Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPITULO III.

DESDE MARCO AURELIO HASTA CONSTANTINO.

De 180 á 306 de J. C.

192 Comienza á sentirse la decadencia del imperio.-Cómodo.-Su de- 4.778 pravacion é iniquidades.—Abyeccion del senado.-Reinados de Pertinaz, Didid Juliano, Septimo Severd, etc.-Monstruosidades de Eliogábalo.-Alejandro Severo sostiene por algun tiempo con digni- to

dad el decadente imperio.-Otros emperadores ú oscuros ó malvados. Guerras civiles.-Decio.-Primeras irrupciones de los bárbaros. Godos, francos, escitas.-Trágica y afrentosa muerte de Valeriano.Los treinta tiranos.-Frecuentes asesinatos de emperadores,Interregno de ocho meses.-Tácito y Probo. Sus virtudes.-Diocleciano.-Division del imperio.-Cruda persecucion contra los cristianos.. -Constancio y Galerio.-Daciano. Martirios en España.-Maximiano.-Constantino.

[ocr errors]

Hemos recorrido esta galería de ilustres príncipes, los Flavios y los Antoninos, que dieron á España, al imperio y al mundo cerca de un siglo de paz y de ventura, no interrumpida sino por el reinado de Domiciano, que fué como una mancha que cayó en medio de aquellas púrpuras imperiales. La firmeza de Vespasiano, la dulzura de Tito, la generosidad de Nerva, la grandeza de Trajano, la ilustracion de Adriano, la piedad de Antonino, y la filosofía de Marco Aurelio,

hicieron de aquellos insignes varones otros tantos astros benéficos que resplandecieron y alumbraron al mundo romano, y bajo su influjo España dió grandes pasos en la carrera de las artes, de la política y de la civilizacion. Solo faltaron á estos buenos príncipes dos grandes pensamientos para acabar de ser buenos; el de haber abrazado la nueva religion, y el de restituir al pueblo los derechos que sus antecesores le habian quitado.

Tócanos ahora repasar con disgusto otro catálogo de emperadores, que como aquellos para dicha, estos para azote de la humanidad parece haber sido permitidos, por no atrevernos á decir enviados por la Providencia. Lo haremos rápidamente, ya porque no nos proponemos escribir la historia de los emperadores romanos sino en la parte que de ella pudo tocar á España, ya porque no es grato ni esponer ni contemplar un negro cuadro de horribles vicios, y ya porque por fortuna la España, colocada á alguna distancia de Roma, participaba menos que la capital del imperio del siniestro influjo de aquellos corrompidos seres que para afrenta de la humanidad conservaron el título de emperadores.

Imposible parece que un padre tan virtuoso como Marco Aurelio engendrára un mónstruo como su hijo Cómodo; y no estrañamos que por respeto á las virtudes del padre supongan algunos historiadores que Cómodo no fué hijo del emperador filósofo, sino de la

disoluta Faustina y de un gladiador, que, entre otros de la hez del pueblo, obtuvo sus favores. Los hombres no pueden imaginar vicio, ni crímen, ni torpeza, ni crueldad, ni corrupcion de ningun género que no se hallase reunido en Cómodo. Sus acciones, sus gustos, menos eran ya de hombre corrompido que de bestia salvage. Tiberio, Neron, Calígula, Vitelio y Domiciano, habian sido templadamente desenfrenados en comparacion de Cómodo. «El cielo, dice un escritor ilustre, añadió la locura á sus crímenes á fin de no espantar demasiado á la tierra.» En efecto, el vender todos los cargos públicos, el quitar la vida á muchos senadores, patricios y familias consulares, el tener un serrallo de trescientas concubinas y otros tantos mancebos, podia atribuirse á avaricia, á tiranía y á voluptuosidad. Pero el dividir en dos pedazos á un hombre grueso por el bárbaro placer de ver derramarse por la tierra sus entrañas (1); el mandar asesinar una noche en el teatro á todos los que á él habian asistido; el sacar los ojos ó cortar los pies á los que tenian una fisonomia que le desagradára..... esto ya no cabe en las medidas de la maldad y de la corrupcion, sin recurrir á un estravío de la razon, á una verdadera locura. Sin embargo el pueblo consentia que se llamára á sí mismo el Hércules Romano; que Roma se titulára Colonia Comodiana, y hasta el se

(1) Hist. August. p. 128.

nado inscribió á la puerta de la asamblea: Casa de Cómodo. Increible parece tanta abyeccion. ¡Y aun reinó trece años este mónstruo! Esto parece menos comprensible. Al fin tuvo que morir á manos de un atleta y con el veneno de una concubina (193). Apartemos ya la vista de tanta infamia y de tanta degradacion. Solo el cristianismo no fué perseguido por este hombre bestial, gracias á Marcia, una de sus favoritas, que protegia á los cristianos (1).

La España vió pasar sin acaecimiento alguno notable el corto reinado de Pertinaz. Asesináronle los pretorianos porque quiso restablecer la disciplina; y se sacó el imperio á pública subasta. Presentáronse dos postores, y se adjudicó á Didio Juliano que ofreció mil doscientas cincuenta dracmas mas que su competidor (2), entregándole ciento veinte millones de hombres como quien entrega una mercancía. Didio no pudo pagar la suma ofrecida, y á los sesenta y seis dias fué asesinado (194). Cada legion queria ya nombrar su emperador. Tres fueron elegidos; el mas fuerte se quedó con el imperio. Fué este Séptimo Severo. Para que se forme juicio de lo que era, solo diremos que obligó al senado á colocar á Cómodo en la clase de los dioses. ¡A Cómodo! Y para que todo en él fuese completo se declaró el mayor perseguidor de los cristianos: aunque era la tercera persecucion, puede

(4) Herod. in Vit. Commod.

(2) Dion, Hist. Rom. lib. LXIII.

decirse que para España fué la primera, asi

por haber sido la mas rigurosa y cruel, como porque entonces era ya grande en España el número de los discípulos de la Cruz. En los reinados de Cómodo, de Pertinaz, de Juliano y de Severo se vió brillar la elocuencia de los primeros padres de la iglesia. Por lo demas España, apartada un tanto de los teatros de los desórdenes, y sin mezclarse en ellos, seguia su marcha, sin sentir sino débilmente las grandes sacudidas del imperio.

Severo dejó por sucesores á sus dos hijos Caracalla y Geta: pero aunque hermanos, eran enemigos mortales, y Caracalla, deseando reinar solo, se deshizo de su hermano asesinándole en los brazos de su madre (211). Caracalla tuvo la necia presuncion de querer imitar á Alejandro y Aquiles. Nos hemos propuesto no fatigar al lector con la pintura de los vicios de cada uno de estos seudo-emperadores. Murió asesinado por Macrino (218), que obtuvo el imperio, y no hizo nada sino mandar levantar altares al mismo á quien habia asesinado. Los romanos, luego que morian los déspotas los convertian en dioses: asi gozaban de dos inmortalidades, la del odio público y la de la ley que le consagraba. Catorce meses reinó Macrino; hasta que el ejército que le habia dado el imperio se le quitó con igual facilidad. Por un concurso extraor– dinario de circunstancias despues de Macrino una intriga de mugeres elevó al imperio á un jóven sirio, por sobrenombre Eliogabalo ó mas exactamente

« AnteriorContinuar »