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mas de la institucion divina de la iglesia, pues si hubiera sido una institu cion humana, de cierto hubiera sucumbido (1).»

Infiérese de todo, que el clero español en este siglo, en medio del estado de perturbacion en que se hallaba la España, y á pesar de sus desarreglos parciales, era el menos corrompido y acaso el menos ignorante de Europa.

V. Dificil es siempre reducir á un cuadro las costumbres públicas que retratan ó constituyen la fisonomía de un pueblo y de un período, y mas de una época de que quedan tan escasos documentos. Indicaremos no obstante algunas de ellas.

El espíritu caballeresco toma gran desarrollo en este siglo. Aunque mezclados muchos hechos con las fábulas introducidas por los romances; aunque contemos entre las invenciones el reto del príncipe don Ramiro de Navarra á todos sus hermanos por defender el honor de su madre acusada de adulterio; el de don Diego Ordoñez de Lara á don Arias Gonzalo y á sus hijos y á todos los zamoranos, y como dice la crónica general, á los grandes como cá los pequeños, é al vivo, é al que es por nascer, asi como al que es nasecido, é á las aguas que bebieren, é á los paños que vestieren, é aun á las piedras del muro; el del Cid con el caballero aragonés Martin Gomez por la posesion de Calahorra, y otros semejantes que se le atribuyen y de que está llena las historia romancesca de este siglo, encuéntranse en él tipos, rasgos y acciones caballerescas en abundancia, asi en Castilla como en Aragon y Cataluña y en todos los estados cristianos. El caballero castellano que retó solemnemente á los moros del ejército de Almanzor, Gonzalo de Lara el vengador de sus hermanos, el conde Armengol de Urgel, el mismo Cid, que aun despojado de los arréos con quele revistiera despues la fábula, se presentaba ya como el génio y tipo de la caballería, daban ya á esta época aquel tinte que habia de distinguir el carácter español en los siglos sucesivos de la edad media.

De que no era el combate personal usado tan solamente como lance de honor, sino tambien como prueba juridica, hemos presentado ya hartos testimonios. Vése no obstante en el siglo XI. comenzar la lucha entre una costumbre generalizada y el convencimiento de su monstruosidad. Pues por una parte la cuestion de los oficios gótico y romano se remite de público á la pueba del duelo, y el antiguo fuero de Sahagun prescribe la lid para que los acusados de homicidio oculto pudiesen justificarse con esta prueba: por otra don Alfonso VI. liberta al clero de Astorga de esta prueba judicial co

(4) César Cantu, Hist. Univ. época ▲.

mo de un mal fucro; el de Sepúlveda exime á sus habitantes de la prueba de batalla, y en el de Jaca se manda que no estén obligados al duelo sino de consentimiento de las partes, y precediendo para los desafios con personas de fuera el consentimiento de la ciudad. Asi nuestros monarcas, si no quisieron ó no pudieron desterrar de la sociedad este abuso monstruoso, procuraron por lo menos contenerle, sujetando los duelos, lides, rieptos y desafios á un prolijo formulario, estableciendo leyes oportunas para precaverla frecuencia y evitar el furor y crueldad con que antes se practicaban.

Otro tanto decimos de las demas pruebas llamadas vulgares, tales come la caldaria, ó del agua hirviendo, y la del fuego 6 hierro encendido. Horroriza leer el difuso ceremonial de este género de pruebas en el antiguo libro de fueros de San Juan de la Peña. «El agua, dice, debe ser fervient..... et sea tanta en la caldera que él pueda cobrir al que ha de sacar las gleras de la muineca de la mano fata la yuntura del cobdo; pués que hobiere sacado das gleras el acusado, átenle la mano con un paino de lino que sean las dos partes del cobdo. Et sea atado en la mano con que sacó las gleras en IX «dias, et seyeillenle la mano en el nudo de la cuerda con que está atado con «seello sabido, en manera que no se suelte fata que los fieles lo suelten. Acabo ade IX dias los fieles cátenle la mano, et si le fallairen quemadura peche la pérdida con las calonias. Et es á saber que en el fuego con el que se ha ade calentar el agoa en que meten las gleras, deben haber que son benedichos en el dia de Ramos en la eglesia (1).» tiendas fijo abortare, decia el Fuero de Plasencia, quémenla viva si maanifesto fore, si non sålvese por fierro.» «Causa ciertamente admiracion, dice con justicia á este propósito uno de nuestros mas sábios jurisconsultos, cómo nuestros mayores pudieron consentir que los intereses, fortuna, honor y vida de los hombres pendiese de cosas tan casuales y tan inconexas con la conciencia y con el crimen como las pruebas llamadas comunmente vulgares. Ya hemos dicho las causas, y por fortuna tambien se iba conociendo la monstruosidad y poniendo el remedio,

de los ramos

«Muger que á

Conócese que el juramento era muy sagrado y respetado en aquel tiempo, y el perjurio uno de los delitos que se miraba con mas horror. Imponíase entre otras penas á los testigos falsos la de destruir sus casas hasta los cimientos, y la espiritual y terrible de la excomunion (2). Y si las leyes son el reflejo de las costumbres generales de un pueblo, las noticias que de la lenislacion conciliar y foral hemos apuntado no dejan de dar luz sobre el es

(1) Al fol. 83. De traher gleras de la cal- (2) Can. 19. del Concil. de Leon,

dera.

tado social y moral de la España de aquel siglo. Podemos no obstante añadir, que si es cierto, como no duda afirmarlo el cronista don Pelayo de Oviedo, que en los últimos años de Alfonso VI. de Castilla podia una muger cruzar sola de un estremo á otro de España con el oro en la mano sin temor de ser robada, inquietada ni ofendida, no habia sido inoportuno el derecho penal ni infructuosa su aplicacion, al menos en cuanto á la seguridad de las personas y de las propiedades, moralizacion prodigiosa en una época en que el contínuo guerrear parecia deberia traerlo todo en turbacion y desorden. La alta idea que se tenia del matrimonio hacia que se mirára un dia de boda como de júbilo para el pueblo, y las leyes mismas establecian severas penas contra los perturbadores de la pública alegría, y principalmente contra los que en tales dias injuriasen á los desposados. Los juegos con que se festejaban solian ser ya las danzas, las justas y torneos (1). Y entre las formalidades de los matrimonios, figuraba siempre la trasmision de arras, ceremonia que hallamos solemnemente practicada en los contratos matrimoniales de Sancho el Mayor de Navarra, de Rodrigo Diaz el Cid, de Ansur Gomez y de otros caballeros castellanos, navarros y catalanes.

No damos mas estension á esta ligera reseña del estado social de la España cristiana, asi por la escasez de los documentos de este tiempo, como porque la variacion misma, que mas adelante con mas copia de datos iremos notando, nos habrá de informar mejor de lo que existia, por la mudanza de lo que en lo eclesiástico, en lo politico, en lo civil y en lo moral esperimentaron los reinos cristianos desde los fueros, desde la alteracion del rito, y desde la conquista de Toledo.

(4) El P. Fr. Luis de Ariz en su historia de Avila, describe las fiestas que en 1107 hubo en aquella ciudad con motivo de las bodas de Biasco Muñoz con Sancha Diaz, y dice que hubo en ellas corridas de toros, torneos y bofardeos, añadiendo que la infanta doña Urraca danzó con el gallardo moro Fermin Hiaya á la usanza de la morería, y los demas cada cual con sus moras.

Suceso que manifiesta lo admitida que estaba ya esta clase de fiestas populares, la mezcla de árabes y cristianos en los regocijos públicos, y la modificacion que en esta parte habian ido sufriendo las costumbres, á que debió contribuir mucho el ejemplo del enlace de Alfonso VI. con la mora Zaida, la bija de Ebn Abed de Sevilla.

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Apurada situacion de los musulmanes.-Deŝaviénense el rey Alfonso y el rey árabe de Sevilla.-Arrogante y ágria correspondencia que medió entre los dos.-El de Sevilla y los demas reyes mahometanos de España llaman en su auxilio á los almoravides de Africa. Quiénes eran los almoravides.-Retrato de su rey Yussuf ben Tachfio, fundador y emperador de Marruecos.-Vienen los almoravides á España: nueva y formidable irrupcion de mahometanos: úuense con los musulmanes españoles.-Salen á combatirlos Alfonso y los demas príncipes cristianos.-Célebre batalla de Zalaca: solemne derrota y horrible mortandad del ejército cristiano: logra salvarso el rey Alfonso y se refugia en Toledo.-Ausencia de Yussuf.-Reanimanse los cristianos.Resuelve Yussuf hacerse dueño de toda la España musulmana.-Apodéranse los almoravides sucesivamente de Granada, Córdoba, Sevilla, Almería, Valencia, Badajoz y las Baleares.-Desastrosa suerte de los emires de estas ciudades.-Consideraciones Con el de Zaragoza.-Dominan los almoravides en España.

Parecia que con la disolucion del imperio ommiada, con las ventajas que en todas partes las armas cristianas habian obtenido, y con el desconcierto, los disturbios, las guerras que los reyezuelos musulmanes tenian entre si,

deberia haberse decidido en favor de España la gran lucha entre los dos pueblos y las dos creencias que se disputaban su señorío. Y hubiera sucedido asi, si por una parte el comun peligro no hubiera inspirado á los mahometanos el pensamiento de apelar, como en otra ocasion, á un remedio heróico, y si por otra parte no hubieran tenido una Africa á que acudir, semillero innagotable de enemigos del pueblo español y del nombre cristiano y á la cual volvian los ojos en sus mayores conflictos y tribulaciones.

Pesábale ya al mismo Ebn Abed de Sevilla haber contribuido tanto con sus alianzas al engrandecimiento del poder de Alfonso. Advertianselo tambien las sentidas quejas y murmuraciones que llegaban á sus oidos y el disgusto general de los musulmanes. Meditó, pues, á pesar de los lazos que con él le unian, cómo cooperar á abatir al orgulloso cristiano, que cueño de Toledo, y despues de haber corrido y devastado los emiratos de Zaragoza y Badajoz, tuvo el atrevimiento de penetrar con un cuerpo de caballería por tierras del de Sevilla con pretesto de protegerle contra sus rivales de la costa meridional, y avanzando hasta Tarifa metió su caballo hasta el pecho en las aguas del mar como en otro tiempo Okba, y exclamó: ¡He llegado á los últimos términos de la tierra de Andalucía!» Y regresó tranquila y orgullosamente á Toledo. Acabó de mortificar el amor propio de Ebn Abed aquella audacia del castellano y aquella inesperada aparicion so color de un auxilio simulado y no pedido. Todavía sin embargo no estalló la oculta rivalidad de los dos monarcas, hasta que con motivo de haber apuñalado los sevillanos á un judío, tesorero y privado del rey Alfonso, que este habia enviado á cobrar el tributo que le pagaba Ebn Abed, le despachó el rey de Castilla nueva embajada pidiendo satisfaccion del agravio y reclamando varias fortalezas de su reino que le pertenecian. Arrogante y ágria era la carta que Alfonso envió con el mensage; decia asi.

«De parte del emperador y señor de las dos leyes y de las dos naciones, el excelente y poderoso rey don Alfonso hijo de Fernando (1), al rey Al Motamid Billah Ebn Abed (ilumine Dios su entendimiento para que se determine à seguir el buen camino): salud y buena voluntad de parte de un rey engrandecedor de sus reinos y amparador de sus pueblos, cuyos cabellos han encanecido en el conocimiento de los negocios y en el ejercicio de las armas... en cuyas banderas se asienta la victoria, que hace á sus caballeros blandir las lanzas con esforzadas manos, que hace ceñir las espadas en las cinturas de sus campeadores,

(4) En esta correspondencia, que inserta Conde en los cap. 42 y 13 de la tercera parte de su Historia, se llama equivocadamente á

Alfonso, hijo de Sancho, cuyo error copió.
Viardot al trascribirla en la nota 4. á su
Historia de los árabes y moros.

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