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que éste se ballaba sentado á la mesa sin tocar los manjares que delante tenia. Entonces el hijo llamó la atencion del padre bácia aquel sangriento trofeo, y le dijo: Mirad la yerba que os ba de volver el apetito: la lengua que os insultó ya no hace oficio de lengua, ni la mano que os afrentó bace el oficio de mano. El buen viejo se levantó y abrazó á su bijo, diciéndole, que quien habia llevado á su casa aquella cabeza debia serlo de la casa de Lain Calvo. Lo singular fué que la hija del conde, enamorada del Cid, se presentó en la eórte de Leon, y puesta de hinojos ante el rey le pidió por esposo á Rodrigo, poniéndole en la alternativa ó de concederle su mano ó de quitarle la vida. Otorgada tan estraña merced, y obtenida la mano de Rodrigo, este la llevó á su casa; pero hizo voto de no co nocerla hasta haber ganado cinco batallas campales. Dióse entonces à correr por las tierras comarcanas de los moros, é hizo en efecto cautivos cinco reyes mahometanos.

Yendo en peregrinacion à Santi go de Compostela, al llegar á un vado encontró un leproso, que metido en un barranco rogaba á los transeuntes le pasáran por caridad. Los demas caballeros buyeron de tocar aquel desgraciado; solo Rodrigo tuvo compasion de él, le tomó por su mano, le envolvió en su capa, le colocó en su mula y le llevó al lugar á que iba á dormir. Por la noche le hizo sentar á su lado y comer con él en la misma escudilla. La repugnancia de los compañeros de Rodrigo fué tal, que se imaginaban que la lepra habia contaminado sus platos, y salieron de la pieza á to da prisa. Rodrigo se acostó con el leproso,

envueltos ambos en la misma capa. A media noche, cuando Rodrigo se babia dormido, sintió en sus espaldas un soplo fuerte que le despertó. Buscó al leproso, le llamó, y viendo que no respondia, se levant. encendió una bugia.... el leproso habia desaparecido. Volvióse Rodrigo á acostar con la luz encendida; en esto que se le apareeió un hombre vestido de blanco: ¿Duermes, Rodrigo? le preguntó.-No duermo; pero quién eres tú que tanta claridad y tan suave olor difundes?-Soy San Lázaro. Y has de saber que el leproso á quien bas becho tanto bien y tanta honra por amor de Dios, era yo: y en recompensa de ello es la voluntad de Dios que cada vez que sientas un soplo como el que has sentido esta noche, sea señal de que llevarás á feliz remate las cosas que emprendas. Tu fama crecerá de dia en dia, te temerán moros y cristianos, serás invencible, y cuando mueras morirás con honra.»

Son muchas las proezas y hechos maravillosos que suponen ejecutó ya en los rei→ nados de Fernando y de Sancho; pero comienza a aparecer mas novelesco desde que desterrado por Alfonso VI. deja la casa pa➡ terna. Pintan con colores vivos y tiernos la afliccion de Rodrigo cuando al disponerse á salir de Vivar vió las salas desiertas, las percbas sin capas, sin asientos el pórtico, y sin balcones los sitios donde estar solian. A su paso por Burgos con su lucida comiti. va, hombres y mugeres se asomaban á las ventanas á verle pasar, y nadie se atrevia á recibirle en su casa por temor al rey Alfonso, que habia prohibido severamente que le diesen alberguo,

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Convidar le yen de grado, mas ninguno non osaba:

El Rey Don Alfonso tanto avie la grand' saña.

Antes de la noche en Burgos dél entró su carta,

Con grand' recabdo é fuertemente sellada:

Que à mio Cid Ruy Diaz que nadi nol' diesen posada;

E aquel que ge la diese sopiese vera palabra

Que perderíe los averes é mas los oyos de la cara,

E aun demas los cuerpos é las almas.

Grande duelo avien las gentes christianas:
Ascóndense de mio Cid ca nol' osan decir nada.

Entonces sin duda debió decir el Cid de su barba aquellas célebres palabras: «Por causa del rey don Alfonso que me ha desterrado de su reino no tocaráu tijeras á estos pelos, ni de ellos caerá uno solo, y de esto tendrán que bablar moros y cris tianos.>>

Multiplicáronse los prodigios en la conquista de Valencia, y sobre todo cuando los Almoravides mandados por el rey Bucar (Scir Abu Bekr) fueron á acometer la ciudad. Entonces no solo el Cid, sino el obispo don Gerónimo, armado de lanza y espada, mató tantos moros que no hubo quien le igualára en matar sino el mismo Campeador; rom~ piósele el asta de su lanza al prelado guerrero, y echando mano a la espada, no se sa be cuantos infieles murieron á sus golpes. Rodrigo buscaba al rey Bucar, que á todo correr de su caballo buia del Camprador. ¿Por qué asi huyes, le gritaba, tú que has venido de allende el mar á ver al Cid de la Juenga barba? Vuelve y nos saludaremos uno á otro.» Pero por mas que el Cid espoleó á su Bab ́eca, el rey moro ganó la orilla del mar; entonces Rodrigo ie arrojó su Tizona y le hirió entre ambos hombros, y el rey Bucar malamente herido se entró en el mar, y ganó un barquichuelo: el Cid se apeó del caballo y recogió su espada. A ombra el número de moros que segun las leyendas mu rieron aquel dia,

Volvió mas adelante el rey Bucar sobre Valencia con numerosísimo ejército. El Cid reposaba en su lecho cuando se le apareció un personage, despidiendo un olor fragantísimo y vestido de un ropage blanco como la nieve. Esta vez era San Pedro: «Vengo á anunciarte, le dijo, que no te restan sino treinta días de vida. Pero es la voluntad de Dios que tus gentes venzan al rey Bucar, y que tú mismo despues de muerto seas el que dés el triunfo en esta batilia. El a óstol Santiago te ayudará, pero antes has de arrepentirte delante de Dios de todos tus pecados. Por el amor que me profesas y por el respeto que siempre has tenido á mi iglesia de San Pedro de Arlanza, el hijo de Dios quiere que te suceda lo que te he dicho. Al día siguiente refirió el Cid á sus caballeros la vision que habia tenido, juntamente con otras que bacia siete noches le perseguian, y les anunció que vencerian al rey

Bucar y á los treinta y seis reyes moros que le acompañaban. Despues de aquel direurso se sintió malo y se confesó con el obispo don Gerónimo. Los pocos dias que aun vivió no tomó mas alimento en cada uno que una cucharada del bálsamo y la mirra que el soldan de Persia, noticioso de sus bazañas, le habia enviado de regalo, mezclado con agua rosada. Las fuerzas se le acababan pero su tez se conservaba sonrosada y fresca. La vispera de morir llamó á doña Jimena, al obispo don Gerónimo, à Alvar Fañez, á Pero Bermudez y á Gil Diaz, y les dijo cómo babian de emba'samar su cadáver, y lo que despues habian de hacer de él. D ctó al fin su testamento y murió cristianamente.

A los tres dias de su muerte, el rey Bucar y los treinta y seis reyes moros pusieron sus quince mil tiendas delante de las puertas de Valencia. Habia en el campo moro una negra que capitaneaba otras doscientas negras, con las cabezas rapadas, á escepcion de un mechon de pelo, porque iban cumpliendo una peregrinacion: sus armas eran arcos turcos. A los doce dias de sitio despues de haber hecho todo lo que el Cid habia ordenado, determinaron los cristianos salir de Valencia. El cadáver embalsamado del Cid iba montado en su fiel Babieca, sujeto por medio de una máquina de madera que habia fabricado Gil Diaz. Como se mantenia derecho, y el Cid llevaba los ojos abiertos, la barba peinada, escudo y yelmo de pergamino pintado, que parecia de firro, y en la mano su formidable tizona, s mejaba perfectamente estar vivo. Salieron, pues, de la ciudad. Iba Pero Bermudez de vanguardia: escoltaban á doña Jimena seis. cientos caballeros; detrás iba el cadáver del Cid con escolta de cien caballeros, y el obispo y Gil Diaz á sus lados. Alvar Fañez preparó el ataque. De las doscien'as negras las ciento fueron al instante derrotadas, las ot as ciento hicieron no poco estrago en los cristianos, hasta que habiendo muerto su capitana buyer n todas. Entonces los cristianos atacaron el grueso del ejército musulman. Los moros que vieron un caballero mas alto que los otros, montado en un caballo blanco, en la izquierda un estandarte blanco co no la nieve, y en la derecha una espada que parecia de fuego, buian despa

voridos; hicieron en ellos los fieles horrible matanza, y continuaron victoriosos camino de Castilla.

Llegado que hubieron á San Pedro de Cardeña, colocaron el cadáver del Campea dor á la derecha del altar, en una silla de marfil, con una mano descansando sobre su Tizona. En una ocasion entró un judio en la iglesia del monasterio á ver el cadá ver del Cid, y como se hallase solo, dijo pa ra si: «Hé aquí el cadáver del famoso Ray Diaz de Vivar, cuya barba nadie fué osado á tocar en vida: ahora voy á tocarla yo á ver qué me sucede.» Y alargó el brazo, y en el momento envió Dios su espíritu al Cid, el cual con la mano derecha asió el pomo de su Tizona y la sacó un palmo de la vaina. El judío cayó trastornado y comenzó á dar espantosos gritos. El abad del monasterio, que predicaba en la plaza, oyó los lamentos, suspendió el sermon y acudió con el pueblo á la iglesia. El judío ya no gritaba, parecia difunto; el abad le roció con unas gotas de agua y le volvió á la vida. El judío contó el milagro, se convirtió á la fé de Cristo, se bautizó, recibió el nombre de Diego Gil, y entró al servicio de Gil Diaz.

Fuera largo enumerar los prod gios que los romanceros y poetas, y ya no solo poctas y romanceros, sino los venerables monges de Cardeña aplicaron al Cid en vida y en muerte, y no tan solament á la persona del héroe, sino á su cadáver, á su féretro, á su cofre, á su tizona, y hasta á su caballo Babieca, que Gil Diaz enterró á la derecha del pórtico del convento, plantando sobre su tumba dos álamos que crecieron enormemente. La historia romancesca del Cid llegó á hacer olvidar su historia verdadera, y ha costado no poco trabajo deslindar la una de la otra, y aun no está de todo punto determinada y clara la línea que las separa y divide. Sucede ademas que al través de las aventuras bélicas, religiosas, amorosas y caballerescas que los poemas y los cantares han atribuido al Cid, se revela el genio de la edad media: á vueltas de estas bellas ficciones, se descubren importantes realidades: los poetas y los monges habrán inventado las anécdotas, pero las anécdotas están basadas sobre el espíritu de la época. De modo que si los anales y las crónicas contienen la historia de los verdaderos sucesos, los poe

TOMO II.

mas, las leyendas, los cantares y las tradiciones desarrollan á nuestra vista el cuadro moral de las pasiones, de las creencias, de los amores, de las luchas políticas, de las costumbres, en fin, que constituian la indo. le y el genio de la edad media castellana.

Terminaremos esta nota & apéndice con la célebre aventura de los infantes de Carrion, que tanta popularidad adquirió en Es paña, á pesar de no ballarse apoyada en fundamento alguno histórico que merezca fé. Cuando el Cid conquistó á Valencia, dos caballeros castellanos solicitaron la mano de sus dos hijas. Estos dos caballeros eran los condes de Carrion. Omitiendo las negocia ciones que al decir del poeta mediaron entre los pretendientes, el rey Alfonso y el Cid, el doble enlace se verificó, aunque con barta repugnancia de este, y los infantes permanecieron durante dos años en Valencia. Estando alli sus yernos, le sucedió al Cid la famosa aventura del leon que se salió de la jaula y puso en consternacion á todos sus caballeros, habiendo sido los de Carrion los que se condujeron mas cobardemente. Cuando el Cid, agarrando al leon por la melena le volvió á encerrar en su jaula, los infantes de Carrion, que se habian escondido, el uno debajo de una cama, el otro tras del buso de un lagar, salieron de sus escondites, pero tuvieron que sufrir la burla y el sarcasmo de los demas caballeros, lo cual los llenó de cólera, y no pensaron sino en vengar aquella afrenta, aunque sobradamente merecida. Despues de la victoria del Cid sobre el rey Bucar, los infantes de Carrion, á quienes tocó una gran parte del botin, manifestaron su deseo de volverse á Carrion con sus esposas. El Cid accedió á ello, y mandó á Felez que los acompañára.

En Molina fueron muy cortesmente fecibidos por el rey Abengalvon, aliado del Cid, el cual en la confianza de amigos tuvo la debilidad de enseñar sus tesoros á sus buéspedes. Ellos, correspondiéndole con ingratitud, proyectaron quitarle vida y riquezas. Un moro que entendia el latin les oyó lo que hablaban, y los denunció á su rey Abengalvon les afeó su indigno proceder y alevosos designios, mas por consideracion al Cid los dejó partir libremente. Al fìegar á los montes de Corpa, meditaron ejecutar otro proyecto todavía mas horrible que desde Va33

lencia traian. A las orillas de un limpio arroyuelo, que en el bosque hallaron, levantaron sus tiendas, y alli pasaron la noche en brazos de sus esposas. Al amanecer or denaron á la comitiva que se pusiera en marcha y se fuera delante. Luego que que daron solos con doña Elvira y doña Sol (que asi llama la leyenda á las hijas del Cid), les intimaron que iban á vengar en ellas los insultos recibidos de los compañe ros de su padre cuando la aventura del leon, y desnudándolas de sus vestidos se prepararon á azotarlas con las correas de sus espuelas. Expusiéronles las desgraciadas bermanas que preferian les cortasen las cabezas con las espadas Colada y Tizona que el Cid les habia dado. Inexorables estuvieron los bárbaros esposos: azotáronlas con correas y espuelas, la sangre corrió de sus cuerpos, y cuando ya el dolor les embargó la voz y no podian gritar, las abandonaron á los buitres y á las ficras del bosque.

Lleno de cuidado esperaba Felez Muñoz á la ladera de una montaña, y cuando vió llegar los infantes sin sus esposas, sospecho alguna catástrofe y se volvió al monte, don de halló á sus desventuradas primas casi moribundas. Las llamó por sus nombres, abrieron ellas los ojos, doña Sol le pidió agua, que él le llevó en su sombrero; puso á las dos damas sobre su caballo, las cubrió con su capa, y tomando el caballo de la brida las condujo á la torre de doña Urraca. Cuando este desaguisado llegó á noticia del Cid, llevó la mano á la barba, y exclamó: «Por esta barba que nadie jamás tocó, los infantes de Carrion no se holgarán de lo que han hecho; en cuanto á mis hijas yo sabró casarlas bien.» Llegaron sus hijas á Valencia, el padre las abrazó tiernamente y volvió á jurar que las casaría bien y que sabria

tomar venganza de los de Carrion. Envió, pues, á Muño Gustios á pedir justicia al rey Alfonso de Castilla contra los infantes. Alfouso convocó córtes en Toledo. Los de Carrion pidieron al rey les permitiera no asistir; pero el monarca los obligó á ello. Para intimidar al Cid se presentaron los infantes con gran comitiva y acompañados de García Ordoñez, el mortal enemigo de Ruy Diaz. Alfonso nombró árbitros á los dos condes Enrique y Ramon. El Cid presentó su querella, y reclamó sus dos espadas Colada y Tizona. Los árbitros aprobaron su demanda, y las dos espadas fueron devueltas al Cid. Despues reclamó las riquezas que babia dado á los infantes al partir de Valencia. Hubo algunas dificultades por parte de los de Carrion, pero al fin las restituyeron tambien. Por último, pidió vengar en combate la afrenta que babian hecho á sus bijas. Realizóse el duelo, y los tres campeones del Cid, Pero Bermudez, Martin Antolinez y Muño Gustios vencieron á los dos infantes y Asur Gonzalez, y las bijas del Cid se casaron con los infantes de Navarra y Aragon.

El autor de esta leyenda (que no se balla en historia alguna fidedigna) parece se propuso infamar la familia de los condes de Carrion, aborrecida acaso en Castilla, los Vani Gomez del poema. Ademas, el conde que hubo en Carrion desde 1088 hasta 1117, fué Pedro Ansurez, que no era de la familia de los Gomez, como puede verse en Sandoval, Sota, Moret, Llorente y otros. De la misma manera pudiéramos evidenciar de apócrifas otras muchas anécdotas del Cid, con que no queremos ya fatigar á nuestros lectores, y que puede ver el que guste en el Poema, en los dramas y en las colecciones de romances de Sanchez, de Duran y de Depping.

CAPITULO III.

FIN DE ALFONSO VI. DE CASTILLA:

SANCHO RAMIREZ Y PEDRO I. EN ARAGON: BERENGUER RAMON II. Y RAMON BERENGUER III. EN CATALUÑA.

De 1094 á 1109.

Casa Alfonso sus dos hijas Urraca y Teresa con dos condes franceses.-Dales en dote los condados de Galicia y Portugal.-Muerte de la reina Constanza, y matrimonios sucesivos de Alfonso.-La mora Zaida abraza el cristianismo, y se hace reina de Castilla con el nombre de Isabel.-Continuan las guerras de Alfonso con los Almoravides.-Muere Yussaf y su hijo Alí es proclamado emperador de Marruecos y emir de España.-Funesta batalla de Uclés: derrota del ejército castellano, y muerte del principe Sancho, único hijo varon de Alfonso.-Sentidos lamentos de este.-Enferma y muere Alfonso VI. de Castilla.-Su elogio.-Sobre las diferentes esposas de este monarca.-Aragon. -Campañas de Sancho Ramirez.-Muere berido de flecha en el sitio de Huesca.-Proclamacion de su bijo don Pedro.-Prosigue el sitio de Huesca.-Muerte de don Pedro, y sucesion de su hermano don Alfonso.—Cataluña.-Hechos de Berenguer II. cl Fratricida. Sus guerras con el Cid.-Importante conquista de Tarragona.-Acusacion y reto por el fratricidio: su resultado.-Auséntase Berenguer de Cataluña.—Eutra á regir el condado Ramon Berenguer III. el Grande.

No habia hecho poco Alfonso de Castilla en irse reponiendo del desastre de Zalaca, hasta el punto de triunfar al poco tiempo de los Almoravides en Aledo, y de poder en 1093 hacer una gloriosa expedicion por Estremadura y Portugal, apoderándose sucesivamente de Santaren, Lisboa y Cintra (1). Tanto en Aledo como en la campaña del Algarbe habian hecho importantes

(1) Chron. Lusit. ad ann. 1093.-Id. Conimbric. p. 330.

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