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tua con la inscripcion: A Cesar semi-dios, y la colocaron en el Capitolio frente á la de Júpiter. Decretáronsele honores divinos bajo el nombre de Júpiter Julio, y tuvo altares, templos y sacerdotes. El dictado de Rey era odioso para los romanos: no obstante Marco Antonio por un refinamiento de adulacion le presentó un dia una diadema ; rehusóla Cesar, y el pueblo prorumpió en aplausos estrepitosos. Cesar era entonces el ídolo de Roma, que seducida por sus hazañas, con el mismo entusiasmo con que antes habia defendido su libertad se entregaba á la voluntad omnipotente de un hombre solo, cuyo primer siervo era el senado.

Cesar, tan gran político como guerrero insigne, viendo consolidado su imperio, dedicóse á reformar la administracion y las leyes. Cuéntase entre sus grandes reformas la famosa del Calendario, que entonces mereció la burla de Ciceron, y despues las alabanzas de la posteridad. Aunque entre los títulos con que se le habia condecorado se contaba el de Emperador, y en realidad obraba como tal, y puede considerársele como el verdadero fundador del imperio, dejó subsistir las formas republicanas, contento con ser dictador vitalicio.

Poco tiempo gozó de tanta autoridad y de tan desusados honores. Pronto se formó contra. él una conspiracion, en que entraban unos por odio á la tiranía, otros por personales resentimientos: de estos era Cayo Casio, alma y autor de la conjuracion; de los prime

ros Junio Bruto, escritor instruido, que habia abrazado la doctrina de los estóicos, á quien Cesar habia colmado de mercedes, y hasta solia llamarle su hijo. Cesar recibió varios avisos de los planes que contra su vida se tramaban, pero no quiso creerlos. Lleno de confianza entró un dia en el senado: vióse al punto rodeado de asesinos, que cayendo sobre él le cosieron á puñaladas. Como entre ellos viese á Bruto blandiendo el puñal sobre su cabeza: «¡y tú tambien, hijo mio!» exclamó; y cayó á los pies de la estátua de Pompeyo (44). Asi pereció á los cincuenta y seis años de edad aquel hombre estraordinario, de quien se dice que habia ganado quinientas batallas, y tomado por asalto mil ciudades: gran orador, político profundo; y escritor distinguido (1).

Mientras esto pasaba en Roma, en España renacia el mal apagado fuego de la guerra civil, que la presencia de Cesar habia contenido. Sexto Pompeyo, á quien dejamos refugiado en la Celtiberia, comenzó á moverse de nuevo, allá por la Lusitania, ayudado por dos príncipes africanos, que el Africa se mezclaba entonces frecuentemente en las cuestiones de España, y por muchos indígenas, que ó bien por un resto de aficion á los pompeyanos, ó bien por el instinto de independencia propio de aquellas poblaciones, se agregaron á la nueva bandera. Habiendo acudido Po

(1) Suetonio y Plutarco en la rum roman.-Dion Cassio, Floro, . vida de Cesar.-Eutrop. Brev. re- Velleyo Paterculo, y otros.

lion á sofocar este alzamiento, derrotóle Pompeyo con pérdida de la mitad de sus tropas, y el ejército pompeyano quedó en actitud de recorrer libremente toda la España central desde la Lacetania hasta la Bética.

Llegaron estas nuevas á Roma cuando Cesar acababa de caer bajo el puñal asesino. La situacion era grave; privado el senado de aquel brazo poderoso, quiso atajar pronto el fuego nuevamente encendido en España, y dispuesto á transigir antes que exponerse otra vez á las eventualidades de una guerra, ofreció á Sexto Pompeyo el mando en gefe de toda la armada de la república á condicion de que desistiera de la lucha emprendida. Aceptó Sexto con gusto la proposicion, y licenciando su ejército partió para Italia á posesionarse de su nuevo cargo.

Asi terminó la famosa guerra civil romano-hispana entre Cesar y los Pompeyos, casi abierta todavía la tumba de Cesar.

CAPITULO VII.

AUGUSTO. GUERRA CANTÁBRICA.

Desde 44 antes de J. C. hasta 19.

Segundo triumvirato romano.-Octavio triumviro.-Venga la muerte
de Cesar.-Sucesivamente se deshace de Lépido y de Marco Anto-
nio.-Octavio emperador, cónsul, procónsul, tribuno perpétuo, gran
pontifice, Augusto.-Sucesos de España.-Octavio la hace tributa-
ria del imperio.-ERA ESPAÑOLA,-Nueva division de provincias.-
Guerra cantábrica.-Viene Augusto en persona á combatir á los cán-
tabros.—Bravura de estos y su sistema de guerra.-Mortificacion de
Augusto. Se retira á Tarragona.-Los cántabros sitiados en el mon-
te Medulio.-Rasgos de ruda heroicidad.-Los astures. Sitio y ren-
dicion de Lancia.-Augusto vuelve á Roma y cierra el templo de

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tes

Jano. Segunda guerra cantábrica.-Agripa.-Sumision de los cán- en la

tabros. España provincia del imperio.-Paz octaviana.

Despues de la muerte de Cesar formóse en Roma el segundo triumvirato (43), compuesto de Março Antonio, Lépido, y Octavio ú Octaviano, sobrino de Cesar, á quien éste habia nombrado su heredero; jóven de 19 años, que habia estado algun tiempo al lado de su tio en las guerras de España, y de quien nadie sospechaba entonces que pudiera ser el futuro gobernador del mundo. Repartiéronse entre sí estos triumviros las provincias al modo que lo habian he

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cho los primeros. Tocóles en esta distribucion, á Lépido la España con la Galia Narbonense, á Antonio todas las demas Galias, y á Octavio la Italia, el Africa, la Sicilia y la Cerdeña.

El jóven Octavio, con un talento superior para la intriga política, comenzó por ganarse á los partidarios de Cesar divinizando á este y colocando su estátua en el templo de Venus genitrix con una estrella sobre la cabeza. A su vez supo atraerse con oro y con fiestas á los republicanos mismos enemigos de Cesar, á quienes asustaba la tiranía de Antonio. Primeramente combatió á Antonio con Decio Bruto y los amigos ardientes de la república; despues, hecho cónsul antes de cumplir los veinte años, se constituyó á su turno vengador de los asesinos de Cesar, y para resistir á los republicanos que seguian las banderas de Bruto y Casio, se confederó con Antonio y Lépido, que ya le necesitaban. Entonces fué cuando se formó el triumvirato, cuyo triunfo sobre la república se aseguró con la batalla de Filipos, en que Octavio hizo cortar la cabeza á Bruto, que como Casio se habia dado la muerte, para arrojarla á los pies de la estátua de Cesar, segun habia prometido. Esto decidió de la libertad romana. Siguióse la guerra civil de Perusa, que concluyó con el saquéo de la ciudad y con el sacrificio de trescientos senadores inmolados por Octavio sobre el altar de Cesar. Al regreso de Antonio se hizo nueva particion, en que Octavio tomó para sí la

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