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bava que el cristianismo ni aborrecia la luz ni esquibaba los debates de la discusion. Celoso se mostró tambien Constantino en ayudar á los prelados ortodoxos á estirpar las que entonces se propagaban por la iglesia de Occidente. En un concilio que hizo congregar en Arlés fué condenada la de los donatistas. Pero la que llegó á turbar mas profundamente no solo la paz de la iglesia sino tambien la tranquilidad del estado, fué la famosa heregía de Arrio, que negaba la consustancialidad de naturaleza del Hijo y del Padre, llamando á Cristo la primera de las criaturas. Hacemos espresa mencion de esta heregía, porque la veremos por siglos enteros ejercer una influencia poderosa, no ya solo en la parte religiosa, sino tambien en la política de los estados.

Penetrado Constantino de lo peligroso de esta doctrina, y en vista de la rapidez con que se propagaba y del ardor sedicioso con que era sostenida, convocó un concilio general en Nicea de Bitinia, á que concurrieron trescientos diez y ocho obispos de todas las provincias del imperio: acaecimiento grande en la historia de la humanidad; tratábase nada menos que de discutir libremente en la asamblea mas respetable que se habia congregado jamás entre los hombres lo que estos debian creer (325). Quiso tambien asistir el mismo emperador. La heregía de Arrio, condenada ya en otros concilios particulares, /es anatematizada tambien en esta solemne asamblea. En ella se compuso

el símbolo de la fé, que por mas de quince siglos repiten los cristianos en toda la superficie del globo.

Estrañamos ciertamente y sentimos que muchos historiadores estrangeros, al nombrar los prelados que mas se distinguieron en este concilio por su sabiduría y su virtud, ó no hagan mérito alguno ó le hagan muy pasageramente del ilustre y venerable español, Osio, obispo de Córdoba, á pesar de haber sido el que tuvo la honra de presidirle en nombre del papa y por órden del mismo Constantino, y de ser á quien se atribuye la redaccion del símbolo de la fé. Omision indisculpable, en que desearíamos no entrase la intencion de oscurecer nuestras glorias; bien que, no pueden eclipsarse fácilmente glorias que pregonó el mundo entero (1).

Otro tanto nos vemos precisados á decir de los que afirman que á principios del cuarto siglo solo habia un corto y escaso número de cristianos en España, y que solo entonces comenzaron á dejarse ver obispos y

(1) Con razon fué llamado Osio el padre de los obispos y el presidente de los concilios. Este virtuoso y sábio prelado, fué el alma de todas las asambleas religiosas de aquel tiempo y una de las antorchas mas luminosas que ha producido la España. Su contestacion á las cartas amenazantes del emperador Constancio, en la cual sostiene la separacion de las potestades eclesiástica y civil, es la obra maestra de la magnanimidad episcopal. Desterrado á Sirmich á la edad de cien años, se le presentó una fór

mula arriana para que la suscribiese: para ello emplearon con el venerable anciano todo género de tormentos: y es objeto de la discusion de los críticos si realmente flaqueó y llegó á suscribirla, ó si despues de suscrita se arrepintió. San Atanasio le defiende de la calumnia de haber firmado su condenacion: y la mayor parte de los autores sostienen que murió en la comunion católica.-San Hilario, San Epifanio, Sócrates, Sozomeno, Aguirre, D. Nicolás Antonio, etc.

pastores (). Si tantos testimonios auténticos no certificáran del gran número de fieles que habia ya en España en el siglo III., si las actas de los mártires de aquel tiempo no estuvieran tan llenas de nombres españoles, y si no se hubieran hecho conocer ya en aquel siglo los nombres de tantos obispos, los unos como impugnadores de heregías, algunos, como Marcial y Basilides, en sentido menos favorable, acreditaríalo sobradamente el concilio de Illiberis, incontestablemente anterior al de Nicea, acaso tambien al advenimiento de Constantino, y tal vez celebrado en el año mismo de 300, segun Tillemont y los monjes de San Mauro (2). Diez y nueve obispos asistieron á esta célebre asamblea religiosa, y sin que estuviera ya muy difundida por España la doctrina de la fé, ni hubieran podido congregarse tantos dignos prelados, entre ellos el eruditísimo Osio, ni se hubieran hecho aquellos célebres cánones, aquellas disposiciones disciplinarias, en que se revela la fuerza que habia ad

(4) «En Espagne, ce ne fut qu'au commencement du quatrième siècle qu'on vit s'elever quelques édifices pour la célébration du nouveau culte.... ce n'est qu' alors que paraissent les évêques et les pasteurs... Tous les actes de l'authenticité desquels on ne saurait douter témoignent du petit nombre de chrétiens que l'avénement de Constantin trouva en Espagne.... Charl. Romey, Hist. d'Espagn. Chap. X. Es mas estraño esto en un escritor ilustrado, que comunmente suele hacer jus

ticia á las cosas de España, y que á renglon seguido conviene en que el concilio español de Illiberis fué por lo menos anterior al de Nicea, y que asistieron á él diez y nueve prelados, casi todos de la Bética. Si tan escaso era el número de los cristianos en España al advenimiento de Constantino, si no se habia hablado antes de obispos ni de pastores, ¿cómo tan de repente pudieron celebrar un concilio nada menos que diez y nueve ilustres prelados de una sola provincia?

(2) L'Art de verifier les dates.

quirido ya el cristianismo en España á pesar de los obstáculos que una persecucion ruda Ꭹ reciente habia opuesto á sus progresos. (1),

Grandes novedades políticas introdujo tambien Constantino en el gobierno del imperio. Roma iba á perder en importancia política lo que estaba llamada á ganar en importancia religiosa. La que habia de ser ciudad de los pontífices y centro del mundo cristiano, iba dejando de ser poco á poco ciudad de los Césares y centro del mundo idólatra. Ya Diocleciano, residiendo fuera de Roma, la habia acostumbrado á pasar sin la presencia del emperador, y dividiendo el

(4) Aguirre, Collectio maxima conciliorum Hispaniæ. Algunos cánones de este concilio merecen ser notados, por la idea que dan de la relacion en que estaban en aquel tiempo el antiguo y el nuevo culto en España. Se prohibe á los cristianos entrar en los templos de la idolatría, dar sus hijas en matrimonio á los gentiles, tener idolos en sus propiedades, etc. Pero los duumviros cristianos deberán, durante el año de su magistratura, abstenerse de entrar en las iglesias, porque los deberes de su cargo los obligan á asistir al menos á alguna ceremonia pagana. Infiérese que las magistraturas municipales las ejercian paganos, si bien los cristianos iban teniendo ya ingreso en ellas. El concilio huia de romper abiertamente con las autoridades constituidas; no se oponia á que los cristianos que desempeñaban oficios de república observáran el culto gentilico á que los forzaban los deberes civiles de su cargo, pero no queria que mez

cláran los dos cultos. Por el cánon LX. se declaraba que no serian considerados como mártires los que fueran muertos en el acto de derribar un idolo, porque el Evangelio no lo ordena, y los apóstoles no lo practicaban asi. Conócese que los prelados del concilio querian evitar las temeridades á que un celo escesivo conducia á aquellos fogosos cristianos. Prohibíase la grangería á los obispos y sacerdotes, y se les prescribia là continencia. Dábanse otras muchas disposiciones pertenecientes á disciplina eclesiástica, y muy particularmente á la reforma de costumbres, y se establecian penas contra la usura, contra el homicidio, contra el adulterio, contra la bigamia, contra la prostitucion, etc. Se prohibió pintar imágenes sagradas en las paredes de los templos; acaso porque los infieles no acusáran á los cristianos de ser tambien idólatras, ó porque en las persecuciones no estuvieran expuestas á la profanacion.

imperio entre Augustos y Césares habia roto la antigua unidad. Constantino va mas adelante todavía en menoscabo de la grandeza romana. Constantino despues de residir alternativamente en Roma, en Milan, en Treves, en Syrmium ó en Tesalónica, determina fijar su residencia en Bizancio. Desde alli podia el emperador observar con un ojo á los bárbaros de la Germania, con otro á los persas, los dos enemigos mas formidables del imperio. Desde alli podia estender sus dos brazos para recibir las riquezas de Oriente y de Occidente. Comienza pues á sentar alli los cimientos de una nueva capital (329). Los trabajos se emprenden y ejecutan con actividad maravillosa. Calles, plazas, palacios, pórticos, circos, termas, templos y basílicas se levantan como por encanto. Las estátuas de los héroes de Roma van á decorar los edificios públicos de la nueva ciudad, y todo el orbe es puesto en contribucion para llevar alli sus mas preciosos objetos artísticos. Establece un senado particular; créanse dignidades y magistraturas; allá concurren senadores, patricios, cortesanos, y tras ellos el pueblo de artesanos, y el pueblo de menesterosos, los unos á vivir de su industria, los otros de las liberalidades del emperador. En la nueva corte imperial se ostenta todo el fausto, todo el lujo de Oriente. Dedícase un templo suntuoso á la Sabiduría eterna, con el nombre de Santa Sofia. La nueva poblacion, que al principio, se ha nombrado como por modestia

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