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concubinas se hallaba la temible Fredegunda, cuyo nombre andaba en las bocas de todos. La hija de Atanagildo, á pesar de aquellos tristes presentimientos, salió de España acompañada de su madre, que no acertaba á separarse de ella, como si augurára los desastres que le habrían de suceder. Celebráronse las bodas en Tours. «Fué recibida, dice el historiador obispo de aquella ciudad, en el lecho de Chilperico con honor y con demostraciones de amor, porque llevaba consigo grandes tesoros: pero bien pronto la pasion de Fredegunda ocasionó entre ellos violentos disturbios (1).» Disturbios fueron estos á tal estremo llevados, que el bárbaro rey, por complacer á Fredegunda hizo ahogar en el lecho á la infeliz Galsuinda por mano de un esclavo, casándose despues con la consejera del crímen, objeto de sus livianas pasiones. Jamás olvidó Brunequilda el cruel asesinato de su hermana, que tambien se habia hecho católica como ella, y queriendo vengar el bárbaro delito, suscitáronse entre ella y Fredegunda luchas sangrientas, que produjeron nuevos atentados de parte de aquella muger malvada, atentados Ꭹ crímenes que tan funestamente célebres se hicieron en la historia de Francia.

Atanagildo murió en Toledo (567), despues de un reinado apacible de trece años. Dícese que ocultamente era tambien católico (2). La moderacion con que

(1) Gregor. Turon. lib. IV. cap. 28. (2) Gregor. Turon.

Eurico

Aplarico 11 Amalaries (Guralics) Gendis Cendisel Agila

habia gobernado hizo su muerte muy sensible en toda España.

Tanto habian crecido las ambiciones desde que la corona gótica habia vuelto á hacerse electiva despues de la extincion de la familia de Teodoredo, que trascurrió un interregno de cinco años (que algunos pretenden rebajar á solos cinco meses), antes que los nobles pudieran ponerse de acuerdo para la eleccion de soberano. De inferir es la confusion y el desórden á que se veria entregado el pueblo en este largo periodo. Al fin los grandes de la Galia gótica elevaron á Liuva (Leuw, leon), que regía la Narbonense, hombre recto y de modestas miras, que desnudo de ambicion y conocedor de las dificultades del reinar, no queriendo por otra parte abandonar el suelo que le viera nacer para trasladarse al centro del imperio, persuadió á los nobles á que le diesen por compañero á su hermano Leovigildo (Lew-gild), jóven ilustrado, enér

alanagilar gico y vigoroso. Hiciéronlo así los magnates, y conLiuva I

acovigildo

tento Liuva con la pequeña porcion de la Galia gótica para sí, cedió la España entera á Leovigildo. Aquel modesto, prudente y desinteresado príncipe murió á poco tiempo en la Galia (572), de donde nunca quiso salir, y quedó todo el imperio gótico encomendado á la firme y robusta mano de Leovigildo, uno de los mas ilustres príncipes que se sentaron en el trono de los godos.

CAPITULO III.

LEOVIGILDO Y RECAREDO.

De 572 à 601.

Enfrena Leovigildo á los griegos imperiales, y les toma varias plazas.— Somete á Córdoba.-Sujeta á los cántabros sublevados.-Reaparece el reino suevo de Galicia.-El rey Miro que favorecia à los cántabros se ve obligado á pedirle la paz.-Da Leovigildo participacion en el gobierno á sus dos hijos Hermenegildo y Recaredo.-Matrimonio de Hermenegildo.-Disidencias religiosas en palacio.-Hermenegildo se hace católico.-Hace armas contra su padre.-Guerra entre el padre y el hijo.-Trágico fin y martirio de Hermenegildo.-Persecucion contra los católicos.-Refunde Leovigildo el reino suevo en el visigodo. Campañas en la Galia gótica.-Leovigildo como legislador.—Su muerte.-Recaredo.-Se convierte á la fé católica.-Conjuraciones de arrianos. Son deshechas y castigadas.-Abjura solemnemente el arrianismo ante un concilio de Toledo.-Conversion de obispos arrianos. La religion católica se declara religion del estado.—Triunfos de los godos en la Septimania.-Recaredo como legislador.Principio de la fusion política y civil entre godos y españoles.-Muerte de Recared.-Sus virtudes.

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Llegamos á uno de los periodos mas interesantes de la dominacion goda. No hay un solo individuo en la familia real que se ha sentado en el trono godohispano que no haga un papel importante en la historia, ni un solo personage en este grupo que no excite

grande interes. Va á representarse un drama histórico, cuyas consecuencias han llegado hasta nosotros, y alcanzarán á las generaciones que nos sucedan.

Uno de los primeros cuidados de Leovigildo fué tratar de desalojar de España aquellos griegos imperiales, que los españoles de entonces y muchos historiadores despues llamaron romanos, tan imprudentemente traidos á la costa por Atanagildo, y donde ellos habian procurado consolidarse mas de lo que sin duda habia entrado en las intenciones de aquel rey, y mas de lo que á la unidad de España convenia. Eran tanto mas peligrosos para Leovigildo estos huéspedes, cuanto que siendo ellos católicos y siéndolo tambien los hispano-romanos, mirábanse unos y otros con la aficion de correligionarios, y estaban siendo un foco al que acudian fácilmente los descontentos de la dominacion goda ó del arrianismo que representaba. Emprendió por lo tanto Leovigildo con ardor la guerra contra los imperiales, y aunque no pudo llevar á cabo la expulsion, porque para esto hubiera necesitado de una marina de que carecia, les fué no obstante tomando las plazas de Baza, de Málaga y de Assidonia (Medina Sidonia), no sin notable resistencia en esta última, y reduciéndolos á límites mas estrechos. Córdoba, que desde su rebelion y triunfo sobre Agila rehusaba someterse al poder de los godos, y que acordándose de su grandeza romana se gobernaba municipalmente como en tiempo del imperio, fué

tambien rendida á fuerza de armas por Leovigildo, que en esta ocasion comenzó á desplegar la dureza de su carácter, haciendo sentir su enojo con actos de excesiva crueldad no solo á la ciudad rebelde sino á toda la comarca. La sangre corrió por la ciudad y por los campos, y llenas de terror se sujetaron todas las poblaciones de la Bética á las armas victoriosas del godo.

Diéronle los grandes del reino mil parabienes por estos triunfos, y apresuráronse á mostrársele, ó adictos, ó por lo menos sumisos y respetuosos. Con esto y con el ejemplo de los males y desórdenes á que habia dado ocasion la larga vacante del trono, fuéle fácil á Leovigildo persuadir á los nobles la conveniencia de dar participacion en la soberanía y autoridad real á sus dos hijos Hermenegildo y Recaredo. La proposicion fué acogida con beneplácito por unos, y sin oposicion por otros, y los dos hermanos fueron declarados príncipes de los godos y herederos de la corona. Con esto lograba Leovigildo poner freno á las ambiciones y al espíritu de insurreccion, y hacer hereditario el trono en su familia.

Tuvo despues de esto que volver sus armas contra los indóciles cántabros, que llevando de tan mala voluntad el dominio de los godos como habian llevado el de los romanos, andaban desasosegados y revueltos. Apoyábanlos los suevos de Galicia, que desde el reinado de Remismundo, mas de un siglo hacía, per

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