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seramente curtidas cubrian algunas partes de su cuerpo, y sustentábanse de la caza, y de la carne y leche de los ganados. Toda su religion consistia en sacrificar cada año un hombre en medio de bárbaras ceremonias en un bosque que llamaban sagrado. Distinguíanse por su larga cabellera, que anudaban sobre la cabeza y recogian en una bolsa para entrar en batalla. Fueron de los que acompañaron á los vándalos y alanos en la invasion de las Galias Ꭹ de España. Instaláronse estos en Galicia.

Los godos, á quienes mas nos importa conocer, eran, como los alanos, originarios de Asia, comprendidos bajo el nombre genérico de scytas ó getas. En sus trasmigraciones habian pasado á la Escandinavia, que Jornandes supuso equivocadamente haber sido el pais natal de los godos. Sin que se haya podido fijar todavía la época cierta de cada emigracion antigua de las tribus góticas, hallábanse ya en los primeros siglos de la era cristiana dos pueblos de godos, el uno en las costas del Báltico, el otro entre el Tanais y el Danubio, en los confines de Asia y Europa. Raza asiática en las costumbres, como los alanos y los hunos, germánica en la lengua como los suevos, los francos y los sajones, dividíase la nacion en dos gran— des tribus, y denomináronse por la diferente posicion que ocupaban, los unos ostrogodos ó godos orientales, los otros visigodos ó godos occidentales (Ost-Goths, y West-Goths), separados por el Dnieper (Borysthenes).

Detuviéronse en sus incesantes correrías los que llegaron á las márgenes del Danubio, asi por los abundantes pastos que alli encontraron para sus ganados, como por no serles ya fácil llevar sus escursiones á paises en que dominaban las poderosas armas romanas. Alli hicieron alto largo tiempo, formando como la avanzada del grande ejército de los bárbaros. Pero engrandecidos ellos, y próximos á la civilizacion, no tardaron, como en su lugar hemos visto, en chocar con el mundo civilizado. Vencidos siempre al principio, no por eso desmayaban, ni dejaban de repetir sus incursiones. Y al tiempo que los visigodos con sus contínuas acometidas iban debilitando el imperio romano, recibian á su vez en sus rudas imaginaciones las impresiones de la civilizacion. Poco á poco se iban endulzando sus costumbres con el ejemplo de lo que veian; el aspecto de las ciudades en que entraban les inspiraba admiracion, respeto, deseo de imitacion; las relaciones de los prisioneros mismos les hacian comparar las privaciones de su condicion inculta y grosera con las comodidades y los goces de los pueblos cultos; iban penetrando en ellos las artes del mundo griego y romano, y hasta las ideas del cristianismo pasaron el Danubio, y fueron á enseñarles la excelencia y las ventajas de una religion y de unas costumbres tan distintas del culto grosero y de los hábitos feroces que ellos de los bosques traian. Asi los visigodos, sin perder aun su primitivo vigor y ener

gía, iban deponiendo un poco los instintos salvages.

Llegó al fin el caso de verse como apretados, comprimidos y como empujados estos pueblos por otros mas bárbaros y mas feroces que detras de ellos venian. Eran los hunos, raza la mas salvage de todas: los hunos de horrible aspecto y de deforme rostro, que saliendo del fondo de la Tartaria y de las orillas del mar Caspio, habian derramado sus innumerables hordas sobre el gran camino de las emigraciones asiáticas, y se encaminaban tambien hácia Occidente; encuentran los hunos á la raza poderosa y libre de los alanos y la someten: el vasto imperio de los ostrogodos, presidido por el viejo Hermanrico (HeereMann-reich, rico en hombres de armas), no puede tampoco resistir al ímpetu de aquella nueva avenida, y lleno de terror acaba por someterse tambien con casi todos sus aliados á los feroces hunos, y por engrosar el torrente de la invasion en lugar de resistirle. Coincidió este acaecimiento con la época en que el imperio romano iba en visible decadencia, y entonces fué cuando se decidieron los visigodos á pasar por la vez postrera el Danubio, abandonando sus antiguas posesiones, y pidiendo en el imperio tierras que habitar. Entonces fué tambien cuando el obispo godo Ulphilas convirtió á sus compatriotas al arrianismo que profesaba el emperador Valente (1).

(4) Jornand. De Reb. Get.Procop. De Bell. Vandal.-Anm.

Marcell. Hist.-S. Isid. Hist. Goth.
Tacit. De mor. German.-Idat.

Desde esta época hasta su primera entrada en España hemos seguido paso á paso á los visigodos en sus relaciones con el imperio romano, principalmente con Honorio, bajo sus dos primeros reyes Alarico (All reich, todo rico) y Ataulfo (Atta, padre; Hülfe, socorro). Dejamos tambien referido en el precedente libro (1), como Ataulfo, á consecuencia de haberse desavenido con Honorio, invadió la España al frente de sus godos, y despues de haber combatido en ella los vándalos, murió asesinado en Barcelona por Sigerico (Siege reich, rico en victorias), cuyo reino duró solo siete dias, habiéndole asesinado á su vez los suyos.

Aun cuando Ataulfo no pueda decirse con propiedad el primer rey godo de España, puesto que solo dominaba una parte de la Tarraconense, él fué sin embargo el que concibió el pensamiento de arrojar de la Península española las razas bárbaras que la inundaban, probablemente con la intencion de fundar en ella un imperio gótico, cuyo pensamiento fué constantemente proseguido por sus sucesores.

Proclamado Walia (Wal, baluarte) rey de los godos, supo con una política y una destreza no propias de un bárbaro, halagar primeramente el odio de sus gentes hácia los romanos, aparentando querer hacer á estos la guerra. Mas como el general romano

Chron.-Aschbac, Geschichte der
West Gothen. Memor. de la Aca-

demia de la Hist. Tom. I.
(1) Cap. VII.

Constancio le propusiera la paz con la sola condicion de que le devolviera á Placidia, á quien seguia amando siempre, y á quien Walia tenia el estéril honor de guardar en su poder, aceptólo el godo con la cláu– sula de que le suministrára el romano seiscientas mil medidas de trigo para mantener su ejército; clausula que no podia menos de contentar á sus soldados, faltos como se hallaban de subsistencias, y talados como estaban los campos. Con esto tuvo la habilidad de persuadirles que no era á Roma á quien les convenia entonces combatir, sino á los suevos, vándalos y alanos de España. «Roma es ya demasiado débil, les «decia, y podemos darla por vencida. ¿Qué interés <«<tenemos en conservar en nuestro poder á la hermana «de Honorio? Volvámosles á Placidia, y llevemos «nuestras armas contra los vándalos y suevos, que es «mas digno de nuestro valor, y cuando hayamos con<«<cluido con ellos, Roma se humillará á nuestros pies «por sí misma.» Acogieron los godos con entusiasmo las razones y la voluntad de su rey, y Walia los llevó á pelear con los vándalos de la Bética.

Breve y gloriosa fué esta primera campaña de Walia: los vándalos fueron vencidos y obligados á cruzar lo interior de la Península en busca de un asilo entre los suevos de Galicia, con quienes momentáneamente se confundieron. Walia intentó una espedicion á Africa, pero una tempestad que dispersó su flota le obligó á renunciar á su proyecto. Lo mismo habia intentado

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