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CAPITULO XVI.

CONTINUA EL REINADO

DE DON PEDRO DE CASTILLA.

De 1356 á 1366.

Causa y principio de la guerra de Aragon.-Llama el aragonés á don Enrique y á los castellanos que estaban en Francia: tratos entre don Pedro de Aragon y don Enrique.-Apodérase don Pedro de Castilla de algunas plazas de Aragon.-Treguas.-Desercion del infante don Fernando.-Escesos y crueldades de don Pedro en Sevilla.-Horrible muerte que dió á su hermano don Fadrique.-Intenta matar á don Tello: fuga de éste y prision de su esposa. Engaña don Pedro al infante don Juan de Aragon, y le mata alevosamente en Bilbao.-Prision de la reina doña Leonor y doña Isabel de Lara.-Otros suplicios.-Prosigue la guerra de Aragon.-Intrepidez de don Pedro.-Mediacion del legado pontificio: negociaciones frustradas.-Otras prisiones y otras muertes ejecutadas por don Pedro.Expedicion de una grande armada castellana á Barcelona y las Baleares y su resultado -Combate de Araviana, funesto para el rey de Castilla.-Coléricos desahogos del rey nuevos y horribles suplicios.-Prosigue la guerra de Aragon: combate de Azofra, ventajoso para don Pedro.-Otros castigos de éste : muerte alevosa que mandó dar á don Gutierre de Toledo: notable carta que éste dejó escrita.-Suplicio del tesorero Samuel Levi.-Muerte de la reina doña Blanca.-Idem de doña María de Padilla.-Guerra de Granada y su resultado.-Suplicio del rey Bermejo.-Córtes de Sevilla: reconócese en ellas por reina de Castilla y de Leon á la difunta doña María de Padilla y á sus hijos por herederos.-Runuévase la guerra de Aragon.-Triunfos de don Pedro: desavenencias en Aragon: muerte del infante don Fernando.-Concibe don Enrique el proyecto de hacerse rey de Castilla, y prepara una invasion en este reino.

Cuando la bandera real se ostentaba victoriosa, bien que manchada con sangre, en la mayor parte de los pueblos de Castilla, muertos unos y prófugos otros de los confederados contra el rey don Pedro, el genio belicoso

de éste, y su carácter impetuoso y arrebatado le condujeron á buscar enemigos fuera de su reino, á traer nuevas y mas graves turbaciones sobre la ya harto desasosegada monarquía, á poner en peligro el trono, y en continuo riesgo su propia persona. El motivo que produjo la guerra de Aragon y sus lamentables resultados de que vamos á dar cuenta, fué hasta leve, si hubiera recaido en varon prudente y de reflexion y maduro juicio.

Hallábase con el motivo que hemos dicho el rey don Pedro en Sanlúcar de Barrameda, en ocasion que acababan de arribar á aquel puerto diez galeras catalanas al mando de un capitan aragonés, nombrado Francés de Pcrellós, que iban en socorro del rey de Francia, aliado entonces del rey de Aragon, para la guerra que aquél tenia con ingleses. El almirante aragonés dió caza á dos bageles placentinos que llegaron á aquellas aguas y los apresó diciendo que pertenecian á genoveses, con quienes Aragon estaba entonces en guerra (1). Tomándolo el rey don Pedro por irreverencia á su persona, requirió al capitan Perellós que los devolviese, no solo por consideracion á él, sino por no ser buena presa en atencion á haberse hecho en un puerto neutral, conminándole con que de no hacerlo haria prender todos los mercaderes catalanes establecidos en Sevilla y secuestrarles los bienes. El marino aragonés, desatendiendo la insinuacion, vendió los barcos y dióse á la vela para Francia con sus galeras. El rey don Pedro cumplió tambien su amenaza, y volviendo á Sevilla encarceló todos los mercaderes catalanes y les ocupó sus bienes. Puesto á deliberacion del consejo si debia ó no tomarse ademas satisfaccion del agravio con las armas, opinaron los mas en este sentido, los unos porque con la guerra se proponian medrar y hacer fortuna, los otros porque así calculaban afianzar un valimiento que sospechaban irse entibiando, y aunque los letrados, gente de suyo mas pacífica, y los concejos, cansados de revueltas y vejados con exacciones, preferian que se procurara la reparacion de la afrenta por la via de las negociaciones, era de suponer, como asi aconteció, que un rey de veinte y tres años, de sangre fogosa, animoso de corazon é inclinado al bullicio y ruido de las armas y á los combates, se decidiera por el dictámen de los primeros.

En su consecuencia despachó inmediatamente al rey don Pedro IV. de Aragon un alcalde de su córte, Gil Velazquez de Segovia, para que le informára del caso y le requiriera que le entregára al autor del desacato, y que ademas pusiera en su poder los castellanos refugiados en aquel reino,

(1) Para la debida apreciacion de los su resos que nos toca referir en este capítulo, es necesario tener presente lo que sobre el

estado y situacion del reino aragonés en esto tiempo dijimos en nuestro cap. XIV., reina→ do de Pedro IV. el Ceremonioso.

y principalmente uno á quien el aragonés habia dado la encomienda de Alcañiz, la cual el rey de Castilla queria se confiriese á don Diego García, her- . mano de la Padilla; y que de no acceder á esto le desafiara en su nombre y le declarase guerra. No era el Pedro de Aragon menos belicoso que el Pedro de Castilla, y sobraban á aquél motivo de queja contra el castellano, seña、 ladamente por la proteccion que daba á los infantes de Aragon, don Fernando y don Juan, sus hermanos y enemigos. Pero ocupado el aragonés y distraidas sus fuerzas en la guerra de Cerdeña, conveniale evitar la de Castilla. Asi contestó al embajador castellano, que cuando el capitan Perellós, que se hallaba entonces ausente, volviese al reino, haria justicia, de manera que el rey de Castilla quedase contento, mas en cuanto a los refugiados castellanos no podia dejar de darles amparo: con esto y con no haberse convenido en una cuestion sobre las órdenes de Santiago y Calatrava, el embajador Gil Velazquez declaró la guerra al aragonés en nombre del de Castilla (1356).

Para atender á los gastos de esta guerra no se contentó don Pedro con la confiscacion de los bienes de los aragoneses y catalanes, ni con sacar gruesas sumas á los mercaderes y otras personas ricas de Sevilla, sino que profanando, ó por necesidad ó por codicia, el sagrado de los sepulcros, y pretestando la poca seguridad con que alli estaban, penetró en la santa capilla do yacian los reyes don Alfonso el Sabio y doña Beatriz, y despojó de preciosísimas joyas sus coronas (1).

Comenzó crudamente la lucha por las fronteras de Aragon y de Valencia, acometiendo por aquella parte Gutierre Fernandez de Toledo, por ésta Diego García de Padilla, con las milicias de Murcia. El rey de Aragon aprestó tambien sus huestes, y mandó fortificar á Valencia, donde puso por capitan general á su tio el infante don Ramon Berenguer, mientras por la parte de Molina y Calatayud peleaba como gefe el conde de Luna. Del impetuoso estrago con que por aqui se encendió instantaneamente la lucha, daban triste testimonio las llamas de cincuenta aldeas, que junto con el arrabal de Requena ardian à un tiempo. El rey de Aragon reclamó el auxilio del infante don Luis de Navarra que le acudió con cuatrocientos caballos con arreglo á los pactos que habia entre los dos reinos, y al condo

(4) Zúñiga, Anal. de Sevilla, año 4356.Este juicioso escritor afirma que en el archivo de aquella capilla se conservan traslados auténticos de dos recibos del rey, fechados en 24 de agosto y 27 de noviembre del año siguiente, para descargo de Guillen Fernan

dez, capellan encargado de la custodia de aquellas alhajas, y nos da minuciosa cuenta de las riquezas que habia en aquella capilla, sarada de un memorial antiguo que se halló en la librería del conde de Villahumbrosa, que copia á la letra.

Gaston de Foix; y llamó á don Enrique, conde de Trastamara, que á la sazon se hallaba en París sirviendo con una pequeña hueste de castellanos á sueldo del rey de Francia contra el de Inglaterra. Oportunamente recibió don Enrique este llamamiento, puesto que acababa de ser vencido y preso el rey de Francia en la célebre batalla de Poitiers. Vinose, pues, el de Trastamara con sus castellanos á Aragon, donde se pactó que don Enrique se haria vasallo del monarca aragonés y le defenderia siempre contra el de Castilla, y que el rey de Aragon daria å don Enrique todos los estados que en aquel reino habian pertenecido á los infantes don Fernando y don Juan y á su madre doña Leonor, que formaban mucha mayor porcion que lo que poscia el de Trastamara en Galicia y Asturias. Confiscó el aragonés los bienes de todos los mercaderes castellanos que habia en su reino, convocó á sus ricos-hombres, envió refuerzos à la frontera de Murcia, y desde Cataluña se vino con don Enrique bácia Zaragoza (1557).

Sabedor el monarca castellano de esta a'ianza y de estos movimientos, acudió apresuradamente desde Sevilla á Molina, penetró en Aragon, y tomó varios castillos; que no puede negarse que era hombre de resolucion, de audacia, de intrepidez y de brio el rey don Pedro de Castilla. Servíanle en esta guerra los infantes de Aragon don Fernando y don Juan, el maestre de Santiago don Enrique, y hasta don Tello y don Fernando de Castro, que deponiendo al parecer sus rencillas con el rey, fueron, el uno con sus vizcainos, el otro con sus gallegos, á engrosar las huestes castellanas para una lucha que miraban como estrangera, aun teniendo que pelear contra su mismo hermano y cuñado don Enrique (1). Entre los caballeros que seguian las banderas del rey don Pedro contábanse don Juan de la Cerda y don Alvar Perez de Guzman, casados con dos hijas de don Alfonso Fernandez Coronel, el que fué ajusticiado en Aguilar. Estos caballeros, informados de que el rey habia requerido de amores á doña Aldonza Coronel, muger de Alvar Perez, dejaron su campo y se fueron, el don Juan de la Cerda á revolver la Andalucía desde su villa de Gibralcon, y don Alvar Perez al servicio del monarca aragonés. Don Pedro les fué al alcance en su fuga, mas no pudiendo darles caza, se volvió á la frontera de Aragon, en cuyo reino continuó tomando otros castillos. El cardenal Guillermo, legado del papa, que vino á poner paces entre los dos reyes, no pudo recabar del de Cas

(1) No entraremos en los pormenores de esta complicada y lamentable guerra, y harto haremos en consignar los acontecimientos que tuvieron alguna importancia. El que con mas latitud los refiere es Gerónimo Zurita

en el libro IV. de sus Anales. La Crónica de Ayala es en este punto tan sucinta y aun manca como difusa en lo que toca á los sucesos interiores de Castilla.

tilla sino una tregua de quince dias, y antes que este plazo se cumpliesc se apoderó el castellano de la fuerte ciudad de Tarazona, que pobló con gente de su reino. Desde alli prosiguió hácia Borja, donde se hallaban reunidas las fuerzas del aragonés, no con gran decision de entrar en pelea; y en verdad debió agradecer el monarca de Aragon que el legado pontificio lográra esta vez á costa de esfuerzos establecer tregua de un año, bajo la condicion de que el rey de Castilla pondria en poder del legado la ciudad de Tarazona y los demas lugares que habia tomado al de Aragon, y que éste haria lo mismo con la ciudad de Alicante y otros lugares que tenía de Castilla, hasta que las contiendas entre los dos reyes cesasen, con pena de excomunion al que no guardara lo capitulado (mayo 1357). Hizose esto no sin dificultades y contestaciones, que pusieron las cosas en trance de venir á nuevo rompimiento y de lanzar el cardenal legado excomunion y entredicho sobre el rey y el reino de Castilla. Al fin se ejecutó el pacto, no sin alguna modificacion, y la guerra cesó por entonces.

No habia olvidado el rey don Pedro de Castilla en medio de las atenciones de aquella lucha los agravios recibidos de sus hermanos bastardos, ni las humillaciones que le habian hecho sufrir los demas caballeros de la liga de Toro, y aunque muchos de ellos le habian ayudado en la guerra contra Aragon, hecha la tregua tuvo impulsos y aun buscaba ocasion y manera, al decir de su cronista, de desembarazarse de todos por los medios que él sabia emplear. A estas tentaciones de ruda venganza, propias de la impetuosa condicion de don Pedro, debió contribuir el haber traslucido que el rey de Aragon y el conde don Enrique con varios ricos-hombres aragoneses movieron secretos tratos, é hicieron proposiciones á los hermanos don Fadrique y don Tello para que fuesen á servir al de Aragon y á su hermano el de Trastamara. «Y para mi tengo por cierto, dice el cronista aragonés, que fué esta una de las principales causas porque el rey de Castilla mandó matar al maestre de Santiago, aunque antes ya habia delibe«rado de matar á sus hermanos (1).» Pero no se atrevió á ejecutar tan sanguinario pensamiento en la frontera teniendo tan cerca al rey de Aragon y á don Enrique, y sin renunciar á él se volvió á Sevilla.

Mas feliz don Pedro el Ceremonioso de Aragon en esta clase de nego

(1) Zurita, Anal., lib. IX., c. 8.-El cronista Ayala no apunta esta especie tan interesante, pero el analista de Aragon da noticias aun mas individuales, y dice que en las pláticas entre el rey de Aragon y don Tello anduvo un caballero castellano que se decia

Sucro García, y que el ofrecimiento que se hacia á don Tello era de darle sueldo para quinientos caballos y otros tantos peones, y tantas tierras como las que tenia en Castilla: todo lo cual es muy verosimil.

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