Abeditas, etc.-Sábio y benéfico gobierno de Gehwar en Córdoba. - República aristocrática. -Orden interior.-Armamento de vecinos honrados.-Seguridad pública. -Ambicion del de Sevilla.-Sus guerras con los de Carmona, Málaga, Granada y Toledo.-El rey de Sevilla se apodera por traicion de Córdoba.-Fin del reino cordobés.-Revolucion en Zaragoza.-Extinguese alli la dinastía de los Tadjibi, y la reemplaza la de los Beni-Hud. -Independencia y sucesion de los reyes de Almeria.-Justo y pacífico gobierno de AlMotacim-Prendas brillantes de este principe.-Reyes de Valencia. Alzase con este estado el de Toledo.-Los Beni-Al Afthas de Badajoz.-Engrandecimiento de Al-Motadhi el de Sevilla,-Su muerte.-Cualidades de su hijo y sucesor Al-Motamid.-Su rivalidad con el de Almería.-Necesidad de estas noticias para el conocimiento de la bistoria de la España cristiana.

Dos términos puede tener un imperio que se descompone y desquicia combatido por las ambiciones, destrozado por las discordias, devorado por la anarquía, y corroido y gangrenado por la desmoralizacion y por la relajacion de todos los vínculos sociales. Este imperio, ó es absorvido por otro, que se aprovecha de su desórden, de su debilidad y flaqueza, ó se fracciona y divide en tantas porciones y estados cuantos son los caudillos que se consideran bastantes fuertes para hacerse señores independientes de un territorio y defenderle de los taques de sus vecinos. No aconteció lo primero

al imperio de los Ommiadas de España, merced å la falta de acuerdo entre los principes cristianos, los Alfonsos, los Sanchos, los Bermudos y los Borrells, á algunos de los cuales los mahometanos mismos habian enseñado por dos veces el camino de su capital. Malogróse aquella ocasion, y España tuvo que llorarlo por siglos enteros. Sucedió, pues, lo segundo, esto es, el fraccionamiento del imperio musulman en multitud de pequeños reinos independientes, como pedazos arrancados de un manto imperial.

Acostumbrados los walies de las provincias á ver sucederse rápidamente dinastías y soberanos, fuertes por la flaqueza misma del gobierno central, halagados y solicitados por califas débiles que necesitaban de su apoyo para conservar un poder disputado, hechos á recibir por premio de un servicio prerogativas que los hacian semi-soberanos en sus distritos respectivos, de que fué el primero á dar ejemplo el grande Almanzor con sus slavos y alameries (que no comprendemos cómo se escaparon sus funestas consecuencias al talento de aquel grande hombre), fuéronse emancipando de la autoridad suprema, de forma que á la caida del último califa no tuvieron que hacer sino cambiar los nombres de alcaides y walies en los de emires ó reyes. Eran entre estos los mas poderosos los de Toledo, Zaragoza, Sevilla, Málaga, Granada y Badajoz, y por la parte de Oriente, los de Almeria, Murcia, Valencia, Albarracin, Denia y las Baleares; aparte de otra multitud de pequeños soberanos, de los cuales habíalos que poseian solo un reducido canton, una sola ciudad ó fortaleza. C da cual en su escala tenia su córte, sus vasallos y su ejército, levantaba y cobraba impuestos, muchos acuñaron moneda con su nombre, y alguno tomó el pomposo titulo de Emir Almumenin.

No es fácil determinar la época precisa en que cada uno de estos reinos comenzó á ser ó á llamarse independiente, pues si bien desde el año 1009 empezaron algunos walies à negar con diferentes pretestos y escusas su obediencia á los califas ó á rebelarse de hecho contra ellos, ó bien reconocian después á otros que les sucediesen y fueran mas de su partido, ó bien aquellas mismas excusas y pretestos demuestran que aun no se atrevian á emanciparse abiertamente del gobierno central. Otros á quienes los califas dejaban en una dependencia puramente feudal, iban arrogándose poco á poco los demas derechos y constituyéndose en señores absolutos, relevándose del feudo siempre que la debilidad de los califas lo permitia. De modo que desde la muerte del segundo hijo de Almanzor hasta la extincion del califato en el tercer Hixem, puede decirse que fueron fermentando y desarrollándose estas pequeñas soberanías, hasta que al nombramiento de Gehwar en Córdoba en 1031 se vió que era escusado contar ya

con los walies, y que cada cual gobernaba su comarca con autoridad propia

y se apellidaba rey.

Compréndese bien que entre tantos régulos ó caudillos, pertenecientes á distintas familias ó dinastías, todos mas o menos ambiciosos, obrando todos con independencia, dispuestos á sostener la posesi on de su territorio, con opuestos intereses, sin respeto á un poder superior que los refrenára, la condicion natural é inevitable de esta situacion habia de ser la guerra. La España mahometana habia de ser teatro de complicadas luchas, de alianzas y rompimientos infinitos de los musulmanes entre sí y con los príncipes cristianos, de variados incidentes, en que se viera á soberanos y pueblos desplegar todo género de afectos y pasiones, nobles y generosas, miserables y flacas, á que ayudaban las costumbres á la vez bárbaras y caballerescas de las diferentes razas y familias que formaban aquellos reinos. Embarazo grande para el historiador, que por largo tiempo ha de tener que ligar los descosidos retazos de cerca de cuarenta estados, entre cristianos y musulmanes, que á este tiempo se encuentran formados en el territorio de nuestra Península. Dejamos, no obstante, á los historiadores de la dominacion sarracena en España el cargo de referir los sucesos especiales de algunas de estas pequeñas soberanías que pasaron sin ejercer grande influjo, tal vez sin que llegára á sentirse su influencia en la condicion social de los dos grandes pueblos, y nos concretaremos á hablar de las principales dinastías, y de aquellos hechos que tuvieron alguna importancia en la historia general de la Peninsula.

Hemos nombrado ya los mas poderosos emiratos que se formaron en la España musulmana á la caida del imperio Ommiada. Casi toda la parte oriental y mucha de la meridional quedaba en poder de los Alameries y de los Tadjibitas (llamados asi estos últimos de la tribu de que eran originarios), familias unidas por la sangre y por las alianzas. En Zaragoza dominaba el bravo Almondhir el Tadjibi, á quien hemos visto figurar en las guerras de los últimos califas de Córdoba, y que por su valor y sus hazañas era apellidado con el título de Almanzor. Almondhir se habia apoderado de Huesca, cuyo gobierno tenia su primo Mohammed ben Ahmed, el cual tuvo que refugiarse al lado del rey de Valencia Abdelaziz, nieto de Almanzor. Acogió Abdelaziz con tanta benevolencia á su ilustre y desgraciado huésped, que dió en matrimonio sus dos hermanas á los dos hijos de Mohammed. Pereció éste en el mar queriendo pasar á Oriente. Sucedió á Almondhir en el reino de Zaragoza su hijo Yahía, que reinó diez y seis años, y acabó con él la dinastia de los Beni-Hixem, apoderándose de Zaragoza Suleiman ben Hud, aquel wali de Lérida que habia dado generoso asilo al postrer califa Ommiada Hixem III. Con Suleiman reemplazó en Zaragoza á la familia de los Tadjibitas la de los

Beni-Hud. Era Yahia rey de Zaragoza cuando el pirmer rey de Aragon don Ramiro invocó el auxilio de los musulmanes aragones s para hacer la guerra á su hermano don García de Navarra (1).

En Almería sucedió á Hairan el Alameri, muerto en 1028, su hermano Zohair, el cual guerreó con Badis el de Baeza, y murió en batalla en Alpuente en 1038 despues de un reinado de diez años. Abdelaziz el de Valencia intentó apoderarse de Almería despues de la muerte de Zohair, pero Mogueiz el de Denia atacó entretanto á Valencia, y queriendo Abdelaziz hacer la paz con él salió de Almería dejando el gobierno de la ciudad á su hermano Abul Ahwaz Man, que despues se declaró independiente, y le reconocieron entre otras ciudades, Lorca, Baeza y Jaen.

Murcia pertenecia á los estados del dominio de Zohair, pero despues de la muerte de este príncipe pasó con su territorio á Abdelaziz el de Valencia (2). En Castellon, Tortosa y fronteras de Cataluña, dominaban tambien los Tadjibitas y Alameries. Otro tanto acontecia en Mérida y casi todo el Portugal. Mandaba alli Abdallah ben Al Afthas, y los Afthasidas eran tambien adictos á los Alameries á quienes debian su reino. Alameri era igualmente Sapor ó Sabur que se habia alzado con el gobierno independiente de Badajoz, hasta que se apoderó de esta ciudad y reino el mismo Abdallah ben Al Afthas. Y en Toledo dominaba Ismail Dilnûm, cuya familia dió á este reino cuatro emires ó reyes.

Por el contrario, en Málaga y Algeciras reinaban los Edrisitas, ó sea la família de los Ben Ali y Ben Hamud, de aquellos emires de África que obtuvieron en los últimos tiempos el califato de Córdoba, y cuyo señorío se estendía por las vertientes meridionales de las Alpujarras, teniendo su principal fuerza y apoyo en Africa. El pais de Granada y Elvira era regido por un sobrino de Zawi el Zeiri, aquel que tanto habia favorecido á los califas africanos contra los Ommiadas durante las guerras del imperio, y que continuaba tan adicto como su tio al partido y familia de los Hamuditas. Por último, el reino de Sevilla se hallaba en manos del poderoso Mohammed Ebn Abed, que habia bastado él solo para derribar al califa Yahia ben Ali, y

(1) Aqui nos separamos en muchos puntos de la narracion de Conde, y tomamos del señor Dozy aquellas noticias en que nos parece rectifica con mas justicia y fundamentos á Conde, al arzobispo don Rodrigo, y á los que ban seguido á estos autores. En la pág. 53 y siguientes del tom. I. de sus Investigaciones sobre la historia de la edad media de España pueden verse los errores

que nota en Conde acerca de esta dinastía de los Tadjibitas.

(2 Es muy oscura la historia de Murcia en esta época. Gayangos confiesa que es casi imposible decidir en esta materia no pudiendo consultarse los manuscritos de que se valieron Conde y Casiri. Dozy se propone aclararla.

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