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viado la bula de la cruzada para la espedicion contra los turcos, no habia producido ningun resultado y escitábale á ella como á principal ejecutor y caudillo. Contestóle el rey con mucha entereza, que aunque estimaba en mucho el don de Su Santidad, creia que para una espedicion como aquella se necesitaba algo mas que una bula; que si habia diferido su empresa, era porque pensaba que otros príncipes de Europa mas poderosos que él y no menos obligados habrian abrazado aquella causa; pero que viéndolos tan descuidados, y puesto que Su Beatitud le requeria á él solo con tanta instancia, sabria hacer su deber como principe católico. Comenzó, pues, el rey de Arahon á hacer sus aprestos de campaña, á aparejar naves y juntar ejércitos, ademas de muchas compañías que ya habia enviado á Albania, y congregando su consejo en Nápoles, declaró su voluntad con el siguiente notable razonamiento:

«Yo hablé con vosotros los dias pasados sobre lo de la empresa de los «turcos, y por ser cosa tan grande he esperado cómo se moverian otros, y he «diferido el determinarme en ello. Ya veis que los reyes y principes cristianos, mirándonos unos á otros, dormimos; y asi el ánimo y osadía del enc<migo siempre se aumenta y crece, para ofender à la religion cristiana. Yo «considero haber recibido grandísima gracia de Nuestro Señor sin merecimientos mios y reconozco que hay en el mundo otros reyes y príncipes, que por saber y poder son mas dispuestos que yo para emprender y llevar tan<ta carga; mas visto que por todos se mira y ninguno se apareja ni dispone, «queriendo satisfacer á infinitas mercedes que de Nuestro Señor he recibido, «no quanto se debe, mas quanto yo abasto, por su servicio y de la Iglesia es«toy dispuesto y deliberado poner mi persona y estados en defensa de la «cristiandad y en ofensa del turco. De aqui adelante ya tengo la mayor parte «de mi vida pasada, por tener sesenta años ó muy cerca dellos, y hasta aqui «toda la he despendido en servicio del mundo, y paréceme cosa razonable distribuir en servicio de Dios lo que me resta. Quando yo tomé la empresa «deste reyno, lo hice movido de la justicia que en él tenia, y por conquistar lo que derechamente me pertenecia; lo qual despues de muchos trabajos y gastos Nuestro Señor lo ha traido al fin por mi deseado, segun que veis. «Si lo que á mí tan solamente tocaba lo ha enderezado tan prósperamente, ¿qué tengo de esperar de aquello que á él principalmente toca, y por quien ayo lo delibero emprender? En esto yo no pongo cosa ninguna mia. La persona y vida, y los estados y bienes dél lo tengo. Ofrézcoselo, que suyo es, ❝y ríndole lo que dél he, y por él lo poseo. Tengo firme y segura esperanza «que mi propósito y empresa traerá á bienaventurado fin. Aun me acuerdo «que en nuestros dias, en gran deservicio de Dios y en ofensa de la fé cató

elica, un rey ha seydo preso y hecho tributario à infieles, y otro murió en batalla y le fué cortada la cabeza; y últimamente ha sido muerto el emperaador, y se ha perdido la ciudad y imperio de Constantinopla, que era á noscotros una talanquera, y han venido á poder de infieles tantas iglesias y redliquias y cosas sagradas indignamente y sin alguna reverencia, que son co(sas que á mí mucho me inducen á seguir esta empresa: y si á vosotros parece lo contrario, estaré á lo que me aconsejaredes (1). Oido este discurso, todo el consejo, sin discrepar un solo individuo, le aplaudió alabando su santo y animoso propósito, y todos ofrecieron sus personas, vidas y bienes al servicio del rey para la prosecucion de tan cristiana empresa.

A pesar de esto ni el papa Calixto se mostró nunca propicio al rey de Aragon, ni éste realizó su empresa contra los turcos. Por el contrario, habiendo don Alfonso determinado visitar sus reinos de España (1456), asi por satisfacer el deseo general de sus súbditos y pagarles esta deuda, como por ver de concordar al rey de Navarra con el príncipe de Viona su hijo, despachó á Roma al conde de Concentaina para que secretamente comunicase al papa el pensamiento de su venida, puesto que en Italia habian cesado las guerras y habia paz universal. Mas como al propio tiempo llevase encargo derogarle departe del rey que para mayor seguridad se dignára otorgarle de nuevo las bulas de investidura del reino de Nápoles y de los vicariatos de Benevento y Tarracina para sí y para el duque de Calabria su hijo. y como el papa diese tales escusas que el conde entendiera que las negaba casi abiertamente, por estrechar al pontifice se propasó á hacerle fuertes reconvenciones y á decirle cosas muy duras. Recordóle los beneficios y favores que habia recibido del rey de Aragon; le echó en cara haber creado cardenales en un solo dia á dos sobrinos suyos, cosa hasta entonces no vista en ningun papa; tuvo la audacia de decirle que se acordase de su nacimiento y del lugar de Canales, donde aprendió á leer y cantó la primera epistola en la iglesia de San Antonio, con otras espresiones no menos agrias y ofensivas á la dignidad pontifical, á las cuales contestó el papa tambien muy duramente, y despidió al conde echándole su apostólica maldicion. Viendo el rey don Alfonso esta, negativa que comprendió era dirigida á no confirmar al duque de Calabria su hijo en la sucesion del reino, y considerando el carácter duro del papa á pesar de su edad octogenaria, procuró tener de su parte al rey de Castilla (que lo era ya á este tiempo Enrique IV.), para el caso en que resolviese apartarse de la obediencia del pontifice Calixto.

Hízose pues un pacto de concordia y amistad entre los reyes de Castilla

(4) Gerónimo de Zurita pone este discurso en sus Anales, libro XVI cap. 33.

y de Aragon por medio del marqués de Villena y de Ferrer de Lanuza, por el que se ofrecian y juraban darse mútuo favor y ayuda contra todos sus enemigos. Habia prometido tambien el marqués de Villena, entre otras cosas, que cuando el rey de Aragon quitase la obediencia al papa, haria lo mismo el rey de Castilla, y que si el pontifice Calixto muriese, ambos reconocerian al que fuese nuevamente ensalzado á la silla pontificia. Mas el monarca castellano contestó después, que en lo tocante á la obediencia mirase bien lo que se debia al pontifice y lo que á ellos como á príncipes cristianos les correspondia hacer, y que considerase tambien que se trataba de un papa español y natural del reino de Valencia. Con esta contestacion limitóse el aragonés á procurar desviar al pontifice del propósito que tenia, que era de no dar lugar á la sucesion del duque de Calabria.

Ocuparon al rey don Alfonso en sus últimos años las diferencias entre el rey de Navarra y el príncipe su hijo, de que daremos cuenta en su lugar, y que se comprometieron en sus manos (1457). Pero ni efectuó el viage que tenia proyectado á España, ni realizó la espedicion que habia preparado contra los turcos, y lo que hizo fué emplear una gran flota contra la república de Génova, á fin de poner en ella gobernadores de su devocion y par◄ cialidad, y á intento de que el rey de Francia no se apoderase de aquella señoría (1458).

Proseguiase con gran furia la guerra de Génova, cuando se cumplió el plazo señalado por la Providencia al reinado y á los dias de Alfonso V. de Aragon. Una enfermedad de poco mas de dos semanas acabó con su existencia en el castillo del Ovo de Nápoles (27 de junio, 1458), á los sesenta y cuatro años de edad, y á los cuarenta y dos de un reinado activo y laborioso. En su testamento nombró por sucesor en el reino de Nápoles á su hijo Fernando duque de Calabria, dejando los reinos de la corona de Aragon á su hermano el rey don Juan de Navarra y á sus descendientes, conforme al testamento del rey don Fernando su padre. Y fué muy de notar que en aquel documento no hiciese mencion alguna de la reina de Aragon doña María su esposa, siendo como era tan escelente princesa, de tan señalada honestidad y tan estimada por sus virtudes, lo cual hace verosímil la especie que arriba apuntamos y que algunos afirman de haber pensado repudiarla por casarse con aquella Lucrecia de Alañó, á quien habia entregado su voluntad. Dejó tambien ordenado en su testamento que se distribuyesen sesenta mil ducados en la armada que habia de ir contra el turco, y que su cuerpo fuese trasportado lo mas brevemente posible al monasterio de Poblet en Cataluña, encargando le enterrasen á la entrada de la iglesia en la tierra desnuda, para que fuese ejemplo de humildad.

No pueden negarse á Alfonso V. de Aragon grandes cualidades como principe y como guerrero: esforzado, enérgico é infatigable en las guerras; prudente, magnánimo y justo en el gobierno, menos severo que clemente, y casi siempre benéfico y liberal, no estrañamos que el cronista de Aragon diga con cierta especie de entusiasmo, á despecho de algunos escritores ita→ lianos que han intentado zaherirle: «que fué el mas esclarecido príncipe y mas excelente que hubo en Italia desde los tiempos de Carlo-Magno (1).» Si á algunos pudo parecer ambicioso por su afan de conquistar á Nápoles, á cu→ ya corona se creyó con mas derecho que otro alguno, debió dejar de parecerlo cuando renunció la herencia de Milan con que se le convidaba, y declaró no ser su intencion sojuzgar otros estados italianos.

El defecto que hallamos al largo reinado de Alfonso V. es haber sido todo estrangero. Enamorado de la bella Italia, donde pasó toda la segunda mitad de su vida, Alfonso desde que conquista á Nápoles, reina mas en Italia que en Aragon. Es un monarca que estiende á estraños paises las glorias aragonesas, que se hace como el centro y el eje de toda la política de Europa, y que abre y desembaraza un nuevo campo de gloria á los reyes de España sus sucesores; pero estas glorias esteriores ejercen sobre Aragon una influencia mas brillante que provechosa, mas funesta que útil.

Creemos tambien que con la presencia de Alfonso en Aragon hubieran podido tener solucion mas favorable y pronta las largas y reñidísimas contiendas que alli se debatian entre los reyes y principes de Navarra y de Castilla, y que debieron ser para él preferibles á las cuestiones de Génova, de Milan, de Venecia, de Florencia y de Turquía. En otra parte le juzgaremos mas detenidamente.

(3) Zurita, lib. XVI. cap. 42.

CAPITULO XXIX.

JUAN II. (el Grande) EN NAVARRA Y ARAGON.

De 1425 á 1479.

Situacion de Navarra å ultimos del siglo XIV. y principios del XV.-Doña Blanca y don Juan reyes de Navarra.-Conducta de don Juan: disgusto de los navarros.-Muerte de doña Blanca.-El príncipe don Carlos de Viana -Bandos de Agramonteses y Biamonteses.-Casa el rey con doña Juana Enriquez de Castilla -Odio y persecucion del rey y de la reina al príncipe Cárlos: graves disturbios que produjo.-Sitios de Estella y Aibar: el principe prisionero de su padre.-Cómo y por qué fué puesto en libertad: su ida á Nápoles y Sicilia.-Cualidades y prendas del príncipe Cárlos: su popularidad. --Vuelve å Mallorca y Cataluña: entusiasmo de los catalanes: niégale su padre el título de primogénito y sucesor del reino.-Prision de don Cárlos: indignacion pública: sublévanse en su favor los catalanes: le rescatan: festéjanle en Barcelona.-Actitud de Cataluña: duras condiciones que imponen al rey don Juan de Aragon: tratado de Villafranca.-Muer te del príncipe de Viana: su índole, condicion é inmerecidos infortunios.-El infante don Fernando es jurado sucesor en los reinos de Aragon.-Guerra de diez años en Cataluña contra el rey don Juan.-Política de Luis XI. de Francia.—La princesa doña Blanca de Navarra muere envenenada.-El conde y la condesa de Foix.-Animo varonil de la reina doña Juana de Aragon.-Los catalanes ofrecen la corona del Principado al rey de Francia, al de Castilla, á don Pedro de Portugal y al duque de Anjou, antes que someterse á su legitimo soberano.-Admirable obstinacion de los catalanes.-Muere la reina doña Juana.-El rey don Juan pierde la vista: cómo la recobró.-Famoso cerco de Barcelona: sométense los catalanes al rey, y con qué condiciones.-Recobra el rey don Juan el Rosellon y la Cerdaña que le tenia usurpados Luis XI.-Sitio de Perpiñan.Entrada triunfal de don Juan II. en Barcelona.-Muerte de don Juan II.-Cualidades de cate monarca.-Estado en que dejó el reino de Navarra.-Doña Leonor, condesa de Foix.-Francisco Febo.

Aunque mucha parte de los hechos de este monarca, desde que fué proclamado rey de Navarra en union con doña Blanca su esposa hasta que heredó la corona de Aragon, los hemos referido ya en los capítulos corresTOMO IV. 30.

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