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mediados de 1106 con Almodis, de la cual no tuvo sucesion, y últimamente de terceras nupcias en 1112 con Dulcia, condesa de Provenza, de quien tuvo tres hijos y cuatro hijas, de los cuales hablaremos mas adelante.

Fué este conde el conocido con el nombre de Ramon Berenguer III. el Grande, principe valeroso y esforzado caballero, como tendremos ocasion de ver en otro lugar: puesto que los sucesos del reinado de don Ramon Berenguer III. serán ya objeto y materia de otro capitulo.

CAPITULO IV.

DOÑA URRACA EN CASTILLA :

DON ALFONSO I. EN ARAGON.

De 1109 á 1134

Dificultades de este reinado. Opuestos juicios de los historiadores.-Matrimonio de doña Urraca con don Alfonso 1. de Aragon.-Desavenencias conyugales.-Disturbios, guerras, calamidades que ocasionan en el reino.-La reina presa por su esposo.-Indole y carácter de los dos consortes.-Alternativas de avenencias y discordias. Guerras entre castellanos y aragoneses.-Batallas de Candespina y Villadangos.-Proclamacion de Alfonso Raimundez en Galicia.-Guerrean entre sí la reina y el rey, la madre y el hijo, Enrique de Portugal, el obispo Gelmirez, doña Urraca y su hermana doña Teresa.Declárase la nulidad del matrimonio.-Retírase don Alfonso á Aragon.-Nuevas turbulencias en Castilla, Galicia y Portugal.-Gran motin en Santiago: los sublevados incendian la catedral, maltratan á la reina é intentan matar al obispo: paz momentánea.— Nuevos disturbios y guerras.-Amorosas relaciones de doña Urraca: su muerte: proclamacion de Alfonso VII. su hijo.-Entradas de los sarracenos en Castilla.-Sucesos de Aragon.-Triunfos y proezas de Alfonso I. el Batallador.-Importante conquista de Zaragoza.-Atrevida espedicion de Alfonso á Andalucia.-Nuevas invasiones en Castilla: su término.-Franquea el Batallador por segunda vez los Pirineos y toma á Bayona. Sitio de Fraga: su muerte.-Célebre y singular testamento en que cede su reino á tres órdenes religiosas.

Turbulento, aciago, calamitoso, y tristemente célebre fué el reinado de doña Urraca: episodio funesto dijimos ya en nuestro discurso preliminar, que borrariamos de buen grado de las páginas históricas de nuestra patria.» Y no somos solos á decirlo: díjolo ya antes que nosotros el autor del prólogo á la historia de doña Urraca por el obispo Sandoval con estas palabras: Deberíamos descartar tales reinados de la série de los que constituyen

nuestra historia nacional (1).» Y como sí fuese poco embarazo para el historiador haber de dar algun órden y claridad al caos de turbulencias y agitaciones, de desconcierto y de anarquía que distinguió este desastroso período, viene á darle nuevo tormento la mas lamentable discordancia entre los escritores que nos han trasmitido los sucesos y la divergencia mas lastimosa en los juicios y calificaciones de los pesonages que en ellos intervinieron.

Los unos, como por ejemplo, Lucas de Tuy y el arzobispo de Toledo, á quienes siguen Mariana y otros, hacen recaer toda la culpabilidad de los dessastres y de las discordias en la reina de Castilla, á la cual llaman «muger recia de condicion y brava;» hablan de sus «mal encubiertas deshonestidades;» dicen que con mengua de su marido andaba mas suelta de lo que sufria el estado de su persona;» y suponen que el haberse separado del rey «fué porque este prudentísimo varon procuraba refrenar y corregir sus liviandades, Mientras otros, como Berganza y Perez, y mas especialmente los maestros Florez y Risco, rechazan como calumniosas todas las flaquezas que le han sido atribuidas, y echan toda la odiosidad de las desavenencias y disturbios sobre el rey don Alfonso, suponiéndole las intenciones mas aviesas y los hechos mas sacrilegos, llamándole rudo maltratador de su esposa, tiránico perseguidor de sacerdotes y obispos, profanador y destructor de templos, robador de haciendas y de vasos sagrados, y atentador á la vida del tierno principe. No hay maldad que los unos no atribuyan al rey; no hay estravío que los otros no achaquen á la reina.

Juicios mas encontrados y opuestos, si en lo posible cabe, hallamos acerca del prelado de Compostela Gelmirez, personage importante de esta época. Al decir de la Historia Compostelana, el obispo Gelmirez fué un dechado de santidad y de virtud, como apóstol, como guerrero, como consejero del niño Alfonso, y como tál favorecido singularmente de Dios por una larga séric

(1) Mas no nos es posible á nosotros, historiadores españoles, seguir el partido que ha adoptado Romey, que ha sido pasar casi en blanco el reinado de doña Urraca, supliendo el vacio con una estensísima relacion de los bechos de los árabes en aquel tiempo; como si aquel erudito historiador se hubiera arredrado ante las inmensas dificulta des y complicaciones que este reinado ofrece; cosa que sin embargo estrañamos en tan laborioso y discreto investigador.

Conociendo estas mismas dificultades el ilustrado señor Herculano, moderno histo.

riador de Portugal, dice hablando de este reinado: «En la falta absoluta de notas cronológicas que se encuentra en las crónicas contemporáneas el historiador moderno que desea atinar con la verdad se ve muchas veces perplejo para señalar el orden y el enlace de los acontecimientos. Cuando la España tenga una historia escrita con sinceridad y conciencia, el período del gobierno de Doña Urraca será uno de los que pongán á mas dura prueba el discernimiento del bistoriador.» Hist. de Portugal, tomo I. p. 217.

de extraordinarios favores. El autor de la España Sagrada le coloca en el nú mero de los héroes evangélicos, y le encomia y le ensalza como varon doctisimo, como moralizador de la iglesia, como generoso y fiel á su reina: mientras el critico Masdeu hace de él el siguiente horrible retrato: El arzobispo, dice, ciego por Francia, aborrece á España; se dedicó á la milicia mas que á la iglesia; fué codicioso y usurpador de lo ageno; fué inquieto y litigioso; infiel á sus dos reyes Alfonsos y á su reina doña Urraca; traidor y vengativo; famoso por su excesiva ambicion; insigne por sus sacrilegas simonias... regalaba dinero por no obedecer al papa; obligaba á sus penitentes á darle regalos en pena de sus culpas... consiguió á peso de oro las dignidades de arzobispo y nuncio... etc.» ¿Quién será capaz de reconocer á un personage por dos tan opuestos retratos?

Mas fácil es conocer las influencias y los fines que guiaron las plumas do escritores tan antagonistas, y lícito será sospechar que panegiristas y detrac→ tores escribieron con apasionamiento, y fueron extremados los unos en sus alabanzas, los otros en sus vituperios. Nosotros emitiremos con desapasionada imparcialidad lo que del cotejo de unos y otros autores creemos resulta mas conforme à las leyes y reglas de la verdad histórica.

Poco antes de morir Alfonso VI. de Castilla declaró heredera de sus reinos á su hija legítima doña Urraca, viuda de Ramon de Borgoña, conde de Galicia, que habia fallecido en 1107 en Grajal de Campos, y del cual tenia dos tiernos niños, Alfonso y Sancha. Ya en vida de aquel monarca se habia tratado de las segundas nupcias de la heredera de Castilla; mas aunque su padre se manifestó inclinado á que se enlazára con Alfonso de Aragon, acaso con el laudable designio de que llegáran á reunirse asi las dos coronas de Aragon y de Castilla, no se realizó entonces el consorcio, antes bien recomendó el anciano monarca á su hija que en este como en otros graves negocios en que se interesára el bien del reino siguiera los consejos de los grandes y nobles castellanos (1). Recayó pues el gobierno de Castilla en las débiles manos de una muger, cuando tanta falta hacia un brazo vigoroso que le reparára de los desastres sufridos y enfrenára la osadía de los africa

(1) En esto convienen la Historia Compostelana, Lucas de Tuy, el Anónimo de Sahagun y los documentos y escrituras que citan Berganza, Antigued. tom. II. y Risco, Hist. de Leon, tom. 1. En consecuencia debe desecharse como falso lo que, siguiendo al arzobispo don Rodrigo, cuentan Sandoval, Mariana y otros de haberse efectuado las bodas viviendo Alfonso VI.; de hallarse la rei

na doña Urraca ausente de Castilla con su marido cuando falleció su padre: de haber venido entonces doña Urraca y despojado de sus estados al conde Pedro Ansurez, etc. La reina no se casó hasta algunos meses despues del fallecimiento de su padre, y el conde Pedro Ansurez aparece firmando con ella la confirmacion de los Fueros de Leon y de Carrion,

nos vencedores en Zalaca y en Uclés. Contentó no obstante doña Urraca á leoneses y castellanos en los primeros meses de su reinado, confirmando (setiembre de 1109) los fueros de Leon y de Carrion, aquellos en la forma que los habia otorgado su ilustre bisabuelo Alfonso V., firmando con ella los obispos de Leon, Oviedo y Palencia, y el famoso conde don Pedro Ansurez, su ayo y tutor y su principal consejero en el gobierno del reino.

Amenazaba ya en este tiempo los estados de Castilla el rey Alfonso I. de Aragon, príncipe belicoso y atrevido, que se hallaba en la flor de su edad y gozaba ya fama de gran guerrero. La nobleza castellana, temiendo por una parte la audacia del aragonés, considerando por otra la necesidad de confia la defensa del reino á un principe cuyo nombre y cuya espada pudiera tener á raya á los mahometanos, resolvió casar á la reina con el hijo de Sancho Ramirez, sin reparar entonces ni en las cualidades de los futuros consortes, ni en los inconvenientes del parentesco en tercer grado que los unia como descendientes ambos de Sancho el Mayor de Navarra. Condescendió la reina, aunque muy contra su gusto, con la voluntad de los grandes, asi por cumplir lo que su padre le tenia recomendado, como por no exponer sus estados á riesgo de ser poseidos por un principe extrangero, que como tal era considerado el aragonés entonces (1). Reunidos pues los condes y magnates en el castillo de Muñon en octubre de 1109, calli casaron é ayuntaron, dice un escritor contemporáneo, á la dicha doña Urraca con el rey de Aragon (2).» Matrimonio fatal, que llevaba en sí el gérmen de las calamidades é infortunios que no habian de tardar en afligir y consternar el reino.

Todavía sin embargo al año siguiente (1110) acompañó la reina con el ejército castellano á su esposo por tierras de Nájera y Zaragoza, con el fin sin duda de ayudarle á conquistar por aquel lado algunas poblaciones de los moros, señalándose este viage de doña Urraca por las donaciones y mercedes que iba haciendo á los pueblos, iglesias y monasterios. Pero la discordia entre los régios consortes no tardó en estallar. Unidos sin cariño; mas dotado el aragonés de las rudas cualidades del soldado que de las prendas que hacen amable un esposo; no muy severa la reina en sus costumbres, ó por lo menos no muy cuidadosa de guardar recato en ciertos actos

(1) La repugnancia con que doña Urraca accedió á este matrimonio la manifestó ella misma bien esplicitamente mas adelante cuando decía al conde don Fernando: «En esta conformidad vino á suceder que ba biendo muerto mi piadoso padre me vi forzada á seguir la disposicion y arbitrio de los

grandes, casándome con el cruento, fantás
tico y tirano rey de Aragon, juntándome con
él para mi desgracia por medio de un matri-
monio nefando y execrable.» Anon. de Sa.
bagun Risco, Histria de Leon.
(2) Anónimo de Sabagun.

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