no carecian de discrecion sus discursos: en ellos se revelaba la aptitud intelectual de aquellas gentes, las cuales ni dejaban de hablar con desembarazo á los generales y magistrados de la culta Roma, ni tenian dificultad en exponer sus querellas en pleno senado, y entrar en contestaciones y razonamientos con los padres conscriptos. En la Bética fué donde debieron, antes que en otras provincias de España, empezar á cultivarse las letras. Cuando el cónsul Metelo regresó á Roma se llevó consigo multitud de poetas cordobeses, algunos de los cuales se hicieron célebres alli, y de ellos se ocupó Ciceron en una de sus mas bellas oraciones (1). Contábase entre ellos Cornelio Balbo de Cádiz, distinto del otro Balbo el Triunfador. No es estraño, habiendo sido la Bética donde dejaron derramadas mas semillas de civilizacion los fenicios, y donde menos obstinada resistencia hallaron los romanos. La Celtiberia y la Lusitania, y en general la España toda, fueron deudores á Sertorio de la participacion que comenzaron á tener en la ilustracion romana. La escuela de Huesca y el senado de Evora que estableció aquel ilustre romano, fueron las dos grandes bases por donde España entró en el movimiento intelectual del mundo civilizado. Desde entonces empezó á ha– (4) Etiam Cordubæ natis poe- meas dedebat. Cicer. pro Arch. tis pingue quiddam sonantibus n. 26. atque peregrinum, tamen aures cerse el latin la lengua vulgar de los españoles, y el gusto á las letras que nació con Sertorio no hizo sino desarrollarse con Augusto. Cierto que Augusto acabó de someter la España al yugo de Roma. Pero fué un yugo mil veces mas soportable que, el que habia sufrido bajo los tiránicos pretores. El hombre que dió reposo al mundo, el que le dió una unidad civil y política, el que sustituyó al principio de conquista el de civilizacion, y reemplazó el de la fuerza con el de la inteligencia, no podia menos de ejercer en España un influjo altamente benéfico. Desde los primeros años prohibió á los gobernadores de las provincias pedir ningun género de subsidio, como tenian de costumbre al espirar el término de su magistratura, y solo les permitió poder aceptar algun donativo que por via de obsequio quisieran hacerle las ciudades agradecidas á sus servicios, y esto despues de trascurridos setenta dias de haber salido de las provincias. Dejó tambien á las ciudades libres que se administráran por sí mismas. Abrió escuelas públicas en las ciudades principales y las dotó de profesores ilustres. En ellas se fueron formando algunos de aquellos ingenios que despues dieron lustre á la literatura romano-hispana. Sufrió pues España bajo Augusto una completa trasformacion social. Pero no olvidemos que si las guerras romanas trajeron á España la civilizacion que entonces se conocia, que si España dió por este cami no un gran paso en la carrera del mejoramiento social, este mejoramiento y esta civilizacion los compró al caro precio de dos siglos de guerras, de sangre, de calamidades, de horrores, y de sacrificios y víctimas sin cuento. ¡Ley fatal de la humanidad, que cada paso hacia un bien respectivo ha de ir precedido de una série de males, y de una cadena de angustias y de dolores! ¡Y aun se ha de agradecer, si tras un siglo y otro de tragedias se encuentra al fin un Augusto! LIBRO TERCERO. ESPAÑA BAJO EL IMPERIO ROMANO. CAPITULO I. DESDE AUGUSTO HASTA TRAJANO. Desde el año 19 antes de J. C hasta el 98 despues de J, C. ganzas.-PASION Cambio feliz en la situacion de España.-Mejoras que debió á Augusto. Othon.-Agrega á España una nueva provincia.-Vitelio.-Su repug-n. nante glotonería.-Su muerte desastrosa.-Dulces reinados de Ves- pro Fuese que ejerciera Augusto la autoridad suprema en Roma bajo el nombre de Emperador que conser |