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una mano una vasta extension de territorio á fuerza de apagar interiores disturbios y de vencer enemigos exteriores volvian las disposiciones testamentarias de los príncipes á legar á sus hijos y á sus reinos una herencia de discordias y una semilla de ambiciones, de envidias, de turbulencias y de crímenes. Ramon Berenguer el Viejo de Barcelona, siguiendo el camino opuesto al de Sancho el Mayor de Navarra y de Fernando el Magno de Castilla, dejó en su testamento el gérmen de resultados igualmente desastrosos. Desconociendo como aquellos la indole de sus hijos y las ventajas de la unidad en el gobierno de un estado, y como si la soberanía consintiese participaciones y su sola voluntad bastase á enmendar la naturaleza humana y á despojarla de las pasiones de la ambicion y de la envidia, quiso ceñir con una sola corona las sienes de sus dos hijos, lo que equivalia á legarles una manzana de discordia y un incentivo perenne de desavenencias. Desarrollá→ ronse pronto por parte del mas descontentadizo y discolo, del mas codicio so y avaro, y el génio maléfico de la envidia arrastró á Berenguer Ramon H. al extremo de teñir su mano en la inocente sangre del apacible Ramon Berenguer Cap de Estopes, y de darle una muerte alevosa. Otro fratricidio.

Concluiremos este cuadro con una observacion bien triste, pero exacta por desgracia. Los príncipes que han regido los diferentes estados de la España cristiana en el período que examinamos, todos á su vez han peleado entre sí, y casi todos cuando han blandido sus lanzas contra los soberanos de sus mismas creencias y de su misma sangre, han llevado consigo auxiliares musulmanes, á comprados á sueldo, ó ligados con ellos en amistosas alianzas. De ellos los siete han muerto, ó en guerra con sus parientes, ó asesinados por sus propios hermanos. Garcia de Castilla bajo las alevosas espadas de los Velas: Bermudo III. de Leon y García Sanchez de Navarra combatiendo contra su hermano Fernando de Castilla: Sancho de Castilla sitiando en Zamora á su hermana Urraca: García de Galicia en una prision en que le encerraron sucesivamente sus dos hermanos Sancho y Alfonso: Sancho Garcés de Navarra traidoramente asesinado por su hermano Ramon en Peñalen: Ramon Berenguer II. de Barcelona bajo el puñal fratricida de Berenguer Ramon.

A vista de tan aflictivo cuadro de miserias y de crímenes, que hacian interminable la obra gloriosa de la restauracion española, nuestro corazon se llenaria de horror y desesperaria del triunfo de la buena causa, si no se elevára á otra mas alta esfera, allá donde hay un ser superior que lleva magestuosamente las naciones y los pueblos á su destino al través de todas las miserias de la humanidad. A pesar de tantas rivalidades y malquerencias de familia, á pesar de tantas discordias interiores y tantas alianzas con los

mahometanos, conservábase siempre vivo el sentimiento de la independencia y el principio religioso como el instinto de la propia conservacion. Y á la manera que en otro tiempo aunque se aliáran los españoles alternativamente con cartagineses y romanos se mantenia un fondo de espíritu nacional y un deseo innato de arrojar á romanos y cartagineses del suelo español, del mismo modo ahora subsistia, á vueltas de las flaquezas y aberraciones que hemos lamentado, el espiritu religioso y nacional, que puesto en accion por algunos grandes principes como Sancho el Mayor de Navarra, Fernando el Magno de Castilla, Sancho Ramirez de Aragon, Ramon Berenguer el Viejo de Barcelona, hacía que fuese marchando siempre la obra de la reconquista. Debióse á esta causa el que aquellas contrariedades no impidieran el acrecimiento y ensa che que recibieron las fronteras cristianas en Leon y Castilla, en Navarra, Aragon y Cataluña, desde la recuperacion de Leon hasta la conquista de Toledo, el acaecimiento mas importante y glorioso de la España cristiana desde el levantamiento y triunfo de Pelayo.

¿Cómo no aprovecharon los árabes aquellas discordias de los cristianos para consumar su conquista? Porque ellos estaban á su vez mas divididos que los españoles. Por fortuna suya los cristianos se consumian en excistones domésticas cuando mas útil les hubiera sido la union. Por fortuna de los españoles los sarracenos en las ocasiones mas críticas se enflaquecian y destrozaban entre sí y dejaban á los cristianos en paz. Iguales miserias en ambos pueblos. De aqui haber durado la lucha cerca de ochocientos años.

El imperio árabe en su decadencia corrió la suerte de los imperios destinados á fenecer, no por conquista, sino por una de esas enfermedades interiores lentas y penosas, que del mismo modo que á los individuos van consumiendo los cuerpos sociales y corroyéndolos hasta producir una completa disolucion. Era ya un fenómeno que con una cabeza tan flaca como la de Hixem II. se hubiera robustecido en vez de enflaquecerse el cuerpo del imperio; pero este fenómeno era debido á las altas y privilegiadas prendas de Almanzor, y los fenómenos no se repiten cada dia. Muerto el hombre prodigioso, la marcha del estado siguió su natural órden y curso. Faltaba la cabeza y todos querian serlo. Despertáronse las ambiciones que la superioridad de un solo hombre habia tenido reprimidas, y comenzó aquella cadena de convulsiones violentas, de sacudimientos, de crímenes, de confusion y de anarquía, que acompañan siempre al desmoronamiento de un estado. Todos los imperios que perecen por disolucion se asemejan en el período que precede à su muerte. Conjuraciones, turbulencias, guerras de razas,

relajacion de los vínculos de la sangre, extincion de los afectos de familia, regicidios, hermanos que asesinan á hermanos, hijos que siegan la garganta del padre, temiendo no sucederle si se prolonga unos dias mas su existencia, caudillos feroces que capitaneando turbas tan feroces como ellos conquistan un trono por el puñal y la espada para descender de él por la espada y el puñal, soldados que quitan y ponen emperadores, pueblos que pasean hoy con regocijo la cabeza ensangrentada del que proclamaron ayer con entusiasmo, soberanos de un dia, casi á la vez sacrificadores y sacrificados, grandes crimenes y grandes criminales, horribles y trágicos dramas, entre los cuales se deja ver de período en período alguna virtud heróica y sublime, como el fulgor de una estrella en noche tempestuosa y oscura. Habiendo visto los escesos que acompañaron la agonia del imperio romano, no nos sorprenden los que señalaron la caida del imperio ommiada: con la diferencia que la ruina de este fué mas rápida, porque debido su engrandecimiento á las prendas personales de sus califas, faltando estos tenía que desplomarse casi de repente el edificio.

Ademas del elemento de disolucion que en su seno encerraba el imperio con tantas razas y tribus rivales y enemigas que ansiaban y espiaban la oca-sion de destruirse, Almanzor en medio de su gran talento cometió errores que ayudaron no poco á la explosion de estos odios y rivalidades, ya con la proteccion que dispensó á las huestes africanas que llegaron á constituir la mayoría del ejército musulman, ya con la influencia que dió á la raza slava, á aquellos extrangeros que de la clase de esclavos de otros esclavos subieron á la de príncipes y emperadores. Abrió tambien Almanzor ancha brecha á la unidad del imperio con los gobiernos perpétuos que por premio de momentáneos servicios confirió á los alcaides y walies. Este paso cuyas consecuencias no se conocieron durante su vigorosa administracion, fué un ejemplo funesto para el porvenir, para cuando el imperio cayese en manos mas débiles que las suyas. Los califas que siguieron á Hixem, asi como los aspirantes al califato, todos á imitacion de Almanzor para ganar el apoyo de los walies apelaban al recurso de halagarlos, invistiéndolos con aquella espccie de soberanía feudal; y ellos, harto propensos ya á la independencia, ó se emancipaban abiertamente del gobierno central, ó les negaban los subsidios de sus provincias y se hacian sordos á sus excitaciones y llamamientos; la impunidad en que los débiles califas dejaban á los walies desobedientes alentaba á otros á seguir su ejemplo, y Córdoba, la metrópoli del imperio muslimico de Occidente, que se dilataba por casi toda España y por inmensos territorios africanos, llegó á encontrarse completamente aislada, constituído cada wali en soberano independiente del distrito de su mando. De aqui la

multitud de régulos y pequeños monarcas que se alzaron sobre las ruinas del califato, y de que hemos dado cuenta en nuestra historia, y cuyas guerras entre sí y con los cristianos hemos referido.

Expuestas las causas principales de los acontecimientos, veamos la fisonomía politica y social que presentaban los diferentes estados de la España cristiana en este periodo.

CAPITULO XXVI.

GOBIERNO, LEYES, COSTUMBRES DE LA ESPAÑA CRISTIANA En este PERIODO.

1. Los reyes-Atribuciones de la Corona.-Cómo se desprendian de algunos derechos.Conservaban el alto y supremo dominio.-Funcionarios del rey.-Sistema de sucesion. -Impuestos.-II. Mudanza en la legislacion.-Jurisprudencia foral.-Exámen del fuero y concilio de Leon.-Los siervos: cómo se fué modificando y suavizando la servidumbre.-Bebetrías: qué eran: sus diferentes especies.-Milicia.-Jueces.-Diversas clases de señoríos.-Si hubo feudalismo en Castilla.-Fueros de Sepúlveda, Nájera, Jaca, Logroño y Toledo.-Sistema feudal en Cataluña.-Los Usages.—III. Gran mudanza en el rito eclesiástico.-Historia de la abolicion del misal gólico-mozárabe é introduccion de la liturgia romana.-Empeño de los papas y del rey.-Resistencia del clero y del pueblo.-Pretensiones del papa Gregorio VII.-Carácter de este pontifice.-Monges de Cluni.-Comienza á sentirse la influencia y predominio de Roma en España.-IV. Estado intelectual de la sociedad cristiana.-Ignorancia y desmoralizacion general del clero en toda Europa en esta época.-El clero español era el menos ignorante y el menos corrompido.-V. Costumbres públicas.-Espíritu caballeresco.-El duelo como lance de honor y como prueba vulgar.-Otras pruebas vulgares.-Respeto al juramento.-Formalidades de los matrimonios.-Fiestas populares.

I. Al paso que en lo material avanzaba la reconquista por los esfuerzos parciales de los príncipes y de los pueblos, progresaba tambien, aunque lenta y gradualmente, la organizacion política, religiosa y civil de cada sociedad ó de cada estado, no de un modo uniforme, sino con arreglo á las circunstancias de localidad, á las tendencias y costumbres y al origen y procedencia de cada reino, que es lo que constituyó la diferencia de fisonomía que distinguió los diversos estados en que entonces se dividió la España, diferencia que subsistió por muchos siglos, y que á pesar del trascurso de los tiem

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