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cion de Roma. Ciceron habia preguntado á Pompeyo con qué fuerzas contaba para detener á Cesar: «Me basta, respondió el presuntuoso romano, sacudir con el pie la tierra para hacer que broten legiones.» Al saberse la aproximacion de Cesar le dijo Favonio: «Ea, gran Pompeyo, da un golpe en la tierra, y haz que salgan las legiones prometidas.» Mas lo que hizo Pompeyo fué huir de Roma, olvidándose con la premura hasta de recoger el tesoro público, de que supo aprovecharse muy bien Cesar. Retirado Pompeyo á Dirraquio, quedó Cesar de dictador en Roma (49).

España va á ser el campo en que los dos grandes hombres se disputarán el imperio del universo. Cesar encomienda á Marco Antonio la defensa de Italia, y él determina venir á España á combatir aqui á los generales de Pompeyo.

En todo el tiempo que habia mediado desde su estancia como pretor, España habia estado pacífica, con la paz de los oprimidos. Solo en el año 55 una gran muchedumbre de cántabros, llamados por sus hermanos y vecinos de las Galias, habian ido á darles socorro, conducidos por acreditados y valerosos gefes que habian hecho la guerra con Sertorio. Pero esta expedicion habia sido tan infortunada, que en ella ejecutaron los romanos una de aquellas carnicerías horribles con que hace estremecer la relacion de

habia un decreto que declaraba pasára con tropas armadas este enemigo de la patria al general que pequeño riachuelo.

las guerras de la antigüedad. Treinta y seis mil dicen que murieron (1).

Desde entonces volvió á quedar tranquila. Viene ahora Cesar con formidable ejército, dividido en dos grandes cuerpos, uno al mando de Fabio por los Pirineos, otro por la costa regido por él en persona. Los dos generales de Pompeyo, Afranio y Petronio, debian interceptar el paso á Fabio, mientras Varron desde Cádiz habia de enviar una flota contra César, Pero Varron faltó, y Fabio atravesó los Pirineos sin obstáculo, y Cesar desembarcó en Ampurias y tomó la vuelta del Ebro. Fabio acampó en la confluencia del Segre y del Cinca. Los pompeyanos lo hicieron en una colina á trescientos pasos de Lérida. Despues de algunos encuentros parciales llegó Cesar con novecientos ginetes, y formó el proyecto de incomunicar al enemigo con la ciudad. Empeñóse con este motivo un recio combate, en que despues de haber perecido muchos soldados de Cesar, logró todavía su ejército rechazar á los de Pompeyo y empujarlos hasta cerca de Lérida. Pronto conocieron que habian avanzado mas de lo que les convenia. Una nueva fuerza de pompeyanos, la mayor parte españoles, cargó sobre ellos, y rompiendo sus filas recobró la posicion disputada [2).

(4), Cæsar, de Bell. Gall. lib. III. (2) «Los soldados de Afranio (que eran españoles en su mayoría), escribió despues Cesar, tenian una

táctica singular: lanzábanse con impetuosidad sobre el enemigo, apoderábanse atrevidamente de una posicion, y sin guardar filas com

Sobremanera apurada llegó á ser la situacion de Cesar. Encerrado con su ejército entre dos rios, el Cinca y el Segre, cuyas aguas acrecidas con las abundantes lluvias de la primavera arrastraron con violencia los puentes y le cortaron toda comunicacion, perecia de hambre viendo llegar á la opuesta orilla los carros de vituallas y municiones que de la Galia le enviaban, sin poder aprovecharse de ellos, y con riesgo de que cayeran en poder del enemigo. En tan crítica situacion otro general de menos recursos que Cesar hubiera caido de ánimo. Mas él, haciendo construir apresuradamente unos ligeros botes, logró pasar el Segre con parte de sus tropas, por un sitio cuya vista encubrian á los enemigos las eminencias vecinas. Tomando luego posicion en un cerro, que fortificó, pudo echar un puente, por el cual pasó con la caballería, carros y tropas auxiliares de las Galias. Entonces toma la ofensiva y pone en fuga á los enemigos. En tan feliz ocasion llega la noticia de una victoria ganada por su escuadra sobre la de Pompeyo en las aguas de Marsella: difúndese la nueva por aquellas comarcas, y los lacetanos, ausetanos, cosetanos é ilercavones, que hasta entonces se habian mantenido neutrales, ofrecen á Cesar su amistad, y le asisten con todo género de recursos. Otros pueblos

batian en pelotones. Si se veian obligados á ceder á fuerzas superiores, retirábanse sin bochorno, no creyendo que hubiese honor en

resistir temerariamente. Los lusitanos y demas bárbaros los habian acostumbrado á este género de combate.» De Bell. Civ. lib. I.

del interior le envian igualmente diputados, manifestándole estar dispuestos á seguir sus banderas. Ya tenemos españoles militando en uno y otro partido: ¡ lamentable ceguedad!

Con esto cambió completamente la situacion de ambos ejércitos. Los generales de Pompeyo resolvieron llevar la guerra á la Celtiberia, donde contaban mas parciales y esperaban poder sostenerse mejor: mas para eso tenian que cruzar el Ebro. Advertido de ello Cesar, hace que su caballería, vadeando el Segre, pique la retaguardia del enemigo: al dia siguiente la infantería pide atravesar el rio á nado: Cesar aparenta concedérselo como una gracia, como quien contemporiza con el ardor del soldado, y el ejército ejecuta esta difícil operacion con el agua hasta el cuello sin desgraciarse un solo hombre. Entonces persigue, molesta, acosa al enemigo por medio de hábiles combinaciones, de diestras maniobras y de evoluciones rápidas y sábiamente entendidas. Proponíase Cesar economizar la sangre de sus soldados, y vencer sin empeñar batalla: sú estrategia traia aturdidos á Afranio y Petreyo, que por todas partes se hallaban cortados; con fingidas retiradas los atraia á las posiciones que le convenian mas; sería difícil seguirle en todos sus movimientos. Reducidos los pompeyanos á una situacion casi desesperada, piden un armisticio Ꭹ se les concede: peor para ellos; los soldados de uno y otro ejército se mezclan, fraternizan, y se van de

jando seducir de los cesarianos; nótalo Petreyo, y ejecuta crueles castigos en los débiles y arenga enérgicamente á los demas. Comprenden entonces ambos generales la necesidad de variar de plan, é intentan retroceder á Lérida: Cesar los sigue, los envuelve y los hace detenerse á mitad de camino, donde pasan tres dias faltos de agua y de víveres y sin poder moverse ni atras ni adelante; intentan forzar las líneas de Cesar, pero estenuados de hambre y de sed tienen que rendirse; piden capitulacion, y se les concede bajo juramento de que regresarian á sus hogares para no volver á empuñar las armas contra Cesar, y que los españoles se retirarian libremente á sus casas. Las condiciones fueron aceptadas y cumplidas.

Asi terminó la primera campaña de Cesar contra Jos generales de Pompeyo, casi sin efusion de sangre. La habilidad que desplegó en ella realzó al mas alto punto su fama de gran capitan.

Fuéle aun mas fácil la segunda. No quedaban ya en España mas fuerzas pertenecientes á Pompeyo que las que mandaba Varron en la Bética, en todo sobre veinte y cinco mil hombres. Habia hecho Varron construir muchas naves en Cádiz y Sevilla, y preparóse á todo evento trasladando á la casa del gobernador los tesoros del templo de Hércules Gaditano. No bastando esto á su codicia, exigió exorbitantes impuestos á las ciudades que sospechaba mas adictas á Cesar, con lo que se atrajo, como era natural, la animadversion

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