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cultura intelectual en Castilla y elevádose á un grado hasta entonces desconocido, reservámonos considerarle bajo estos dos aspectos y dar cuenta del estado de la literatura, de las artes y de las costumbres en su tiempo, para cuando bosquejemos el cuadro general que presentaba España en su condicion política, moral, literaria y artística en este período. Al terminar la historia de este reinado podemos decir con un moderno crítico: «no hemos atravesado en nuestra historia un reinado tan largo y tan enredoso como el de don Juan II.: solo sabemos de otro mas desastroso, que es el que va á seguirle en Castilla.»

CAPITULO XXVIII.

ALFONSO V. (el Magnánimo) EN ARAGON.

De 1416 á 1458.

Su conducta en el asunto del cisma: concilio de Constanza: eleccion de Martin V.-Infle xi-bilidad del antipapa Pedro de Luna: muere en Peñíscola.-Concluye el cisma.-Disgustan á Alfonso los aragoneses y catalanes: pasa á Cerdeña y á Córcega.-Situacion de Nápoles, y cómo le fué ofrecida á Alfonso la sucesion de aquel reino.-Pasa á Nápoles y la reina Juana le adopta por hijo.-Guerras, triunfos y vicisitudes de Alfonso en Nápoles.-Volubilidad de la reina Juana: retractaciones.-El duque de Anjou; el duque Filipo de Milan; el capitan Sforza; el senescal Caracciolo.-Sangrientos combates en las calles de Nápoles.-Regresa Alfonso á España.-Alaca de paso y destruye á Marsella.-Confederacion de los príncipes de Italia contra don Alfonso y don Pedro de Aragon.-Súbitas mudanzas en los ánimos de los príncipes italianos.-Escitaciones al aragonés para que vuelva á Italia.-Espedicion de Alfonso al reino de Túnez: victorias sobre los moros.-Inconstancia. de la reina Juana: asesinato del gran senescal: vuelta de Alfonso á Nápoles.-Nueva liga contra el aragonés -Fuga del papa y generosa proteccion que le dispensa don Alfonso.Muerte del duque de Anjou: id. de la reina Juana.-Prosigue la empresa de Nápoles: gran combate naval: los reyes de Aragon y de Navarra prisioneros.-Generoso comportamiento del duque de Milan.-Da libertad al de Navarra y se liga con el de Aragon.-Bandos y guerras en Italia: el papa Eugenio IV.: el concilio de Basilea: el duque Renato de Anjou: triunfos del rey don Alfonso: muerte del infante don Pedro.-Nuevo cisma en la Iglesia.Grandeza de ánimo de Alfonso.-Se hace rey de Nápoles.-Entrada triunfal.-Nueva situacion del Italia.-Alianzas, confederaciones, guerras: el papa y los estados de la Iglesia; el duque de Milan, Francisco Sforza: otros príncipes y potentados de Italia; repúblicas de Génova, Venecia y Florencia; el rey de Aragon y de Nápoles.-Paz universal de Italia y cómo se hizo.-Apodéranse los turcos de Constantinopla, y acaba el imperio cristiano de Oriente.-Confederacion general de los principes cristianos contra el turco.-Desavenencias del rey de Aragon con el papa Calixto III.: sus resultados.-Muerte de Alfonso V. de Aragon: sucédele en Nápoles su hijo Fernando, en Aragon su hermano el rey don Juan de Navarra.-Grandes cualidades de Alfonso V.

Los sucesos de Aragon en este tiempo continuaban formando por su im portancia y su grandeza esterior verdadero contraste con las rencillas y mi

serias interiores de Castilla; y mientras aqui un principe de la dinastia do Trastamara, instrumento dócil de un soberbio favorito y juguete de las maquinaciones de orgullosos magnates, conservaba con trabajo el nombre de rey y una sombra de autoridad, allá otro príncipe de la dinastia de Trastamara, su inmediato deudo, sábio, magnánimo, liberal y esforzado, ensanchaba los limites de la monarquía aragonesa, le agregaba nuevos reinos, y ganaba en apartadas regiones gloria para sí y para su pueblo con sus proezas como guerrero y con su sabiduría como monarca.

Apenas falleció el honrado Fernando J. de Aragon, fué aclamado rey de Aragon, de Valencia, de Mallorca, de Sicilia y de Cerdeña y conde de Barcelona su hijo primogénito con el nombre de Alfonso V. (2 de abril, 1416). El primer cuidado del nuevo monarca aragonés fué retirar de Sicilia á su hermano el infante don Juan, que se hallaba de gobernador general de aquel reino, porque recelaba harto fundadamente que los sicilianos, en su deseo manifiesto de independencia, quisieran alzarle por rey, como en efecto lo intentaban. Delicado era el asunto, atendida la disposicion de aquellos naturales, y el carácter del infante don Juan. Pero manejóse en él con tal destreza el jóven soberano (que contaba entonces veinte y dos años de edad), é hizo el llamamiento con tan hábil política, que el infante, contra lo que todos esperaban, obedeció inmediatamente al primer requerimiento de su hermano, y se vino á España á hacerle homenage, quedando de vireyes en Sicilia don Domingo Ram, obispo de Lérida, y don Antonio de Cardona. Era la ocasion en que se trataba de resolver definitivamente la gran cuestion del cisma de la Iglesia; y Alfonso, que en vida de su padre era el que habia manejado las negociaciones sobre este gravísimo negocio con el gran Sigismundo, rey de romanos, se apresuró á enviar sus embajadores y prelados al concilio general de Constanza. Todavía no faltó quien intentara persuadirle á que restituyera la obediencia al obstinado Pedro de Luna, que continuaba en su castillo de Peñíscola titulándose pontifice y protestando contra lo que se determinára en el concilio, pero el rey desechó resueltamente toda proposicion y consejo que tendiera á prolongar la ansiedad en que estaba el mundo cristiano. Al fin el concilio de Constanza, compuesto de prelados de todas las naciones y de representantes de todos los príncipes, perdida toda esperanza de renuncia por parte del antipapa aragonés, pronunció solemne y definitiva sentencia declarándole cismático, pertinaz y herege, indigno de todo titulo, grado y dignidad pontifical (julio, 1417). Tratóse luego de proceder á la eleccion de la persona que habia de ser reconocida en toda la cristiandad por verdadero y único pontifice y pastor universal de los fieles, y despues de muchos debates y altercados sobre preferen

cias de asiento y otras preeminencias entre los embajadores de Aragon, de Castilla, de Inglaterra y otras naciones (1), y de no pocas disputas entre principes y prelados sobre la forma en que la eleccion habia de hacerse, avenidos al fin, y nombrados los electores, se procedió á la eleccion de pontifice, resultando electo despues de algunos escrutinios el cardenal de Colonna, que tomó el nombre pontifical de Martin V. (17 de noviembre, 1417).

Con gran júbilo se recibió y celebró en toda la cristiandad la nueva de la proclamacion de un verdadero y solo vicario de Jesucristo, con lo cual parecia de todo punto terminado el cisma y acabada la funesta escision que por cerca de medio siglo habia traido turbadas las conciencias y alteradas y conmovidas las naciones cristianas. Pero faltaba todavía reducir al encastillado en Peñíscola, que se creia mas legítimo papa que el nombrado por el concilio. El rey don Alfonso de Aragon fué el encargado de notificarle la sentencia del sínodo, y de persuadirle de la inmensa utilidad que de su renuncia resultaria á toda la Iglesia, asi como de su necesidad, en el caso estremo á que habian llegado ya las cosas (2). Mas no bastó á ablandar el duro carácter de don Pedro de Luna, hombre por otra parte de gran doctrina y erudicion, que alegando con razones no destituidas de fundamento haber sido su eleccion mas legitima que la de otro pontifice alguno, protestando contra las decisiones del concilio, y fundando su nulidad, entre otras causas, en no haber concurrido á él ni la mayoría, ni tal vez la tercera parte de los prelados de la cristiandad, que eran mas de ochocientos, se mantenia inflexible desafiando á todos los poderes de la tierra (1418). A instancias del cardenal de Pisa, que vino á Zaragoza como legado del nuevo pontifice para tratar de la reduccion del antipapa Benito, ofreció á éste el rey don Alfonso que si consentia en la renuncia seria admitido en el gremio de la Iglesia, residiria donde quisiese, y se le dejarian los bienes y rentas apostólicas, con mas cincuenta mil florines del cuño de Aragon anuales, conservándose sus beneficios á todos los que con él residian en Peñíscola. Tan infructuosos fueron los ofrecimientos para el inalterable don Pedro de Luna como lo habian sido las amenazas y

(1) Los embajadores de Castilla fueron, don Diego, obispo de Cuenca, don Juan de Badajoz, don Fernan Perez de Ayala, Martin Fernandez de Córdova, alcaide de los donceles, Fr. Fernando de Illescas, Fernan Martinez Dávalos, doctor en decretos y dean de Segovia, Diego Fernandez de Valladolid, dean de Palencia, Juan Fernandez de Peaflor, doctor en decretos.

(2) No babia agradado sin embargo & Alfonso de Aragon la eleccion de Martin V., á quien tenia por poco propicio á los intersses de su reino, especialmente en lo de Sicilia: asi fué que quedó muy disgustado de sus embajadores, á quienes dijo que habian mirado mas por sus particulares intereses que por la honra y bien del Estado. Zurita, Anal. lib. XII. c. 67.

las persuasiones (1). Diremos por último, para acabar con la historia de este hombre singular, que habiéndole faltado, ó por muerte ó por defeccion, todos los cardenales de su parcialidad, todavía creó otros dos, con cuyo diminuto colegio continuó llamándose papa Benito XIII. hasta que falleció en 23 de mayo de 1423 en su castillo de Peñíscola, á la edad casi de noventa años, á los veinte y nueve de su eleccion, y á los ocho de su encierro en aquella fortaleza, dejando al mundo un ejemplo, tan admirable como funesto y triste para la Iglesia, del mayor grado de obstinacion, de dureza y de inflexibilidad de carácter, á que haya podido llegar hombre alguno. Y todavía á su imitacion sus dos cardenales tuvieron la inaudita temeridad de alzar por pontifice à un canónigo de Barcelona, nombrado Gil Sanchez Muñoz, que tomó el titulo de Clemente VIII., y el cual á su vez creó tambien un simulacro de colegio de cardenales, á quienes nadie reconoció ya: pero estos hechos no favorecieron nada á la reputacion y fama del rey de Aragon que los consentia.

Habiendo procedido el rey á ordenar y proveer los oficios de su casa, tomaron de ello ocasion los altivos catalanes para querer resucitar uno de los abolidos privilegios de Alfonso III., y congregándose en parlamento en Molins de Rey, despacharon comisionados á Valencia, donde el monarca se hallaba, para que juntos con los de Valencia y Zaragoza le espusieran la doble pretension de que no confiriese oficios ni empleos sin consentimiento y aprobacion de las cortes, y de que despidiese los castellanos que tenia en su casa. Al segundo estremo contestó el rey con dignidad que los tres ó cuatro offciales castellanos que á su lado tenia eran antiguos servidores del rey su padre, y que seria un acto escandaloso de ingratitud despedirlos sin motivo: y en cuanto á lo primero, que ordenaria su casa con buen consejo, pero no ciertamente al arbitrio de ellos y á su capricho y voluntad. Los comisionados insistieron, las contestaciones tomaron alguna acritud, y solo á fuerza de carácter y de energía se descartó de aquellas ilegales é injustas pretensiones. Desde entonces procuró desembarazarse de tales impertinencias buscando un campo mas vasto y mas glorioso á su genio ambicioso y emprendedor. Asi, celebradas las bodas de su hermana doña María con el rey don Juan II de Castilla, y las de su hermano el infante don Juan (el desechado por Juana de Nȧpoles) con doña Blanca de Navarra, viuda de don Martin de Sicilia (1419), dirigió sus miradas á la isla de Cerdeña, y aparejó una armada para pasar á ella en persona.

(4) Zurita dice, no sabemos con qué fundamento, «fué cosa muy pública y divulgada por los que eran devotos de don Pedro de Luna, que estando el legado en Zaragoza pro

curó se lo diesse veneno con que muriesse, y aunque se le dió, vivió algunos años, y el legado murió antes.» Anal. lib. XII. c. 69,

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