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La sangre de los mártires empezó pronto á colorear este suelo en que tanto habia de prevalecer y donde tanto habia de fructificar la semilla de la fé. A pesar del influjo que en España ejercian los opulentos patricios, que atraidos de la belleza de su clima la habian hecho como una colonia de la aristocracia romana, no pasa el primer siglo sin que España vea algunos de sus hijos figurar gloriosamente en el martirologio cristiano. Eugenio de Toledo es colocado ya, desde la segunda persecucion movida por Domiciano, en la nómina de los que vertieron una sangre generosa en obsequio del Crucificado. En el segundo siglo, imperando Marco Aurelio, y gobernando á Leon Tito Claudio Atico, se ofrecen Facundo y Primitivo en holocausto por la nueva fé, dejando con su valor y su constancia maravillados á sus perseguidores. Fructuoso de Tarragona, prelado de su iglesia, presenta el modelo del héroe cristiano, y con sus dos compañeros de martirio asombra y confunde al cruel ministro del despreciable Galieno (1). Los atletas de la fé se multiplican en el tercer siglo, y las vidas de los santos, «ese gran árbol genealógico de la nobleza del cielo,» presentan ya en sus páginas un largo

á hacerlo los cónsules y pretores, proponiéndose predicar la palabra de Dios en la España Oriental, como en la Occidental lo habia hecho ya el apóstol Santiago. El ilustrado Sr. Cortés, dignidad de la iglesia metropolitana de Valencia, ha re

cogido los mejores testimonios sobre este asunto en un librito titulado: Compendio de la vida del apóstol San Pablo, impreso en Valencia en 1849.

etc.

(4) Acta primorum martyrum,

y auténtico catálogo de ilustres mártires españoles. Mas cuando se vió aparecer en España huestes, legiones enteras de campeones de la fé de Cristo, fué en la horrible persecucion de Diocleciano. Entonces, cuando mas arreció la tempestad, cuando Daciano, el ministro mas sanguinario y cruel que habia tenido emperador alguno, levantó por todas partes cadalsos y multiplicó los suplicios, entonces fué cuando España acreditó que vivian en su suelo los descendientes de los que en Sagunto, en Astapa, en Numancia habian sabido sacrificarse arrojándose á las llamas por defender su libertad y sus hogares, y que los despreciadores de la muerte por sostener su independencia, lo eran tambien por sostener la fé una vez abrazada, cuando se intentaba arrancarles brutalmente la una ó la otra. Hombres, mugeres y niños desafian entonces con intrepidez el hacha del verdugo y la cuchilla del tirano. Toledo, Alcalá, Avila, Leon, Astorga, Orense, Braga, Lisboa, Mérida, Córdoba, Sevilla, Valencia, Gerona, Lérida, Barcelona, Tarragona y otros cien pueblos y ciudades, cuentan entre sus blasones cada cual su hueste de mártires. Daciano medita sacrificar en masa la poblacion cristiana de Zaragoza, y no pudieron contarse los mártires de Zaragoza, porque fueron innumerables. El poeta cristiano Prudencio la llamó Patria sanctorum martyrum (1). La ciudad

(4) Prudent. in Himn. Martyr, Cæsar Aug.-Actas de los Márti

res.-Depping., Hist. tom. II.Tertuliano, contemporáneo de San

que habia de suministrar muchedumbre de mártires á la patria, comenzó por proveer de mártires á la religion.

Mas no eran solamente mártires los que producia la paciente iglesia española. Varones y prelados eminentes en letras producia ya tambien. Y Osio, el ve– nerable obispo de Córdoba, el enemigo terrible del paganismo y de la heregía, lumbrera de la cristiandad y presidente futuro de casi todos los concilios de su tiempo, comenzaba á asombrar con su erudicion y con su fogosa elocuencia, no solo á España, sino al mundo entero.

Ni por eso negamos que hubiera en España defecciones y flaquezas lastimosas durante las persecuciones. ¿En qué pueblo del mundo no habrá espíritus débiles, ni qué nacion podrá blasonar de que todos sus hijos sean héroes?

Lejos estaba tambien de ser el cristianismo la religion dominante ni en España, ni en las demas provincias del imperio romano en la época á que alcanza nuestro exámen. Paganos eran todavía los emperadoidólatra se mantenia el senado romano; las magistraturas civiles y militares se conservaban en ma

res;

Irenéo, en el escrito que presentó á Escápula, presidente de Africa, refiere como entonces se ejercia la persecucion contra los cristianos de España por el presidente que se hallaba en Leon. Pero aun es mayor el testimonio que ofrece

en el libro contra los judíos al c. 7 donde hablando de las regiones que habian abrazado la religion cristiana aplica el todo á la nacion española. Maurorum multi fines: Hispaniarum omnes termini, et Galliarum diversæ nationes.

nos de los seguidores del antiguo culto, y la mayoría de los pueblos adoraba todavía á los viejos ídolos, y se postraba ante los dioses de la gentilidad.

En tal estado se encontraba el mundo cuando subió al trono de los Césares Constantino. Prosigamos ahora nuestra historia.

CAPITULO V.

DESDE CONSTANTINO HASTA TEODOSIO.

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De 306 de J. c. á 380.

Constantino. Su conversion al cristianismo.-Cambio religioso y polí-
tico en el mundo romano.-Edictos imperiales en favor de los cris-
tianos y de su culto.-Su tolerancia con los paganos.-Heregía ar-
riana.-Concilio general de Nicéa.-Osio, obispo de Córdoba.-
Estado de la iglesia de España en este tiempo.-Decretos y cánones
del concilio de Illiberis.—Reformas políticas de Constantino.-Fun-
dacion de Constantinopla.—Nueva aristocracia en el imperio romano.
-Duques, condes, altezas, excelencias, etc.-Leyes humanitarias
de Constantino.-Opuestos y encontrados juicios con que ha sido
calificado este célebre emperador.-Nuestra opinion.—Muerte de
Constantino.-Reinados de sus tres hijos Constantino, Constancio y
Constante.-Juliano el Apóstata.-Reaccion del paganismo.-Juicio
Celero
crítico de Juliano.-Otros emperadores.-Valentiniano y Valente.-
Irrupcion de los godos en el imperio.—Trágica muerte de Valente.-
Graciano.-Elevacion de Teodosio.

¡Contraste singular! En el año 275 no hubo en el espacio de ocho meses quien ocupára el trono imperial. En el 306 reinan á un tiempo seis emperadores: Constantino, Maximiano y Maxencio en Occidente; Galerio, Licinio y Maximino en Oriente; los unos con el título de Augustos, los otros con el de Césares; novedad introducida por Diocleciano. Todos irán

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