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A todo esto, y mientras el mundo cristiano se agitaba suspirando por la ansiada union, y en tanto que el reino de Cerdeña amenazaba acabar de perderse, y que su hermano don Martin y los defensores de la reina doña Maria su sobrina pasaban los trabajos de una guerra porfiada y penosa en Sicilia, el rey don Juan de Aragon continuaba entregado á los recreos y pasatiempos de su voluptuosa córte. Dedicábase con su acostumbrado ardor al ejercicio do la caza, en cuya dispendiosa distraccion habia al fin de acabar su vida. La reina era la encargada del gobierno mientras el rey cazaba. Un dia que habia salido con sus monteros á los bosques de Foixà, mientras aquellos esperaban apostados las fieras, el rey que iba solo á caballo encontró con una disforme y furiosa loba. Espantóse acaso su caballo, ó bien acometió al rey algun accidente repentino, que no pudo saberse la verdad del caso, y de ambas maneras lo cuentan los historiadores; lo cierto es que cayó ó fué arrojado del coballo, y cuando se advirtió y se acudió á socorrerle ya no existia (mayo 1395). ¡Singular coincidencia la de haber muerto de caida de caballo los dos reyes contemporáneos de un mismo nombre, Juan I. de Castilla, y Juan 1. de Aragon! Por lo menos el de Castilla, aunque desgraciado en sus empresas, concibió atrevidos designios, corrió personalmente los peligros de la guerra, supo rechazar primero y negociar después con un pretendiente tenaz á su corona y dotó de leyes el pais. Don Juan I. de Aragon no dejó otra memoria que su indolencia y las disipaciones de su córte (1).

(1) Don Juan I. de Aragon fué casado tres veces: primera con Juana de Valois, hija de Felipe VI. de Francia, de quien no tuvo hijos: segunda con Matha ó Martha, hija del conde de Armenyach, de quien tuvo á don Jaime y doña Juana: aquél vivió pocos meses, ésta casó con Mateo, conde de Foix, y pretendió la sucesion del reino: tercera con

Violante, sobrina de Carlos V. de Francia, de quien tuvo á don Fernando, doña Violante y doña Juana, de los cuales solo sobrevivió doña Violante, que casó con Luis II., duque de Anjou, que se tituló rey de Nápoles, Jerusalen y Sicilia.-Bofarull, Condes de Barcelona, tomo II.

CAPITULO XXI.

MARTIN (el Humano) EN ARAGON.

De 1305 á 1410.

Cómo sucedió don Martin en el reino.-Caso estraño con la reina viuda de don Juan.-Pretensiones del conde de Foix: invade el reino con gente armada: es vencido y espulsado.Viene don Martin de Sicilia: lo que le pidieron las cortes de Zaragoza.-Estado del cisma: lo que se proponia para restablecer la unidad de la iglesia: cómo obraban en este negocio los dos papas, y los reyes de Francia, de Aragon y de Castilla.-Obstinacion del papa aragonés Pedro de Luna.-Es cercado y atacado en su palacio de Aviñon: cesa el combate, y permanece encerrado cerca de cuatro años.-Situacion de Sicilia: rey don Martin, hijo del de Aragon: reina doña Blanca de Navarra.-Bandos interiores en Aragon: luchas entre ellos: plágase el reino de malhechores: medidas que contra ellos se tomaron: facultades que se dieron al Justicia.-Prosigue el cisma: fúgase Pedro de Luna de Aviñon: auxilianle los aragoneses.-Nuevas complicaciones entre los dos papas: estado lamentable de la Iglesia. Predicaciones de San Vicente Ferrer.-Eleccion de nuevo pontifice en Roma; sigue el cisma.-Providencia que tomaron los cardenales de uno y otro papa: concilios de Pisa y de Perpiñan: sentencia del de Pisa: son declarados cismáticos los dos papas: proclamacion de Juan XXIII.-Triunfos de don Martin de Sicilia en Cerdeña: muere sin dejar sucesion: herédale don Martin de Aragon, su padre.-Ultimos momentos de don Martin de Aragon: muere tambien sin heredero directo.-Pretendientes á la corona: turbaciones: lastimosa situacion del reino.

No habiendo dejado don Juan 1. á su muerte hijos varones, tocábale la sucesion de los reinos, asi por los testamentos de sus antecesores, como por el del mismo don Juan, al infante don Martin duque de Momblanch, su hermano, que se hallaba en Sicilia reduciendo aquel estado à la obediencia del rey don Martin su hijo. Asi lo reconocieron sin contradiccion las cortes de Cataluña, dando desde luego el titulo de reina á la duquesa de Momblanch que se hallaba en Barcelona, y enviando una embajada á Sicilia para suplicar al infante don Martin á que viniese á tomar posesion de sus reinos (1395).

Ocurrió muy en el principio un incidente estraño, que referiremos, asi por la prevision y cordura con que en él se obró, como porque puede servir ó de leccion ó de aviso á otros pueblos en casos análogos. Dijose que la reina viuda doña Violante, y ella lo aseguraba tambien, quedaba embaraza→ da del rey don Juan. Súpolo la nueva reina doña Maria, esposa de don Martin, que ya gobernaba en ausencia de su marido, é inmediatamente nombró una junta ó consejo de varones respetables para que requiriesen á la viuda del último rey que declarára la verdad de lo que sobre aquel asunto hubiese. Iliciéronlo asi los del consejo, y la reina declaró ser realmente cierta su preñez, y con síntomas masculinos,» añade un cronista de aquel reino, soltando ademas alguna espresion de amenaza sobre la mudanza que podria haber todavía en el estado. Entonces los conselleres nombraron cuatro matronas chonradas y sabidas, ó dueñas que dicen los antiguos historiadores, que estuviesen continuamente en su compañia y encargadas de su guarda y asistencia. Pero lo del preñado (dice el autor de los Anales de Aragon) fué de manera que no salió á luz, y la nueva reina quedó libre de aquel cuidado (1).» De estas palabras un tan to ambiguas, y que otros cronistas no aclaran mucho más, infiércse que lo del embarazo habia sido una ficcion, que sin la prevision y diligencia esquisita de la reina y de sus conselleres hubiera podido traer trastornos al reino.

Por su parte el conde Matco de Foix, casado con doña Juana, la hija mayor del monarca difunto, se presentó como pretendiente al trono aragonés en virtud de los que llamaba legitimos derechos de su esposa á la sucesion de aquel reino; y reuniendo y pagando las compañías de gente de armas que andaban como desbandadas y dispersas por Provenza y Languedoc, se preparaba á invadir el suelo aragonés. La nueva reina, sin intimidarse, tomó sus medidas para la fortificacion y defensa de las fronteras, y congregó córtes generales representadas por sus cuatro brazos, para que respondieran á los mensageros que con cartas de reclamacion habia enviado el de Foix. No solamente rechazó la asamblca la pretension del conde, fundándose en el testamento del rey don Pedro, y en el del mismo don Juan que hizo leer, sino que dijo enérgicamente á los enviados del de Foix que se maravillaba de que hiciese una pretension tan desvariada y loca, y acordó lo conveniente á la seguridad del territorio, tomando entre otras precauciones la de encerrar en un castillo al conde de Ampurias, por sospechoso de dar favor al conde pretendiente

Mas no por eso desistió éste de su propósito, que es siempre admirable

(1) Zurita, Anal., lib. X., c. 57.

la obstinacion y persistencia de los que aspiran á ceñir una corona; y en octubre de 1595 se vió al conde de Foix franquear el Pirineo con una hueste de cinco mil hombres de todas armas, de á caballo la mayor parte. Venia tambien con él la condesa. Con la noticia de la invasion se juntaron espontáneamente en córtes los cuatro brazos ó estados de Aragon en Zaragoza para proveer á la defensa de la tierra, é hicieron en ellas un acuerdo para que se entendiese que cualesquiera que fuesen sus providencias habria de ser sin causar lesion ni perjuicio á los fueros, usos, costumbres y libertades del reino; que nunca y en ningun caso se olvidaba este pueblo de mirar como su primer deber la conservacion de su libertad (1). Se nombró el general y los capitanes que habian de mandar las tropas, se hizo la distribucion de éstas, y se señaló el sueldo que se habia de dar á cada hombre de armas y á cada soldado. Entretanto los condes de Foix y su gente, á pesar de algunos reencuentros que habian tenido, habian ido avanzando hasta Barbastro, donde pensaron hacerse fuertes, y en cuyo arrabal llegaron á alojarse. Mas fué tan heroica la defensa que los moradores hicieron desde la ciudadela, no obstante estar mal fortificada, que aquella resistencia desbarató todos los proyectos del de Foix. En Monzon, en Cariñena, donde acudió el mismo arzobispo de Zaragoza con su compañía, eran escarmentados los invasores, que al fin tuvieron que abandonar el arrabal de Barbastro. Marcharon hácia Huesca, y en todas partes encontraban ya enemigos que les disputaran el paso sin dejarles un momento de reposo. Era el mes de diciembre, y sin poder tomar en estacion tan cruda punto alguno fortificado donde esperar nuevas compañías que de Francia aguardaban, fuéronse recogiendo arrebatadamente por Ayerbe al reino de Navarra para entrar en Bearne, perdiendo en su retirada mucha gente. Un refuerzo de mil doscientos combatientes que intentó penetrar por el valle de Aran, fué rechazado por el conde de Pallás, que no permitió que entrase un solo hombre. Tal fué el remate que por entonces tuvo la loca tentativa del conde de Foix, quien no por eso dejaba de proferir amenazas y de hablar de futuras invasiones, que esperaba habrian de ser mas felices (1396). La muerte que á poco tiempo le sobrevino libró á Aragon de un enemigo mas importuno y molesto que temible.

Cuando don Martin recibió en Sicilia la noticia de la muerte de su hermano y de su proclamacion, ya con su valor y su perseverancia habia reducido una gran parte de aquella isla á la obediencia de los reyes sus hijos. Muchos de los barones rebeldes se le sometieron al saber que habia he

(1) Zurita, Anal., lib. X., c. 61.

redado el reino de Aragon, temiendo el acrecentamiento de su poder. Solo quedaban algunos aragoneses pertinaces. Dejando pues á su hijo don Martin en posesion de casi todo el reino siciliano, y señalados los principales que habian de componer su consejo, se hizo á la vela en el puerto de Mesina (1396); y comprendiendo la utilidad de su presencia en Cerdeña y en Córcega, permaneció algun tiempo en aquellas posesiones tan costosas á la corona aragonesa, proveyendo á la defensa y seguridad de los castillos que se mantenian por Aragon. Pasando después á Marsella, una escitacion del papa Benito le movió á llegarse á Aviñon, donde fué recibido con grandes festejos. Hecho alli juramento de homenage por los reinos de Cerdeña y Córcega á su compatricio el nuevo papa, antiguo arzobispo de Zaragoza, tratóse el negocio del cisma, y empleáronse nuevos medios, de acuerdo con el rey de Francia y otros príncipes, para venir á una concordia entre los dos pontifices Benito y Bonifacio. Cruzáronse embajadas de una y otra parte, y todos parecia desear que terminára aquella lamentable escision amigablemente, mas al llegar al punto de la renuncia deshacíanse las negociaciones y se perdia todo lo adelantado. Vista por el rey de Aragon la dificultad de arrcglar negocio tan árduo, despidióse del pontifice electo en Aviñon y se vino para Barcelona (1397).

Suplicáronle y le requirieron con mucha instancia las córtes de Zaragoza que viniese á esta ciudad á jurar los fueros y libertades del reino, como ló acostumbraban todos los reyes de Aragon antes de ser coronados. Contestó don Martin que asi lo haria y cumpliria en cuanto proveia lo conveniente á la defensa de Cataluña; pero le detuvieron en Barcelona tres graves asuntos: primero, el proceso que se hizo contra el conde de Foix y contra la infanta su muger, á quienes se condenó como á vasallos rebeldes: segundo, enviar socorros de dinero y galeras á Cerdeña, cuya situacion se hacía cada dia mas insegura y apurada, y tercero, el delicado negocio del cisma. Instaba el rey de Francia por la renuncia de Pedro de Luna, ó sea de Benito XIII., conforme á lo convenido en el cónclave, para de esta manera facilitar tambien la abdicacion de Bonifacio IX. Habia logrado el monarca francés persuadir al de Castilla (que lo era Enrique III.) á declararse por este partido. Oponíase el aragonés queriendo amparar al papa Benito. El medio que éste proponia era que se viesen los dos pontifices, el de Aviñon y el de Roma, en un lugar seguro, y que dentro de un término señalado acordasen los dos á su voluntad el camino mas breve que convendria seguir para poner remedio al cisma, y que dentro de aquel plazo diesen á la iglesia y á la cristiandad un solo verdadero y universal pastor, y que de no hacerlo asi renunciarian ambos el derecho que cada cual creia tener al pontificado. En estas propuestas

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