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Estableció Augusto sus reales en Segisamo (Sasamon, entre Burgos y el Ebro), donde hizo todo lo posible por comprometer y obligar á los enemigos á venir á una batalla general. Tarea inútil para aqueIlos montañeses, á quienes agradaba mas y era mas ventajoso molestar á los romanos con repentinas irrupciones, bruscas acometidas y rápidas retiradas, sin que las pesadas legiones imperiales pudieran nunca darles alcance ni menos penetrar en sus rústicas guaridas. Apareciendo y desapareciendo súbitamente y con agilidad maravillosa, peleando en pequeños grupos y pelotones, teniendo á los imperiales en continua alerta y zozobra, y no dejándoles gozar momento de seguridad ni de reposo, traíanlos fatigados, inquietos y desesperados. En vano Augusto hizo que una armada concurriera á ayudar por la costa sus operaciones militares. Los cántabros se concentraban dentro de sus rocas, y desde alli repetian los asaltos, sin que hubiera medio de empeñarlos en mas formal combate.

Cansado Augusto y mortificado con tan obstinada resistencia, habiendo caido ademas enfermo, retiróse al cabo de algunos meses á Tarragona, dejando á Cayo Antistio el mando del ejército y el cargo de aquella guerra. Mas afortunado ó mas hábil Antistio, en ocasion que los cántabros habian necesitado bajar á la llanura, acaso en busca de mantenimientos, logró por medio de una simulada fuga atraerlos á sitio

donde tuvieron que empeñar una accion general, en la cual quedaron victoriosas las armas romanas. Fué este primer desastre de los cántabros cerca de Vellica, no lejos de las fuentes del Ebro (1). Trataron los fugitivos de ganar el monte Vindio, y hallando los romanos apostados ya en Aracillum (hoy Aradillos, á media legua de Reinosa), viéronse forzados á buscar un asilo en el monte Medulio; inexpugnable posicion, si alli hubieran intentado atacarlos los romanos. Mas estos tuvieron por mejor y mas seguro circunvalar la montaña, haciendo en derredor y en un círculo de quince millas un profundo foso, y construyendo en toda la línea gran número de torres, de la misma manera que si pusiesen sitio á una ciudad. Una vez que los cántabros alli encerrados no tentaron en un principio romper la línea enemiga, érales ya despues imposible el escapar.

Vióse entonces una de aquellas resoluciones de rudo heroismo de que España habia dado ya tantos ejemplos, y que siempre admiraban á los romanos. Aquellos hombres de ánimo indómito, prefiriendo la muerte á la esclavitud, diéronsela á sí mismos peleando entre sí, ó tomando el tósigo ó venenoso zumo que para tales casos siempre prevenido llevaban. Añaden algunos, que los romanos, aprovechando aquella confusion, cayeron sobre los heróicos y desesperados

(4) Dion Cass. lib. LI. y LIII.-Flor. lib. IV.-Oros. lib. VI.

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combatientes, lo cual es muy verosimil, y que los que vivos caian en sus manos eran crucificados, siendo tal el desprecio de la muerte y la bárbara serenidad de aquella gente independiente y fiera en el tormento, que sucumbian en la cruz cantando himnos guerreros (1). Asi subyugaron por primera vez la Cantabria, si subyugar se puede llamar esto, las armas de Roma.

Publio Carisio se habia dirigido con su ejército contra los astures. Afírmase por algunos que el mismo Augusto en persona mandaba otra vez la mitad de estas tropas. Un cuerpo de astures que se encaminaba á Galicia ó Lusitania, fué alcanzado y detenido por Carisio, que despues de un sangriento y sostenido combate que obligó al orgulloso romano á decir públicamente que le habia maravillado la bravura de aquellos guerreros, y que por lo menos no era inferior á la de los soldados romanos, los forzó á retirarse á Lancia, ciudad situada sobre Sollanzo á nueve millas de donde hoy está Leon. Sitióles alli el mismo Augusto. La ciudad fué defendida con denuedo admirable, pero reducidos ya á tan pocos que era imposible prolongar mas la defensa, hubieron de rendirse, siendo los mas valientes de ellos vendidos como esclavos. Sucedió

(4) Supónese ser de este tiempo un fragmento de cancion bélica hallado por Humbold en Vizcaya en los manuscritos de un tal Juan Ibañez en 4590, visitando los

archivos de aquella provincia. Cópiale Rosseew-Saint-Hilaire en el Apéndice I. del tomo I. de su Histo- · ria de España.

esto al empezar el nono consulado de Augusto (1).

Visitó luego Augusto los paises conquistados, y deseando dejar asegurada en ellos la tranquilidad, hizo lo que habia practicado Cesar con los habitantes del monte Herminio, obligar á los moradores de las montañas á desamparar las fragosas breñas y bajar á los lugares descubiertos y llanos. A los soldados que habian cumplido el término de su empeño mandó distribuir campos y tierras; que era el fundamento de las colonias. Asi se fundó Emérita Augusta, hoy Mérida, habiendo tenido el cargo de dirigir los trabajos de aquellos veteranos el mismo Carisio, como se vé en las monedas que se conservan de aquel tiempo, en que se hallan de un lado el nombre de Augusto y de otro los de Carisio y Emérita. Otras ciudades tomaron el sobrenombre de augustas, como Cæsar-Augusta, la antigua Salduba y hoy Zaragoza; Pax-Augusta, hoy Badajoz; Braccara-Augusta, hoy Braga, y otras. Fundóse igualmente en aquel tiempo la ciudad de Leon con el nombre de Legio septima gemina, correspondiente al de las legiones que alli quedaron con el especial objeto de vigilar y en caso necesario reprimir á los bravos astures. Otros varios monumentos quedaron de Augusto en España.

(4) Mariana y otros autores varian en la relacion de algunas circunstancias de estas guerras, no sabemos con qué fundamento. Nos otros hemos seguido aquello en que

Cuéntase entre ellos el

hallamos convenir mas las antiguas historias latinas, no muy explícitas y claras en lo relativo á estos acontecimientos.

templo de Janus-Augustus en Ecija; un bello puente sobre el Ebro; las Turres Augusti, elevadas en forma piramidal sobre el rio Ulla en Galicia, y las Aras Sextianas en el cabo de Torres de Asturias, unas y otras erigidas por Sextio Apuleyo, uno de los gefes romanos de la expedicion cantábrica, y dedicadas á Augusto, como términos de las victorias que consiguió bajo sus auspicios.

Vuelto Augusto á Tarragona, recibió alli embajadores de la India Oriental y de la Escitia, que atraidos de la fama de su nombre venian á ofrecerle amistad. Y dejando á Lucio Emilio el mando del ejército de la Tarraconense, y el gobierno de esta provincia y de la Lusitania á Publio Carisio en concepto de legado augustal, partióse para Roma, donde cerró por cuarta vez el templo de Jano, suponiendo que España y el mundo quedaban en largo y completo reposo (1).

Grandemente equivocado fué este juicio respecto de España. Los cántabros y astures, conservando vivo el odio á los romanos, no pudiendo vivir sin libertad, irritados acaso tambien con las violencias de los conquistadores, y deseando vengar las injurias pasadas, dieron principio á otra lucha aun mas brava y feroz

(4) Este templo, que se conservaba siempre abierto mientras Roma tenia pendiente alguna guerra, habíase cerrado solas tres veces en los siete siglos que Roma llevaba

de existencia: la primera en tiempo de Numa, la segunda cuando terminó la guerra púnica, la tercera despues que Octavio vencio á Marco Antonio. La cuarta fué esta.

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