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locada en un recuesto de tan angosta subida que muy pocos bastaban á defenderla, cuanto mas que todo aquello lo tenian los moros grandemente fortificado. Asi fué que por dos veces se vió obligado don Alfonso á levantar sus reales. Pero esta misma resistencia y dificultad le empeñaba mas y mas y comprometia á no cejar en su empresa, y juró por las santas reliquias no de→ sistir hasta no verla coronada con buen éxito. Asegúrase que ya los sitiados se allanaban á rendirse por capitulacion, y que el aragonés desechó con indignacion su oferta, agriado con la anterior tenacidad de los moros. Entonces estos se prepararon á hacer un esfuerzo desesperado, y llamando en su ayuda con instancia á Aben Ganya, walí de Lérida, y acudiendo este caudillo con un refuerzo de diez mil Almoravides que acababa de recibir de Africa, trabóse un récio y fiero combate, en que los cristianos fueron atropellados y rotos, sufriendo tal mortandad, que millares de aragoneses quedaron tendidos en las llanuras. Allí pereció tambien el heróico monarca, Alfonso el Batallador (1), con otros valientes nobles aragoneses y francos, entre ellos los hijos del de Bearne, Centullo de Bigorra, los obispos de Rosas y Jaca y muchos otros señores principales. Fué esta desgraciada batalla en julio de 1134. El famoso dia de Fraga, dicen los escritores árabes, no le olvidarán nunca los cristianos.»

Asi acabó el conquistador de Tudela, de Zaragoza, de Tarazona, de Calatayud, de Daroca, de Bayona, de Mequinenza, y de mil plazas y ciudades; el vencedor de cien batallas, la gloria de Aragon, y el terror de los moros. Don Alfonso I. de Aragon fue un rey cual convenia en aquellos tiempos, batallador, activo, incansable; jamás hizo alianza, ni transigió con Jos infieles.

Réstanos dar noticia del extraño é inconcebible testamento de este príncipe, que tanto hizo cambiar la situación no solo de Aragon sino de toda España. Hallándose este monarca en octubre de 1131 con su ejército sobre Bayona, y viéndose sin hijos que pudieran sucederle en el reino, otorgó su célebre y ruidoso testamento que ratificó dos años despucs en el fuerte de Sariñena. Despues de dejar multitud de ciudades, villas, lugares, castillos, términos y rentas á otras tantas iglesias y monasterios que señalaba, declaró herederos y sucesores de sus reinos y señoríos por partes iguales al Santo Sepulcro, y á los caballeros del Templo y á los Hospitalarios de Je

(4) En esto convienen los Anales Toledanos, el Anónimo de Ripoll y el arzobispo don Rodrigo con los historiadores árabes. Zurita, Traggia y otros cuentan con alguna variacion la muerte de Alfonso I. La que Томо п.

nosotros hallamos mas confirmada es la que hemos consignado. Convenimos en esto con el moderno historiador de Aragon, el Sr. Foz, tom. I. p. 263.

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rusalen, de tal manera que le sucediesen en todos sus derechos sobre s súbditos y vasallos, prelados y eclesiásticos, ricos-hombres y caballeros, abades, canónigos, monges, militares y burgenses, hombres y mugeres, grandes y pequeños, ricos y pobres, con la misma ley y condicion que su padre, su hermano y él habian poseido el reino. «Doy tambien, añadia, á la Milicia del Templo mi caballo y todas mis armas, y si Dios me diere å mí á Tortosa, sea para el hospital de Jerusalen..... De esta manera todo mi reino, toda mi tierra, cuanto poseo y heredé de mis antecesores y cuanto yo he adquirido y en lo sucesivo con el auxilio de Dios adquiriere y cuanto al presente doy y pudiere dar en adelante, todo sea para el Sepulcro de Cristo y el hospital de los pobres y el templo del Señor, para que los tengan y posean por tres justas é iguales partes..... con la facultad de dar y quitar, etc. (1).»

Veremos mas adelante las novedades y alteraciones á que dió lugar este famoso y singular testamento.

(4) Archivo de la corona de Aragon, Reg. 1. fol. 6,

CAPITULO V.

ALFONSO EL EMPERADOR EN CASTILLA.

RAMIRO EL MONGE EN ARAGON: GARCIA RAMIREZ EN NAVARRA,

De 1126 á 1137,

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General aplauso con que fué aclamado Alfonso VII. de Castilla.-Vistas y tratos con su tia doua Teresa.-Sujeta algunos condes rebeldes.-Sus triunfos en Galicia y Portugal.Rindensele las plazas ocupadas por los aragoneses.-Pasa á su servicio el emir SafadDola.-Gloriosa incursion de Alfonso en Andalucía.-Eleccion de Ramiro el Monge en Aragon, y de García Ramirez en Navarra: sepáranse otra vez estos dos reinos.-Entrada del castellano en Zaragoza.-Rindenle homenaje los reyes de Aragon y de Navarra. El conde de Barcelona y los de Gascuña en Zaragoza.-Proclámase solemnemente Alfonso VI. emperador de España.-Diferencias entre aragoneses y navarros.-Tratado de Vadoluengo. Preparativos de rompimiento.-Conducta de don Ramiro el Monge.-Célebre anécdota de la Campana de Huesca.-Abdicacion de don Ramiro.-Desposa á su hija con el conde de Barcelona y le cede el reino.—Cataluña.-Ramon Berenguer III. el Grande.-Sus guerras con los moros.-Ensanches y agregaciones que recibe el condado.-Conquista de las Baleares -Espedicion del conde á Génova y Pisa.-Sus alianzas con el de Aragon.-Profesa de Templario y mucre.-Ramon Berenguer IV.-Establece el órden de Templarios en Cataluña.-Casa con la hija de Ramiro el Monge de Aragon.-Unense Aragon y Cataluña y forman un solo estado.

Ensánchase el ánimo del historiador como debió dilatarse el de los castellanos al pasar del calamitoso y mísero reinado de doña Urraca, al espléndido y próspero de don Alfonso VII. su hijo. Jóven de 21 años cuando murió su madre (1126), educado en la escuela práctica de los infortunios, ju guete inocente desde su infancia de las rivalidades de los magnates, de los rudos procedimientos de su padrastro y de la desacordada lijereza de su

misma madre, forzado à actuar sin intencion ni voluntad propia en todos los enredos de aquel perpétuo drama, único astro que brillaba puro en medio de las tinieblas de aquel turbio horizonte, destinado por su nacimiento á ocupar el trono castellano, apreciado por las prendas y virtudes que habia tenido tantas ocasiones de descubrir en su temprana carrera de vicisitudes y de vaivenes, proclamado años hacía rey en Galicia, monarca nominal primero, comparticipe despues en el reino de Castilla con su madre, y el verdadero soberano de hecho en los últimos años de doña Urraca, fué á los dos dias del fallecimiento de esta solemnemente aclamado y coronado el jóven Alfonso rey de Castilla y de Leon en la iglesia catedral de esta ciudad con universal aplauso y contentamiento. Apresuráronse á reconocerle y rendirle homenaje los condes y señores de Asturias, Leon y Castilla, habiendo pasado luego ǎ Zamora, donde se hallaba su tia doña Teresa de Portugal, y donde un año antes se habia armado caballero su primo don Alfonso Enriquez (tan célebre luego como fundador del reino de Portugal), alli fueron à jurarle obediencia los condes é hidalgos de Estremadura y de Galicia. En un pueblecito de la comarca de Zamora, nombrado Ricobayo, celebraron una entrevista el nuevo monarca castellano y su tia la condesa de Portugal, y, estipulóse entre los dos una paz por un determinado período de tiempo.

No le faltaron sin embargo al jóven Alfonso algunas chispas y aun llameradas que apagar, restos del fuego que en los diez y siete años del reinado de su madre habia devorado la monarquía. Negáronse á obedecerle algunos condes, ya resistiendo entregarle las fortalezas que poseian, ya alzando bandera de rebelion en Castilla y en las Asturias de Santillana, bien como parciales del rey de Aragon, bien como antiguos favorecidos de doña Urraca, que acostumbrados á las preferencias de la madre, y aun á la especie de soberanía que á la sombra de aquella privanza habian ejercido en el reino, no sufrian tener que someterse como otros cualesquiera súbditos al hijo. Eran los principales entre estos el íntimo valido, y al decir de algunos, oculto esposo de la reina, don Pedro Gonzalez de Lara, y su hermano don Rodrigo Gonzalez. Fué el jóven monarca apagando estos parciales incendios, sometiendo los rebeldes, ocupando sus fortalezas, y tranquilizando el reino, usando para con los sediciosos de mas generosidad de la que ellos podi n esperar y acaso merecian. Habian logrado los de Lara apoderarse de Palencia á la voz del rey de Aragon y ayudándolos los caballeros de Burgos y de Castrojeriz que estaban por el aragonés. Acudió con presteza don Alfonso y recobrada la ciudad y cayendo en su poder los discolos condes, escepto don Rodrigo Gonzalez que pudo fugarse á Asturias, hizolos encerrar en las torres de Leon; mas á poco tiempo por intercesion de sus parientes půsolos

en libertad el magnánimo principe como quien no temia å tan impotentes enemigos. Despojado de sus feudos el conde de Lara, y no pudiendo sufrir la abatida y humilde situacion á que despues de su pasada grandeza se veia reducido, allá se fué á buscar al rey de Aragon, y cuando este principe tenia sitiada á Bayona murió de resultas de heridas recibidas en un desafio con don Alfonso Jordan, el hijo de don Ramon de Tolosa, pariente del rey. Asi acabó el célebre favorito y amante de la reina doña Urraca, objeto de tantas murmuraciones y celos en Castilla (1).

Quedaba todavía su hermano don Rodrígo el fugado de Palencia. Mas toda aquella tenacidad hubo de ceder ante la actitud imponente del rey, que entró devastando á sangre y fuego las tierras y castillos en que aquel se habia hecho fuerte. El término de esta expedicion, omitiendo las circunstancias menos importantes que refieren algunos cronistas, fué que arrepentido de su rebeldía el de Lara pidió humildemente perdon á su soberano, jurando que de alli adelante seria su mas fiel y leal servidor. Correspondió el rey á su humillacion con tal generosidad, que para tenerle mas obligado por la gratitud no solamente le volvió á su gracia, sino que le confió la tenencia de Toledo, la mas importante de Castilla. Y no le pesó de ello en verdad, porque el honrado castellano fué despues uno de los caballeros que hicieron al rey mas útiles servicios y le dieron mas leal ayuda en las guerras contra los infieles.

Estas contrariedades, y las que por otra parte le suscitaba el rey de Aragon y dejamos referidas en el anterior capítulo, no fueron las solas que tuvo que arrostrar y vencer el jóven monarca de Castilla y de Leon en los primeros años de su reinado. Sosteniendo su tia doña Teresa de Portugal con admirable perseverancia las pretensiones de independencia que no logró ver realizadas don Enrique su marido, continuaba en Galicia despues de la concordia de Zamora, no solo fortificando y guarneciendo sus castillos del Miño, sino levantando otros nuevos, como quien se preparaba, y no con mucho disimulo á resistir la dominacion de su sobrino. Fiaba la de Portugal en el valimiento de don Fernando Perez, el hijo del conde de Trava, antiguo ayo del príncipe, y en los barones y caballeros portugueses y gallegos con quienes aquel tenia relaciones de parentesco ó de amistad. Intimas. eran las de doña Teresa y don Fernando, y mas de lo que al buen nombre y al decoro de una princesa convenia, y que llevadas á términos todavía mas estremosos que las familiaridades que tanto en Castilla se habian murmurado entre doňa Urraca y el de Lara, habian de producir no tardando

1) Sandov. Chron. del Emperador Alfonso VII.

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